“Misioneros y civilizadores” por Juan Fonseca*

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¿Qué es lo protestante y qué es lo evangélico?

“En primer lugar, el término ‘protestante’ designa a la generalidad de cuerpos religiosos que remiten, directa o indirectamente, su paternidad histórica a la Reforma protestante del siglo XVI y, concretamente, a Lutero y los reformadores. Doctrinalmente, los énfasis teológicos propuestos por ellos (autoridad suprema de la Biblia, centralidad de Jesucristo, salvación por la fe y no por las obras, etc.) son la base común de lo protestante. Luego de ellos surgió una serie de variantes teológicas que configura el actual rostro del protestantismo a escala mundial.

“Para el caso del protestantismo latinoamericano, Míguez Bonino propone tres categorías tipológicas que él denomina ‘rostros’: liberal, evangélico y pentecostal. Para nuestro periodo de estudio nos interesan los dos primeros, ya que el tercero es posterior.

“El protestantismo liberal corresponde a aquél gran sector que llegó a América Latina con un proyecto civilizador que presentaba como aportes del protestantismo a la cultura autóctona las ideas de la modernidad liberal (democracia, individualismo libertad, capitalismo). Este tipo de protestantismo fue el que intentó acercarse a la intelectualidad progresista latinoamericana a través del proyecto panamericanista de principios de siglo promovido por Estados Unidos. Los protestantes liberales fueron los que, posteriormente, promovieron el movimiento ecuménico y luego, desde la década del 60, una gran parte de éste acogió las corrientes teológicas liberacionistas. Generalmente se asocia a esta categoría con las iglesias ‘históricas’ (luteranas, anglicanas, presbiterianas, metodistas, algunas bautistas).” p. 46

La explicación de qué es el protestantismo evangélico no parece fácil pues se extiende por varias páginas y termina con un “Además de estas características hay otras…”. Aquí algunos datos:

“en el protestantismo evangélico (evangelical), la Biblia se destaca como la máxima y única autoridad pues se la considera divinamente inspirada e infalible; la hermenéutica histórica, predominante en el protestantismo liberal, es rechazada en mayor o menor grado. Según las tendencias a su interior.” p. 48

“la teología ‘evangelical’ mantiene la idea de que la vivencia de gracia divina es una experiencia vivida por el individuo (mediación subjetiva), a diferencia de lo que plantearía el protestantismo ‘histórico’ que relaciona la gracia divina como un tesoro propio de la iglesia (mediación objetiva).” p. 48

“algunos cuerpos eclesiásticos, como el de los adventistas, quedarán progresivamente excluidos de lo ‘evangélico’” p. 48

“es un movimiento agresivamente misionero (conversionista)” p.50

Según el autor, la línea evangélica fue siempre preponderante en el Perú. Solo que antes no era tan fundamentalista.

“Lo que ocurrió en las primeras épocas fue que la postura ‘evangélica’ aún no estaba influenciada por el fundamentalismo, por lo que no tuvo problemas en relacionar su fe con cambios sociales necesarios. Ello empezó a modificarse desde la década del 30 cuando el fundamentalismo inicia su predominio en las principales denominaciones protestantes y la opción ‘liberal’ quedará cada vez más reducida a espacios limitados. A partir de los años 60, esa situación llevará a una polarización de posiciones que permaneció hasta hace pocos años. Por un lado, los reducidos espacios ‘liberales’ se radicalizaron más y se vieron fuertemente identificados con el ecumenismo y la Teología de la Liberación. Por otro lado, en la gran mayoría de las denominaciones evangélicas, el fundamentalismo predominó y los alejó de los primeros. Ello se vio profundizado por el espectacular crecimiento del pentecostalismo, también con elementos fundamentalistas, el que hasta ahora se constituye en el sector mayoritario del protestantismo peruano.” p. 49

Génesis del protestantismo en el Perú (1889-1915)

El primer protestantismo en el Perú hablaba inglés.

“todas las organizaciones y misioneros protestantes que se establecieron en el Perú en el periodo de estudio provenían casi exclusivamente de Estados Unidos o Gran Bretaña.” p. 64

En estos dos países surgieron con ímpetu movimientos de renovación religiosa (revivals) que los animaron a salir a evangelizar.

“el impulso experimentado por el protestantismo anglosajón durante la segunda mitad del siglo XIX fue importante. Frente al protestantismo liberal, predominante en las grandes denominaciones, surgió un protestantismo evangélico, conservador en teología y política, pero muy piadoso y activo en la obra social. Una serie de movimientos de despertar religioso que reavivaron la fe de miles de jóvenes protestantes, los impulsaron a comprometerse en la tarea misionera y salir, con el ímpetu del converso, a expandir la fe protestante en otras latitudes.” p. 329

La expansión del imperialismo británico en el siglo XIX y del norteamericano en el XX ayudó también en este impulso del protestantismo.

“Expresión cumbre del movimiento misionero moderno en el protestantismo fue la celebración de la Conferencia Misionera Mundial en Edimburgo (1910). Hasta ese momento, las misiones protestantes se habían extendido por todos los continentes en un esfuerzo de inversión de recursos y de personal sin precedentes en la historia del protestantismo. Sin embargo, gran parte de la prosperidad de estos esfuerzos se debió a la asociación de los agentes religiosos protestantes con el poder colonial de los Estados occidentales en expansión. […] Todo el fervor religioso y el optimismo que caracterizaron a la sociedad norteamericana previa a la Primera Guerra Mundial motivaron a miles de jóvenes norteamericanos a dejar su país e ir a ‘cristianizar’ al mundo, pues creían que Dios había asignado a su nación la tarea de guiar al resto del mundo por la senda del progreso.” p. 75

En el Perú el protestantismo se alió inicialmente con los políticos liberales. El liberalismo de entonces, con afanes modernizadores, llegó a conseguir algunas medidas a favor de la secularización: la laicización de los cementerios (1888), el matrimonio civil (1897) y la tolerancia de cultos (1915).

“Sin embargo, luego de 1915 aparecieron otros sistemas ideológicos modernos como el anarquismo y el socialismo mientras que el protestantismo inició un proceso de consolidación institucional desarrollándose más como un movimiento religioso y no sólo como un elemento ‘civilizador’, aunque ambas perspectivas aún coexistirán por algún tiempo. […] El liberalismo dejará de ser la fuerza ‘revolucionaria’ que fue y entonces otras corrientes ideológicas como el aprismo, el indigenismo o el socialismo lo reemplazarán en ese papel. El proyecto modernizador fue tomado por otros.” p. 82

Para observar la composición social de la feligresía protestante, Fonseca analiza, de los más de diez grupos existentes en la década del 20, los tres más importantes: Metodistas, evangélicos independientes y adventistas. Los dos primeros intentaron alcanzar a los sectores privilegiados, sin éxito. Los metodistas alcanzaron algunos segmentos de las clases medias. Pero fueron principalmente los sectores populares urbanos y los sectores rurales más afectados por la modernización, es decir obreros de las haciendas y mineros (propietarios mineros e industriales apoyaron la labor proselitista protestante), quienes “alimentaron a los nacientes registros de membresía de las congregaciones protestantes.” (p. 92).

Estrategias de evangelización y adoctrinamiento

Es interesante cómo las diferentes denominaciones van elaborando su estrategia para conquistar a la población peruana. Ya hemos mencionado la alianza con los liberales aprovechando su interés en la modernidad que concebían debía venir de los países más  adelantados. Una estrategia fallida fue el tratar de conseguir adeptos en las clases altas, gobernantes.

Una estrategia importante en los primero años fue el colportaje o la venta de Biblias. Cuando aún no se aprobaba la ley de tolerancia de cultos (y por lo tanto era ilegal predicar una religión distinta a la católica) fueron los vendedores de Biblias los que llegaban a las casas de los pobladores y los invitaban a formar parte de este culto diferente. Una de las más antiguas en el Perú fue La Sociedad Bíblica Americana (SBA).

“Esta sociedad misionera fue la que auspició el viaje de Penzotti al Perú en 1888. Su sede estaba en Nueva York y, como toda sociedad bíblica, se concentraba especialmente en la distribución y venta de  biblias y diversos tratados religiosos. Sus agentes de venta (los llamados colportores) fueron los primeros agentes religiosos protestantes quienes tomaron contacto con la población peruana. Por lo general, luego del paso de un colportor, alguien aceptaba las nuevas doctrinas protestantes a partir de la lectura directa de la Biblia, y aquel procuraba contactarlo con alguna organización misionera para formar una congregación. Los colportores no establecían ‘iglesias’ pues esa no era su función, aunque indirectamente contribuían a hacerlo. Su único objetivo era promover la lectura de la Biblia, pero, al ser este, normalmente, el primer paso hacia la conversión, su labor fue fundamental para el establecimiento de las primeras agrupaciones protestantes en el país.” p. 99

Otra estrategia fue la creación de escuelas. El pionero fue Thomas Wood quien dirigió la Iglesia Metodista en el Perú desde 1891 hasta 1913.

“Wood estaba convencido de que la mejor manera de lograr el apoyo de los sectores liberales y la aceptación de la sociedad en general era presentar los beneficios civilizadores del protestantismo. Uno de los mecanismos era hacerlo a través de la educación. Para él ‘[…] ningún otro tipo de trabajo es tan eficaz para taparle la boca a los enemigos, para romper las barreras de prejuicio y para ganar la simpatía popular. La Biblia abre más puertas pero la educación más corazones’. […] Con esas premisas no es de extrañar que, en cuanto llegó, Wood estableciese una red de escuelas auspiciadas por la misión.” pp. 105-106

Unida a la educación estaban las competencias deportivas

“En el caso de los deportes, la red educativa protestante fue pionera en el énfasis de los deportes dentro de la formación de los alumnos. […] Además, una conocida organización de origen protestante, la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA), desde 1920 empezó a promover la vida deportiva en Lima, a través de diversos torneos deportivos en los que participaban colegios, clubes y hasta equipos de los institutos armados”. p. 208

Lo mismo con hospitales y centros de salud. En 1906, por ejemplo, se crea la clínica de Monjaspata en Cusco, administrada por la Unión Evangélica de Sudamérica (UESA). En Arequipa, desde 1907, la UESA ofrecía un servicio de asistencia domiciliaria. En Cajamarca la ILE también tenía un servicio de asistencia domiciliaria. La Misión Evangélica de Lamas inició un Centro Médico en Moyobamba en 1922. Este mismo año se creó el conocido Hospital Anglo-Americano de Bellavista-Callao, fundado por la Iglesia Metodista Episcopal (IME). La Clínica Americana en Huancayo fue abierta por la IME en 1925.

Hasta inicios del siglo XX la enfermería en el Perú era monopolizada por religiosas católicas sin entrenamiento profesional. En 1911 se crea la primera escuela de enfermeras. Una segunda se creó en 1915 en el Hospital Dos de Mayo que fue encargada a una misionera protestante inglesa de la UESA. Poco después se habían incorporado otras enfermeras protestantes.

“Las enfermeras protestantes consideraban que su posición, ciertamente privilegiada, era una excelente oportunidad para predicar. […] Por sus escritos, parece que la perspectiva religiosa era la que predominaba; el servicio profesional era un medio más que un fin en sí mismo.” p. 218

Otras estrategias fueron la impresión de revistas, que los pastores sean peruanos y predicar entre los indios. Fonseca cita a Kessler que describe las estrategias de Juan Ritchie de la Regions Beyond Missionary Union, establecida en Lima definitivamente desde 1907:

“Primero, por medio de la imprenta, después a través de un cuerpo de pastores nacionales que esperaban encontrar y capacitar para el trabajo. En tercer lugar la misión quería ayudar a los indios, oprimidos y explotados. Con este fin se había iniciado un proyecto agrícola cuya finalidad era la de elevar el nivel de vida del indio, hacerle ver que su vida aquí valía la pena y darle esperanza de una vida venidera.” pp. 109-110

En 1915 lograron, con los liberales, la eliminación del artículo 4to de la Constitución que decía “y no se permite el ejercicio público de otra alguna [religión]”.

En 1916 se realizó el importante Congreso Misionero de Panamá que convocó a las organizaciones misioneras que trabajaban en América Latina y definió metodologías de trabajo.

“El Congreso, dominado por las juntas Ejecutivas de las Misiones norteamericanas y algunas europeas, fue principalmente metodológico pues se concentró en buscar las maneras de presentar con éxito un mensaje religioso sobre el cual se tenía un consenso claro. Esto significaba alcanzar una presencia influyente en la sociedad latinoamericana así como lograr nuevos adeptos a la fe protestante. Las cuatro principales metas fueron: (a) el esfuerzo por evangelizar a las clases cultas, (b) la unificación de la educación religiosa, (c) la profundización de la dimensión social del trabajo misionero, y (d) la promoción de la unidad protestante.” pp. 124-125

En este Congreso panameño se decidió realizar congresos regionales. Así, en marzo de 1916 se celebró el Congreso Evangélico de Lima, que formó el Comité de Cooperación Misionera en el Perú.

“Así, la división territorial del país entre las misiones protestantes para evitar la competencia, el énfasis en la obra social, la unificación de esfuerzos en coyunturas determinadas, el intento de alcanzar a los sectores medios e intelectuales, el uso de la prensa como medio de propaganda, la promoción de un personal religioso autóctono y, en general, el apoyo a las ideas modernizadoras, fueron los objetivos de este Comité de Cooperación” p. 126

Expansión geográfica de las congregaciones protestantes

En 1913 el mayor número de congregaciones se encontraban en Lima/Callao (8), le seguían Ica (4) y Junín (4, que incluía entonces al departamento de Pasco), Cusco (2) y Lambayeque (2), y con una congregación la sierra de Lima, Huánuco y Arequipa (cuadro en las páginas 160 y 161).

En el acuerdo de división territorial de 1917 la Iglesia Libre de Escocia (ILE) debía trabajar en Trujillo y Cajamarca, la Iglesia Metodista Episcopal (IME) en la sierra central y la Unión Evangélica de Sudamérica (UESA) en el sur.

“Los nuevos grupos misioneros acataron medianamente el convenio. Así, los nazarenos y la IS [Iglesia de la Santidad] llegaron a un acuerdo con la ILE para compartir el trabajo en el norte del país. La Alianza Cristiana y Misionera (ACM), que llegó hacia 1926, recibió Huánuco y los pentecostales, llegados en 1920, fueron asignados al Callejón de Huaylas. No obstante, pronto, especialmente estos últimos, dejaron de tener en cuenta el acuerdo y establecieron congregaciones en el lugar que les parecía más conveniente.” p. 130-131

El crecimiento se dio en la sierra central (región minera) pues en 1924 Junín/Pasco era la zona más importante con 37 congregaciones, en Lima/Callao se encontraban solo 11. Ancash y Cajamarca tenían 10 cada una, Lambayeque 7. La sierra de Lima 3. Huánuco, Ica, Cusco y La Libertad tenían 2 cada una. Cajamarca y Arequipa 1.

Para 1930 la sierra central seguía creciendo: 46 en Junín/Pasco. 19 en Lima/Callao. Lambayeque (donde se encontraban grandes haciendas de caña de azúcar) se había convertido en la tercera región en importancia con 15. Le seguían las regiones con fuerte presencia indígena: Cusco (9), Ancash (9), Cajamarca (8), sierra de Lima (6), Huánuco (6). Más rezagadas habían quedado Ica (4), la Libertad (4), Arequipa (3), San Martín (3), Loreto (2), Puno (1, sin incluir a la comunidad adventista), Amazonas (1), Apurímac (1) y Piura (1).

La ética de los protestantes

Las diferencias con las exigencias éticas de la Iglesia Católica eran notorias.

“Para que alguien fuera admitido en una congregación protestante debía reunir determinadas características y mostrar signos evidentes de cambio. Además, las comunidades protestantes introdujeron una forma nueva de feligresía en el Perú: la voluntaria. Mientras que en el catolicismo, la incorporación era involuntaria pues el bautismo infantil ligaba automáticamente al individuo a la Iglesia, en el protestantismo era espontánea; mientras que el católico juzgaba su fidelidad a la fe mediante el cumplimiento de una serie de requerimientos rituales, el protestante respondía a criterios éticos. Pero el grado de control de la comunidad era también mayor; mientras un católico podía seguir siéndolo a pesar de su inconsecuencia con las normas de la Iglesia, el protestante era alejado de la comunión cuando faltaba a alguna de las normas éticas de la comunidad de fieles que la determinaba.” p. 178

Por ejemplo, según el “Manual Evangélico” de la Iglesia Episcopal Peruana (IEP), no se podía tolerar en la feligresía los siguientes actos:

“(a) Concubinato, fornicación, adulterio, o conducta o conversación lasciva. (b) Tomar habitualmente licor embriagante, o traficar en licores alcohólicos. (c) Prestarse dinero sin tener la seguridad de devolverlo, tomar mercaderías sin poderlas pagar, o dejar de esforzarse para cancelar la deuda contraída. (d) Conseguir dinero, mercadería o propiedad con fraudes o engaños, o prestarse a tales fraudes de parte de otros, sea para defraudar a particulares, a fondos públicos, o al fisco.” pp. 178-179

Dice Fonseca: “aunque la incorporación a la comunidad era básicamente voluntaria, su permanencia en ella dependía, además, de la voluntad colectiva” (p. 179). Leyendo estas normas éticas y el fuerte control social existente en las comunidades protestantes entiendo mejor la teoría weberiana referida a cómo esta ética, predominante en países anglosajones, contribuyó con su desarrollo.

Este es un aspecto que los peruanos laicos (inmersos además en un país con un catolicismo de moral relajada) no hemos podido reproducir con nuestro contrato social. Pero que quizá sí ocurre en pequeños grupos tipo comunidades campesinas o nativas, cooperativas y algunas asociaciones civiles de participación continua (desde asociaciones vecinales hasta clubes de fútbol).

Más aún. Al rechazar festividades autóctonas como las fiestas patronales, los carnavales, las peleas de gallos, las corridas de toros y otras consideradas “paganas” o “sospechosas”, las comunidades religiosas formadas por los protestantes se convirtieron en los únicos espacios de sociabilidad que tenían sus fieles, por lo que la necesidad de cumplir con las normas para no desligarse de ellos se convirtió en fundamental.

“De esta forma, los protestantes empezaron a formar una nueva identidad social en la que algunas de las festividades tradicionales de la sociedad peruana estaban ausentes. Ello tuvo un fuerte impacto en las relaciones sociales de los protestantes, pues, dentro de las sociedades tradicionales, las festividades eran también espacios de sociabilidad. Al salir de  aquellas, además de apartarse de las cantinas, la plaza de toros y otros espacios de socialización, los protestantes vieron reducidas sus posibilidades de establecer efectivas redes sociales a únicamente los centros laborales y de estudio. No obstante, el tiempo que antes era invertido en aquellas actividades, ahora se gastaba en las actividades religiosas de la congregación protestante, lo que permitió que al interior de la comunidad religiosa el grado de cohesión fuera fuerte pues era el principal espacio de sociabilidad de sus integrantes.” p. 184

Las actitudes políticas de los protestantes

Mackay, un ilustre protestante de entonces que radicaba en el Perú, sentía admiración por Unamuno. Sin embargo, señala Fonseca, Mackay tenía un “cristianismo social” es decir, un cristianismo que buscaba transformar la sociedad, mientras que “Unamuno estuvo bastante  influenciado por autores de trasfondo luterano como Harnack, Ritschl, Schleiermacher e incluso Kant. La doctrina luterana de los ‘dos reinos’ separaba el mundo en dos ámbitos que no debían entrometerse entre sí: el espiritual y el temporal. Esto inhibía la acción social de la Iglesia.” (p. 270)

Al parecer los protestantes iniciales en el Perú se encontraron permanentemente con esta disyuntiva de “cambiar la sociedad” o mantener separados el ámbito espiritual y el temporal.

Tuvieron algunos contactos con el movimiento indigenista, con los obreros, con el movimiento estudiantil, el feminista, el movimiento de temperancia (contra las bebidas alcohólicas), sin embargo todos estos acercamientos eran siempre motivados por el interés de llevar su prédica religiosa a sectores liberales y, en todo caso, como con los obreros, sus objetivos eran coyunturales.

“no hubo un tratamiento estructural de la problemática obrera, como ya lo estaban empezando a plantear los sindicalistas. Los protestantes se limitaron a abordar asuntos éticos, en especial el alcoholismo. […]

“Aunque los protestantes no se identificaron claramente con el movimiento obrero, en determinadas coyunturas en las que tenían intereses coincidentes, colaboraron con este.” pp. 238-239

¿Son los protestantes demócratas? Fonseca hace una interesante revisión de sus actitudes al respecto.

En principio tenían una crítica a la Iglesia Católica por su falta de democracia en su estructura, contraria a un supuesto “cristianismo democrático de los tiempos apostólicos”. En un artículo de 1917 señalaban que “no es posible ser un verdadero demócrata permaneciendo en el seno de una Iglesia papal que es esencialmente aristócrata” (p. 278).

“Sin embargo, a pesar de la difusión del discurso democrático, en la práctica muy pocos lo eran. Por otro lado, tampoco podemos idealizar las prácticas democráticas de los misioneros protestantes, muchos de los cuales eran igualitarios entre sus colegas, pero bastante paternalistas en el trato con los pastores nacionales y la feligresía” p. 278

Según Fonseca, el miedo al comunismo y al anarquismo hizo que los protestantes “tomaran actitudes cada vez más cautelosas respecto a los movimientos sociales progresistas y a la democracia plena.” p. 279

“En 1919, en El Cristiano apareció un artículo en el cual se afirmaba que la democracia era  una forma de gobierno otorgada por Dios, excepcionalmente, al pueblo pues el tipo de gobierno auténticamente divino es el de la aristocracia, ‘el gobierno de los mejores’” p. 281

Una muestra de la “adaptación” del discurso protestante a los vaivenes de la política era su predicación respecto a la sumisión a la autoridad civil.

“Juan Ritchie afirmaba que ‘El cristiano debe acatar la ley y respetar la autoridad, aún cuando la ley es injusta y la doctrina infame. Esta es doctrina dura, pero es la doctrina cristiana’ […]” p. 281

Por supuesto esto se decía en 1916, luego que se había eliminado de la Constitución la prohibición al ejercicio público de otra religión diferente a la Católica. Antes de esto los protestantes buscaban formas de no respetar esta prohibición. El mismo Fonseca señala esa diferencia en la prédica:

“Esto había sido más difícil antes de 1915, cuando no existía una garantía legal clara para el ejercicio del culto protestante. No obstante, luego de ese año, teniendo la Constitución a su favor, los protestantes se esforzaron por mostrarse como fieles cumplidores de la ley” p. 282

Cuando Leguía dio el golpe de Estado en 1919, El Cristiano, “la revista protestante de mayor alcance nacional y que pretendía ser vocero de todas las iglesias protestantes” (p. 291) decía en su editorial

“sólo la mano de hierro puede restaurar la comunidad que está desmoronándose en una anarquía intolerable” p. 290.

Desde entonces los protestantes y el gobierno dictatorial de Leguía (que duró 11 años y restringió las libertades públicas, asaltó los diarios principales, se persiguió a la oposición, se puso fin a las municipalidades elegidas con voto popular), desarrollaron, según dice Fonseca, un “interesante proceso cooperativo”:

“Desde el gobierno hubo una serie de medidas para facilitar la labor de los misioneros protestantes, principalmente por sus aportes culturales y ‘civilizadores’. Leguía buscaba aprovechar sus servicios educativos y médicos así como sus ideales sociales y sus prácticas éticas pues eran útiles para la promoción de valores modernos. Los protestantes, por su parte se identificaron con el proyecto modernizador de la Patria Nueva por las condiciones favorables que ofrecía a la presencia extranjera y por las coincidencias que tenían con este. No obstante, al igual que con los otros gobiernos, condicionaron su apoyo al pleno respeto de sus derechos como comunidad religiosa minoritaria. Cuando el gobierno pareció amenazarlos, los protestantes buscaron alianzas estratégicas con los grupos y movimientos sociales progresistas y hostiles al régimen para así garantizar sus derechos.” p. 291

Entre los proyectos de los protestantes que apoyó Leguía estuvieron una subvención mensual a la escuela evangélica de Calca, nombró alcalde de Calca al misionero de la Unión Evangélica de Sudamérica Thomas Payne, patrocinó la creación del Hospital Anglo-Americano del distrito de Bellavista, nombro alcalde de este distrito al director de ese Hospital (misionero metodista MacCornack), apoyó el desarrollo del Colegio Anglo-Peruano y de los colegios metodistas, apoyó la creación del Hospital de Moyobamba, y, en general, garantizó la seguridad y la libertad de acción de los misioneros protestantes en el país.

Uno de los editoriales de la revista evangélica “Renacimiento” (“el más importante vocero periodístico protestante” p. 314), en el año 1928, decía:

“Nosotros, siguiendo las enseñanzas de Cristo y de sus apóstoles, aprovechamos esta ocasión para hacer acto de sumisión y adhesión a las autoridades políticas del país, tan dignamente representados por nuestro Presidente Señor Augusto B. Leguía. En ningún hogar evangélico debe faltar el retrato de su persona.” p. 294

Leguía, no obstante, tenía un doble juego. Apoyaba a los protestantes “en tanto portadores de elementos modernizadores” y, a la vez, apoyaba a la Iglesia Católica “en tanto portadora privilegiada de las mediaciones religiosas” (p. 301).

Las ambigüedades leguiístas se manifestaron con un Decreto Supremo de 1929 por el que se declaraba la obligatoriedad de la enseñanza católica en todos los centros educativos, incluyendo los privados. Los protestantes no pudieron creerlo.

“Para los protestantes, sus colegios no tenían propósitos estrictamente pedagógicos, sino que también buscaban presentar la alternativa religiosa protestante al alumnado. La imposibilidad de enseñar su religión habría provocado el cierre de muchas de las escuelas porque las organizaciones misioneras ya no estarían interesadas en apoyar programas educativos carentes de contenido religioso protestante.” p. 299

La crisis mundial de 1929 deterioró rápidamente el gobierno de Leguía. Los protestantes, afirmó un misionero años después, “ante la ola de antileguiísmo que se desató en el país, tuvieron que borrar ‘no sin cierta tristeza’, cualquier indicio que les asociara al antiguo régimen” (p. 301).

El 25 de agosto de 1930 Leguía renuncia a la presidencia, a los dos días sube Sanchez Cerro. En setiembre la Iglesia Evangélica Peruana emite un comunicado dirigiéndose al nuevo presidente:

“La Iglesia Evangélica se une con franco entusiasmo al aplauso que merecidamente se os tributa en estos momentos históricos por haber devuelto al Perú el legítimo derecho a la libertad que heredamos de los fundadores de la República, que desgraciadamente fue subyugada.” p. 302

 

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Es interesante leer este libro en estos momentos en que los sectores progresistas de las iglesias protestantes se encuentran nuevamente en un proceso de establecimiento de alianzas con los sectores liberales para “modernizar el país”, apoyando los derechos LGTB, el aborto legal, la modificación del concordato y la educación con perspectiva de género.

Como se observa en el libro de Fonseca, es cierto que los protestantes contribuyeron a consolidar el proceso modernizador en el Perú. Pero no fue a cambio de nada. En el proceso ganaron aceptación, reconocimiento y poder.

El libro es muy descriptivo de su éxito, proveniente, entre otros, de los eventuales acuerdos con los diferentes grupos, aún cuando estos se encontraran enfrentados entre sí. Los vemos haciendo alianzas con los propietarios mineros (que les brindaban facilidades para predicar en sus empresas) y a la vez con el movimiento obrero. Los vemos buscando a las clases altas que eran su objetivo, por ejemplo, con algunos de los colegios que fundaron, y defendiendo a las más bajas. Los vemos aliándose con el gobierno dictatorial de Leguía, que perseguía a la oposición, pero también los vemos aliándose con la oposición, con los sectores progresistas, con Haya de La Torre y con el movimiento estudiantil.

Así, han ido consiguiendo beneficios que han ido propiciando su crecimiento. Los políticos, eventualmente huérfanos de apoyo social, han recurrido muchas veces a las iglesias y han transado con ellas. Y en cada transacción las iglesias han ido acumulando beneficios. Los políticos pasaron, quizá el apoyo les fue útil o no. Las Iglesias permanecen y todo apoyo lo van sumando a lo largo de las décadas hasta convertirse en enormes beneficios.

Hoy buscan apoyo para su participación en la política. Aliándose, los protestantes conservadores con los grupos conservadores y los protestantes progresistas con los sectores liberales de la sociedad. Su oferta de apoyo es irresistible, no se puede negar. ¿Quién dejaría de lado la posibilidad de tener un aliado tan poderoso como ese? ¿Un aliado que tiene tanta convocatoria y a quienes sus fieles muchas veces obedecen sin reflexionar? Pero ya sabemos que la participación de la iglesia no es desinteresada. ¿Podremos negociar inteligentemente con ella?

Hoy pueden ser buenos aliados para el progresismo. Pero ¿y en el futuro? Al apoyarlos en su participación política ¿No les estamos dando más poder? Ese poder que estarían adquiriendo con nosotros animándolos ¿no se usará contra nosotros en el futuro? Antes, cuando los protestantes trabajaban con los sectores liberales, la Iglesia Católica era su enemigo. Hoy salen a marchar con la Iglesia Católica, en contra de los sectores liberales. Nunca se sabe con los religiosos.

 

 

*Fonseca Ariza, Juan. “Misioneros y Civilizadores. Protestantismo y modernización en el Perú (1915-1930)”. 373 páginas. Pontificia Universidad Católica del Perú.  Lima, Perú.

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