!Normal, nomás¡ El inconformismo de los jóvenes populares de Lima

Del mito del progreso al mito de Sísifo? En la tradición antigua de Homero, “Los dioses condenaron a Sísifo a empujar eternamente una roca hasta lo alto de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza […] Lo trágico de este mito estriba en que su héroe es consciente”.

La encrucijada de los jóvenes populares urbanos en Lima, entre la esperanza del progreso y la desesperanza del futuro bloqueado, evoca este mito como una actualidad cargada de una pregunta interpelante. En contraindicación, los jóvenes inconformistas se mueven en la tensión de esperar contra toda esperanza: ser escuchados y respetados, lograr una educación y empleo de calidad. El contexto en el 2007 ha cambiado desde cuando se realizó este estudio, pero son más las líneas de continuidad que de discontinuidad, de allí la actualidad sorprendente de las voces vivas de los jóvenes indignados.

La seguridad es un derecho humano universal. Por lo tanto, es un derecho garantizado por las normas nacionales e internacionales, de manera especial para los grupos sociales a la intemperie y en alto riesgo: los precarios, los pobres y los extremadamente pobres, y sobre todo sus hijos, niños, adolescentes y jóvenes.

Estas páginas se centran en la demanda de seguridad humana como derecho universal y, de manera particular, en las aspiraciones y los problemas de los jóvenes de 15 a 25 años.

El inconformismo de los jóvenes populares limeños se manifiesta en el discurso juvenil, en sus motivaciones profundas, en sus frustraciones y aspiraciones, en sus grupos de referencia, en sus miedos y en su coraje de vivir en un país que los margina socialmente y los estigmatiza cultural y valorativamente. Los ocho focus groups que se presentan en el texto adquieren una fuerza expresiva interpeladora.

1. La versión de los protagonistas juveniles

La indagación fina de las percepciones, actitudes y motivaciones de los jóvenes urbanos y limeños a través de la técnica de los focus groups permite explorar la versión de los protagonistas y transitar por las imágenes que ellos tienen de sí mismos y de la sociedad.

Los jóvenes perciben la estigmatización que sufren por ser jóvenes, precarios, pobres y de “piel trigueña”. Esta estigmatización es multidimensional y afecta el conjunto de sus relaciones con el mundo adulto —familia, comunidad, educación, estado y sociedad—.

Es importante entender en toda su dimensión el énfasis que ponen los jóvenes en el valor de los amigos, del grupo y las asociaciones, espacios por excelencia de comunicación, valoración e intercambio entre iguales.

Es muy clara en ellos su conciencia de la marginación social y de la desigualdad de oportunidades por razones de dinero y privilegio. Esto les bloquea la motivación más importante en sus vidas: el progreso individual logrado a partir de una educación competitiva y la posibilidad de un empleo.

Estos jóvenes sienten, probablemente más que cualquier otro grupo de edad, la inseguridad subjetiva frente a la autoridad; ésta constituye para ellos un factor de desamparo y amenaza frente al cual transitan del temor al pánico. Aunque no pocos sostienen que “para que el Perú salga de su hoyo, tiene que cambiar”, saben que el compromiso con el cambio es un comportamiento que implica un alto riego dadas las condiciones en que se desarrollan sus vidas.

Entre estos jóvenes individualistas, algunos son capaces de decir “el miedo se acabó” y de asumir compromisos en proyectos de defensa de la vida, la ecología y la ayuda social; pero siempre y cuando este pacto integre su meta suprema: el progreso individual.

Este conjunto de constataciones de la realidad, tal como la ven aquellos desde y para los cuales hay que desarrollar políticas, debe ser tomado en cuenta en el diseño de estrategias eficaces, capaces de impactar en el cambio de patrones de conducta social de un grupo que hoy representa el 20% de la población peruana y que tiende a crecer en los próximos tres quinquenios. Este es el propósito de este estudio: orientar adecuadamente una política de seguridad pública focalizada en la juventud.

2. Estigmatización de la imagen social de los jóvenes

La situación social y personal de los jóvenes combina, por un lado, sus percepciones frente a las propias carencias subjetivas y objetivas —no ser escuchados, ausencia de una educación competitiva y falta de empleo, entre otras—; y, por otro lado, el entorno adulto familiar, comunal y social, marcado sobre todo por la estigmatización de los jóvenes y signado por la ausencia de comunicación, de reconocimiento, de valoración y de afecto de los adultos hacia los jóvenes.

Los jóvenes de la dinámica de grupos hacen referencias muy concretas a una realidad juvenil cercana a ellos, marcada por la anomia (ruptura crónica de las normas y reglas sociales, entre ellas la ley penal), que se muestra en los espacios públicos (calles, plazas y discotecas) y cuyos protagonistas son una pequeña pero publicitada franja de adolescentes y jóvenes que han caído en la infracción, la delincuencia, el consumo de alcohol, de drogas y la prostitución. Los adultos le asignan a este “submundo juvenil ilícito” las etiquetas “adolescencia” y “juventud” en general.

Las siguientes respuestas sobre los principales problemas de la juventud, ofrecidas por los propios jóvenes, son frescas, dramáticas, reales y reveladoras. Hablan por sí solas:

“C: ¿Cuáles dirían que son los problemas que tienen los jóvenes en estos momentos?
—El vandalismo.
—Las drogas.
—La falta de trabajo.
—El alcoholismo.

C: Y de esos, ¿cuál sería el más importante?
—Las drogas.
—El vandalismo.
—Las drogas y el vandalismo” (grupo 2).

“C: Digamos, si uno viera los problemas de los jóvenes, ¿cuáles serían los problemas que enfrenta la juventud actualmente?
—No hay trabajo.
—La droga.
—La pobreza.
—La falta de apoyo de los padres, de la familia.
—La falta de comprensión.

C: ¿Y de estos, cuál es el principal?
—El trabajo.
—La comunicación” (grupo 4).
“C: ¿Y qué problemas tiene la juventud ahora?
—Las drogas.
—El alcohol.
—La prostitución.
—Los chicos fáciles.
—La delincuencia; a veces roban mayormente para ir a tomar, así lo vemos en los noticieros, cómo roban, y hasta roban zapatillas.
—Matan para robar.

C: ¿El principal problema es que vienen de hogares mal formados?
—Claro.
—Irresponsables, todo parte de los padres, no han sabido criar a sus hijos
—Pero a veces la mala junta también” (grupo 5).

“C: ¿Qué problemas enfrentan ahora los jóvenes en general, los que están hasta los 24 años más o menos?
—El desempleo.
—La droga, el alcohol.

C: ¿Qué más?
—Deberían dar más oportunidad a la gente de pueblos jóvenes, porque siempre nos están marginando, no hay oportunidad para la gente que tiene bajos recursos, muchas veces nos marginan” (grupo 8).

La dimensión de la incomunicación con el mundo adulto, en la familia y en la sociedad, es un problema central en las percepciones, actitudes y motivaciones de los jóvenes. Se sienten no reconocidos como iguales, no valorados, no queridos por los adultos, tanto en la familia como en la sociedad.

“C: ¿Son escuchados o no los jóvenes?
—No.
C: ¿Quiénes no los escuchan?
—Los adultos…

C: ¿Así, en general, los adultos o específicamente quién?
—Es porque creen que no tenemos objetivos, no tenemos algo que decir, o sea, piensan que todo lo que decimos es mentira o no tiene sentido” (grupo 2).

“C: ¿Qué derecho pedirías para ti?
—Que nos tengan confianza.
—Claro, porque ellos nos han criado a nosotros, uno sabe cómo cría a sus hijos.
—Respecto a nosotros, hay padres que no tienen nada de respeto a sus hijos, por eso los hijos…
—Se rebelan.
—Yo creo que el hijo o la hija tiene miedo de hablar a su papá, porque no le tiene confianza y eso no tendría que ser así.
—Claro, porque prefiero contarle a un amigo y ese amigo a veces está equivocado y te da un consejo equivocado…” (grupo 5).

Los jóvenes, muchachas y muchachos que participaron en las dinámicas de grupo de este estudio, se autoperciben a sí mismos en una triple encrucijada.

En primer lugar, los déficit subjetivos y objetivos de comunicación, valoración y afecto, la ausencia de una educación competitiva y la enorme incertidumbre frente a tener o no un trabajo que les permita alcanzar un mínimo de certidumbre sobre el progreso individual futuro.

En segundo lugar encontramos franjas adolescentes y juveniles que caen en la ruptura de las normas y reglas sociales y penales a través del robo, la agresión y hasta el homicidio. Todos estas infracciones y delitos contra la ley penal están estrechamente relacionadas con un alto consumo de alcohol y drogas. Este comportamiento juvenil ilícito refuerza el estereotipo que se tiene de los jóvenes.

En tercer lugar encontramos la estigmatización, presente en la visión de los adultos sobre la juventud en general. Los jóvenes son vistos, salvo excepciones, como una amenaza.

Finalmente, en esta triple encrucijada, los jóvenes se refugian en el “amiguismo”, en los grupos y a veces en las asociaciones juveniles, como un espacio humano de autoprotección, comunicación, valoración, afecto, autoprotección y orientación entre los propios muchachas y muchachos.

3. Las “tribus” de adolescentes y jóvenes

Las “tribus” hacen referencia a un espacio de amistad contra la soledad y el aislamiento. Se trata del espacio de comunicación y afecto con los amigos íntimos, los grandes amigos y los amigos. Las tribus son grupos que se forman a partir de un cierto estilo y proyecto de vida, más o menos explícito, compartido con otros. Llegan a ser asociaciones a partir de compromisos personales y grupales que poseen un estatuto más o menos explícito. Van creando una cultura y un ritual de grupo.

Las “tribus” se forman voluntaria y libremente para la vida en común, sobre todo cuando existe la estigmatización y marginación social contra un grupo social, cultural o étnico. En épocas y sociedades urbanas normales tienden a tener fines lícitos y son socialmente reconocidas y legitimadas.

En épocas y sociedades urbanas con graves desequilibrios, desajustes, desencuentros y conflictos socioculturales entre grupos sociales, ya se trate de amigos, grupos o asociaciones, pueden adquirir un comportamiento lícito, ilícito o instalarse en las zonas grises entro lo lícito y lo ilícito.

La conducta de ruptura de normas y reglas sociales se produce a raíz de que grupos humanos mayoritarios viven en el círculo vicioso de la pobreza y la desigualdad, el vacío de valores que erosiona su entorno familiar, comunal, educativo, los medios de comunicación y la violencia y el estigma social público de la autoridad estatal y ciudadana.

Los jóvenes entre 15 y 24 años, en las sociedades del círculo vicioso, viven adolescencias tardías. El ciclo vital de la adolescencia se amplía ante el temor, el miedo y el pánico de ser lanzados a la intemperie o al vacío en medio de esta crisis múltiple.

Si la amistad, el grupo y la asociación conforman una dimensión central de la existencia de todos los humanos, para los jóvenes el “amiguismo” es una característica nuclear de su ciclo vital. Adolescentes, jóvenes y “amiguismo” es una ecuación vital insoslayable.

Estas “tribus” de adolescentes y jóvenes en las sociedades urbanas del círculo vicioso pueden ser lícitas (grupos parroquiales y deportivos, asociaciones juveniles, etc.) o ilícitas (pandillas de adolescentes infractores y de delincuentes juveniles), y pueden también desenvolverse en las zonas grises entre lo lícito y lo ilícito, y la trasgresión más o menos grave de normas y valores socialmente legitimados (las “barras bravas”, en torno al negocio del espectáculo deportivo).

Los siguientes respuestas nos permiten indagar en los amigos, los grupos y algo en las asociaciones de los jóvenes:

“C: ¿Qué tendría que tener un grupo para llamar tu atención?
—Que sea un grupo de jóvenes, divertido, que estemos unidos.

C: ¿Y a ti, para que te llamara a participar, qué tendría que tener un grupo?
—Mucha comunicación.

C: Cuando dices comunicación, ¿a qué te refieres?
—A que todos participen.

C: Para ti, ¿qué tendría que tener un grupo?
—Sabes qué: compañerismo, si uno dice vamos a hacer esto, ya pues, a apoyarlo.

C: ¿A ti qué te gustaría en un grupo para que participes?
—Que haya acogida, que haya confianza…

C: Al principio hablamos de grupos deportivos, parroquiales. Ahora dime: ¿de qué tendría que tratar el grupo para que a ti te interesara?
—De los problemas de los jóvenes” (grupo 1).

“C: ¿Qué te gustaba de este grupo?
—Que podías conversar libremente sobre diversos problemas, el aborto, etc. […]

C: Por cuestión de tiempo, entonces, si yo te preguntara qué sacaste del grupo o qué te gustaba del grupo…
—Me gustaba porque me hacía pensar en cosas, me hacía reflexionar, podíamos opinar” (grupo 1).

“C: Digamos, para ti, ¿pertenecer a un grupo es…?
—Conocer amigos, tener más comunicación con todos, intercambiar ideas

C: ¿Para ti¬?
—Socializarse, tener amigos” (grupo 3).

“C: Generalmente, si yo dijera que completen la frase: “pertenecer a un grupo es…”, ¿qué pondrían?
—Unión.

C: O sea, uno pertenece a un grupo, busca unión, ¿qué más buscan en un grupo?
—Compañerismo, identificación con lo que se esté haciendo” (grupo 4).

“C: ¿Qué encuentras de bueno en pertenecer a este tipo de grupos?
—Te relacionas, conoces otras personas, te das cuenta de que no eres el único que tiene problemas; y aparte, tú tienes un problema y las otras personas tienen problemas peores que los tuyos, y te das cuenta de que no es nada lo que tienes” (grupo 4).

“C: Pero, digamos, en general, ¿lo que predomina es un poco que los amigos apoyan? ¿O lo que predomina es que cada uno se preocupa por sus problemas?
—El apoyo y la ayuda.
—Cada uno por su parte, cada uno con sus problemas.
—Por ejemplo, uno puede estar así, vacilarse, yo puedo ser la más alegre, me quedo callada, ya todo el mundo lo sabe.
—Claro.
—Porque estás callada tienes algún problema, qué te pasa, tú no eres así.
—Por ejemplo, yo estoy en un grupo y me quedo callada, me dicen qué tienes, qué te pasa, por qué estás así…

C: Claro. ¿Los amigos del grupo se preocupan?
—Sí, o sea, ya, económicamente también, sabes que me pasa esto, me pasa lo otro, su familia, su mamá…” (grupo 5).

“C: ¿Uno pertenece a un grupo por responsabilidad o busca otras cosas en un grupo?
—Sentirse bien.
—Busca nuevas cosas.

C: ¿Eso es lo que debe dar un grupo a los jóvenes?
—No, algo más.
—Tener un apoyo ahí, un consejo, una ayuda” (grupo 6).

En las sociedades urbanas del círculo vicioso, la “adolescencia tardía” se expresa en el “amiguismo prolongado”, particularmente en los jóvenes de los estratos medios precarizados y en los estratos pobres bajos, medios y altos. El “amiguismo” es el espacio de comunicación humana por excelencia entre muchachos y muchachas. El “amiguismo” para tratar sus problemas, compartirlos, ayudarse y aconsejarse; el “amiguismo” para la acogida, la confianza, el intercambio de ideas y la participación; el “amiguismo” para pensar, reflexionar y opinar; el “amiguismo” para vacilarse.

Asistimos a un proyecto de liberación humana juvenil, frente a la realidad estereotipada de los adultos. Una forma de autoprotección de las muchachas y los muchachos frente a una sociedad que tiene a los jóvenes en la intemperie afectiva, mental y material. Una sociedad que los despoja de un futuro posible de progreso individual y los conduce a un porvenir bloqueado, a una frustración de expectativas que tiene consecuencias impredecibles.

4. Marginación social y progreso individual

La percepción que tienen los jóvenes de la marginación social, de la desigualdad de oportunidades, de un presente peor que el pasado y del futuro inseguro, va acompañada del valor supremo —en el imaginario de los jóvenes— del progreso individual.

Los jóvenes sostienen un “discurso polarizado”, aunque no por ello esta narración deja de ser real: el abandono de la juventud por un Estado ineficaz, la desigualdad de oportunidades por razones de dinero, privilegios e influencias, así como la discriminación racial, son las fuentes de la exclusión cultural, de la marginación social y del bloqueo del progreso individual de la mayoría de los jóvenes. En contraste, los jóvenes demandan un Estado eficaz que priorice a la juventud y la igualdad de oportunidades para todos los jóvenes, contra toda forma de discriminación por riqueza, poder, privilegio u origen étnico.

“C: A ver, vamos a ver, ¿tú qué dices, cómo ves las condiciones actuales del Perú, tú crees que ayudan o no?
—No creo, el que tiene plata progresa y el que no tiene no progresa, se queda. Tampoco esto debe ser así, creo yo.

C: ¿Y eso de quién depende que sea así?
—Del Estado.
—Debería apoyar a los jóvenes.
—Apoyar a los que valen la pena y a los que no, no” (grupo 5).

“C: Actualmente en el país, ¿hay buenas condiciones para la mayor parte de los jóvenes?
—Lamentablemente no, porque ahora todo es plata; yo no sé nada, pero pagando puedo tener mi “cartón”. Habré estudiado, estaré pintada no más; pero yo pago y seré una profesional. Ahora es así.
—Ahorita todo es plata, con la plata baila el mono (risas).
—Claro, es así.
—Yo les digo, porque yo he ingresado a un instituto, yo estudio computación, informática, pero ya lo dejé. Ahorita estoy trabajando y ¿por qué lo deje?, porque me faltó dinero, por eso yo mismo decía: ‘ay, no, yo voy a hacer esto, por qué no me lo propongo’, y después, como yo no trabajaba, mis padres me daban y ya no me pudieron dar; o sea, me dan, pero no es suficiente y mis hermanos están también de por medio” (grupo 5).

“C: ¿Eso es más o menos el deseo de superación, es el estar permanentemente ocupado o habría algo más?
—Las posibilidades, las oportunidades para estudiar. Algunos las tienen, otros no.
—Yo me doy cuenta de que uno puede ser capaz, pero en todo trabajo hay una argolla, que entra el hijo del gerente, que es mi amigo… Es bien raro que uno ingrese a un trabajo por su capacidad; generalmente es porque tienen un familiar o un conocido.

C: O sea, ¿hay diferentes oportunidades?, ¿quiénes tienen más oportunidades?
—Una persona que tiene plata puede estudiar.

C: ¿Es una cuestión económica, entonces?
—No tanto; por una parte.

C: ¿Digamos que no es el único motivo de desigualdad de oportunidades?
—Si, por ejemplo, tú vas a buscar trabajo, vives en Comas y eres de piel trigüeña, te ven mal, hay racismo. La parte económica, por lo que tú vives en Comas, aparte de tener dinero te relaciona con gente de más vuelo” (grupo 6).

En la trama del discurso contra la desigualdad se afirma el valor supremo del progreso individual:

“C: ¿En qué sentido crees que va a ser peor?
—Hay mucha competencia, pero si tú quieres ser alguien en la vida puedes pasar a los demás.

C: O sea, ¿la idea es pasar a los demás?
—Claro, si quieres conseguir algo tienes que ser mejor que los demás.

C: ¿Hay que ser finalmente mejor que los demás?
—No mejor que los demás, sino no ser menos…

C: O sea, ¿sólo hay que estar ahí, o para lograr lo que uno quiere hay que ser el mejor?
—Yo creo que si uno quiere algo, tiene que tratar de ser el mejor” (grupo 1).

“C: ¿Ser el mejor en todo es lo que tú te pondrías como meta?
—Ser mejor que los demás.
—Nunca ser menos, o igual, siempre ser el mejor en todo.

C: ¿Tú qué dirías, cuál es tu meta?
—Tratar de ser el mejor es factible, pero ser mejor que antes o por lo menos tratar de serlo.
—Hay que ser positivo” (grupo 4).

En medio de los argumentos juveniles contra la estigmatización de los adultos y contra la desigualdad de oportunidades en el conjunto de la sociedad, los jóvenes afirman un valor supremo: “¿Cuál es tu meta?: Ser el mejor”. Para ser el mejor se necesita educación competitiva y trabajo; sólo así es posible proponerse el progreso individual como la gran meta a alcanzar. Sin embargo, esta meta es incierta.

“C: ¿Qué se necesita para cambiar, qué pueden hacer los chicos, las chicas de tu edad para cambiar eso? ¿Pueden hacer algo?
—No.
—Ahorita, no.

C: ¿Alguno tiene una idea de lo que podría hacer?
—Que trabajen más.
—Estudiar más.

C: ¿Crees que se puede hacer algo o no?
—Se debería empezar desde abajo, desde los pequeños.

C: ¿Y qué podrían hacer ustedes, podrían hacer algo?
—Estudiar.

C: ¿Tú?
—Estudiar es lo único que quedaría” (grupo 2).

“C: Planteándolo de otra manera: ¿qué podrían hacer los jóvenes, los chicos y las chicas de la edad de ustedes para asegurarse que en el Perú que encuentren puedan ser profesionales, madres de familia, o sea, mejor? ¿Qué pueden hacer ahora? ¿Pueden hacer algo o no?
—Superarse.
—Dedicarse más a los estudios.

C: ¿Esa sería la forma?
—Sí” (grupo 3).

Al indagar en esta narración juvenil, comienza a surgir una sospecha: el progreso individual como el valor supremo de los jóvenes es algo más grave que un futuro incierto. Para la mayoría de los jóvenes, especialmente para aquellos que provienen de los estratos sociales más precarios y pobres, el mito del progreso individual se vuelca en el mito de Sísifo. El problema que se plantea es el de la frustración de las expectativas de esta juventud. En el contexto de marginación social y estigmatización, el mito del progreso y el mito de Sísifo son objetivamente una misma cosa para los jóvenes precarios y pobres.

En esta trama tan compleja y difícil para un proyecto de progreso de los jóvenes, en las dinámicas de grupo ellos señalan tres derechos básicos: a ser escuchados, a la educación competitiva y a la posibilidad de trabajo. La terca utopía individual juvenil.

Esta utopía juvenil, al chocar y frecuentemente quebrarse en la confrontación con la realidad de marginación social, puede generar comportamientos lícitos y enormemente meritorios (“se hizo de la nada”, “surgió desde abajo”) o comportamientos ilícitos (robo callejero, hurto a la vivienda, hurto de autopartes, vandalismo y agresiones de fines de semana); y puede generar comportamientos que transitan de lo lícito a lo ilícito, en la penumbra propia de la zonas grises. Se podría afirmar que la estructura laboral y de autoridad del Estado y la sociedad peruana está marcada por la penumbra y la corrupción en las altas esferas. Esta es la docencia magna de la autoridad en el Perú frente a los jóvenes.

Estas múltiples y complejas formas del comportamiento juvenil son, simultáneamente, estructurales y de representaciones colectivas; y trágicamente, constituyen estructuras, procesos y sujetos sociales de larga duración.

5. La inseguridad subjetiva y la autoridad: del temor al miedo y del miedo al pánico

Los jóvenes, si deciden participar en el cambio de la sociedad de la marginación y estigmatización de sus destinos individuales, se enfrentan a su propia vulnerabilidad frente a la autoridad:

“C: ¿Se respetan los derechos humanos en el Perú?
—No.
—Si se respeta es encubierto; por ejemplo, en lo que es la política, uno no puede decir nada, porque te llevan al Ejército y te desaparecen.

C: O sea, ¿uno aparentemente puede decir, pero en realidad no, pues hay represalias?
—Todo el que esté contra la autoridad desaparece.

C: ¿Tú crees que hay seguridad para uno decir las cosas, o crees que a la larga si uno habla mucho, si uno critica mucho, ya está con la cruz encima?
—Sí.

C: O sea, ¿tú crees que no hay posibilidad de decir lo que es realmente?
—Creo que si uno se para con un micro afuera y empieza a decir lo que uno piensa de la autoridad, todos aparecen muertos; yo tengo esa sensación.

C: ¿Tú tienes esa misma sensación?
—Sí.

C: ¿Y tú?
—También” (grupo 6).

Denunciar una realidad injusta y violenta, proponer cambios justos y pacíficos frente a la autoridad, en el Perú constituye un comportamiento de alto riesgo. Los jóvenes de la dinámica de grupo transitan del temor al miedo y del miedo al pánico. Expresarse libre y críticamente puede significar desaparecer o morir. Esta vulnerabilidad de los jóvenes frente a la autoridad genera una profunda inseguridad y desmoviliza.

Es verdad que esta inseguridad subjetiva de los jóvenes expresa una atmósfera adversa política, institucional, cultural y moral más general en el país. Entre ellos aparece el pasado del terrorismo, en cuya violenta atmósfera nacieron y fueron niños los jóvenes de esta edad; de violaciones de derechos humanos en la lucha contrainsurgente pasada; así como la existencia de inocentes y la inseguridad que crea la autoridad.

6. Una posible red de compromiso en la racionalidad cultural y grupal de los jóvenes

Estimamos que existe un abismo que se ha creado entre los jóvenes y la política, los políticos y los partidos políticos. No está en sus proyectos, ni individuales ni grupales, la participación en política. Consideramos que el desprestigio de la esfera pública es masivo frente las percepciones, actitudes y motivaciones de los jóvenes.

Este apoliticismo es peligroso para su proyecto; la esfera pública teóricamente es el espacio de la novedad y de la libertad y es el espacio del ejercicio de una autoridad civil, independiente y democrática para la viabilidad y realización del proyecto juvenil. Ciertamente, es un espacio clave de ejercicio de los derechos de los jóvenes.

Pero algunos jóvenes aparecen dispuestos a decir “el miedo se acabó” y a desarrollar un compromiso por una causa humana y social; por los derechos de la persona, los derechos del niño, los derechos del joven, los derechos de los más pobres.

Los jóvenes están abiertos a esta red de compromisos humanitarios siempre y cuando ésta acoja en su urdimbre la meta suprema del progreso individual de cada joven. Esta combinación entre compromiso social y proyecto de progreso individual forma parte de la racionalidad cultural y grupal del joven.

Una forma de ver el acuerdo de los jóvenes es como si éste fuera, ciertamente, una red de bajo nivel de compromiso; sin embargo, lo complejo de la racionalidad cultural y grupal de los jóvenes convoca a una relectura o recreación de lo que entendemos por un alto nivel de compromiso juvenil hoy en el Perú. Es esta una cuestión compleja y profunda, que exige respuestas muy creativas, serias y realistas.

“El punto es que en las dinámicas grupales parece anunciarse una disposición a la participación en el campo de los derechos humanos y a la formación de grupos de ayuda social que carece por ahora de instituciones o liderazgos que la convoquen. Ciertamente, todo indica que esa disponibilidad tendría que ser desarrollada respetando las lógicas de agregación y vida grupal de los jóvenes, de las que hemos hablado en otras partes de este estudio, pero no sólo eso. Las intervenciones muestran, asimismo, que quienes están dispuestos a ese compromiso sienten que sus motivaciones solidarias se verían mejor recompensadas en acciones que les permitan logros tangibles, intervención activa, reconocimiento e influencia sobre lo que ocurre en sus entornos”.

7. Un desafío que no espera: prevención situacional y social, y jóvenes urbanos

Abordemos ahora los “grandes daños sociales” evidentes en América Latina y el Perú. Combinados, éstos constituyen los factores de alto riesgo que están en la raíz de la creciente violencia cotidiana:

a) El hecho de la pobreza y el hecho de la desigualdad fusionados.
b) La crisis y la ausencia de valores, que erosiona las instituciones sociales básicas (familia, comunidad y educación) y las representaciones colectivas de sus miembros.
c) La asociación “nutritiva” entre el mensaje de los medios electrónicos, la violencia y el vicio.
d) La estigmatización del sistema penal y de la autoridad en general por razones de edad, origen social y rasgos étnicos.

Las narraciones de los protagonistas juveniles que hemos estudiado muestran simbólicamente el inconformismo social general contra los desafectos, las estigmatizaciones y las desigualdes que bloquean su meta suprema: el progreso individual. Este discurso juvenil expresa muy bien lo que llamamos factores de riesgo social que llevan a la violencia cotidiana; en este caso podríamos llamarlos, sin temor a equivocarnos, los factores sociales de altísimo riesgo.

Así como los comportamientos sanos y lícitos de los jóvenes son realmente significativos, se puede estimar también que el desprendimiento de franjas juveniles hacia los comportamientos ilícitos y viciosos, y hacia la violencia cotidiana, son relevantes y florecientes.

Una política integral, descentralizada y participativa de seguridad humana estatal y ciudadana debe poner en primer plano la prevención general de los factores de riesgo social concentrada en los jóvenes de 15 a 24 años, desde la niñez.

Premio Nacional de Investigación “María Miranda Lozano”. Congreso Nacional. Sociedad Peruana de Adolescencia y Juventud (SPAJ). Lima: 2002.

Nota:

La fuente de este texto procede de ocho focus groups realizados por el sociólogo Manuel Córdova e IMASEN S. A. para la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH). Estos focus groups con jóvenes entre 15 y 24 años de edad de estratos medios típicos, bajo superior y bajo inferior en Lima Metropolitana, realizados en marzo de 1998, en la trama del régimen autoritario de Alberto Fujimori. En números absolutos, la proyección de la población entre 15 y 24 años para 1997 es de 5’024,023, representaba al 20.6% de la población total. Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Lima: 1997. Ver Juventud y derechos humanos. CNDDHH. Lima: marzo de 1998. Agradezco la acogida de la secretaría ejecutiva de esta institución, quien autorizó este análisis e interpretación, y su publicación.

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