La caída de Toño (capítulo siete)

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(viene del capítulo anterior)

Desconociendo la investigación en la escena del crimen, Toño huye hasta el otro lado de la ciudad. Ha llegado hasta la casa de un viejo amigo. Toca la puerta y le abre una joven. Ella le pregunta quién es. Él le dice que es Toño y que está buscando a José. La muchacha entra en la casa y conversa con el hombre que está sentado en el sillón.

El hombre se sobresalta y sale corriendo hacia la puerta. “¡Hermano! Pasa, por favor”, dice el hombre al reconocerlo de inmediato. Ambos caminan hasta la mesa, donde la muchacha ha servido dos platos, uno para su padre, otro para el recién llegado. Toño está con un hambre feroz y no duda en acabar rápidamente la improvisada pero sustenciosa cena que le han servido.

José se sorprende del apetito de su amigo y le pregunta si desea repetición. “No gracias, estoy algo apurado”, se disculpa Toño con ganas de querer comer más. “¿Qué es lo que te tiene así?”, preguntó su amigo cada vez más intrigado desde su aparición. Toño dijo que no podía contarselo por ahora, pero que necesitaba que le preste una mochila y algunos billetes.

José no se sentía muy convencido de darle dinero, pero recordó un viejo favor que le había hecho su amigo y decidió darle lo que le pedía. “Cuidate hermano, saludos para tu señora”, le dijo cuando Toño ya se iba. Él le contestó que no iría su casa sino para el barrio de Huella. Entonces, José supo que algo grave había pasado y que Toño sabía dónde esconderse.

(continúa)

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