Conversaciones con Giorgio Agamben
Giorgio Agamben (Roma, 1942), catedrático de Filosofía en la Universidad de Roma y editor y traductor de Walter Benjamin en italiano, ha pasado por Barcelona para participar en el encuentro del CCCB Arxipèlag d´excepcions. Sobiranies de l´extraterritorialitat. Figura intelectual de primer rango en el campo de la filosofía política, aborda en la siguiente entrevista temas de calado.
En el núcleo de sus reflexiones acerca de la política se halla la “biopolítica”. ¿Qué es la biopolítica?
Es un concepto de Foucault. La biopolítica se inaugura cuando la vida natural de los ciudadanos y de los hombres se convierte en uno de los asuntos fundamentales del Estado. Creo que no es sólo un hecho moderno, sino que la política griega ya se fundó sobre la distinción clara entre la vida biológica centrada en la casa, en el oikos, y la vida política, dándose así un proceso de inclusión y exclusión simultáneas de la vida natural.
Si se concibe el fenómeno de la nuda vida como la base de la biopolítica de los Estados modernos, ¿qué sucede con el ser humano entendido como sujeto libre y consciente dotado de derechos inalienables?
En primer lugar hay que destacar que la primera declaración de 1789 afirmaba los derechos del hombre y del ciudadano. Pienso que es necesario reflexionar sobre esta y, ya que con ella se consolidan los presupuestos de la biopolítica. Los derechos representan el tránsito del modelo de la soberanía fundado sobre el derecho divino a una fundada en el hombre como ser que ha nacido. Y no hay que olvidar aquí que nación no significa otra cosa que nacimiento. Recordemos las palabras iniciales de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano: “Los hombres nacen libres…” La ciudadanía es, así pues, el momento en que el ser vital se inscribe en el orden político. El umbral entre el hombre y el ciudadano es el lugar en el que se escenifican gran parte de los problemas de la política actual.
Pero ¿no constituyen los derechos humanos una instancia desde la que proteger a los individuos?
Los derechos son el lugar en que los hombres se inscriben en el mecanismo del poder, pero son también, efectivamente, el lugar a partir del cual pueden enfrentarse a éste. Hay que pensar en la biopolítica como una máquina con dos componentes: la vida política y la nuda vida.
¿En qué consistiría esta puesta en cuestión?
Individuos que son sólo hombres, seres sin papeles, refugiados. Tal vez puedan conseguir papeles, entonces se inscribirán en la máquina biopolítica. En lugar de que el problema sea dar papeles a los sin papeles, los ciudadanos mismos deberían renunciar a sus papeles, poner de manifiesto las contradicciones del concepto mismo de derechos del hombre y del ciudadano.
¿Se puede esto considerar una alternativa no utópica a nuestros actuales regímenes políticos?
Sólo hay que echar una ojeada al mundo para darse cuenta de que los derechos del hombre no funcionan. Un individuo sin ciudadanía apenas logrará nada apoyándose en los derechos del hombre, no saldrá de su precariedad. La clave para entender esto se halla en la zona de indiferencia situada entre la nuda vida y la ciudadanía: ahí se halla el estado de excepción, el momento en que se suspenden las leyes.
¿En qué medida es éste un fenómeno relevante para entender nuestra normalidad política?
Para definir verdaderamente un fenómeno hay que tomarlo en sus casos extremos, en este sentido se puede decir que la excepción define la regla. El estado de excepción se hace regla en el siglo XX, vivimos en un estado de excepción permanente. Benjamin, que vivió en el régimen nazi, pudo observar cómo se aplicó legalmente este estado de excepción para llevar a cabo los crímenes nazis aprovechando el artículo 48 de la Constitución de Weimar. Los juristas nazis podrían haber hecho algo, pero el problema está en este artículo 48. El paradigma actual de la seguridad, la insistencia en el terrorismo, conducen a una justificación de las medidas excepcionales. El estado de derecho se basa en una posibilidad oculta, a saber, que la excepción es lo que permite la normalidad. El derecho sólo se puede aplicar porque hay una zona caótica en la que de momento no se aplica.
¿Qué piensa de los movimientos de la sociedad civil contra este estado de cosas?
Es bueno que la sociedad civil luche por tener un estado de derecho y por evitar el estado policial en que vivimos. La policía es un elemento central de los estados de derecho: policía y política son, no sólo etimológicamente, lo mismo. Para la bipolítica la policía es el medio con el que el estado cuida de toda la vida de los ciudadanos. El derecho mismo presupone la necesidad de la policía. Incluso la guerra de Irak es una guerra policial en la que se buscaba arrestar a un criminal.
¿De qué modo se puede renovar el pensamiento político?
Hay conceptos jurídicos en la historia del derecho y de la política, de la Edad Media, por ejemplo, que podrían ser útiles. El caso de Jerusalén me parece paradigmático. Mientras se siga pensando que la única solución es la creación de dos Estados, uno israelí y otro palestino, no hay posibilidades de éxito. El concepto de ciudadanía no es operativo y, tal vez, habría que recurrir al de refugiado. Pienso en una ciudad con un derecho distinto al actual en la que los ciudadanos hayan sabido reconocer al refugiado que ellos mismos son. En el derecho civil encontramos fórmulas mucho más ricas para articular estas situaciones que en el lenguaje de la política o en el derecho privado. Lo mismo se puede decir de la Unión Europea. Su creación y su Constitución han sido una oportunidad perdida de recuperar categorías novedosas, aunque presentes también en nuestra tradición. Creo que a los juristas les ha faltado imaginación para proponer un nuevo modelo de soberanía no basado en los presupuestos del Estado-nación.
Daniel Gamper, lavanguardia/Culturas, 23-XI-05
No había leído esta entrevista por lo que agradezco su edición. Creo interesante discutir cierto "parecido", por no decir identidad entre el "paradigma actual de seguridad" y aquello que permitió el artículo 48 de la Constitución de Weimar. En el blog en el que escribo se nota que juristas como Carl Schmitt favorecieron con el concepto de soberanía ("Es soberano quien decide sobre el estado de excepción")el genocidio nazi.
Un saludo
Norberto Gómez