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01 de 95 – Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI: Audiencia General del 28 de Diciembre de 2011

01 DE 95 – CATEQUESIS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI: AUDIENCIA GENERAL DEL 28 DE DICIEMBRE DE 2011

AUDIENCIA GENERAL DEL 28 DE DICIEMBRE DE 2011

Audiencia General del 28 de Diciembre de 2011

Queridos hermanos y hermanas:

El encuentro de hoy tiene lugar en el clima navideño, lleno de íntima alegría por el nacimiento del Salvador. Acabamos de celebrar este misterio, cuyo eco se expande en la liturgia de todos estos días. Es un misterio de luz que los hombres de cada época pueden revivir en la fe y en la oración. Precisamente a través de la oración nos hacemos capaces de acercarnos a Dios con intimidad y profundidad. Por ello, teniendo presente el tema de la oración que estoy desarrollando durante las catequesis en este período, hoy quiero invitaros a reflexionar sobre cómo la oración forma parte de la vida de la Sagrada Familia de Nazaret. La casa de Nazaret, en efecto, es una escuela de oración, donde se aprende a escuchar, a meditar, a penetrar el significado profundo de la manifestación del Hijo de Dios, siguiendo el ejemplo de María, José y Jesús.

Sigue siendo memorable el discurso del siervo de Dios Pablo VI durante su visita a Nazaret. El Papa dijo que en la escuela de la Sagrada Familia nosotros comprendemos por qué debemos «tener una disciplina espiritual, si se quiere llegar a ser alumnos del Evangelio y discípulos de Cristo». Y agrega: «En primer lugar nos enseña el silencio. Oh! Si renaciese en nosotros la valorización del silencio, de esta estupenda e indispensable condición del espíritu; en nosotros, aturdidos por tantos ruidos, tantos estrépitos, tantas voces de nuestra ruidosa e hipersensibilizada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento, la interioridad, la aptitud a prestar oídos a las secretas inspiraciones de Dios y a las palabras de los verdaderos maestros» (Discurso en Nazaret, 5 de enero de 1964).

De la Sagrada Familia, según los relatos evangélicos de la infancia de Jesús, podemos sacar algunas reflexiones sobre la oración, sobre la relación con Dios. Podemos partir del episodio de la presentación de Jesús en el templo. San Lucas narra que María y José, «cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor» (2, 22). Como toda familia judía observante de la ley, los padres de Jesús van al templo para consagrar a Dios a su primogénito y para ofrecer el sacrificio. Movidos por la fidelidad a las prescripciones, parten de Belén y van a Jerusalén con Jesús que tiene apenas cuarenta días; en lugar de un cordero de un año presentan la ofrenda de las familias sencillas, es decir, dos palomas. La peregrinación de la Sagrada Familia es la peregrinación de la fe, de la ofrenda de los dones, símbolo de la oración, y del encuentro con el Señor, que María y José ya ven en su hijo Jesús.

La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece a título especial, porque se formó en su seno, tomando de ella también la semejanza humana. Nadie se dedicó con tanta asiduidad a la contemplación de Jesús como María. La mirada de su corazón se concentra en él ya desde el momento de la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo; en los meses sucesivos advierte poco a poco su presencia, hasta el día del nacimiento, cuando sus ojos pueden mirar con ternura maternal el rostro del hijo, mientras lo envuelve en pañales y lo acuesta en el pesebre. Los recuerdos de Jesús, grabados en su mente y en su corazón, marcaron cada instante de la existencia de María. Ella vive con los ojos en Cristo y conserva cada una de sus palabras. San Lucas dice: «Por su parte [María] conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2, 19), y así describe la actitud de María ante el misterio de la Encarnación, actitud que se prolongará en toda su existencia: conservar en su corazón las cosas meditándolas. Lucas es el evangelista que nos permite conocer el corazón de María, su fe (cf. 1, 45), su esperanza y obediencia (cf. 1, 38), sobre todo su interioridad y oración (cf. 1, 46-56), su adhesión libre a Cristo (cf. 1, 55). Y todo esto procede del don del Espíritu Santo que desciende sobre ella (cf. 1, 35), como descenderá sobre los Apóstoles según la promesa de Cristo (cf. Hch 1, 8). Esta imagen de María que nos ofrece san Lucas presenta a la Virgen como modelo de todo creyente que conserva y confronta las palabras y las acciones de Jesús, una confrontación que es siempre un progresar en el conocimiento de Jesús. Siguiendo al beato Papa Juan Pablo II (cf. Carta ap. Rosarium Virginis Mariae) podemos decir que la oración del Rosario tiene su modelo precisamente en María, porque consiste en contemplar los misterios de Cristo en unión espiritual con la Madre del Señor. La capacidad de María de vivir de la mirada de Dios es, por decirlo así, contagiosa. San José fue el primero en experimentarlo. Su amor humilde y sincero a su prometida esposa y la decisión de unir su vida a la de María lo atrajo e introdujo también a él, que ya era un «hombre justo» (Mt 1, 19), en una intimidad singular con Dios. En efecto, con María y luego, sobre todo, con Jesús, él comienza un nuevo modo de relacionarse con Dios, de acogerlo en su propia vida, de entrar en su proyecto de salvación, cumpliendo su voluntad. Después de seguir con confianza la indicación del ángel —«no temas acoger a María, tu mujer» (Mt 1, 20)— él tomó consigo a María y compartió su vida con ella; verdaderamente se entregó totalmente a María y a Jesús, y esto lo llevó hacia la perfección de la respuesta a la vocación recibida. El Evangelio, como sabemos, no conservó palabra alguna de José: su presencia es silenciosa, pero fiel, constante, activa. Podemos imaginar que también él, como su esposa y en íntima sintonía con ella, vivió los años de la infancia y de la adolescencia de Jesús gustando, por decirlo así, su presencia en su familia. José cumplió plenamente su papel paterno, en todo sentido. Seguramente educó a Jesús en la oración, juntamente con María. Él, en particular, lo habrá llevado consigo a la sinagoga, a los ritos del sábado, como también a Jerusalén, para las grandes fiestas del pueblo de Israel. José, según la tradición judía, habrá dirigido la oración doméstica tanto en la cotidianidad —por la mañana, por la tarde, en las comidas—, como en las principales celebraciones religiosas. Así, en el ritmo de las jornadas transcurridas en Nazaret, entre la casa sencilla y el taller de José, Jesús aprendió a alternar oración y trabajo, y a ofrecer a Dios también la fatiga para ganar el pan necesario para la familia.

Sagrada Familia de Nazaret Hendrick de Clerk 1570 1629

Sagrada Familia de Nazaret – Hendrick de Clerk 1570 – 1629

Por último, otro episodio en el que la Sagrada Familia de Nazaret se halla recogida y unida en un momento de oración. Jesús, como hemos escuchado, a los doce años va con los suyos al templo de Jerusalén. Este episodio se sitúa en el contexto de la peregrinación, como lo pone de relieve san Lucas: «Sus padre solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre» (2, 41-42). La peregrinación es una expresión religiosa que se nutre de oración y, al mismo tiempo, la alimenta. Aquí se trata de la peregrinación pascual, y el evangelista nos hace notar que la familia de Jesús la vive cada año, para participar en los ritos en la ciudad santa. La familia judía, como la cristiana, ora en la intimidad doméstica, pero reza también junto a la comunidad, reconociéndose parte del pueblo de Dios en camino, y la peregrinación expresa precisamente este estar en camino del pueblo de Dios. La Pascua es el centro y la cumbre de todo esto, y abarca la dimensión familiar y la del culto litúrgico y público.

En el episodio de Jesús a los doce años se registran también sus primeras palabras: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre? (2, 49). Después de tres días de búsqueda, sus padres lo encontraron en el templo sentado entre los doctores en el templo mientras los escuchaba y los interrogaba (cf. 2, 46). A su pregunta sobre por qué había hecho esto a su padre y a su madre, él responde que hizo sólo cuánto debe hacer como Hijo, es decir, estar junto al Padre. De este modo él indica quién es su verdadero Padre, cuál es su verdadera casa, que él no había hecho nada extraño, que no había desobedecido. Permaneció donde debe estar el Hijo, es decir, junto a su Padre, y destacó quién es su Padre. La palabra «Padre» domina el acento de esta respuesta y aparece todo el misterio cristológico. Esta palabra abre, por lo tanto, el misterio, es la llave para el misterio de Cristo, que es el Hijo, y abre también la llave para nuestro misterio de cristianos, que somos hijos en el Hijo. Al mismo tiempo, Jesús nos enseña cómo ser hijos, precisamente estando con el Padre en la oración. El misterio cristológico, el misterio de la existencia cristiana está íntimamente unido, fundado en la oración. Jesús enseñará un día a sus discípulos a rezar, diciéndoles: cuando oréis decid «Padre». Y, naturalmente, no lo digáis sólo de palabra, decidlo con vuestra vida, aprended cada vez más a decir «Padre» con vuestra vida; y así seréis verdaderos hijos en el Hijo, verdaderos cristianos.

Aquí, cuando Jesús está todavía plenamente insertado en la vida la Familia de Nazaret, es importante notar la resonancia que puede haber tenido en el corazón de María y de José escuchar de labios de Jesús la palabra «Padre», y revelar, poner de relieve quién es el Padre, y escuchar de sus labios esta palabra con la consciencia del Hijo Unigénito, que precisamente por esto quiso permanecer durante tres días en el templo, que es la «casa del Padre». Desde entonces, podemos imaginar, la vida en la Sagrada Familia se vio aún más colmada de un clima de oración, porque del corazón de Jesús todavía niño —y luego adolescente y joven— no cesará ya de difundirse y de reflejarse en el corazón de María y de José este sentido profundo de la relación con Dios Padre. Este episodio nos muestra la verdadera situación, el clima de estar con el Padre. De este modo, la Familia de Nazaret es el primer modelo de la Iglesia donde, en torno a la presencia de Jesús y gracias a su mediación, todos viven la relación filial con Dios Padre, que transforma también las relaciones interpersonales, humanas.

Queridos amigos, por estos diversos aspectos que, a la luz del Evangelio, he señalado brevemente, la Sagrada Familia es icono de la Iglesia doméstica, llamada a rezar unida. La familia es Iglesia doméstica y debe ser la primera escuela de oración. En la familia, los niños, desde la más temprana edad, pueden aprender a percibir el sentido de Dios, gracias a la enseñanza y el ejemplo de sus padres: vivir en un clima marcado por la presencia de Dios. Una educación auténticamente cristiana no puede prescindir de la experiencia de la oración. Si no se aprende a rezar en la familia, luego será difícil colmar ese vacío. Y, por lo tanto, quiero dirigiros la invitación a redescubrir la belleza de rezar juntos como familia en la escuela de la Sagrada Familia de Nazaret. Y así llegar a ser realmente un solo corazón y una sola alma, una verdadera familia. Gracias.

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02 de 121 – Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI:La luz de la Navidad

02 DE 121 – CATEQUESIS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI: LA LUZ DE LA NAVIDAD

AUDIENCIA GENERAL DEL 21 DE DICIEMBRE DE 2005

LA LUZ DE LA NAVIDAD

Esta audiencia general se celebra en el clima de alegre y ferviente espera de las festividades navideñas, ya inminentes. Durante estos días repetimos en la oración “¡Ven, Señor Jesús!”, disponiendo nuestro corazón para gustar la alegría del nacimiento del Redentor. De modo especial en esta última semana de Adviento la liturgia acompaña y sostiene nuestro camino interior con repetidas invitaciones a acoger al Salvador, reconociéndolo en el humilde Niño que yace en un pesebre.

Este es el misterio de la Navidad, que tantos símbolos nos ayudan a comprender mejor. Entre esos símbolos se encuentra el de la luz, que es uno de los más ricos en significado espiritual. Sobre él quiero reflexionar brevemente.

La fiesta de la Navidad, en nuestro hemisferio, coincide con los días del año en que el sol termina su parábola descendente y comienza a alargar gradualmente  el  tiempo de luz diurna, según la recurrente sucesión de las estaciones. Esto nos ayuda a comprender mejor  el  tema de la luz, que vence a las tinieblas.

Este símbolo evoca una realidad que afecta a lo más íntimo del hombre:  me refiero a la luz del bien que vence al mal, del amor que supera al odio, de la vida que derrota a la muerte. En esta luz interior, en la luz divina, nos hace pensar la Navidad, que vuelve a proponernos el anuncio de la victoria definitiva del amor de Dios sobre el pecado y sobre la muerte.

Por este motivo, en la novena de la santa Navidad que estamos haciendo, son  numerosas y significativas las alusiones  a la luz. Nos lo recuerda también la antífona que se ha cantado al inicio  de  este encuentro. Al Salvador esperado por las naciones se le aclama como “Astro naciente”, la estrella que indica el camino y guía a los hombres, caminantes en medio de la oscuridad y los peligros del mundo, hacia la salvación prometida por Dios y realizada en Jesucristo.

Al prepararnos para celebrar con alegría el nacimiento del Salvador en nuestras familias y en nuestras comunidades eclesiales, mientras cierta cultura moderna y consumista tiende a suprimir los símbolos cristianos de la celebración de la Navidad, todos debemos esforzarnos por captar el valor de las tradiciones navideñas, que forman parte del patrimonio de nuestra fe y de nuestra cultura, para transmitirlas a las nuevas generaciones.

En particular, al ver las calles y las plazas de las ciudades adornadas con luces brillantes, recordemos que estas luces nos remiten a otra luz, invisible para los ojos, pero no para el corazón.
Mientras las admiramos, mientras encendemos las velas en las iglesias o la iluminación del belén y del árbol de Navidad en nuestras casas, nuestra alma debe abrirse a la verdadera luz espiritual traída a todos los hombres de buena voluntad. El Dios con nosotros, nacido en Belén de la Virgen María, es la Estrella de nuestra vida.

Natividad del Señor Murillo krouillong comunion en la mano sacrilegio“¡Oh Astro naciente, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte!” (Antífona del Magníficat). Haciendo nuestra esta invocación de la liturgia de hoy, pidamos al Señor que apresure su venida gloriosa entre nosotros, entre todos los que sufren, porque sólo él puede satisfacer las auténticas expectativas del corazón humano. Este Astro luminoso que no tiene ocaso nos comunique la fuerza para seguir siempre el camino de la verdad, de la justicia y del amor.

Vivamos intensamente, junto con María, la Virgen del silencio y de la escucha, estos últimos días que faltan para la Navidad. Ella, que fue totalmente envuelta por la luz del Espíritu Santo, nos ayude a comprender y a vivir en plenitud el misterio de la Navidad de Cristo.

Con estos sentimientos, a la vez que os exhorto a mantener vivo el asombro interior en la ferviente espera de la celebración ya próxima del nacimiento del Salvador, me complace expresar ya desde ahora mis más cordiales deseos de una santa y feliz Navidad a todos vosotros, aquí presentes, a vuestros familiares, a vuestras comunidades y a vuestros seres queridos.

¡Feliz Navidad a todos!

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44 de 131 – Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI: Audiencia General del 23 de Diciembre de 2009

44 DE 131 – CATEQUESIS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI: AUDIENCIA GENERAL DEL 23 DE DICIEMBRE DE 2009

AUDIENCIA GENERAL DEL 23 DE DICIEMBRE DE 2009

Queridos hermanos y hermanas:

Con la Novena de Navidad que estamos celebrando en estos días, la Iglesia nos invita a vivir de modo intenso y profundo la preparación al Nacimiento del Salvador, ya inminente. El deseo, que todos llevamos en el corazón, es que la próxima fiesta de la Navidad nos dé, en medio de la actividad frenética de nuestros días, una serena y profunda alegría para que nos haga tocar con la mano la bondad de nuestro Dios y nos infunda nuevo valor.

Para comprender mejor el significado de la Navidad del Señor quisiera hacer una breve referencia al origen histórico de esta solemnidad. De hecho, el Año litúrgico de la Iglesia no se desarrolló inicialmente partiendo del nacimiento de Cristo, sino de la fe en su resurrección. Por eso la fiesta más antigua de la cristiandad no es la Navidad, sino la Pascua; la resurrección de Cristo funda la fe cristiana, está en la base del anuncio del Evangelio y hace nacer a la Iglesia. Por lo tanto, ser cristianos significa vivir de modo pascual, implicándonos en el dinamismo originado por el Bautismo, que lleva a morir al pecado para vivir con Dios (cf. Rm6,4).

El primero que afirmó con claridad que Jesús nació el 25 de diciembre fue Hipólito de Roma, en su comentario al libro del profeta Daniel, escrito alrededor del año 204. Algún exegeta observa, además, que ese día se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo de Jerusalén, instituida por Judas Macabeo en el 164 antes de Cristo. La coincidencia de fechas significaría entonces que con Jesús, aparecido como luz de Dios en la noche, se realiza verdaderamente la consagración del templo, el Adviento de Dios a esta tierra.

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En la cristiandad la fiesta de Navidad asumió una forma definida en el siglo IV, cuando tomó el lugar de la fiesta romana del “Sol invictus“, el sol invencible; así se puso de relieve que el nacimiento de Cristo es la victoria de la verdadera luz sobre las tinieblas del mal y del pecado. Con todo, el particular e intenso clima espiritual que rodea la Navidad se desarrolló en la Edad Media, gracias a san Francisco de Asís, que estaba profundamente enamorado del hombre Jesús, del Dios-con-nosotros. Su primer biógrafo, Tomás de Celano, en la Vita seconda narra que san Francisco “por encima de las demás solemnidades, celebraba con inefable premura el Nacimiento del Niño Jesús, y llamaba fiesta de las fiestas al día en que Dios, hecho un niño pequeño, había sido amamantado por un seno humano” (Fonti Francescane, n. 199, p. 492). De esta particular devoción al misterio de la Encarnación se originó la famosa celebración de la Navidad en Greccio. Probablemente, para ella san Francisco se inspiró durante su peregrinación a Tierra Santa y en el pesebre de Santa María la Mayor en Roma. Lo que animaba al Poverello de Asís era el deseo de experimentar de forma concreta, viva y actual la humilde grandeza del acontecimiento del nacimiento del Niño Jesús y de comunicar su alegría a todos.

En la primera biografía, Tomás de Celano habla de la noche del belén de Greccio de una forma viva y conmovedora, dando una contribución decisiva a la difusión de la tradición navideña más hermosa, la del belén. La noche de Greccio devolvió a la cristiandad la intensidad y la belleza de la fiesta de la Navidad y educó al pueblo de Dios a captar su mensaje más auténtico, su calor particular, y a amar y adorar la humanidad de Cristo. Este particular enfoque de la Navidad ofreció a la fe cristiana una nueva dimensión. La Pascua había concentrado la atención sobre el poder de Dios que vence a la muerte, inaugura una nueva vida y enseña a esperar en el mundo futuro. Con san Francisco y su belén se ponían de relieve el amor inerme de Dios, su humildad y su benignidad, que en la Encarnación del Verbo se manifiesta a los hombres para enseñar un modo nuevo de vivir y de amar.

Celano narra que, en aquella noche de Navidad, le fue concedida a san Francisco la gracia de una visión maravillosa. Vio que en el pesebre yacía inmóvil un niño pequeño, que se despertó del sueño precisamente por la cercanía de san Francisco. Y añade: “Esta visión coincidía con los hechos, pues, por obra de su gracia que actuaba por medio de su santo siervo Francisco, el niño Jesús fue resucitado en el corazón de muchos que le habían olvidado, y quedó profundamente grabado en su memoria amorosa” (Vita prima,op. cit., n. 86, p. 307). Este cuadro describe con gran precisión todo lo que la fe viva y el amor de san Francisco a la humanidad de Cristo han transmitido a la fiesta cristiana de la Navidad: el descubrimiento de que Dios se revela en los tiernos miembros del Niño Jesús. Gracias a san Francisco, el pueblo cristiano ha podido percibir que en Navidad Dios ha llegado a ser verdaderamente el “Emmanuel”, el Dios-con-nosotros, del que no nos separa ninguna barrera ni lejanía. En ese Niño, Dios se ha hecho tan próximo a cada uno de nosotros, tan cercano, que podemos tratarle de tú y mantener con él una relación confiada de profundo afecto, como lo hacemos con un recién nacido.

En ese Niño se manifiesta el Dios-Amor: Dios viene sin armas, sin la fuerza, porque no pretende conquistar, por decir así, desde fuera, sino que quiere más bien ser acogido libremente por el hombre; Dios se hace Niño inerme para vencer la soberbia, la violencia, el afán de poseer del hombre. En Jesús, Dios asumió esta condición pobre y conmovedora para vencer con el amor y llevarnos a nuestra verdadera identidad. No debemos olvidar que el título más grande de Jesucristo es precisamente el de “Hijo”, Hijo de Dios; la dignidad divina se indica con un término que prolonga la referencia a la humilde condición del pesebre de Belén, aunque corresponda de manera única a su divinidad, que es la divinidad del “Hijo”.

Su condición de Niño nos indica además cómo podemos encontrar a Dios y gozar de su presencia. A la luz de la Navidad podemos comprender las palabras de Jesús: “Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18, 3). Quien no ha entendido el misterio de la Navidad, no ha entendido el elemento decisivo de la existencia cristiana. Quien no acoge a Jesús con corazón de niño, no puede entrar en el reino de los cielos; esto es lo que san Francisco quiso recordar a la cristiandad de su tiempo y de todos los tiempos, hasta hoy. Oremos al Padre para que conceda a nuestro corazón la sencillez que reconoce en el Niño al Señor, precisamente como hizo san Francisco en Greccio. Así pues, también a nosotros nos podría suceder lo que Tomás de Celano, refiriéndose a la experiencia de los pastores en la Noche Santa (cf. Lc 2, 20), narra a propósito de quienes estuvieron presentes en el acontecimiento de Greccio: “Cada uno volvió a su casa lleno de inefable alegría” (Vita prima, op. cit., n. 86, p. 479).

Este es el deseo que os expreso con afecto a todos vosotros, a vuestras familias y a vuestros seres queridos. ¡Feliz Navidad a todos!

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01 de 131 – Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI: La Santa Navidad, Fiesta Universal

01 de 131 – CATEQUESIS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI: LA SANTA NAVIDAD, FIESTA UNIVERSAL

AUDIENCIA GENERAL DEL 17 DE DICIEMBRE DE 2008

LA SANTA NAVIDAD, FIESTA UNIVERSAL

Queridos hermanos y hermanas:

Comenzamos precisamente hoy los días del Adviento que nos preparan inmediatamente para el Nacimiento del Señor: estamos en la Novena de Navidad, que en muchas comunidades cristianas se celebra con liturgias ricas en texto bíblicos, todos ellos orientados a alimentar la espera del nacimiento del Salvador. En efecto, toda la Iglesia concentra su mirada de fe en esta fiesta, ya cercana, disponiéndose, como cada año, a unirse al canto alegre de los ángeles, que en el corazón de la noche anunciarán a los pastores el extraordinario acontecimiento del nacimiento del Redentor, invitándolos a dirigirse a la cueva de Belén. Allí yace el Emmanuel, el Creador que se ha hecho criatura, envuelto en pañales y acostado en un pobre pesebre (cf. Lc 2, 12-14).

La Navidad, por el clima que la caracteriza, es una fiesta universal. De hecho, incluso quien se dice no creyente puede percibir en esta celebración cristiana anual algo extraordinario y trascendente, algo íntimo que habla al corazón. Es la fiesta que canta el don de la vida. El nacimiento de un niño debería ser siempre un acontecimiento que trae alegría: el abrazo de un recién nacido suscita normalmente sentimientos de atención y de solicitud, de conmoción y de ternura.

La Navidad es el encuentro con un recién nacido que llora en una cueva miserable. Contemplándolo en el pesebre, ¿cómo no pensar en tantos niños que también hoy, en muchas regiones del mundo, nacen en una gran pobreza? ¿Cómo no pensar en los recién nacidos que no son acogidos sino rechazados, en los que no logran sobrevivir por falta de cuidados y atenciones? ¿Cómo no pensar también en las familias que quisieran tener la alegría de un hijo y no ven cumplida esta esperanza? Por desgracia, por el impulso de un consumismo hedonista, la Navidad corre el riesgo de perder su significado espiritual para reducirse a una mera ocasión comercial de compras e intercambio de regalos.

Sin embargo, en realidad, las dificultades, las incertidumbres y la misma crisis económica que en estos meses están viviendo tantas familias, y que afecta a toda la humanidad, pueden ser un estímulo para volver a descubrir el calor de la sencillez, la amistad y la solidaridad, valores típicos de la Navidad. Así, sin las incrustaciones consumistas y materialistas, la Navidad puede convertirse en una ocasión para acoger, como regalo personal, el mensaje de esperanza que brota del misterio del nacimiento de Cristo.

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Todo esto, sin embargo, no basta para captar en su plenitud el valor de la fiesta a la que nos estamos preparando. Nosotros sabemos que en ella se celebra el acontecimiento central de la historia: la Encarnación del Verbo divino para la redención de la humanidad. San León Magno, en una de sus numerosas homilías navideñas, exclama: «Exultemos en el Señor, queridos hermanos, y abramos nuestro corazón a la alegría más pura. Porque ha amanecido el día que para nosotros significa la nueva redención, la antigua preparación, la felicidad eterna. Así, en el ciclo anual, se renueva para nosotros el elevado misterio de nuestra salvación, que, prometido al principio y realizado al final de los tiempos, está destinado a durar sin fin» (Homilía XXII). San Pablo comenta muchas veces esta verdad fundamental en sus cartas. Por ejemplo, a los Gálatas escribe: «Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley (…) para que recibiéramos la filiación adoptiva» (Ga 4, 4-5). En la carta a los Romanos pone de manifiesto las lógicas y exigentes consecuencias de este acontecimiento salvador: «Si somos hijos (de Dios), también somos herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados» (Rm 8, 17). Pero es sobre todo san Juan, en el Prólogo del cuarto Evangelio, quien medita profundamente en el misterio de la Encarnación. Y por eso desde los tiempos más antiguos el Prólogo forma parte de la liturgia de la Navidad. En efecto, en él se encuentra la expresión más auténtica y la síntesis más profunda de esta fiesta y del fundamento de su alegría. San Juan escribe: «Et Verbum caro factum est et habitavit in nobis», «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1, 14).

Así pues, en Navidad no nos limitamos a conmemorar el nacimiento de un gran personaje; no celebramos simplemente y en abstracto el misterio del nacimiento del hombre o en general el misterio de la vida; tampoco celebramos sólo el inicio de la nueva estación. En Navidad recordamos algo muy concreto e importante para los hombres, algo esencial para la fe cristiana, una verdad que san Juan resume en estas pocas palabras: «El Verbo se hizo carne».

Se trata de un acontecimiento histórico que el evangelista san Lucas se preocupa de situar en un contexto muy determinado: en los días en que César Augusto emanó el decreto para el primer censo, cuando Quirino era ya gobernador de Siria (cf. Lc 2, 1-7). Por tanto, en una noche fechada históricamente se verificó el acontecimiento de salvación que Israel esperaba desde hacía siglos. En la oscuridad de la noche de Belén se encendió realmente una gran luz: el Creador del universo se encarnó uniéndose indisolublemente a la naturaleza humana, siendo realmente «Dios de Dios, luz de luz» y al mismo tiempo hombre, verdadero hombre.

Aquel a quien san Juan llama en griego “ho Logos” —traducido en latín «Verbum» y en español «el Verbo» — significa también «el Sentido». Por tanto, la expresión de san Juan se puede entender así: el «Sentido eterno» del mundo se ha hecho perceptible a nuestros sentidos y a nuestra inteligencia: ahora podemos tocarlo y contemplarlo (cf. I Jn 1, 1). El «Sentido» que se ha hecho carne no es simplemente una idea general inscrita en el mundo; es una «Palabra» dirigida a nosotros. El Logos nos conoce, nos llama, nos guía. No es una ley universal, en la que nosotros desarrollamos algún papel; es una Persona que se interesa por cada persona: es el Hijo del Dios vivo, que se ha hecho hombre en Belén.

A muchos hombres, y de algún modo a todos nosotros, esto parece demasiado hermoso para ser cierto. En efecto, aquí se nos reafirma: sí, existe un sentido, y el sentido no es una protesta impotente contra lo absurdo. El Sentido tiene poder: es Dios. Un Dios bueno, que no se confunde con un poder excelso y lejano, al que nunca se podría llegar, sino un Dios que se ha hecho nuestro prójimo, muy cercano a nosotros, que tiene tiempo para cada uno de nosotros y que ha venido a quedarse con nosotros.

Entonces surge espontáneamente la pregunta: «¿Cómo es posible algo semejante? ¿Es digno de Dios hacerse niño?». Para intentar abrir el corazón a esta verdad que ilumina toda la existencia humana, es necesario plegar la mente y reconocer la limitación de nuestra inteligencia. En la cueva de Belén Dios se nos muestra «niño» humilde para vencer nuestra soberbia. Tal vez nos habríamos rendido más fácilmente frente al poder, frente a la sabiduría; pero él no quiere nuestra rendición; más bien apela a nuestro corazón y a nuestra decisión libre de aceptar su amor. Se ha hecho pequeño para liberarnos de la pretensión humana de grandeza que brota de la soberbia; se ha encarnado libremente para hacernos a nosotros verdaderamente libres, libres de amarlo.

Queridos hermanos y hermanas, la Navidad es una oportunidad privilegiada para meditar en el sentido y en el valor de nuestra existencia. La proximidad de esta solemnidad nos ayuda a reflexionar, por una parte, en el dramatismo de la historia en la que los hombres, heridos por el pecado, buscan permanentemente la felicidad y el sentido pleno de la vida y de la muerte; y, por otra, nos exhorta a meditar en la bondad misericordiosa de Dios, que ha salido al encuentro del hombre para comunicarle directamente la Verdad que salva y para hacerlo partícipe de su amistad y de su vida.

Preparémonos, por tanto, para la Navidad con humildad y sencillez, disponiéndonos a recibir el don de la luz, la alegría y la paz que irradian de este misterio. Acojamos el Nacimiento de Cristo como un acontecimiento capaz de renovar hoy nuestra vida. Que el encuentro con el Niño Jesús nos haga personas que no piensen sólo en sí mismas, sino que se abran a las expectativas y necesidades de los hermanos. De esta forma nos convertiremos también nosotros en testigos de la luz que la Navidad irradia sobre la humanidad del tercer milenio.

Pidamos a María santísima, tabernáculo del Verbo encarnado, y a san José, testigo silencioso de los acontecimientos de la salvación, que nos comuniquen los sentimientos que ellos tenían mientras esperaban el nacimiento de Jesús, de modo que podamos prepararnos para celebrar santamente la próxima Navidad, en el gozo de la fe y animados por el compromiso de una conversión sincera.

¡Feliz Navidad a todos!

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los alumnos del instituto “Ángel de Saavedra” de Córdoba, y a los demás grupos venidos de España, México y otros países latinoamericanos. Pidamos a la Virgen María y a san José que nos ayuden a prepararnos a la celebración de la Navidad con el gozo de la fe y que el encuentro con el Niño Jesús nos haga personas abiertas a las necesidades de los hermanos. ¡Feliz Navidad!.

(En polaco)

En la solemnidad de la Navidad vivimos de nuevo el misterio del amor infinito de Dios. También nosotros participamos de la alegría de María y José, del asombro de los pastores y de la paz de los hombres de buena voluntad. Todas las preocupaciones dan paso a la esperanza. Os deseo a vosotros y a vuestros seres queridos esta esperanza, alegría y paz, con las cuales llega el Niño recién nacido. ¡Que Dios os bendiga!.

(En eslovaco)

En este tiempo de gracia de Adviento pidamos al Espíritu Santo que nos transforme en testigos del amor de Dios y portadores de paz. Cordialmente os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos.

(En italiano)

Deseo saludar finalmente a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridos amigos, os doy las gracias por vuestra participación en este encuentro. Dentro de pocos días será Navidad e imagino que en vuestra casa ya se está preparando el belén, que constituye una representación muy sugestiva del misterio del Nacimiento de Cristo. Ojalá que un elemento tan importante no sólo de nuestra fe, sino también de la cultura y del arte cristiano, siga formando parte de esta gran solemnidad: en el fondo, es un modo sencillo y elocuente de recordar a Jesús que, haciéndose hombre, vino “a habitar entre nosotros”. Con el belén realmente habita con nosotros. Gracias a todos y una vez más ¡feliz Navidad!

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31 Preguntas sobre la infancia de Jesús, 31 respuestas de Benedicto XVI

31 Preguntas sobre la infancia de Jesús, 31 respuestas de Benedicto XVI

31 Preguntas y respuestas sobre la infancia de Jesús de Nazaret extraídas del libro de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús.
El texto de las respuestas está sacado literalmente del original.
Las preguntas son de BENEDICTO XVI WORDPRESS.COM

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1. ¿Cuál es el objetivo del libro sobre la infancia de Jesús que ha escrito Benedicto XVI?

“Espero que, a pesar de sus límites, este pequeño libro pueda ayudar a muchas personas en su camino hacia Jesús y con él”

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 8.

SOBRE JESÚS Y SU MISIÓN

2. ¿De dónde viene Jesús?

“El misterio del “de dónde”, del doble origen, se nos presenta de manera muy concreta: su origen se puede constatar, y sin embargo, es un misterio. Sólo Dios es su “Padre” en sentido propio. La genealogía de los hombres tiene su importancia para la historia del mundo. Y, a pesar de ello, al final es en María, la humilde virgen de Nazaret, donde se produce un nuevo inicio, comienza un nuevo modo de ser persona humana”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 15.

3. ¿Por qué el nombre de Jesús?

“El nombre de Jesús (Jeshua) significa YHWH es salvación. El mensajero de Dios que habla a José en sueños aclara en qué consiste esta salvación: ‘Él salvará a su pueblo de los pecados’. Con esto se asigna al niño un alto cometido teológico, pues sólo Dios mismo puede perdonar los pecados”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Páginas 48-49.

4. ¿Por qué Dios, siendo amor, es signo de contradicción?

“Dios es amor. Pero también se puede odiar el amor cuando éste exige salir de uno mismo para ir más allá. El amor no es una romántica sensación de bienestar. Redención no es wellness, un baño en la autocomplacencia, sino una liberación del estar oprimidos en el propio yo. Esta liberación tiene el precio del sufrimiento de la cruz”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Páginas 92-93.

5. ¿Cómo es el reino del Hijo de Dios? ¿Qué relación tiene con los reinos de los poderosos del mundo?

“sigue siendo verdadera (…) la palabra que Jesús dijo a Pilato: ‘Mi reino no es de aquí’ (Jn 18,36). A veces, en el curso de la historia, los poderosos de este mundo quieren apropiarse de él, pero precisamente entonces es cuando peligra: quieren conectar su poder con el poder de Jesús, y justamente así deforman su reino, lo amenazan. O bien queda sometido a la persecución persistente de los dominadores, que no toleran ningún otro reino y desean eliminar al rey sin poder, pero cuya fuerza misteriosa temen.

Pero ‘su reino no tendrá fin’: este reino diferente no está construido sobre un poder mundano, sino que se funda únicamente en la fe y el amor”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 39.

6. ¿Por qué la salvación de Jesús consiste en el perdón de los pecados?

“El hombre es un ser relacional. Si se trastoca la primera y fundamental relación del hombre –la relación con Dios- entonces ya no queda nada más que pueda estar verdaderamente en orden. De esta prioridad se trata en el mensaje y el obrar de Jesús. Él quiere en primer lugar llamar la atención del hombre sobre el núcleo de su mal y hacerle comprender: Si no eres curado en esto, no obstante todas las cosas buenas que puedas encontrar, no estarás verdaderamente curado”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 50.

7. ¿Qué libertad tiene Jesús con respecto a la Ley?

“La libertad de Jesús no es la libertad del liberal. Es la libertad del Hijo, y por ese motivo es también la libertad de quienes son verdaderamente piadosos. Como Hijo, Jesús trae una nueva libertad, pero no la de alguien que no tiene compromiso alguno, sino la libertad de quien está totalmente unido a la voluntad del Padre y que ayuda a los hombres a alcanzar la libertad de la unión interior con Dios”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Páginas 125-126.

8. ¿Qué diferencia hay entre la paz del emperador Augusto y la paz de Cristo?

“El reino anunciado por Jesús, el reino de Dios, es de carácter diferente. No se refiere sólo a la cuenca mediterránea y tampoco únicamente a una determinada época. Concierne al hombre en la profundidad de su ser; lo abre hacia el verdadero Dios. La paz de Jesús es una paz que el mundo no puede dar. Aquí se trata en definitiva de una cuestión sobre el significado de redención, liberación y salvación. Una cosa es obvia: Augusto pertenece al pasado; Jesucristo en cambio es el presente y es el futuro: ‘el mismo ayer y hoy y siempre’.”

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 85.

LAS GENEALOGÍAS DE JESÚS

9. ¿Cuál es el sentido de la genealogía de Jesús que describe San Mateo?

(…) “Se articula en tres grupos de catorce generaciones: primero, ascendiendo desde Abraham hasta David; descendiendo después desde Salomón hasta el exilio en Babilonia, para ir subiendo de nuevo hasta Jesús, donde la promesa llega a su cumplimiento final. Muestra al rey que durará por siempre, aunque del todo diverso al que cabría pensar basándose en el modelo de David.

Esta articulación resulta aún más clara si se tiene en cuenta que las letras hebreas que componen el nombre de David dan el valor numérico de 14 y, por tanto, también a partir del simbolismo de los números, David, su nombre y su promesa, marcan la vía desde Abraham hasta Jesús. Apoyándose en esto, podría decirse que la genealogía, con sus tres grupos de catorce generaciones, es un verdadero evangelio de Cristo Rey: toda la historia tiene la vista puesta en él, cuyo trono perdurará para siempre”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Páginas 13-14.

10. ¿Cuál es la estructura simbólica de la genealogía que describe el evangelio de San Lucas?

“la genealogía contiene once veces siete elementos. Tal vez Lucas conocía el esquema apocalíptico que articula la historia universal en doce períodos y, al final, está compuesto por once veces siete generaciones. De este modo, estaríamos ante una insinuación muy discreta de que, con Jesús, ha llegado “la plenitud de los tiempos”; de que con él comienza la hora decisiva de la historia universal: él es el nuevo Adán, que una vez más viene “de Dios”; pero ahora de una manera más radical que el primero pues no existe solamente gracias a un soplo de Dios, sino que es verdaderamente su “Hijo”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 17.

11. ¿Por qué no coinciden las genealogías que describen los evangelistas San Mateo y San Lucas?

“Para los dos evangelistas no cuentan tanto los nombres de cada uno como la estructura simbólica en la cual aparece la posición de Jesús en la historia: su ser entrelazado en las vías históricas de la promesa y el nuevo comienzo que, paradójicamente, junto con la continuidad de la actuación histórica, caracteriza el origen de Jesús”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 16

12. ¿Qué papel tiene San José en la genealogía de Jesús?

“José es el padre legal de Jesús. Por él pertenece según la Ley, “legalmente”, a la estirpe de David. Y, sin embargo, [Jesús] proviene de otra parte, de “allá arriba”, de Dios mismo”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 15.

HISTORICIDAD DE LAS NARRACIONES

13. ¿Son ciertas las narraciones de la infancia de Jesús de San Mateo y San Lucas?

“Lo que Mateo y Lucas pretendían –cada uno a su propia manera- no era tanto contar ‘historias’ como escribir historia, historia real, acontecida, historia ciertamente interpretada y comprendida sobre la base de la palabra de Dios. Esto quiere decir también que su intención no era narrar todo por completo, sino tomar nota de aquello que parecía importante a la luz de la Palabra y para la naciente comunidad de fe. Los relatos de la infancia son historia interpretada y, a partir de la interpretación, escrita y concentrada”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 24.

14. El nacimiento virginal de Jesús, ¿es un mito o una verdad histórica?

“Quien lea los relatos bíblicos y los confronte con tradiciones afines (…) verá de inmediato la profunda diferencia. No sólo la comparación con las ideas egipcias (…) sino también la ilusión de la esperanza que encontramos en Virgilio nos traslada a mundos de carácter muy diferente. En Mateo y Lucas no encontramos nada de una alteración cósmica, nada de contactos físicos entre Dios y los hombres: se nos relata una historia muy humilde y, sin embargo, precisamente por ello de una grandeza impresionante”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Páginas 61-62.

15. ¿Podemos determinar el tiempo histórico en el que nació Jesús?

“Jesús ha nacido en una época que se puede determinar con precisión. Al comienzo de la actividad pública de Jesús, San Lucas ofrece una vez más una datación detallada y cuidadosa de aquel momento histórico: es el decimoquinto año del imperio de Tiberio. Se menciona además al gobernador romano de aquel año y a los tetrarcas de Galilea, Iturea y Traconítide, así como también al de Abilene, y luego a los jefes de los sacerdotes.

Jesús no ha nacido y comparecido en público en un tiempo indeterminado, en la intemporalidad del mito”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 71.

16. ¿Sucedió la matanza de inocentes por parte de Herodes?

“Es cierto que no sabemos nada sobre este hecho por fuentes que no sean bíblicas, pero, teniendo en cuenta tantas crueldades cometidas por Herodes, eso no demuestra que no se hubiera producido el crimen”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 113.

ANUNCIACIÓN

17. ¿Por qué el ángel saluda a la Virgen María con un chaire, ‘Ave’, en lugar del acostumbrado ‘Shalom’ judío?

“En este punto, conviene comprender el verdadero significado del a palabra chaire: ¡Alégrate! Con este saludo del ángel –podríamos decir- comienza en sentido propio el Nuevo Testamento. (…) La alegría aparece en estos textos como el don propio del Espíritu Santo, como el verdadero don del Redentor”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Páginas 33-34.

18. ¿Qué relación tiene la alegría con el título “llena de gracia” que el Ángel aplica a María?

“En griego, las dos palabras, alegría y gracia (chará y cháris), se forman a partir de la misma raíz. Alegría y gracia van juntas”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 35.

19. La respuesta de la Virgen María al ángel, ¿qué denota sobre su forma de ser?

“María se muestra (…) como una mujer valerosa, que incluso ante lo inaudito mantiene el autocontrol. Al mismo tiempo, es presentada como una mujer de gran interioridad, que une el corazón y la razón y trata de entender el contexto, el conjunto del mensaje de Di9os. De este modo, se convierte en imagen de la Iglesia que reflexiona sobre la Palabra de Dios, trata de comprenderla en su totalidad y guarda el don en su memoria”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 40.

20. ¿Por qué la respuesta afirmativa de María al ángel es esencial?

“Tras la caída de nuestros primeros padres, todo el mundo queda oscurecido bajo el dominio de la muerte. Dios busca ahora una nueva entrada en el mundo. Llama a la puerta de María. Necesita la libertad humana. No puede redimir al hombre, creado libre, sin un ‘sí’ libre a su voluntad. Al crear la libertad, Dios se ha hecho en cierto modo dependiente del hombre. Su poder está vinculado al ‘sí’ no forzado de una persona humana”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 42.

DE LA NAVIDAD A LOS DOCE AÑOS

21. A José se le considera un “hombre justo” ¿Qué significa esta expresión?

“Justo (…) es un hombre que vive en intenso contacto con la Palabra de Dios; ‘que su gozo está en la ley del Señor’ (Salmo 1, 2). Es como un árbol que, plantado junto a los cauces de agua, da siempre fruto. La imagen de los cauces de agua de las que se nutre ha de entenderse naturalmente como la palabra viva de Dios, en la que el justo hunde las raíces de su existencia”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Páginas 45-46.

22. ¿Por qué San José y Santa María van a Belén?

“Un censo cuyo objeto era determinar y recaudar los impuestos es la razón por la cual San José, con Santa María, su esposa encinta, van de Nazaret a Belén”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 65

23. ¿Qué sugiere el hecho que no tuvieran sitio en la posada de Belén para acoger a María, encinta, y José?

“Ya desde su nacimiento, él [Jesús] no pertenece a ese ambiente que según el mundo es importante y poderoso. Y, sin embargo, precisamente este hombre irrelevante y sin poder se revela como el realmente Poderoso, como aquel de quien a fin de cuentas todo depende. Así pues, el ser cristiano implica salir del ámbito de lo que todos piensan y quieren, de los criterios dominantes, para entrar en la luz de la verdad sobre nuestro ser y, con esta luz, llegar a la vía justa”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Páginas 73-74.

24. ¿Se puede afirmar que Jesús nació en una gruta?

“En la región en torno a Belén se usan desde siempre grutas como establo (…). Ya en Justino mártir y en Orígenes encontramos la tradición según la cual el lugar del nacimiento de Jesús había sido una gruta, que los cristianos situaban en Palestina. El hecho de que, tras la expulsión de los judíos de Tierra Santa en el siglo II, Roma transformara la gruta en un lugar de culto a Tammuz-Adonis, queriendo evidentemente borrar con ello la memoria cultural de los cristianos, confirma la antigüedad de dicho lugar de culto, y muestra también la importancia que Roma le reconocía”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 74.

25. ¿Nació Jesús entre un buey y una mula?

“el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: ‘el buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende’.”

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 76.

26. ¿Quiénes eran los Magos que van a adorar al Niño?

“Aunque no pertenecían exactamente a la clase sacerdotal persa, tenían sin embargo un conocimiento religioso y filosófico que se había desarrollado y aún persistía en aquellos ambientes. (…). Tal vez fueran astrónomos, pero no a todos los que eran capaces de calcular la conjunción de los planetas, y la veían, les vino la idea de que un rey en Judá, que tenía importancia también para ellos. (…) Eran ‘sabios’; representaban el dinamismo inherente a las religiones de ir más allá de sí mismas; un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Páginas 100-101.

27. ¿Qué ve la tradición cuando describe a los Magos como tres reyes?

[Los ve] “como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa. El rey de color aparece siempre: en el reino de Jesucristo no hay distinción por la raza o el origen. En él y por él, la humanidad está unida sin perder la riqueza de la variedad. Más tarde se ha relacionado a los tres reyes con las tres edades de la vida del hombre: la juventud, la edad madura y la vejez. También ésta es una idea razonable, que hace ver cómo las diferentes formas de la vida humana encuentran su respectivo significado y su unidad interior en la comunión con Jesús”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 102.

28. ¿Por qué dieron los Magos oro, incienso y mirra?

“La tradición de la Iglesia ha visto representados en los tres dones –con algunas variantes- tres aspectos del misterio de Cristo: el oro haría referencia a la realeza de Jesús, el incienso al Hijo de Dios y la mirra al misterio de su Pasión”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 112.

29. ¿Por qué san Mateo dice que a Jesús se le llamaría nazareno, de acuerdo con los profetas?

“Podemos suponer con buenas razones que Mateo haya oído resonar en el nombre de Nazaret la palabra profética del ‘retoño’ (nezer) y haya visto en la denominación de Jesús como Nazoreo una referencia al cumplimiento de la promesa, según la promesa, según la cual Dios daría un nuevo brote del tronco muerto de Isaías, sobre el cual se posaría el Espíritu de Dios.

Si a esto añadimos que, en la inscripción de la cruz, Jesús es denominado Nazoreo (ho Nazoraios), el título adquiere su pleno significado: lo que inicialmente debía indicar solamente su proveniencia, alude sin embargo al mismo tiempo a su naturaleza: él es el ‘retoño’, el que está totalmente consagrado a Dios, desde el seno materno hasta la muerte”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Páginas 122-123.

30. ¿Por qué tardan María y José tres días en encontrar a Jesús en el templo, tras haberlo perdido cuando tenía 12 años?

“Los tres días se pueden explicar de manera muy concreta: María y José habían marchado hacia el norte durante una jornada, habían necesitado otra jornada para volver atrás y, por fin, al tercer día encontraron a Jesús. Aunque los tres días son ciertamente una indicación temporal muy realista, es preciso sin embargo dar la razón a René Laurentin cuando nota aquí una callada referencia a los tres días entre la cruz y la Resurrección”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Páginas 127-128.

31. ¿Qué valor tienen las palabras de Jesús cuando María y José lo encuentran en el templo?

“Las palabras de Jesús son siempre más grandes que nuestra razón. Superan continuamente nuestra inteligencia. Es comprensible la tentación de reducirlas, manipularlas para ajustarlas a nuestra medida. Un aspecto de la exégesis es precisamente la humildad de respetar esta grandeza, que a menudo nos supera con sus exigencias, y de no reducir las palabras de Jesús preguntándonos sobre lo que ‘es capaz de hacer’. Él piensa que puede hacer grandes cosas. Creer es someterse a esta grandeza y crecer paso a paso hacia ella”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. Página 130.

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Natividad del Señor

Natividad del Señor
25 de Diciembre

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Este 25 de Diciembre celebramos la Natividad del Señor o Navidad como le conocemos todos que es el Nacimiento del Niño Jesús, Dios que se hace hombre para abrirle a los hombres las puertas del Cielo.

Para Dios, ¿Qué es la Navidad? Dios no tiene tiempo porque es Eterno pero viniendo al mundo entró en el tiempo y Jesús, que es Dios, sigue siendo Hombre en el Cielo y cada Navidad recuerda que es Su cumpleaños.

En esta Navidad Jesús va a mirar al mundo con un cariño inmenso y mirará el corazón de cada hombre, de cada mujer y de cada niño para ver cuánto amor hay ahí para El y para darte Su Amor, sanar las heridas y animar los buenos deseos que hay en ti para que se hagan realidad.

De todas las tarjetas de Navidad que vas a recibir el mensaje más importante para esta Navidad viene del Corazón de Jesús:
– Te invita a leer la Biblia (San Lucas 1. 5-80 y San Lucas 2. 1-20),
– A recordar que sin importar lo malo que hayas hecho El siempre te está buscando (porque el pecador no es condenado),
– A vivir con alegría todos los días, porque Dios abraza a quienes se hacen como niños y viven con la sencillez propia de quienes se sienten muy amados.

¡ FELIZ NAVIDAD ! ¡ NAVIDAD ES JESUS !
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