Ecos desde Rasunia (capítulo cinco)

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(viene del capítulo anterior)

Los Siete Ancianos comisionaron a Eroldo, el de menor experiencia entre ellos, para que ocultara el ‘cronofobio’ en una oscura caverna perdida en unos montes inhóspitos. Pero, no fue solo. Cuidando sus espaldas, su hermano Eufricio caminaba detrás suyo.

En uno de sus descansos durante la travesía, Eufrocio se quedó mirando el recipiente oscuro que contenía la sustancia prohibida. Preocupado por el cansancio de su hermano, le cuestionó que hacía llevando el recipiente. Eroldo le contestó que era una prueba de los Ancianos, y que había aceptado el reto para ser el más digno entre ellos.

Luego de horas de fatigosa caminata, llegaron finalmente a la cueva. Desde la entrada, se podía percibir la oscuridad que impera en el lugar. Eufrocio le señaló que podía ser peligroso, y se ofreció a entrar primero. Cogió el recipiente y avanzó unos pasos. Antes que pudiera informar a su hermano, el piso debajo se derrumbó, arrastrando a Eufrocio por varios metros.

Eroldo, premunido de los poderes de su condición de Anciano, bajó con cautela a ayudar a su hermano. Lo encontró mal herido al costado del recipiente. Finalmente se había topado con el momento de la prueba: Eufrocio le indicó el envase y le dijo que utilizara el cronofobio para sanarlo.

Era el momento de elegir, entre la lealtad a los Ancianos y la vida de Eufrocio. “No te puedo dejar morir”, dicen que relató cuando volvió junto a su hermano, quien se recuperó por completo… o eso parecía.

(continuará)

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