La edad de la utopía hispano, andina y universal

Manuel Piqueras Cotolí (1885-1937) y Gustavo Gutiérrez Merino (1928), cada uno en su propio lenguaje, en dos momentos críticos y lúcidos de la historia de las Américas, logran articular, con fortaleza y delicadeza, todas las sangres fragmentadas y enfrentadas en estas tierras de tragedia y esperanza. Sus obras iluminan -como un haz de luz-, el laberinto de nuestra identidad: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿adónde vamos? El horizonte utópico es la democracia, una brújula para “embarcarnos de otras Indias mejores” a otras “Américas mejores”. Como señala Max Hernández, estamos frente a una novela familiar, un mito individual y una utopía pero, así mismo, nos encontramos ante un proyecto histórico y un camino concreto .

En busca de la tierra del padre andamos en la huella de una palabra tridimensional que, a la vez, congregue el arte y la identidad en la resurrección de las Américas, el hablar de Dios desde las Indias y las Américas, y la democracia como proyecto y como camino en la nueva y aún ignorada edad. La vida, la libertad, la búsqueda de la felicidad, la creación de arte y el recogimiento son las raíces hondas de una identidad activa y operante en estas tierras de nuestros sufrimientos y esperanzas.

En este horizonte utópico, destacamos la importancia central de la auténtica democracia en la incertidumbre del siglo XXI, de los cambios en la economía en el malestar de la globalización, de la lucha por la paz contra la violencia estructural y conductiva en el teatro de las Américas y del mundo, y de la democratización y la no violencia cotidiana en la morada humana del recogimiento, la feminidad, la paternidad, la filiación, la amistad y la hospitalidad. Bajo esta luz solar y lunar, andamos tras la huella de “otras Indias mejores” a “otras Américas mejores”.

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