Soledad: fuerza y ternura

Soledad Piqueras Villarán, nuestra hija mayor, alumbrada entre los amores inocentes y apasionados que tuvimos Susana y yo, en nuestras bodas. Luego concebimos a nuestros amados hijos varones, Emmanuel e Ignacio, en medio de los muebles de nuestra biblioteca y los pisos del baño en la desesperación del deseo. Todos fueron producto del amor más maravilloso y lúdico. Años después, vino el desamor, es otra historia, la escribiré algún día en su misterio impenetrable.

Soledad tuvo una andadura pisando entre carbones al fuego vivo, es el enigma de su existencia, que ella atrapara como un haz de luz. Es una guerrera, una gran mujer, de una capacidad y generosidad notable, trabajo con ella con alto honor y con gran gusto.

Soledad tiene tres hijas, mis nietas, Andrea, Alejandra e Isabela, a quienes ama entrañablemente como yo las amo, por esa causa nos hemos embarcado en un proyecto de trabajo común, para que ellas tengan no sólo un gran afecto, sino medios para crecer en cuerpo y alma.

Quién se meta a ejercer violencia o agresividad contra ella, quién la estigmatice por ser mujer y por su pasado, se mete frontalmente conmigo y con Susana. En primer lugar, lo largo de mis amistades y de toda mi vida, después, veremos donde nos encontramos para arreglar cuentas.

Manuel Piqueras.

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