Archivo de la categoría: Reflexiones

Artículo que filosofa sobre un tema profundo

Como aleteo de mariposa, llega el caos

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[Advertencia: Luis Deryta no se solidariza con las reflexiones vertidas por Hector Sánchez en su momentos depresivos, los cuales distorsionan su pensamientos con rabia y desolación.]

Quien vio la película El Efecto Mariposa, recordará los infructuosos intentos de Evan por mejorar su vida y la de la mujer que ama, modificando los espacios de su mente en blanco, aquellos recuerdos que borrados por cierta amnesia, intenta cambiar a través de su conocimiento ulterior.

Todos los días me repito por qué: ¿por qué no dije que la quería? ¿por qué no la besé? ¿por qué no intenté ser más simpático? ¿por qué soy tan sincero, tirando por la borda mi prudencia? ¿por qué realizo lo necesario cuando puedo hacerlo magnífico? ¿por qué no la acompañé al paradero, sabiendo que buscabas algo más que un amigo? ¿por qué no salgo a la calle y me divierto a mis anchas? ¿por qué me fui? ¿por qué me quedo? En fin, ¿por qué no me arriesgo si el resultado es imprevisto?

Cierto es que nadie está dispuesto a sufrir, y sin embargo, se sufre. Me flagela todo aquel dolor del retraimiento, del decir no. Yo no tengo el poder de cambiar las cosas, por eso sueño despierto, para que algunos sueños no se conviertan en realidad. Como aleteo de mariposa, llega el caos. Sigue leyendo

Solitario

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[Advertencia: Luis Deryta no se solidariza con las reflexiones vertidas por Hector Sánchez en su momentos depresivos, los cuales distorsionan su pensamientos con rabia y desolación.]

Hoy ante mí sólo hay una calle abandonada que debo recorrer para llegar a mi cercano paradero. Voy como casi todos los días: solo, esperando el momento en que un buen amigo o una agraciada joven me pasen la voz. Ya entiendo, sé que estoy pensando en voz alta, y que nadie vendrá por mi vereda: porque el camino que propongo difícilmente va por la ruta de los otros.

Tic, tac, tic, tac, la hora que avanza y que inasible el tiempo se resiste a ser domado, se imponen sobre tus esfuerzos vanos al voltear la cabeza y querer ver un rostro conocido: miras caras inexpresivas, cuasi borrosas, indiferentes ante el silente y demoledor destino que te aguarda. Porque, expresémoslo así, nadie se preocupa por alguien que parece tan orondo en su andar y tan seguro en su actitud. Ignoran que el parecer oculta, la mayoría de las veces, las preocupantes debilidades que pululan en tu alma, aquellas que nadie se esfuerza en comprender.

Rojo y verde: el semáforo ya cambió de señal y puedes pasar a la esquina a contar los minutos que el transporte demora en aparecer por la avenida. Es fácil que te pierdas entre ese grupo de gente que se arremolina para coger el micro, la combi o cualquier carcochita que camine y te lleve directo a casa. Se te ve como el puntito que no puedes distinguir porque la mancha que forma con otros hace invisible tu individualidad.

De pronto, recibes una palmada en el hombro y volteas la cabeza. “Sorry, broder, me confundí”, dice un aturdido al que le pareciste un conocido suyo. “No importa”, cierras la conversa, convencido ya de tu condición de solitario. Sigue leyendo

El reflejo del espejo

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Para graficar mi argumentación, paso a describir la siguiente situación: se descubre el robo de mercadería en una empresa. La alta dirigencia de la misma empieza a sospechar de los trabajadores. Se realiza una reunión entre empleadores y empleados donde se ponen los puntos sobre las íes; sin embargo, la desconfianza ya ha sembrado las semillas del desencanto y las miradas soslayadas afectan las relaciones entre el personal.

Se percibe, entonces, que la confianza, en primer lugar, es un bien muy apreciado por la gente. En segundo lugar, su aprecio se deriva del accionar de los individuos, quienes -por su satisfactorio desempeño u otro estímulo en ese sentido- transmiten el carisma de la honestidad. Tercero, el desencanto al perder esta confianza nos muestra tanto el valor como la fragilidad de esta expresión humana.

Por tanto, esta pérdida hace mella en las relaciones interpersonales dado que en cada persona reflejamos, cual transparente espejo, todos aquellos rasgos que consideramos debe tener una imagen del bien: cualquier suceso en contrario significa una rotura en el espejo, el cual difícilmente puede repararse. Es por esta razón que a cada quien le toca sostener el reflejo de su propio espejo, para evitar quebrarlo con un irreparable acto. Sigue leyendo

La tortuga y su caparazón

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Para variar, éste resultó ser un viernes 13. Como antesala de un San Valentín pródigo en celebraciones, tuve que conformarme con realizar otras actividades distintas a las habituales, debido a la poca afluencia de público en el despacho de pedidos. Y vaya si esas otras actividades me tuvieron ocupado porque había que ordenar cajas, buscándoles el mejor espacio posible, y rellenarlas y cerrarlas si habían sido abiertas por error.

Pero creo que lo más incomprensible del todo es sentirme siempre enfermo para catorce de febrero: síntomas tales como desorientación, euforia estimulante y sobreestimulada, furia contenida que revienta (“está asado”, diría Williams) y, sobre todo, tristeza depresiva, describen un cuadro clínico fuera de todo entendimiento médico, pero que el hombre de a pie bien interpreta como mal de desamor o melancolía.

Es cierto que me gustaría ser un muchacho más aventado y avispado para situaciones románticas con el sexo femenino, pero no puedo negar que sigo siendo un pánfilo aburrido que te habla de los mismos temas de la semana, y que a la hora del cortejo, prefiere ser espectador de otro a impulsor de la propia historia. Así es que las pocas oportunidades que tengo se me pasan por las narices y no soy capaz de discernir lo que ellas significan.

Hubo una vez en que una chica me pidió que la acompañara al paradero, y yo esgrimí una razón, que no viene al caso mencionar pero pienso que para la mayoría la consideraría absurda, por la cual dije que no. Cómo saber si iba a suceder algo o no iba a suceder, si justamente yo no estoy presente para hacer que las cosas sucedieran. Al final, lo que pudo ser un “todo por ganar y poco que perder” se convirtió en un rotundo fracaso que hasta hoy me duele.

De hecho que en los años venideros tendré ocasiones como las que he descrito, o tal vez sean más alocadas. El punto es que no puedo darme el lujo de tener miedo sólo porque pienso en fallar: fallar es, en sí, vivir con esta mísera conformidad de mantener un status quo rígido por sobre una flexibilidad del arriesgarse a lo nuevo. Y si se cometen errores en el camino, reconocerlo: no ser la tortuga en el caparazón, sino la tortuga que enfrenta a la liebre… y la vence. Sigue leyendo

Errores, Enmienda y Esperanza

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Hoy más que nunca, se acaban una serie de espejismos y dudas que me creé en forma absurda. Al terminar este escrito, me libraré de un gran peso pero no el todo; se abrirá una nueva etapa para mí en la que trataré de cumplir con todo lo que me propuse desde el inicio para este año.

Sé que el camino es realmente intrincado y lleno de obstáculos. Al final, si sé manejar la situación, el triunfo estará en mis manos; sin embargo, debo decir que para eso falta esfuerzo y tiempo, y puede suceder “que en la puerta del horno se me queme el pan”. Los acontecimientos del ayer demuestran, una vez más, que eso puede llegar a ocurrir. Sólo necesito concentrarme y pensar más en el presente, que ni siquiera está seguro, para por fin planear de la mejor manera un buen futuro.

Ya no es hora de errores infantiles ni excusas vanas. Es tiempo de reconocer estos y no volverlos a cometer. Las ideas sobran y el tiempo es oro, mas pienso que muchas veces el talento y la aptitud se quedan “dormidas” y hay que darles una inyección de motivación, esfuerzo y la cuota de sacrificio. Considero que es mejor darle a este escrito un final con mensaje de esperanza, en la letra de una canción:

“De saber que hay un mañana cada día,
por la fe, por la esperanza y el amor,
cómo no, creer en Dios”. (17-08-1999)

(Aquellos espejismos de los cuales hablé por primera vez hace casi 10 años, he descubierto horrorizado que se han convertido en barreras que relativizan todo lo que siento. Una vez reconocido estar enfermo del alma, es hora que quebrar estos muros, muros de soledad e indiferencia.) (11-02-2009) Sigue leyendo

El veneno del prejuicio

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(Siempre que escuchamos algo sobre alguien, especialmente si se trata de un argumento de mala fama, nos preguntamos con insistencia si esto es cierto: buscamos fuentes de información que no confirmen o retruquen nuestra inquietud, y no reparamos en el veneno del prejuicio que contamina -poco a poco- nuestras almas. ¿Hay que confiar, entonces, en todo lo que nos dicen?)

(Unas cosas serán ciertas, otras tan sólo verdades a media, y aquellas puras mentiras: cualquier persona puede opinar sobre cualquier otra todo lo que quiera. Sin embargo, la única verdad de uno mismo es la que cada uno tiene en su corazón. Cada individuo es libre de compartir tal verdad como su libre disposición a callarla.)

(En lo que a mi respecta, considero que la verdad debe compartirse puesto que es la única manera de poder comprender al otro: la única manera de enfrentar el veneno del prejuicio.) (25.04.2007) Sigue leyendo

Comprender al opuesto

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(Vaya si ayer fue un día distinto. En la mañana, en un programa radial, el locutor preguntaba a las mujeres si un hombre actuaba en una situación romántica de uno u otro modo, y ellas establecieron -inconscientemente- una división entre dos categorías. Anoche, conversando con un amigo, a quien consulté sobre su visión particular sobre las mujeres, las separó en dos grupos. Hoy en la mañana, me inquirí sobre por qué hombres y mujeres categorizan al sexo en dos clases.)

(¿Por qué dividir el mundo en dos? ¿Acaso no era que cada uno es un ser único y particular? ¿Por qué señalar opuestos si lo que existen son “matizados”? Desde que Heráclito señaló que lo único constante era el cambio, y que el devenir surge del paso de un estadio a su opuesto, la dialéctica del mundo se empeñó con mucha más fuerza que antes a separarse en opuestos para conseguir identificaciones irrestrictas: “griegos” y “extranjeros”, “romanos” y “bárbaros”, “católicos” y “protestantes”, etcétera.)

(Sin embargo, cada persona tiene su propia visión del mundo, sus propias actitudes, su propia personalidad: en fin, su propio yo. Por tanto, ¿por qué simplificar a dos categorías opuestas? El propio Heráclito, filósofo al fin y al cabo, consideró que lo importante del mundo no son los opuestos, sino la “unión de los opuestos”. Visto en términos de experiencia y vida, se habla de dos fenómenos: devenir y complemento.)

(El devenir es el paso de un estadio al otro, y el ejemplo más trillado es el “hoy digo una cosa y mañana digo otra”. ¿Es esto contradictorio? Si uno lo ve desde la lógica de mantener una línea de conducta, resulta obvio que sí. Pero si uno se pone desde el lugar de proceso que dio origen a este cambio, observaría el complejo “contexto” que determinó el devenir. Lógicamente, unos lo aplaudirán y otros lo rechazarán; eso es tan importante como conocer con exactitud el contexto para comprenderlo: en resumen, son igual de importantes el contexto objetivo del cambio como las reacciones subjetivas del mismo.)

(Sobre el complemento, puede decirse que es el reconocimiento mutuo de los opuestos, el cual no está exento de roces. Imagine una pareja dispareja: tienen forma opuesta, pensamiento opuesto, personalidad opuesta; entonces, ¿cómo surge la complementariedad? Por la necesidad de un cambio. Cuando se acepta tal necesidad, empiezan las interacciones entre los opuestos. Es probable que comiencen “chocando” y finalicen del mismo modo o, por el contrario, que terminen reconociéndose.)

(Piense que la verdad de uno no es la misma del otro. Sin embargo, la interacción hace que ninguno de ellos salga sin ganancia: las imposiciones de uno y otro lado se debilitan en mayor o menor grado, dando paso al debate de opuestos. Tras esta discusión, aunque uno no cambie de hábitos o personalidad, uno tendrá un conocimiento más exacto del otro, y hará el intento de comprender su contexto.)

(Espero volver a oír la radio mañana, un poco más liberado de mis opuestos, y proclamando “unión”: y ahora, ¿cómo haré para contradecirme?.) (20.04.2007) Sigue leyendo

Diferenciación del Ser y el Estar

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(Cierta vez, Parménides -muy afecto a los absolutos- postuló que el ser es y el no-ser no es. Por lo tanto, todo aquello que no fuera el ser, carecía de lógica existencia y se muestra como mera ilusión. A pesar de su visión tan radical del cosmos, Parménides concede que si el hombre “está” en el punto de vista del ser, puede comprenderlo.)

(Si bien estoy muy alejado de aquellos tiempos griegos, rescato el hecho de la diferenciación que otorga Parménides al hombre para comprender: “no es” el ser pero puede “estar” en el punto de vista del ser. Y rescato esta diferenciación de “ser” y “estar”, a propósito del ser presente.)

(Ciertamente el ser implica -a mi criterio- una serie de disposiciones innatas y actos que definen a algo o a alguien (“ser algo”, “ser alguien” implica “ser de algún modo”). El estar implica adoptar disposiciones y actos que se realizan de forma temporal. La poca diferenciación de estos dos términos muchas veces confunde lo que queremos expresar sobre un determinado individuo.)

(Como ejemplo de mi argumentación, digo que “Ana está estudiando en una universidad, pero no es estudiante de la misma”. Obviamente suena contradictorio, y aquí viene la explicación ampliada: Ana adopta una acción habitual pero temporal -“está estudiando”-; sin embargo, el estudiar en esta universidad no ha cambiado sus cualidades -disposiciones- innatas, por lo cual su forma de ser es diferente del modelo de estudiante de la misma.)

(En conclusión, “Ana está estudiando en una universidad pero no es estudiante de la misma, puesto que Ana es Ana”: finalizo con una frase repetitiva e identificatoria de igualdad dado que un modo de ser sólo es igual a sí mismo.) (20-03-2007) Sigue leyendo

Reflexionar sobre la culpa

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(Somos proclives a experimentar culpa ante una serie de acciones que consideramos no debieron suceder o, en todo caso, debieron evitarse pero, ¿ayudan estos pensamientos? De hecho que sí ayudan, porque desarrollan un sentido de alerta que permite, ante situaciones similares que experimentamos, actuar de forma satisfactoria en el futuro. Ahora bien, no se puede decir lo mismo sobre el mantenimiento de la culpa.)

(La culpa, a través de estos pensamientos, está para ser reflexionada, para ser reconocida y para proponerse, temporalmente, como un estado de adquirir importante atención a un individuo afectado por las implicancias negativas de un acto realizado por uno mismo. Sin embargo, cuando el contexto se convierte en “vivir con la culpa”, significa que ha sido reconocida pero no ha sido apropiadamente reflexionada, lo que trastoca el acto de sentir culpa y convierte al individuo en mera materia andante cuyo raciocinio está en entredicho.)

(Entonces, ¿cómo hacer efectiva una certera reflexión sobre tal sentimiento? Mencionado está que el reconocimiento es el primer paso. Segundo, pensar en los motivos que llevaron a tales implicancias negativas. Tercero, analizar cada uno de estos motivos, procurando que nos señalen el error en el acto que quisimos evitar. Finalmente, contrastar el error con el acto en busca de mejorarlo. De este modo, las situaciones que uno enfrenta serán mejor enfrentadas. Esto no significa que no se vuelvan a cometer errores, pero el individuo estará mejor premunido al enfrentar la culpa.) (21-03-2007) Sigue leyendo

Definir la ‘No existencia’

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(Cabe preguntarse, si el reino humano de lo posible suspende al -ahora- (cuasi) infinito reino de la nada (humana), ¿cómo comprender la “no existencia”? Lo pienso en función de la “conciencia del último día”. Esta disposición confiere al individuo la asimilación del concepto “yo soy, hoy, y hoy es el último día”. Este concepto delimita las siguientes fronteras:)

(1. La frontera de la persona. El yo, individuo actuante y pensante, cuyas acciones influyen, positiva o negativamente, en su vida y en la vida de los demás.)

(2. La frontera del ser. Expresada en forma espacial por el yo, pero fundamentalmente en forma temporal. El ser se desarrolla en este momento, y puede tomar conciencia de acciones del pasado, como la forma en que se manifiesta.)

(3. La frontera del tiempo. El hoy restringe al individuo, en cuanto puede tomar criterios de apoyo usados en el pasado como también hacer acciones en función de proyectarlas a una situación futura. Sin embargo, es consciente de su presente y no “vive” del pasado, tampoco del futuro.)

(4. La frontera del último día. Consentir que se está en el último día implica aceptar que nuestras acciones tienen implicancias que, de acuerdo al tiempo en que sucedieron y al ser que las manifestó, no son reversibles. Esta “irreversibilidad” sugiere, entonces, que las personas deben saber aprovechar sus acciones realizándolas de forma positiva, de modo que las implicancias derivadas reviertan en forma favorable a todos los demás individuos.)

(Una vez que todo este concepto queda asimilado, vale la pena subrayar de nuevo el concepto de la “no existencia”. Puesto que, en la dimensión humana, la vida se traduce como el reino humano de lo posible que debe estar consciente del último día, la “no existencia” humana queda definida como la situación donde el individuo no puede actuar* ni puede implementar la conciencia del último día.) (16-03-2007)

*Actuar como realizar un individuo sus posibilidades.

(En el último día de este año, es sutil colocarme en esta conciencia: algunos señalan que el fin de un año y el inicio del siguiente es como un ciclo reparador de cosas, a pesar que aumentemos edad en el camino. Que el final de este 2008 sea como el último día que estamos viviendo, y que el 2009 sea el inicio de ese nuevo día que siempre aspiramos a ver.) (31-12-2008) Sigue leyendo