Y es que hay un ángel (capítulo nueve)

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(viene del capítulo anterior)

Y ahí está el viejo Jorge, solo pero decidido, parado en el malecón mientras observa la inmensidad del mar. Tras unos breves minutos, sube sobre la baranda y extiende los brazos. Fija sus ojos al cielo para verlo por última vez y los cierra.

Está a punto de dejarse caer, cuando escucha una voz que lo nombra. Es Áurea, vestida de blanco, quien aparece de la nada y lo llama con voz suave. “Te lo pido por favor, no lo hagas”, le ruega la joven mientras intenta acercarse.

“¡Quédate ahí!”, grita él enceguecido, “¡me engañaste, me quitaste las esperanzas!”. “No las tenías, yo te las devolví”, le respondió ella con suavidad, “sólo quería que sigas viviendo”. “No te toca a ti desearlo, ¡yo decido!”, dijo determinado Jorge y saltó al vacío.

(continúa)

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