Canto a Machu Picchu, por Martín Adán

La Mano Desasida, Canto a Machu Picchu, de Martín Adán (1908-1985), es uno de los más bellos poemas escritos sobre esta obra maestra andina y universal. Las palabras del poeta y las imágenes del monumento inca, nos llevan por los caminos impenetrables de la contemplación de la belleza: “¿Qué palabra simple y precisa inventaré para hablarte Mi Piedra?”. “¿Por qué lloro, a tu piedra pegado, Como si acabara de nacer?”. “La Soledad es absoluta: Es el fin del afán. El azul raro del mismo cielo, El agua helada de la morrena… La montaña es un delirio, Y la palabra es una sorpresa.”

La Mano Desasida
Canto a Machu Picchu. [edición de 1964].

A Gonzalo Ortiz de Zevallos y a Juan Mejía Baca

Si no eres nada sino en mí mi sima,
Si no eres nada sino mi peligro,
Si no eres nada allá sino mi paso,
Que vengan todos, con su hedor y siglo
¡Que venga el extranjero que me extraña!
¡Que venga el mal hallado!
¡Que baje el buey subido desde arriba
El del belfo verde, desde humano vacío!
Y que ronca y remira porque nace
De vientre ajeno, que jamás es mío.
¡Aquí estoy muriéndome!
¡Así es toda vida!
¡De buey que rumia y que remira
Y de yo que agoniza, que agonizo!
Tú no eres bello porque no soy bello,
Yo Mismo. Eres apenas profundo estar arriba
De todo un vuelo interminable
Y que bate todavía.
Eres el ala que voló.
Cuando tú mueras, morirá el Hongo
Y morirá el Aire. Y morirá el Día.
¡Pero será la Noche, el otro tiempo
De vivir la vida!
¿Y cuándo volveré a donde nunca estuve?
¿En transporte de orgasmo y alegría?
¿Cuándo será mi ser? ¿Cuándo mi mano
Ha de asir su ventura fortuita?

Pero tú, Machu Picchu,
Te yergues sobre mi, porque vacilas.
Ante esta roca, que te está mirando
Y que te ve;
Y que te ve, tremenda por un solo ojo
De mil pies;
Ante esta roca, huir es imposible
Y hay que desnacer y renacer.
Porque ser es necesario.
No hay otro modo de no ser y renacer.
¿Y si no eres, qué eres, qué serás, qué dios,
Qué intenso ser
Te arrastrará en su furia?
¿Qué es la inteligencia del no saber?
¿Qué sabes tú de lo que no sabes?

Machu Picchu sabe lo de después.

LA SORPRESA

Todo era exacto bajo el estupor,
Muerte sobre la vida,
Piedra sobre la piedra,
Pero yo estoy al otro lado,
Yo no sé nada de conciencia.
La tristeza es realidad,
Es como el perro o el mendigo en la calle
Es como tú eres una montaña
Y alguna mano de los tantos pares.

Cuando tú mueras, Machu Picchu,
Piedra desigual entre las iguales;
Cuando huya el Hombre;
Cuando huya el Angel;
Cuando todo sea como que yo pienso,
Por quien me afano entre los afanes,
Algo ha de ser entre golpe y golpe,
Algo de entre la camisa y la carne.

Cuando todo sea verdaderamente

Machu Picchu, tu ven a buscarme.
¡Ser, sólo ser, y siempre ser,
Uno solo ante el Universo!…
¡Lejos del Otro!…
¡Lejos del Tiempo!…
Ser como yo nací
Ser como yo lo siento
Serme sin rosa alguna
Serme eterno…
¡Ah, piedra podrida,
Cómo me estoy muriendo!
Machu Picchu,
Olvido y presencia,
Muerte que murió, y otra vida,
Y mi oración y mi piedra
Simple callar mió ante la cosa,
Y la cosa humana, sobrehumana y cierta.
¡Cierta actitud de Dios,
Ante su naturaleza!
Y el agua por debajo
Y la nube sobre la cabeza.
¡Exactitud sublime!
¡Expresión tremenda!
¡Existir es huir!
¡No eres nada si te quedas!
¡Machu Picchu, si lo discurro, no exists!
¡No es más que mi alma y una piedra,
De río que corre por entre mis pies
Y el cielo sobre mi cabeza
Y mi casa que me hice en mi mundo
Deshabitada hasta de la ausencia!
La alegría, terrible ser de fuera
Que en mí se entra y en mí agoniza,
Desde la vez hasta la vez, desde la voz a la voz
Cubriéndose del llanto con mi cuerpo,
Huyendo de su muerte con mi vida,
Yo la descubrí, tú lo recuerdas,
Desde mi instante a mi día
Desde mi tiempo a mi encierro,
Estante apenas a tu cara lítica,
Como el judío que llora en la parábola,
Me topa viva,
Desterrada de todo, ahí incrustada,
Victoria desalada y vencida.
¡Ay, Machu Picchu, el de la lección,
De la Desesperación y su delicia!
Poesía es esto,
Lo que eres en mi verdad y desatino:
Dar el cuerpo a un alma

Dar forma a lo infinito,
Dar una hora al tiempo y al grito,
Y por debajo
Irse con el gordo río
A no sé dónde,
Acaso al precipicio.
Sí, primero fue el Tacto
La Sabiduría era después.
¿Pero qué es eso,
El palpar y el saber?
¿Dónde me sé, Machu Picchu?
¿Cuándo?… ¿Por qué?…
¿Cómo me muero, Tú, para vivirte?
¿Dónde agarro para mi querer?
¿Cuándo yo dé con mi deseo
Me huí el cuerpo y espina en la sien?
¿Por qué lloro, a tu piedra pegado,
Como si acabara de nacer?

¡Ay, piedra exacta y maldita,
Echa, por fin, tu agua de miel!
Yo te era necesario, Dios Mío,
Por eso me creaste,
Y me creaste después de la piedra,
Y antes de las necesidades.
Todo lo que es vano y superfluo
Va en tu soplo a tus moldes infernales
Y por esto estoy entre tus rocas
Labradas por mis manos y tus ángeles.

Mi deidad es como yo,
Perecedera, miserable…
Va preguntando y va errando
Por entre el hueso y la sangre,
Por entre el deslumbramiento y el desengaño
Por entre el volumen y la imagen
Por entre el llanto y el espejo
Por entre lo que agarra y lo que sabe;
Por entre el tiempo y la memoria,
Por entre la luz y el ave.
Todo era entonces como es ahora:
Todo era cielo,
Todo era un no ver, todo de imagen
Echada por exceso.
Pero tú estabas, material,
Sensible, imperfecto.

¿Qué eres tú, Machu Picchu,
Almohada de entresueño?…
¿Yo Mismo,
Si me acuerdo y no me acuerdo?
Era caudal de piedra,
Detenido.

Toda madre verdaderamente natural
Quiere contener el otro río.
La flor se puso verde de terror y de tierra
Y dejó pasar a cualquier gringo.
Y yo no soy y no seré nunca
Sino apenas un curso y mi sitio.
¡Sálvame, sálvame Machu Picchu!
¡Sálvame, y no te huyas de mi peligro!
¡Ah, sí, Dios vive todavía!

LA PRESENCIA

¿Qué es la presencia, Machu Picchu?
¿Eres la roca o el aluvión?
¿Eres el tejado o el gato?
¿Eres mi cuerpo o mi amor?
Cuando yo baje por tu madre sabida,
¿Quién seré yo?

Sí, todo era como entonces,
Todavía antes del principio
Eran roca y ser, de donde aún nace
Y sangra el deliberado sacrificio.
Todo eres
Como el labio del recién nacido,
Desdentado o como el del viejo
De la parábola del cigarrillo.

¿Cuándo y cómo eres humano,
Yo el solo humano, y tú humano y mío?
¿Y qué diré si la palabra
Que pesa y pasa tan poco como tu equilibrio?
¿Qué diré sobre tu edad?
¿Qué diré sobre tu río?
¿Qué diré de la indiecita adolescente
Que se baña en chorro, planta de alarde sin sentido,

Desnudez sin amor y sin odio,
Exacto y superfluo y hediondo y oscuro río?

Pero tú estás, piedra de cerco
De todo, límite enorme y exiguo,
Palabra precisa,
La que yo rehuyo y persigo,
Celestía, concreta, duro abatimiento,
Signo…
Carne fétida que dice que es la vida,
Y la vida eres tú, piedra sucia e inodora
Y en tu modo de mirarme, bruta y lírica;
Piedra humana, tremendamente humana,
Toda de terror y de delicia…
¡Tú que bajas del piso quincuagésimo,
Tú, par de ojos de estupor y malicia,
Tú que traes en el maletín,
Tu muerte y tu vida
Y tu imagen y tu Kodak,
Y tu verdad y tu mentira!…
¡Tú, manera de ser ante lo eterno,
Fotograbado y melancolía,
Y enterarme de aquello de que dudo,
Y seguir adelante con el guía!…
¿Cuándo, Machu Picchu, cuándo
Montaña, llegaré a la orilla?
Pero cuando tu mueras, Machu Picchu,
Dónde me iré, con qué iré, con mi sonrisa
Y con mi carne y con mi hueso y con mi casa
Y con mi herejía,
Y con mi traducir lo del latín gorrión,
Y con mi misa,
Y con no sé qué porque me llegó tarde el ser
Al no ser la hora
Al caerse de abajo la vida.
¡Y este no ser nada sino hablar ante el verso!…
¡Y este temblar ante Dios que es la vida!
¡Y este mirarte y muerte, Piedra
De allá arriba!…
¡Este sentirse uno Dios ante la propia conciencia
Y ante la propia herejía!…
¡Este haberte hecho un humano como yo,
Que no era el profeta de la Biblia,
Ni el hombre de las Nieves,
Ni el Gorila!…
¡Este tu ser a mi medida humana,
Sin suelo, sin habitantes y con sola tu agonía!

¡Ay, Machu Picchu, cómo me matas y me vives!
¡Cómo me cae tu inmóvil piedra, como me cae mi eterna vida!

Todo es la verdad si no es la historia.
Todo es la vida si es la vida,
Y así es mi verdad, mi vida.
Tú eres sólo la forma sobre el abismo,
Y así será siempre mi sabiduría,
La de la Academia,
La de la Antología,
La del que vive porque está muriendo y escribiendo

Para su propia policía,
Y se entretiene,
En su agonía,
Estimando y describiendo,
Riéndose porque ya no acierta a llorar,
La maravilla.
¡Desolación, madre mía,
Dame tu firmeza!
¡Que mi pie pise en el nervio que vibra quebrado!
¡Que mi mano palpe en piel que pela!
¡Que yo baje desde el éxtasis de espanto y dios,
A mi carne, a mi hueso, a mi enervada idea!
¡Déjame bañarme con la india desnuda,
Dónde sólo alguna agua me vea!

¡Déjame asirme a agua írrita,
Adonde mi meandro inmaterial me lleva!
¡Déjame con la imagen,
Déjame, deja!
¡Déjame ser la montaña de sueño,
Infinitud incompleta!
¡Déjame ser sin despertar!
¡Que lo que soy, si soy, sea vida entera, eterna!
¡Tú, Realidad, que me pariste ahora para ahora,
Déjame rodar y morir por la ladera!
Yo me abalanzo, pero no lo alcanzo,
Lo que tú eres y no eres, losa Mía.
Esa forma, ese ingenio, esa ternura;
¡Ay, ese irse y desprenderse de mi vida!…

¡Tú, la manera de descalabrarse por allá en el cielo…
Tú, la manera de mirar desde la roca del río…
¡Tú, lo humano
Que huye de sí mismo!
Y vaga por lo que creó
Y le ahorca la dura y áspera cuerda de lo divino!
¡Otra de las creaturas del Hombre
Para su divinización y su martirio!…

Eres la duda cierta y la misma vida,
Eres lo humano y macizo del cielo y nube,
Eres lo infinito que se está,
Y eres la palabra que huye.

Ante ti fuga la razón, Perfecto,
Porque la Esencia su ceño frunce.
¡Ay, no sé qué eres, Machu Picchu,
Si yo mismo, o tu piedra o la nube!
Todo es cierto
Menos la vida.
Toda apariencia está resucitando, dudando y recreando.

Sólo es realidad la Poesía.
Si tu mano toca,
Huye la Muerte y te mata la Vida.

Cáete, si eres, Machu Picchu,
Cáete conmigo. Te lo digo: no sigas
Presidiendo las cosas
Y los cielos, con tus piedras caedizas.
Muramos porque es el tiempo,
El tiempo de la agonía y la ironía.
¡Muramos, que nos caemos!
¡Muramos, que nos cerca la vida!

¡Cáete conmigo
Y con la Arqueología y la Filosofía!
¡Ay, lo que grita el que está debajo,
Machu Picchu, la presunta realidad y la estupefaciente circunstancia!
“Yo solo tuve mi terreno
Y me lo robaron”. Lo dicen, bajo de ti, ansia
Palpable de infinitud. Lo dice el indio elemental
Y la redicha palabra.
¡Ay, Machu Picchu, horror de horrores,
Piedra que se cae, piedra que se abalanza,
Muerte que discurre relativamente,
Cielo de nube oscura, fría y alta!
¡Porque soy mi cuerpo humano
Y mi divina alma!…
¡Porque nada de espíritu ya tengo,
Porque materia alguna ante ti se me alcanza!…
Eres perfecto porque eres mortal,
Si no lo fueras, fueras dios e ironía,
El remirar a la rosa,
El acariciar a la niña.
¡Si fueras muerte, serías lo cierto en cierto modo,
Si fueras muerto, sería la Arqueología!

¡Machu Picchu,
Sigue agonizando todavía!
¡No hay otro verdadero!
¡No hay otra eterna vida!
¡Sólo tú, piedra y mi angustia,
Lo de mi vida!…
¡Lo de siempre jamás,
Lo de nunca jamás todavía!…
Morir es tan difícil contigo
Como vivir! Eres el ser.
Estar junto a ti es buscar el grito
No es el eterno quién.
Tú no eres el muro
Del no pasar y del padecer.
¿Quieres que yo vomite o que me calle?
¡El ser es tu ser,
Que es una piedra sobre otra piedra
Y toda quién!

¡No, nada somos sino la conciencia,
Este mirar lo futuro
Entrañable, que nos mata
Y nos da gusto!
¡La vida es muerte relamida,
La vida es Juana o Augusto,
La vida es todo lo que con nosotros
Va a la muerte y a lo justo!
Pero tú, lejos de la música,
Aun lejos de la imagen aparente,
Tú, piedra sucia, fuente de mi vida,
Eres lo que eres.

Eres lo real, lo verdadero,
Aquello por lo cual se vive y muere.
¡Sí, pero la tristeza estaba en ti,
Eras tú, simplemente!
¡Esta tristeza de nacer humano,
De haber nacido humano, lo de siempre!
Y cada vez que nazco soy el mismo,
Yo soy el mismo de las estrecheces,
Las de ser yo uno solo
Y la del sexo y del amor y las mujeres
Y la de ir por camino
Real e inverosímil de la Muerte;
Ya te lo dije yo, Machu Picchu,
Piedra sin horizonte de entreverse.
Pero Machu Picchu, amigo,
No es otra cosa que un verso,
Algo, yo, de mi figura,
Algo que yo estoy haciendo.
Si yo me aparto de mi obra,
Ya soy porque no creo.
¡Sí, mi cuerpo es esta mano
Esta con que a tí me atengo
Con la que te hice hace siglos
En un instante del Tiempo,
Piedra fea, piedra mala,
Piedra de mi pensamiento!
¡Cállate, que estoy dudando!
¡Cállate, que mi silencio
Me está cubriendo de sombra
Como la noche del muerto!
¡Calla, que yo quiero el valle
Con su verde y su jilguero!
¡Cállate, que soy humano,
Tú, la piedra del agüjero!
¡Sí, aquí estoy, en este espacio,
Adonde no cabe el tiempo,
En donde la mano mía
Sigue haciendo y sigue haciendo,
Y sigue haciendo la ruina
Y el muro y el sentimiento!
¡Ay, Machu Picchu maldito!
¿Por qué me sigo naciendo?
¿En dónde mato el que ni vivo,
Para ser el que no muero?

¿En dónde estás, Machu Picchu?
¿Dónde estás, que no te veo?
¿Estaré vivo?
¿Habré muerto?
¿Cómo es la muerte? ¿Cómo es la vida?
¿Dónde estoy en tu misterio?
¡Todo era provincia, todo,
Todo, todo, Dios Exceso!
¡Todo extralimitación!…
Y no mi brazo o su cuerpo.
¡Nada era a su medida!
Nada sino el pensamiento!…
Todo era mi estarse afuera,
Ya sin cosa, ya sin beso.
¡Ay, todo, todo, todo yo!
¡Sí, yo era todo eso!

¡No, Machu Picchu no es nada!
¡Toda cosa es un secreto!
¡Es una cosa y figura,
Porque yo no estaba lejos!
¡Todo es verdad, y la Muerte
Está naciendo y está haciendo!
Si se muere Machu Picchu,
Ay, ya nunca viviremos.
Todo será aquella nube
¡Y acaso no será eso!
¡Aquí, en ti, Machu Picchu,
Donde la Nada es una mole tangible, gris y verde;
Adonde golpea mi mano desasida,
Como dice mi lengua
Cuando no se mueve!
Y la pintura de mis ojos
Ya no puede!
Porque soy tu Espíritu,
Que te agarra porque te quiere
Porque mi alma, tú, estás en tormenta
Ya, siempre
¡Teme! Sin términos
Ya, siempre
Sin rayo,
Sin nieve,
Sin peso alguno,
De prójimo o mujeres,
Sin ninguna palabra,
Sin medida de medidas, sin metro, breve!…

Eres como la palabra:
Cierta dureza ante el Destino y lo infinito
No parece filosofía ante tu piedra,
Sino, por debajo, lo que miro río
Donde la que siento india
Hace beber al que creó su hijo
¿Pero cree? ¿Pero soy?
¡No te me vuelvas, Machu Picchu, mío!
¡Vete, Machu Picchu, vete!
¡Tú no eres el jardinero!
¡Porque si me estoy contigo
O no me olvido o recuerdo!
¡Todo fue antes del principio
Todo es de más o de menos!
Ay, alma que yo me soy
Esa que nos hace el cuerpo.

Y al pie de nosotros
La quena suena
Gemido sin suicida
Ninguno que yo sea.
El arduo ruiseñor
Sigue en mi coche perpetua
Sigue ya ronco, ya silbante,
Ya sin aliento, ya sin rama que le sostenga,
Ya sin ala que lo salve…

Difluente bulto del asma eterna…
Y eres eterno por inhabitable,
Porque estás dentro de mí mismo,
Royéndote la uña imaginaria
Con el hambre y con el colmillo
Mío porque llegué tarde o nunca a toda presa
Posible de mi designio.
Y eres lo mortal, porque desesperas
Y por que aúlla como perro el río,
Todo es mitología del Otro, no
Sino el Yo, el Tú y el Infinito.
La Tristeza no trae el verso.
La Tristeza es interminable.
Puede parar en una lágrima,
O en una piedra, pero sigue adelante.
Tú eres un camino
Dificilísimo que sube a valle
En donde el aluvión de lo divino,
De eso de divino que tú sabes,
Soltó los sueños crueles
Y rompió las cosas reales.

Yo no subí a llorar tu llanto,
Sino por tus paredes y verdades.

¡Ser exacto, humanísimo
Y trascendental, ampárame!
¡Machu Picchu, mi cuerpo,
Estáteme!
Cuando tú hables, dilo sin secreto
Yo Mismo o, simplemente, calla.
Si hablaste, se hizo la teoría.
Si callaste, se hizo la muralla.
No te asustes. Mi Genio,
No te asustes, Mi Gramática,
No te asustes, Mi Mano,
Si hubo consonancia.
Todo es real, hasta la Muerte,
Que por de fuera y dentro nos anda.
¡Prosigue sereno, Yo Mismo!
¡La Vida es esta ansia!
Poesía es la idea sin objeto,
El rabo de la rata.
Poesía es lo que me sobra,
Poesía es lo que me falta.
Poesía es la cosa dura,
O, solamente, una palabra.
Poesía es el dios que hiede
O la mujer que arrastra.
¡Ay, Poesía, Machu Picchu,
Es mi sentido de que no soy nada!
Para llegar a Ti, ¡cuánto camino
Hube de andar a saltos!
Por fin estás ahí, en tu figura
De desnudez y desengaño,
Hondo en mí mismo, diciéndome
Como al Sordomudo, con mi cuerpo y mi abrazo,
Con mi placer,
Con mi espanto,
¡Dios Mío!
¿Por qué tardaste tanto?
Yo sabía morir, y me olvidé.
Tú sabes morir, Piedra, todavía.
Morir es un eterno estarse
En la una y en la otra vida.
¿Cuántas vidas hay?
El Gato mira y remira,
Y dice…(el gato del albergue,
Ininteligible, con la pupila)
¿Cuándo seré yo sin mundo ni prójimo?
¿Cuándo será mi verdadera vida?
Todo era creer o consentir.
Sí, sin duda, todo era.
Todo, todo,
Pero no tu piedra.
Era la exactitud en este mundo,
La verdad fea…
Y están los extraños, recién bañados
De las universidades europeas.
Estaban tristísimos,
Ante tu horrorosa belleza.
¡La emoción de volver a ser paridos,
Pero por la Conciencia!…
Una mano sobre otra mano
Y una palabra sobre otra palabra
Y una piedra sobre otra piedra
Y una distancia tras de otra distancia…

¡Di lo último! ¡Di lo último!
¡Que sea a tu gana!
¡Dilo, que no hablarás ya nunca!
¡Apurate, que la Vez y la Voz escapan!
¡Muérete ahora, que la Muerte,
Que la muerte eres tú mismo, y no es nada
Sino tu vida y tu cuerpo
De gusano y desgana!…

Como todo lo tangible,
Toco en ti el instante y la piedra.
Nada me está distante a tu sombra
Eres lo que es y lo que era,
Y lo que será si el tiempo dura
Y nunca fue lo que se sueña.
¡Yo no quiero parar! ¡Yo soy el río
Que por debajo te roe y distrae!
¡Soy lo mío de humano
Ante lo tuyo de inmutable!
¡Soy el que no seré, pegado a tu muro
De granito y siglo, dentro de un instante!
¡Humíllateme, Machu Picchu!
¡No seré nada, y tú vacío y grande!…
¡Soy más que tú, porque te hice un día
Y ya tus cuándos y cálculos se te caen!
¡Y yo puedo llorar ante la Piedra
Todavía como ante la Madre!
Aquí, donde edifica el olvido…
Donde el olvido está presente, patente…
Donde el olvido es de granito, no del tacto…
Donde el olvido es de cuanto tú eres…
Donde el olvido es de millón.
De piedras
En equilibrio trágico… Donde asciendes
A no sé qué dónde, que así es el olvido,
Cualquier olvido: no el que tú apeteces…
Sí, aquí, Machu Picchu,
Olvido macizo, peso de las sienes…

¡La Eternidad es una cosa
Tan lenta y dulce y ciegamente miserable!
La Eternidad nunca fue, ella misma, nunca,
La Eternidad nunca fue antes.
Nunca será después. Viene contigo,
Poeta, Vaga, desde tu hueso y tu carne
Viene sin que la sientas
Por ningún sentido. Pisa sin estarse.
Y de pronto es una momia de morada
Como el vientre vacío de la madre.
La Poesía hizo tanto
Que ya no cabe
Ningún mundo, el de cada ciencia… tanto
Que la mano adolorida se me cae.
Has de ser un humano y su sombrero
Si no eres un dios, no eres nadie.
¡Ninguno, nada… no esa muerte
Que yo me hice a la medida de mis ansiedades!…
¡Todo será otra vez, que en nacimiento
Consiste toda eternidad durable, deplorada!
¡Que pensamiento soy, y no otra cosa
Ni de la cosa ni del ansia!

Créeme tú, Machu Picchu,
Haz que yo crea… horrorosa flora.
Nada es real sino lo que pones
Por debajo de lo que tocas.
Nada es real sino tu ceño
Y una roca
Y alguna mano humana que va haciendo
La vista, la cosa, la forma…
Y la divinidad de lo inmediato,
Y el instante del sentido, y el abismo en sombra.

Piedra, escúchame:
Yo te quiero enseñar y engañar.
La Soledad es una cosa
Como las que encierras, y no es más.
La Soledad es como tu cielo,
Que no es tu ser… acaso, sí, tu estar.
Un estar sin adónde, ya sin paso
A su siempre allá,

La Soledad es absoluta:
Es el fin del afán.
El azul raro del mismo cielo,
El agua helada de la morrena…
La montaña es un delirio,
Y la palabra es una sorpresa.

http://biblioteca.pucp.edu.pe/martin_adan/tex_man.htm

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