El verdugo silencioso

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Lunes siete y media de la mañana. El despertador suena atronador en la cabeza de Manuel quien, con algo de irritación, logra abrir sus adormilados ojos. Parece uno de esos días en que tal tranquilidad asoma que sólo hay que cambiarse de ropa y salir y trabajar. Él había terminado de preparase el desayuno y se disponía a comérselo, cuando vio un tono verduzco en el tenedor.

Intentó limpiarlo pero, mientras más quería quitarlo, más se extendía aquella mancha por la superficie del utensilio. Fue entonces que oyó un ruido creciente y que venía de fuera. Manuel salió para ver y se sorpendió de observar una multitud de pandilleros corriendo por sus vidas ante una amenaza que no alcanzaba a divisar.

Sintió en ese momento un golpe seco en el pecho, se tocó y su mano sangrante le reveló una herida de bala. Levantó la mirada, justo cuando un joven con capucha bajaba el arma que, humeante aún, empezó a esconder. Se alejaba en dirección opuesta al gentío, al mismo tiempo que Manuel se derrumbó desfalleciente en la puerta de su casa.

(continúa en parte dos)

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