Y es que hay un ángel (capítulo siete)

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(viene del capítulo anterior)

Fue un mes intenso en que Jorge se encontró realizando labores sociales en distintos sitios. Y siempre Áurea estaba cerca suyo, supervisándolo. Él tan solo la miraba y le sonreía, de verdad. Porque, si al inicio parecía sentirse extraño, ahora se tomaba las cosas muy bien.

“Bien Jorge”, le comentó ella cuando terminó su jornada aquel viernes, “creo que ya estás listo para lo que sigue”. Él preguntó qué venía luego. “Un empleo como el que quieres”, le respondió ella. Jorge se alegró y la abrazó con mucho entusiasmo.

“¿El lunes a las ocho?”, preguntó Áurea contagiada por su entusiasmo. Él asintió, se despidió y enrumbó a su departamento para dejar todo listo. El día acordado, Jorge llegó puntual al café pero no la encontró.

Llamó a su celular varias veces, mas no contestaban. Se dirigió hacia el edificio donde la conoció la vez primera. En efecto, la agencia de empleos seguía allí, pero la recepcionista era otra. Jorge señaló dónde estaba Áurea. “¿Quién es Áurea?”, repreguntó la sorprendida joven.

(continúa)

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