Gertrude (o La otra casa de dulces)

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[Especial de Noche de Brujas]

Una a una, las vecinas de la cuadra llegan a la casa de Gertrude, la vieja señora que se muda esa noche de 31 de octubre de la calle que tan cálidamente la acogió hace unos años. Y ella no van solas: llevan a sus hijos porque la anciana les ha prometido preparar algunos dulces caseros.

En la sala, las mujeres toman el té y hablan con frescura sobre sus anécdotas mientras los niños y niñas juegan y corren en el patio contiguo. “¿Y por qué te vas?”, pregunta finalmente una de las vecinas. “Vuelvo para mi ciudad, mi hija necesita ayuda con los nietos”, fue su amable respuesta.

Al dar las siete de la noche, el reloj de pared anunció la hora con un tétrico sonido. “No se preocupen, a veces se escucha así por una pequeña traba”, justificó la anciana y se levantó en dirección a la cocina. Trajo un plato con mini galletas para sus amigas. Luego, volvió con una bandeja grande llena de postres para los pequeños, los mismos que los cogieron presurosos.

Dos horas más tarde, tocaron a su puerta. Era el taxista que había contratado para que la llevara a la estación de buses. El hombre saludó a las señoras y se dirigió a la habitación de la doña para recoger las maletas ya listas. No tuvo ningún problema en pasar pues los niños cansados se echaron a dormir sobre el tapete de la casa.

Las vecinas quisieron levantarse para despedirse de Gertrude, pero una pesadez las vencía. “Tranquilas amigas, mi casa es su casa”, afirmó la anciana y dijo adiós a cada una con un suave beso en la mejilla.

La doña salió de la casa junto con el taxista y procuró no poner llave a la puerta. Ya dentro de auto en marcha, Gertrude sacó una foto de un bolsillo de su abrigo. Podía ver las caras asustadas de dos niños escapando de una casa de dulces. “Ya vuelvo, Hansel y Gretel”, susurró la anciana y esbozó una malévola sonrisa.

[Tarde se dieron cuenta los esposos de la demora de sus mujeres. Ignorantes de lo ocurrido, entraron en la casa de la anciana. Descubrieron que ellas fueron dormidas con un somnífero en las galletas y sus hijos… habían sido envenenados.]

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