La cítara me toca.
– Bláñeme me intenta en el rostro.
Desde la caída de nieve la playa se agota.
-Bláñela, bláñela, por piedad.
Ovejas de hirsutos pastos verduzcos se regocijan en mis talones, bláñela , bláñela.
Bombas químicas y cíclopes de grueso andar, cargan en brazos a sus críos, bláñela bláñela, haznos ese favor.
-Paralíticos y ancianos de higado crujiente: blañela tal vez sea la última.
Mujeres de cuellos dorados, de joyas de carne adosados, se amalgaman a mis brazos, – bláñela si?
Fardos envueltos de cobras furtivas, dejan entrever momias de flores indigestadas: bláñela, – se sinceran –
Bastardos, androides, indefinidos, cuyes propietarios, leturias, goma, filigrana, barbasco y nuez moscada soplan un ombligo: bláñela o lo desanudamos – argumentan graves –
Y la he blañido tanto que nadie ha quedado.