Obama: la estrategia gradual del advenimiento de la hora de Cuba

EL PRESTIGIOSO DIARIO EL PAÍS EN UN EDITORIAL DEL DÍA DE HOY 14 DE ABRIL DEL 2009, TITULADO “LA HORA DE CUBA”, planteo que el desbloqueo económico de Cuba por parte de la administración de Barack Obama se ha iniciado, no puede ser una estrategia de shock sino gradual, porque traería problemas ingobernables más que soluciones coherentes, eficientes y eficaces. Las medidas aprobadas por el Congreso USA de suspender las medidas de endurecimiento extremo contra Cuba de la siniestra administración de George W. Bush son acertadas, permitiendo viajar libremente a Cuba, para comenzar.

Ya el presidente Jimmy Carter tomó el toro por las astas frente a Fidel Castro. El discurso de Carter, Los Estados Unidos y Cuba: Una Visión Para el Siglo 21, del 14 de mayo del 2002, en la Universidad de la Habana, marcó un antes y un después respecto de la visión de las relaciones de Estados Unidos y Cuba, planteando un proyecto de envergadura para un salida democrática, libre de toda violencia y con respeto irrestricto a los derechos humanos: “ Esta es una visión que incluye a una Cuba totalmente integrada en un hemisferio democrático, que participa en el Área de Libre Comercio de las Américas y, con ciudadanos que viajan sin restricciones, para visitarse entre sí (…). Debido a que los Estados Unidos es la nación más poderosa, somos nosotros quienes debemos dar el primer paso. En primer lugar, tengo la esperanza de que el congreso de los Estados Unidos pronto actuará para permitir viajar sin restricción entre los Estados Unidos y Cuba, establecer relaciones de comercio abiertas y revocar el embargo. (…).Tenemos que definir un futuro que pueda servir como un puente de reconciliación entre Cuba y los Estados Unidos. ¿Es posible establecer este tipo de relaciones normales? Yo creo que sí. Con la excepción de la estancada relación entre Cuba y Estados Unidos, el mundo ha cambiado mucho, especialmente en América Latina y el Caribe. (…) En la actualidad, casi todos los países en las Américas son democracias. No uso la definición de “democracia” de los Estados Unidos. El término se halla consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que Cuba firmó en 1948 y éste ha sido definido muy precisamente por los demás países de las Américas en la Carta Democrática Inter-Americana en el pasado mes de septiembre. Se basa sobre premisas muy sencillas: todos los ciudadanos nacen con el derecho de escoger sus propios líderes, de definir su propio destino, de hablar libremente, de organizar partidos, sindicatos y grupos no gubernamentales, y de tener procesos legales abiertos y justos. Solamente esos gobiernos pueden ser miembros de la OEA, pueden ingresar en el Área de Libre Comercio de las Américas o participar en las cumbres de las Américas. (…) Cuando los cubanos ejerzan este derecho para pacíficamente cambiar sus leyes mediante un voto directo, el mundo verá como son los cubanos y no los extranjeros, quienes decidirán el futuro de este país.”

Sí, pero todavía no. No se puede ser ingenuos. Influyentes fuerzas político e ideológicas y poderes fácticos, dentro (el propio Partido Comunista de Cuba) y fuera de Cuba (los neoconservadores estadounidenses y los grupos cubanos de extrema derecha) pueden precipitarla al abismo de los senderos de la sangre, este es un camino empedrado altamente probable sino se anda por la huella que con lucidez y realismo planteó Carter para el pueblo y la nación cubana. Por eso la condición sine qua non es la gradualidad de la estrategia del advenimiento de la hora de Cuba.

EL PAÍS. EDITORIAL. LA HORA DE CUBA. MADRID: Martes 14 de abril de 2009.

Poco a poco, el nuevo mapa internacional de Washington va tomando forma de acuerdo con la apuesta por la diplomacia de la Administración demócrata. Y el momento elegido para revisar algunas de las medidas adoptadas en el pasado contra el régimen de La Habana no puede ser más oportuno. No sólo porque Cuba se enfrenta a una transición que únicamente la tutela de Fidel Castro sigue retrasando, sino también porque el próximo viernes tendrá lugar el primer cara a cara de Obama con los líderes latinoamericanos durante la V Cumbre de las Américas, que se celebra en Trinidad. Al levantar las restricciones sobre las remesas y los viajes a la isla, Obama ha colocado a Cuba y a los países hasta ahora más hostiles a Estados Unidos en la necesidad de responder con un gesto que también contribuya a la distensión.

Aunque el embargo sigue vigente, la decisión de Washington apunta la posibilidad de levantarlo y, por tanto, contribuye a adelantar la hora de la verdad para el régimen cubano. Si el Gobierno de La Habana se inclina por iniciar la normalización de las relaciones a la que invita este primer gesto de

Obama, tarde o temprano se verá obligado a desmontar la retórica tras la que ha eludido sus responsabilidades de medio siglo en la situación económica y social de la isla. El embargo ha penalizado a la población y ha resultado ineficaz para promover la apertura política del régimen, pero no es la única ni siquiera la principal causa de las muchas carencias que padecen los cubanos. El régimen de Castro no ha representado una excepción al fracaso de la economía planificada para cubrir las necesidades sociales básicas.

Es probable que la diplomacia estadounidense haya adoptado las decisiones anunciadas ayer pensando en Cuba y, además, en los Gobiernos de la izquierda populista que han intentado recuperar la revolución castrista como referente político. También para ellos podría estar aproximándose la hora de la verdad, en la medida en que los movimientos diplomáticos de Obama limitan la eficacia de la retórica antiimperialista. Y todo ello en un momento en que la crisis internacional ha comenzado a azotarlos, sobre todo a países que, como Venezuela, dependen de las exportaciones energéticas para desarrollar su peculiar política tanto interna como exterior.

Es seguro que levantando las restricciones a las remesas y los viajes, Washington ha alterado el signo de la cumbre de las Américas. Falta por comprobar si las reacciones de sus interlocutores permitirán avanzar en la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y sus vecinos, y en el retroceso de las pulsiones autoritarias que proliferaron a la sombra de la anterior Administración.

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