El rostro de Paul (capítulo dos)

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(viene del capítulo anterior)

Un hombre despeinado y vestido con ropa vieja los mira desde el mostrador. “Una habitación, señor”, dice Elisa riéndose porque casi se tropieza al llegar allí. Él los miró de reojo y volteó hacia los casilleros de las llaves.

“Tienen suerte, sólo queda la 303”, espetó el dueño al entregársela a Paul, “el baño está al final del pasillo y, por favor, no hagan mucho ruido”. Y con su índice les enseñó la escalera estrecha por la cual subir.

Con poco cuidado, los tres subieron caminaban al mismo tiempo, tropezando varias veces hasta llegar hasta el tercer piso. Ubicaron la puerta, abrieron y se derrumbaron un momento sobre la cama limpia y apenas con una sábana.

Las chicas no perdieron tiempo y empezaron a besarlo en la boca y en el cuello, pero cuando comenzaron a bajar por su pecho, Paul recuperó la conciencia. Se paró y salió del cuarto, no sin excusar un “me voy al baño”.

(continúa)

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