Paciente en la habitación 21 (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

Libros subrayados, mapas señalando direcciones, apuntes en un diario, y una piedra tallada representando el calendario maya. Todo ello halló Laura entre las cosas de la mochila. Le llamó mucho la atención, sin embargo, las frases desalentadoras del cuaderno.

“Todo esto es cierto. El fin del mundo conocido llegará este 21 de diciembre… y no tengo ganas de presenciarlo: es hora de dejarme ir”, leyó la joven de forma pausada y triste al descubrir el motivo del suicidio de Luis.

Estuvo llorando un rato y luego, ya más calmada, empezó a ojear las demás páginas del diario. Fue así como encontró una inquietante tarjeta de presentación. “Sibila Torres. Profetisa”, decía, y tenía impreso además la dirección y el teléfono de la supuesta vidente.

Laura guardó la tarjeta. Recogió las cosas y las puso de nuevo en la mochila, la misma que se colgó al hombro. Salió de la habitación y tomó un bus. Aunque sabía cómo llegar al sitio, este era lejano y el trayecto se le hizo eterno.

Al llegar a su destino, miró la fachada del mercado y entró. Adivinos, curanderas y demás se disputaban a los clientes en busca de contarles su fortuna. Sólo una mujer, tan callada y prudente, se mantenía en su tienda esperando que la fueran a visitar.

“¿Sibila Torres?”, preguntó la joven a la adivina. La mujer, sin dejar de mirar las cartas de sus arcanos, preguntó quién la venía a buscar. “Vengo de parte de Luis”, respondió Laura con decisión, y la mujer interrumpió su adivinación.

(continúa)

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