El hombre en la capucha: La revelación de Jano (capítulo seis)

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(viene del capítulo anterior)

Jano despertó gritando. “Melvin”, se oía en el cuarto al tiempo que miraba las paredes del cuarto. Fue entonces que sintió una mano sobre la suya. Mirella estaba allí. Se había quedado cuidándolo los cuatro días que duró su incapacidad. Él la abrazó como nunca antes lo había hecho durante largos minutos.

“Recordé a Melvin”, le dijo a ella una vez que estuvo más tranquilo, “recordé su muerte y también el propósito de mi misión”. Empezó a contarle sobre aquel plan: la forma en que halló a Mendieta, la forma en que desbarató su organización, en que el traficante le suplicó por su vida, y cómo cruelmente lo asesinó.

También le narró su descontento por no haber encontrado al Mecenas y, sobretodo, el hecho de su drogadicción. “Quería olvidar lo sucedido con Melvin”, habló con melancolía, “quería olvidarlo ya”. Comprendió finalmente su caos de las misiones siguientes, sus sanguinarias ejecuciones, la miseria moral en que se hallaba.

“Todo eso cambiará”, afirmó y luego le dio un apasionado beso a Mirella. Una vez que terminó el efusivo saludo, miró de reojo hacia la puerta de la habitación. Dos guardias vestidos de terno la custodiaban. “¿Por qué hay seguridad en mi puerta?”, preguntó sin entender lo que pasaba. “Yo no te traje sola aquí”, le reveló ella: “Fue tu padre”…

(continúa)

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