Doble secuestro

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Parece otro día tranquilo para Coco, quien se dirige despacio hacia el instituto donde estudia. Su mirada al viento es reposada y las zapatillas apenas si hacen ruido al caminar. Sin embargo, no se ha percatado que un carro lo está siguiendo a corta distancia: al doblar la esquina, bajan dos hombres con las caras cubiertas por pasamontañas, atrapan al joven y hacen un par de disparos al aire.

“¡Camina!”, ordena uno de los encapuchados, empujándolo hacia una puerta del auto, mientras que las personas en la calle, despavoridas, se arremolinaban a las puertas del edificio. Otros más se tiraron al piso al tiempo que el conductor ponía segunda y se alejaba raudamente de la escena del crimen.

“¿Era necesario tanta violencia?”, Coco regañó por rasmillarse el hombro a la hora de caer pesadamente sobre el asiento. Entonces, Julio y Beto se quitaron los pasamontañas y empezaron a carcajear. “Al sur”, gritó Coco eufórico. “Al sur”, dijeron al unísono sus amigos.

(continúa)

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