Y es que hay un ángel (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

Jorge volvió a su casa. Su rostro desencajado lo decía todo ante la soledad del ambiente. “No queda más que hacer”, se dijo mientras se quitaba la corbata y se desabotonaba el cuello de la camisa. Iba a volver a salir por la puerta, cuando sintió sonar el teléfono.

Respondió con algún escepticismo. “Jorge”, respondió Áurea, “le tengo otra oferta de trabajo para usted”. Él se quedó un momento sorprendido y anonadado. Se tomó unos segundos la cabeza antes de reaccionar: “¡Qué buena noticia! ¿Y dónde me presento?”.

Ella le dijo que lo encontraría antes en un café, para luego señalarle el empleo. “Bien, entonces, mañana nos vemos”, contestó Jorge al terminar. Esperanzado, volvió a la cocina, se preparó una cena ligera y luego se fue a dormir en medio un tenue ambiente de tranquilidad.

(continúa)

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