Las elecciomes USA en la encrucijada IX

El primer debate en la carrera a la presidencia de los Estados Unidos acabó en un empate entre Barack Obama y John MacCain, como señala Luis Bassets, director adjunto del el prestigiosísimo diario español El País:” Es pronto para saber a quién ha beneficiado más. (…) Pero, mientras Obama, llegó al encuentro con el viento de las encuestas a favor y solamente presionado por no cometer un error fatal, McCain estaba urgido a conseguir un revulsivo que no se produjo”. Desde estas páginas, estaremos vigilantes al debate que viene entre los dos candidatos a las vicepresidencias, así como al segundo debate presidencial en la lucha final hacia la Casa Blanca.

Como indica también, Antonio Cano, corresponsal del diario El País en Washington, D. C.., insistiendo en el mismo argumento de Bassets: “La economía e Irak centran la primera contienda entre ambos candidatos.(…) Ninguno de los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos consiguió una victoria determinante en el primer debate electoral de esta campaña, pero Barack Obama surgió claramente en las pantallas de la televisión como el hombre que representa las ideas nuevas para reconducir la economía y el cambio hacia una política exterior distinta. Sólo con eso, el candidato demócrata salvó uno de los obstáculos más difíciles de toda carrera electoral y dio un paso más hacia la Casa Blanca.”

Sin embargo, la clave de la victoria son las estrategias de campaña en la casa doméstica a escala de los estados y no a escala nacional, es el voto estatal el que decide no el voto popular. Los análisis más serios muestran que los demócratas están más sólidos en el aquí y ahora en la campaña presidencial a escala de los estados, cuestión decisiva que los republicanos tendrán que revertir para no quedarse con los crespos hechos. De todas formas no hay nada claro bajo el sol respecto a poder hacer una previsión y perspectiva consistente empíricamente hablando de ¿Quién ganará las elecciones del 4 de noviembre?.

El pulso entre Obama y McCain acaba en empate
Lluís Bassets, director adjunto de El País, analiza el debate. 27-09-2008

Obama se mostró agresivo y confiado durante los primeros 40 minutos del debate, dedicados a analizar las consecuencias de la crisis financiera que vive el país, un asunto en el que su rival, John McCain, se vio casi todo el tiempo inseguro y a la defensiva.

McCain intentó recuperar terreno en la segunda parte del encuentro, en la que se trataron asuntos relacionados con la política exterior, demostrando su amplia experiencia en esa materia e intentado subrayar la inmadurez de su rival y la inconsistencia de sus ideas.

Pero ese fue un objetivo cumplido sólo a medias. McCain, en efecto, sonó como el veterano que es, amigo de líderes mundiales y de viejas eminencias de la política internacional. Pero, en contraste, Obama no sonó como un novato sino como el representante de una nueva generación, de una nueva política que vuelve a confiar en el poder de la negociación sin renunciar al uso de la fuerza cuando sea necesario.

En general, toda la noche fue un emocionante contraste entre dos visiones del mundo; la de un hombre de 72 años que cree en los viejos principios y desconfía de los enemigos tradicionales, y la de un hombre de 47, casi recién llegado a la gran política, que se siente impulsado a intentar cosas nuevas.

Crisis económica

Fue la primera parte del debate, la dedicada a la economía, la que, en todo caso, podría haberle dado la victoria a Obama. No hay encuestas aún sobre el resultado del debate-sólo un sondeo de CNN entre quienes lo vieron por televisión que dan ganador al candidato demócrata por un 51% contra 37%-, pero pareció claro el éxito de Obama al presentar la actual crisis en Wall Street como el resultado de la gestión de Bush, con el respaldo de McCain.

“Este es el veredicto”, dijo, “de ocho años de una política económica fracasada promovida por George Bush y apoyada por el senador McCain, una política que básicamente dice que tenemos que eliminar regulaciones y protecciones al consumidor y dar más y más a los que más tienen, con la idea de que algo de eso quedará para los que están abajo”.

Obama se manifestó más simpatía con las preocupaciones del ciudadano medio y se mostró más enérgico en la defensa de la necesidad de una nueva política. “Esa política no ha funcionado”, insistió, “y creo que los fundamentos de nuestra economía deben de ser medidos por el grado de bienestar de la clase media”.

McCain contraatacó con una persistente pero vaga alusión a “cambiar el sistema en Washington”. “Lo primero que hay que hacer”, afirmó, “es poner el gasto bajo control en Washington”. Pero no consiguió poner clara distancia entre lo que él ofrece y lo que Bush ha hecho durante sus dos mandatos.
“John”, le contestó Obama, “ha sido tu presidente, con el que dices que estás de acuerdo el 90% de las veces, el que ha dirigido está orgía de gastos y este enorme déficit. Y tú has votado por casi todos sus presupuestos”.
McCain se defendió diciendo que “todo el mundo sabe que tengo muchas diferencias con Bush, diferencias sobre economía, sobre torturas, sobre Guantánamo, sobre calentamiento global…”

Política exterior

El mejor McCain apareció, sin embargo, después, cuando el debate, celebrado en la Universidad de Mississippi, en Oxford, giró hacia los asuntos del mundo. Por momentos fue el apasionado soldado y patriota que nunca ha dudado en darlo todo por su país y que lo volvería a hacer. Consiguió emocionar a la audiencia cuando contó la historia de la pulsera de un soldado muerto en Irak que su madre le había entregado a él con la súplica de que su hijo no hubiera desaparecido en balde.

Fue, en esos momentos, el McCain que encarna grandes valores de compasión y heroísmo que este país admira y respeta. Pero, en frente, tenía a un hombre que también llevaba la pulsera de un soldado muerto en Irak, aunque la misión que a Obama le había encomendado la desgraciada madre era la de que ningún joven más muriera en esa guerra. McCain tenía enfrente a un rival de cuyo patriotismo es difícil dudar, con una historia personal diferente pero igual de heroica y de “americana”, pero que aporta, además, una fuerza regeneradora a ese patriotismo.

“Yo no creo que la presidencia sea un lugar al que se va a aprender. Yo estoy listo desde ahora”, advirtió McCain para subrayar la inexperiencia de su rival. Pero Obama no perdió en ningún momento la calma y, sin negar la más larga trayectoria de McCain, destacó que la presidencia requiere, sobre todo, buen juicio y que, en ese aspecto, el candidato republicano no presenta tan gran expediente. Obama puso como ejemplo Irak, sobre el que McCain destacó el éxito de la estrategia conducida por el general David Petraeus en el último año y medio.
“Hablas siempre como si la guerra hubiera empezado en 2007. Pero la guerra empezó en 2003, y en ese momento, cuando la guerra empezó, tú dijiste que iba a ser rápida y fácil, y estabas equivocado. Dijiste que sabíamos dónde estaban las armas de destrucción masiva, y estabas equivocado. Dijiste que íbamos a ser recibidos por libertadores, y estabas equivocado”.

Fue, quizá, la mejor frase de Obama en todo el debate. Pero el candidato demócrata, que por momentos se vio en dificultades a la hora de defender su propuesta de sentarse a negociar con los enemigos de Estados Unidos -McCain citó a Ahmadineyab, Chávez y Castro-, consiguió poner esa iniciativa en contraste con la supuesta falta de voluntad negociadora y el excesivo belicismo de su contrincante.

Zapatero, en el debate

Utilizó para eso antiguas bromas de McCain sobre la conveniencia de bombardear Irán, así como la confusión creada por unas recientes declaraciones del candidato republicano en las que no quiso comprometerse a recibir al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. “Ni siquiera está dispuesto a reunirse con el primer ministro de España, que es un país aliado, miembro de la OTAN”, dijo Obama. “No voy a adelantar mi agenda en la Casa Blanca”, se limitó a replicar McCain.

El debate, precedido de las horas más dramáticas que se recuerdan en Washington desde el 11-S, estuvo rodeado de una enorme expectación y fue seguido por más de 80 millones de espectadores.

Conclusión preliminar

Es pronto para saber a quién ha beneficiado más. No salió de Misisipí ninguna de esas frases históricas que los medios de comunicación repiten durante días y pueden encumbrar o destruir a un candidato. Pero, mientras Obama, llegó al encuentro con el viento de las encuestas a favor y solamente presionado por no cometer un error fatal, McCain estaba urgido a conseguir un revulsivo que no se produjo.

EL PAIS.COM, 27 de septiembre de 2008.

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