Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie dos)

Relatos literarios escritos por fascículos

Tatuajes y sombras (capítulo nueve)

[Visto: 591 veces]

(viene del capítulo anterior)

Flores avanzó en medio de los jóvenes, y no tan jóvenes, que se encuentran dentro del local que está tenuemente iluminado por una luz rosácea. Las botellas de cerveza y los vasos de whisky aparecen como por arte de magia en las bandejas que las anfitrionas se encargan de repartir.

“Hola guapo”, se acerca una de ellas a preguntarle si desea un trago. Flores con aplomo deja un billete en su bandeja y le pide un whisky. Ella le guiña un ojo y se va por su pedido, mientras el detective se acomoda en una de las mesas que se ha desocupado.

Mira la sombra que proyecta la iluminación: parece describir una espacio de escenario algo estrecho. Dos luces blancas aparecen de repente e iluminan por completo la tarima. Los hombres comienzan a vitorear: es la hora del baile, y la primera chica del night club va a salir a deleitar.

(continúa)

Tatuajes y sombras (capítulo ocho)

[Visto: 546 veces]

(viene del capítulo anterior)

El taxi avanzó por varias cuadras hasta que se detuvo junto a una puerta enrejada que se encuentra a medio abrir. Ella bajó e ingresó en el local, del cual provenía una estruendosa música. Flores, que se había quedado dentro de su auto a algunos metros del lugar, observó la escena con mucho cuidado, intentando comprender qué era aquello.

Dos minutos después, salieron de allí dos hombres. Estaban vestidos de saco y corbata y tenían graves problemas para mantenerse en pie. Se alejaban del local balbuceando canciones con grandes gritos y hacían comentarios obsenos sobre unas mujeres que vieron. “Típico: oficinistas saliendo de un night club”, reconoció el detective a juzgar por su facha y extrovertida actitud.

Se le hacía raro tener que esperar que se retirara del club, así que Flores salió del auto, se desarregló algo la corbata que tenía puesta desde la mañana y caminó decidido hacia el local. Tras cruzar la reja, entró en un jardín principal. Varios hombres, parecidos a los que recién se habían marchado, pululaban en cada rincón del césped.

Pero el estruendoso sonido no proviene de allí, sino de la entrada al primer piso de un edificio, entrada que dos intimidantes vigilantes custodian con indiferencia. Flores se acercó decidido a entrar, y los vigilantes lo detuvieron. “Son cincuenta”, dijo uno de ellos, y el detective actuó muy presto en colocar el billete en su mano.

(continúa)

Sigue leyendo

Tatuajes y sombras (capítulo siete)

[Visto: 475 veces]

(viene del capítulo anterior)

Han pasado varias noches y Flores ha ido recopilando las pistas en torno a Laura. Puso a trabajar a algunos informantes para poder ubicar alguna casa donde estuviese alojada. Uno de ellos lo llamó para darle una dirección. Apenas recibió el dato, se apresuró en ir a buscarla. Silva le pidió acompañarlo.

“Lo siento compañero. Esto es personal”, dijo el detective y salió de la comisaria. Condujo sigiloso su vehículo y lo estacionó en la acera de frente. Miró por la ventana. Una simple casa de fachada color verde es la breve descripción que logra autenticar. Observa algunas luces que provienen de las ventanas del segundo piso.

De pronto, las luces de la casa se apagan. Flores actúa con cautela y agacha un tanto su cabeza sin perder de vista la puerta de la casa. Ya no le queda duda: quien sale por la puerta es Laura. Lo concretamente sospechoso es que viste un ceñido vestido negro. Flores siente como si contuviera la respiración hasta que ella logra subir a un taxi en busca de su destino. Viendo al taxi alejarse, el detective enciende el motor del auto y empieza a seguirla.

(continúa)

Sigue leyendo

Tatuajes y sombras (capítulo seis)

[Visto: 576 veces]

(viene de capítulo anterior)

Apenas ubicó a Silva en la comisaría, Flores le entregó las hojas dibujadas. Con mucha cuidado, el detective borró varios de los rayones hasta que pudo descubrir dos figuras que se le hacían conocidas. Las miró más de cerca con una lupa y luego revisó las fotos de la piel de la víctima. Poco a poco se sorprendió de lo que fue encontrando.

“Quiero que mires con detenimiento estas figuras”, dijo Silva y le mostró los dos tatuajes que Laura se imprimió en su piel. Flores tomó la lupa y empezó a examinar las fotos. Luego miró con mayor detalle los símbolos que Laura había dibujado. No tenía ninguna duda: eran totalmente idénticos.

“¿Pero cómo es posible?”, se preguntó Flores intentando armar un argumento. “Es muy simple: ella armó una historia para despistarnos de su responsabilidad”, respondió Silva, dejando en claro que Laura no sólo había sido víctima sino también ocasional verdugo. Flores se sintió como un tonto y decidió poner todos sus esfuerzos en capturar a la fugitiva.

(continúa)

Sigue leyendo

Tatuajes y sombras (capítulo cinco)

[Visto: 490 veces]

(viene del capítulo anterior)

Una de las enfermeras le comentó que la había dejado un rato sola para que se pudiera cambiar y, luego de unos minutos, al abrir la puerta, ya no estaba dentro. Flores se encontró desconcertado con la actitud de la víctima; fue por eso que dispuso que la habitación fuera acordonada para buscar pistas de su escape.

Los resultados preliminares tampoco fueron alentadores. “No hay ninguna pista biológica que nos pueda ayudar”, reconoció uno de los forenses al detective cuando pidió una opinión. El detective Flores no entiende cómo es posible que una persona desaparezca de un espacio cerrado sin dejar marca. Silva, en cambio, decidió ser más práctico.

Se acercó a uno de los forenses y consultó si tenían fotos de la chica, del día que ella llegó al nosocomio. Como la respuesta fuera afirmativa, Silva le dijo a Flores que iba a buscar las imágenes y que se las mostraría luego. El detective aceptó y se quedó con los especialistas hasta que terminaron su labor y empacaron sus cosas para salir.

Tres horas más tarde, siendo conducido en uno de los patrulleros, el detective recibió una llamada de Silva. “¿Tienes en tus manos el cuaderno de dibujo?”, le inquirió emocionado. “Así es”, respondió Flores. Entonces Silva le pidió que lo trajera a la comisaría: “estamos a punto de resolver el caso”, señaló.

(continúa)

Sigue leyendo

Tatuajes y sombras (capítulo cuatro)

[Visto: 604 veces]

(viene del capítulo anterior)

Durante los tres días siguientes, Flores observó cómo Laura iba plasmando en varias hojas los rasgos distintivos del hombre tatuado. En varios de los dibujos, no lo dibuja por completo sino un rasgo o parte de su cuerpo que recuerda demasiado. Pero no tenía forma de avanzar con su  investigación porque, cada vez que le pedía prestado el cuaderno, ella se lo negaba con la excusa de poder terminar bien las imágenes.

Al cuarto día, el detective Flores se encontró con Silva en la tarde. Lepreguntó si Laura se había podido expresar a través de los dibujos. “Por supuesto, ha logrado expresar algunos de los tatuajes y gestos que recuerda”, señaló emocionado el detective. Iba a continuar con la descripción con recibió una llamada en su celular.

Su alegre semblante cambió a un tono de preocupación y salió muy rápido de la oficina. Silva apenas pudo alcanzarlo antes que se fuera en el patrullero y le preguntó que es lo que pasó. Flores le abrió la puerta del auto y, una vez Silva se acomodó, le contestó: “Laura se escapó del hospital, pero dejó el cuaderno.

Una vez que ambos llegaron hasta el nosocomio, encontraron una realidad más desconcertante. Laura fugó del hospital y las cosas de su habitación están totalmente desordenadas. Flores preguntó a los enfermeros si habían encontrado un cuaderno de dibujo. Uno de ellos se lo entregó y el detective comenzó a hojearlo: las hojas estaban tarjatas y las imágenes desaparecen bajo las sombras del lápiz negro.

(continúa)

Sigue leyendo

Tatuajes y sombras (capítulo tres)

[Visto: 503 veces]

(viene del capítulo anterior)

Flores siguió visitando a Laura cada día en el hospital. A veces conversaron algunas cosas, pero ella se muestra reacia a contarle sobre lo vivido ese día. Flores siente que la joven se ha bloqueado y, a pesar de haber sido paciente, comienza a desesperarle su silencio. Uno de esos días sin resultados, volvió a la comisaria con el rostro ofuscado.

Se sienta en su silla y mira hacia sus papeles tratando de direccionar su frustración. De otro lado del escritorio, el detective Silva, su compañero y amigo, se acerca a él. “¿Es por el hombre de los tatuajes?”, preguntó retóricamente. Flores le comenta lo infrucuoso de las visitas al hospital y lo poco que puede avanzar con la investigación.

“Entiendo tu desazón, por eso quiero darte esto”, dice Silva y le alcanza un cuaderno de dibujo. En tono sarcástico, Flores le dice si acaso quiere que se dedique a la pintura. Silva sonrie un poco y luego se lo explica: “No es para ti. Es para ella, para que dibuje cuando pueda. Seguro tiene alguna sensibilidad artística”.

Silva se retiró. “Gracias”, dijo Flores con muy poco convencimiento. Luego lo pensó mejor: “Si he pedido ayuda, lo lógico es que lo intente”. Esa misma noche volvió al hospital. Era la hora justa en que ella se iba a dormir. “Hola Laura. Te he traido un regalo”, dijo y le dio el cuaderno de dibujo en sus manos. Una sensación de alegría se manifestó por su ser. “Gracias”, agradeció ella con una elocuente sonrisa.

(continúa)

Sigue leyendo

Tatuajes y sombras (capítulo dos)

[Visto: 425 veces]

(viene del capítulo anterior)

La muchacha se mantuvo consciente hasta que llegó la policía. Una vez que la subieron en la camilla, se desmayó debido al continuo sangrado en la pierna. Para cuando abrió los ojos, se encontró descansando en la cama de un hospital. Por la ventana podía ver cómo ingresa la luz de la mañana.

Una vez que se sintió bien despierta, avisó a una de las enfermeras por un vaso con agua. Ese momento fue aprovechado por el detective para ingresar en su habitación. “Soy el detective Flores, quisiera saber si puede ayudarme con la investigación”, se presentó ante ella. Laura, que es así como se llama, aún se siente cansada con todo lo ocurrido pero accede a contestarle algunas preguntas.

Le preguntó por la forma cómo la encontró el delincuente y ella le explicó que habí decidido tomar el atajo cuando él pasó por allí. Después, Flores le pidió que describiera al hombre que la había salvado. “El no es un salvador”, respondió Laura como mucho temor. “Él quiso dañar al delincuente… y lo hizo”, respondió con un tono de voz alterado.

Desconcertado por el cambio de ánimo de la paciente, Flores decidió salir de la habitación y dejarla descansar. “El tatuado no es un héroe. Es un sospechoso más”, argumentó para sí mismo y caminó fuera del hospital.

(continúa)

Sigue leyendo

Tatuajes y sombras

[Visto: 533 veces]

Ha elegido un mal camino para transitar. La poca iluminación de la zona le impide a la joven ver si es seguro. De pronto, ve una silueta acercarse en dirección contraria. Al inicio, cree que es sólo otro caminante más hasta que observa sus ojos fijados en su persona. Ella intenta correr pero él la alcanza y le apunta con una pistola.

“Tomar mi bolso, pero por favor, déjame ir”, dice ella sollozando mientras el delincuente revisa sus pertenencias. Coge la billetera y una que otra joya. La suelta y le dispara en el pie. “Has visto mi cara, no puedo dejarte vivir”, le responde a la atemorizada muchacha y le apunta para darle el tiro de gracia.

“Yo me iría”, escuchó una voz muy ronca detrás de él. El delincuente volteó y vio a un hombre con el torso desnudo y un pantalón negro. Su pecho estaba cubierto de tatuajes enigmáticos que el malhechor nunca había visto. Asustado, disparó dos veces contra el tatuado. Ningún efecto surtieron las balas.

El miedo se apoderó del delincuente cuando el desconocido lo sometió tirándolo contra el piso. El tatuado murmuró palabras de un léxico initeligible y, casi al instante, el malhechor se desangró allí mismo. Luego miró a la muchacha y se fue corriendo por el sendero.

(continúa)

Sigue leyendo

Indiscretos (capítulo final)

[Visto: 508 veces]

(viene del capítulo anterior)

Esa noche, el celular de Casiopea no deja de sonar. El rumor se ha extendido a la mayoría de sus amigas, poniéndola seriamente hastiada. “Ya basta por favor, ¡no quiero hablar del tema!”, le responió agresivamente a una de ellas y cortó sin chistar. Alberto, que la había acompañado a su casa otra vez, se sorprendió de su actitud y se dirigió hacia la cocina.

Ella, sintiéndose mal por lo ocurrido, empezó a llorar y tapó su cara con sus manos. Luego de algunos minutos, sintió la mano de Alberto sobre su hombro derecho. Ella bajó sus manos y lo miró. Él me mostró presto a consolarla y le trae un vaso con agua. Casiopea sonrié un poco y bebe unos sorbos. Él se sienta a su lado y le acaricia sus cabellos. “No importan los demás. Sólo hazle caso a tu corazón”, fue su escueta frase de aliento para Sio. 

Sio se acercó a él y lo abrazó con mucha fuerza. Luego lo miró y se confesó: “sí, quiero estar contigo”. Y sin agregar más, lo besó con hartas ganas. Alberto la miró con una sonrisa, la tomó de su mano y le pidió que salieran. Sio le preguntó a dónde la llevaría. “A donde seamos indiscretos”, dijo él y ella sonrió también y le siguió sus pasos.

Caminaron sin rumbo fijo hasta que dieron con un parque poco iluminado. En medio de los arbustos, se besaron otra vez y dieron rienda suelta a su amor. 

Sigue leyendo