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¿Debe un Católico celebrar a Lutero?

¿DEBE UN CATÓLICO CELEBRAR A MARTÍN LUTERO?

Mientras nos preparamos para que el Papa Franciso celebre el 31 octubre (del 2016) la conmemoración del Quinto Centenario de la Reforma Protestante, nos preguntamos: ¿Por qué un católico debe celebrar a Martin Lutero cuando toda su reforma se basó en odio a la fe católica?

Lutero Ataca al Papado

El foco central de la revuelta de Lutero de 1517 fue un ataque a gran escala al Papado establecida por Cristo. Lutero no se opuso a las políticas de uno u otro Papa, que es algo que varios santos han hecho. En cambio, los delirios de Lutero se dieron contra la misma Santa Sede en su libro “Contra el papado romano: una institución del diablo”.

También denunció al papado cuando el Papa León X condenó su doctrina en 1520 con Bull Exurge Domine . Lutero respondió: “Yo sostengo que el autor de esta Bula es el Anticristo: Maldigo como una blasfemia contra el Hijo de Dios … Confío en que cada persona que acepta esta Bula va a sufrir los tormentos del infierno … ¿dónde están los emperadores, reyes y príncipes de la tierra que toleran la voz infernal del Anticristo? León X y ustedes, cardenales romanos, Yo les digo en sus caras … renuncien a su blasfemia satánica contra Jesucristo”. 1

Lutero pasó a quemar la bula papal y presumir de ello al día siguiente: “Ayer he quemado la obra diabólica del Papa, y me gustaría que fuera el Papa, es decir, la sede papal que hubiera sido consumida. Si no se separan de Roma, no hay salvación para sus almas.” 2

Lutero Ataca la Santa Misa

Sobre el Santo Sacrificio de la Misa, la acción más sagrada de la Iglesia, Lutero se duchó en su desprecio vulgar.

Dijo que ningún pecado de inmoralidad, o mejor dicho, incluso de “homicidio, el robo, el asesinato y el adulterio es tan perjudicial como esta abominación de la misa papal.”  Además gruñó que más adelante tendría “que conservar una obscena casa o ser un ladrón que tendría que blasfemar y traducir a Cristo por quince años diciendo las misas. 3

En su panfleto “la abrogación de la misa”, pretendía destruir la Santa Misa, Lutero escribió:

“Estoy convencido de que por estos tres argumentos [que había hecho anteriormente] cada conciencia piadosa será persuadida de que este sacerdote de la misa y el papado no son más que una obra de satanás, y será lo suficientemente advertida contra la imaginación de que por estos sacerdotes nada piadoso o bueno se efectúa. Ahora todos sabrán que con estas misas de sacrificio se han probado como perjudiciales para el testamento de Nuestro Señor y que, por tanto, no hay nada en todo el mundo que ha de ser odiado y detestado tanto como los espectáculos hipócritas de estos sacerdotes, sus misas, su culto, su piedad, su religión. Es mejor ser un alcahuete público o ladrón como uno de estos sacerdotes”. 4

El gran San Juan Fisher, que vivió en la época de Lutero, expresa su horror por la impiedad de Lutero: “Dios mío”, escribió, “¿Cómo puede uno estar tranquilo cuando uno oye tales mentiras blasfemas pronunciadas en contra de los misterios de Cristo? ¿Cómo puede uno sin resentimiento escuchar tales insultos escandalosos lanzados contra los sacerdotes de Dios? ¿Quién puede leer tales blasfemias sin llorar de pura pena si todavía conserva en su corazón, incluso la más pequeña chispa de piedad cristiana?” 5

Perversión de las Sagradas Escrituras

Un principio clave de la reforma de Lutero es la creencia en la “sola Esritura”. En el sistema de Lutero, no hay Iglesia encargada con autoridad divina para enseñar en el nombre de Cristo, pero está solo la Biblia como la única fuente de la revelación divina. Lutero enseñó esto a pesar del hecho de que el principio de la “sola Esritura” no se encuentra en ninguna parte de la Biblia – promoviendo así un principio que no es bíblico.

Al mismo tiempo, Lutero manifiesta su desprecio por las Sagradas Escrituras mediante la alteración de textos para adaptarlos a sus propias ideas. Lutero rechazó las buenas obras como un medio para la salvación. Tuvo la audacia de cambiar el verso 28 del Capítulo III de la Carta de San Pablo a los Romanos para leer, “Sostenemos que el hombre es justificado sin las obras de la ley de la fe sola .” Lutero añadió la palabra “solo” al texto sagrado para reforzar su propio punto de vista herético. Para cualquier seguidor que se opuso a la perversión del texto, Lutero tronó: “Y si a algún papista le molesta la palabra “solo” le dicen en seguida: el Dr. Martin Lutero lo quiere así: papista y el culo son una y la misma cosa.” 6

Como es obvio, el orgullo era uno de las fallas principales de Lutero. Haciendo gala de la infalibilidad y superioridad de su propia enseñanza, Lutero ladró: “El que enseña de manera diferente que yo, a pesar de que sea un ángel del cielo, sea anatema.” Y más adelante: “Yo sé que soy más culto de todas las universidades … “ 7

Lutero pasó a rechazar varios libros de la Biblia que encontró insatisfactorios.Denunció la Epístola de Santiago como “una epístola de paja.” “Yo no tengo que”, dijo, “sostener sus escritos ni puedo colocarlo entre los libros primordiales.” Rechazó la Epístola de Santiago, ya que proclama la necesidad de las buenas obras, en contra de su herejía. Lutero también rechazó el libro del Apocalipsis: “Hay muchas cosas desagradables en este libro; en mi opinión, no lleva a ninguna marca de un carácter apostólico o profético … Todo el mundo puede formar su propio juicio de este libro; en cuanto a mí, siento aversión haia él, y para mí esto es motivo suficiente para rechazarla. “ 8

Lutero pasaría a negar la fuerza vinculante de la ley moral: “Debemos eliminar el Decálogo fuera de la vista y el corazón” 9 y aún más, “Si Moisés trata de intimidarlos con sus estúpidos Diez Mandamientos, diganle de inmediato: ‘Persigue tú mismo a los Judíos’.” 10

Lutero pervierte la Moralidad

Lutero, un sacerdote ordenado y consagrado como religioso agustinos, rompió su voto de celibato y se casó con una monja, también bajo el voto de celibato. Luteror animó a muchos otros sacerdotes y religiosos a romper sus votos y casarse. El enfoque de Lutero era en última instancia, una rendición a la sensualidad y la mundanalidad en un momento de relajamiento moral. Como explicó el profesor Thomas Neil, el atractivo de Lutero al clero de su época fue un éxito: “Les ofreció esposas y querían esposas. Él los retiró de los monasterios y los puso en la plaza pública, y ellos querían vivir en la sociedad mundana “. 11

El eminente converso David Goldstein escribió: “los escritos de Lutero en materia de sexo son lo opuesto de las cosas dignas. Sólo en los escritos socialistas de amor libre habíamos visto el elogio de ellos. Hay escritos lascivos de Lutero que le han ganado para él la distinción de”exponente clásico” de la “sensualidad saludable”.” 12

Demasiadas veces a través de los siglos, inmoralidades han deshonrado el ministerio cristiano, pero Lutero tiene la distinción poco envidiable de haber defendido pecados sexuales como ‘necesarios’.” 13

Y porque Lutero ha enseñado que el hombre es inherentemente corrupto, que sus pecados nunca son realmente perdonados sino que son simplemente cubiertos por la sangre de Cristo, con tal de que se haga un acto de “fe” en la salvación de Cristo, instó a su amigo Melanchton, “Sé un pecador y peca valientemente, pero cree más valientemente todavía.” 14

Qué contrario es esto a la verdadera doctrina católica que nos ordena no sólo evitar el pecado, sino evitar las ocasiones de pecado.

La crueldad de Lutero

Aunque Lutero hizo uso de los campesinos de su tiempo para popularizar su revuelta, que de manera inadvertida despertó a las clases pobres a una rebelión que llevaba mucho tiempo ulcerosa en sus corazones, Lutero puso entonces a los príncipes contra los campesinos. En una muestra de su crueldad inhumana, Lutero aconsejó a los príncipes que debido a que los campesinos “roban y deliran como perros enfurecidos … debían hacerlos añicos, estrangularlos y apuñalarlos, al igual que uno se ve obligado a matar a un perro rabioso.” 15

Ruptura con la Cristiandad

El Padre Thomas Scott Preston, en su obra “La Reforma protestante”, describen las consecuencias de la tesis de Lutero de que todo hombre es libre de interpretar las Escrituras a su antojo.

“En teoría,” escribe el Padre Preston, “el juicio privado destruye tanto el Credo y la posibilidad de la fe. No puede haber ningún Credo de que cada individuo es el creador de su propia fe. No puede haber unidad de la fe en todas las cuestiones de creencias son referidos al juicio individual. Un hombre es tan bueno como otro en la búsqueda de su propia fe y en la interpretación de la Escritura, la tradición, o la historia; y más que eso, este juicio privado no es simplemente su privilegio, sino su deber. Todos están obligados, incluso el ignorante y analfabeta, de decidir por sí mismos donde no hay autoridad divina y testimonio divino, y por lo tanto puede haber tantos credos como hay individuos.” 16

Incluso el escritor no católica Friedrich Paulsen ha observado con razón “la revolución es el término por el cual la reforma debe describirse … la obra de Lutero no fue Reforma, no “volvió a formar” la Iglesia existente por medio de sus propias instituciones, sino por la destrucción de la vieja forma, de hecho, la negación fundamental de cualquier Iglesia en absoluto.” 17

El resultado final fue el alejar a millones de almas de la única Iglesia verdadera establecida por Cristo, y la ruptura de la unidad de la cristiandad.

Como Monseñor Joseph Clifford Fenton, el teólogo americano eminente, observara, la supuesta Reforma de la Iglesia de Martin Lutero “consistía en un esfuerzo para que la gente abandonara la fe católica, y renunciara a su pertenencia a la única verdadera Iglesia militante del Nuevo Testamento, con el fin de seguir su enseñanza y entrase en su organización.” 18

A pesar de la postura ecuménica sentimental de eclesiásticos colocados altamente, no hay que tapar la arrogancia de Lutero y sus graves errores contra la Fe. De hecho, la presente colaboración ecuménica entre católicos y luteranos es, en palabras del Papa Pío XI, una “falsa unidad, bastante ajena a la única Iglesia de Cristo.” 19

Nada que Celebrar

Los errores de Martin Lutero – y del protestantismo que dio lugar – no podrían ser más contrario a las hermosas verdades católicas reiteradas por Nuestra Señora de Fátima.

En Fátima, Nuestra Señora reafirmó doctrinas católicas clave que Lutero negó, como la misa y la Eucaristía, la realidad del pecado personal, la necesidad de la confesión y de reparar, la realidad y la centralidad del papado establecida por Cristo, la humildad de sumisión a la doctrina perenne de la Iglesia Católica, y la caridad hay que mostrar a los demás a diferencia del “estrangular” y “apuñalar” a los campesinos si se salen de control de Lutero.

Nuestra Señora de Fátima realizó el asombroso milagro del sol antes de 70.000 personas el 13 de octubre de 1917, para demostrar la veracidad de sus palabras. No hay competencia entre las hermosas verdades pronunciadas por Nuestra Señora y el veneno herético vomitado por Martin Lutero.

Por tanto, es imposible admitir que un católico debe celebrar a Lutero en modo alguno. Sólo los de una mentalidad protestante y modernista lo harán. Martin Lutero no debe ser ni admirado ni imitado. Mientras la Iglesia le ha combatido constantemente durante cuatro siglos, su doctrina y el movimiento iniciado sólo es digno de condena.

El aniversario número 500 de la revuelta destructiva de Lutero debe ser un tiempo para los católicos para marcar el centenario de 1917 de las Apariciones de Nuestra Señora de Fátima, y para orar y trabajar por la conversión de los protestantes a la única verdadera Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica.

(escrito por JV, publicado originalmente como un folleto para el Centro de Fátima )

Notas:

1 Los hechos en contra de Lutero , Mons. Patrick O’Hare, p. 89.

2  Ibid., P. 90.

3 Luther , Hartman Grisar, SJ (traducción Inglés, Herder), vol. 2, p. 166; Vol 4. p. 525.

4 La defensa del Sacerdocio, San Juan Fisher, traducido por Mons. PE Hallet, p. 2.

5  Ibid, pp. 2-3.

6  Amic. Discusión, I, 127 – tomado de los defensores de la Manual de Cristo , David Goldstein, pp 197-198..

7 Datos sobre el Luther , p. 20.

8  Ibid, p. 203.

9 De Wette, IV, p. 188.

10 obras , Wittenberg, ed. V, 1573, tomado de Goldstein, pp. 197-198.

11 Los fabricantes de la mente moderna , Thomas P. Neil, Ph.D., p. 24.

12  Bebel, Mujer , p. 78, Nueva York, 1910 (de Goldstein).

13  Citado de Goldstein, p. 198.

14 Datos sobre el Luther , p. 119.

15 Los fabricantes de la mente moderna, p. 25.

16 Hechos sobre Luther, pp.167-168.

17  Ibid., Pp. 168-169.

18  “El Consejo y el padre de Kung,” Mons. Joseph Clifford Fenton, American Ecclesiastical Revisión , septiembre de 1962.

19  El Papa Pío XI, Mortalium animos “, en el fomento de verdadera unidad de los cristianos” (contra el ecumenismo), 6 de enero de 1928.

13 de de octubre de 2016: No se hace mención de la Virgen de Fátima, pero Martin Lutero es entronizado por Francisco en el Vaticano

Fuente: CFNEWS.ORG

27 de Octubre de 2016

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La muerte de Lutero

LA MUERTE DE LUTERO

Así pintan los protestantes a Lutero en su lecho de muerte

¿Cómo murió Lutero?

La versión oficial protestante narra que el mayor artífice de la ruptura cristiana falleció de muerte natural, el 15 de febrero de 1546, luego de un viaje a Eisleben y padeciendo una angina en el pecho; ¿fue realmente así?

Un estudioso alemán contemporáneo, Dietrich Emme, ofrece una versión muy diferente en una revisión de los hechos. En su “Martin Luther, Seine Jugend und Stu­dienzeit 1483-1505. Eine doku­mentarische Darstelleng[1] (“Mar­tín Lutero: La juventud y los años de estudio desde 1483 al 1505. Bonn 1983”) señala que Lutero se suicidó; pero no es el único en señalarlo.

Asimismo, un psicoanalista freudiano, M. Roland Dalbiez,en su estudio sobre “La angustia de Lutero”[2],le atribuye «…una neurosis de angustia gravísima, tan grave que uno puede preguntarse si no ha sido debida a un estado-límite en la frontera entre la neurosis, por una parte, y el “raptus suicida”, por otra, un automatismo teleológico anti-suicida»[3].

Sí; Lutero tuvo tendencias suicidas, como puede corroborarse en sus mismas “Tischreden” (“Charlas de sobremesa”) donde se reporta, entre otras, una de sus conversaciones con el pastor Güben, Leonhard Beyer, ocurrida en el año 1551:

«Nos dijo que, cuando estaba prisionero, el diablo lo había malvadamente atormentado y que había reído de todo corazón cuando él (Lutero) tomó en su mano un cuchillo, diciéndole: “¡Ve adelante! ¡Suicídate!” (…). Esto me ha ocurrido muy a menudo, tanto como para ponerme en la mano un cuchillo… y que pensamientos malvados me venían a la mente de tal modo, de manera de no poder ya rezar»[4].

Algo análogo narra en 1606 el franciscano Heinrich Sedulius, en su “Preaescriptiones adversus haereses” al traer a colación el valioso testimonio de Ambrosio Kudtfeld, un testigo y hombre de confianza del “reformador” quien, lejos de narrar una muerte a causa de una angina, dice:

«Martín Lutero, la noche antes de su muerte, se dejó vencer por su habitual intemperancia y en tal exceso que fuimos obligados a llevarlo, completamente alcoholizado, y colocarlo en su lecho. Luego, nos retiramos a nuestra cámara, ¡sin presentir nada desagradable! A la mañana siguiente, volvimos junto a nuestro señor para ayudarlo a vestirse, como de costumbre. Entonces – ¡oh, qué dolor! – ¡vimos a nuestro señor Martín colgando del lecho y estrangulado miserablemente! Tenía la boca torcida, la parte derecha del rostro negra, el cuello rojo y deforme»[5].

Efectivamente en aquella época se usaban camas elevadas, sostenidas por columnas.

«Frente a este horrendo espectáculo, ¡fuimos presos de un gran temor! ¡Corrimos, sin retardo, a los príncipes, sus convidados de la víspera, a anunciarles el execrable fin de Lutero! Ellos, llenos de terror como nosotros, nos comprometieron en seguida, con mil promesas y los más solemnes juramentos, a observar, respecto de aquel suceso, un silencio eterno, y que nada trascendiera. Luego, nos ordenaron quitar del cabezal el horrible cadáver de Lutero, ponerlo sobre su lecho y divulgar, después, entre el pueblo, que el “maestro Lutero” ¡había abandonado de improviso esta vida»[6].

El mismo Maritain señala que el doctor De Coster, quien examinó a Lutero, explica que la boca del difunto se encontraba torcida con el rostro negro y con su cuello rojo y deforme[7].

También el sacerdote oratoriano Bozio, en su libro “De Signis Ecclesiae”, publicado en 1592[8], señala que un doméstico del reformador indicó que su señor fue encontrado ahorcado de las columnas de su lecho; lo mismo dice el Dr. Géorges Claudin[9].

Como bien señala el P. Villa, al parecer “Lutero, entonces, no murió de muerte natural, como se ha escrito falsamente en todos los libros de historia del protestantismo, sino que murió suicida, en su mismo lecho, después de una esplendorosa cena en la cual, como de costumbre, ¡había bebido desmesuradamente y se había saciado de comida fuera de todo límite!”[10].

Él, quien había despotricado contra la Iglesia, el Papado y la doctrina católica, paradójicamente ese 15 de febrero de 1546, fiesta de la Cátedra de San Pedro, abandonaba voluntariamente su vida mortal a las tres de la mañana, la anti–hora de la redención que nos trajo Nuestro Señor Jesucristo en el calvario.

Es triste: pero así acaban los que mal andan…

Que no te la cuenten…

Padre Javier Olivera Ravasi

Fuente: INFOCATOLICA

Notas:

[1] Vale la pena decir que los dos historiadores más competentes en Alemania acerca de la vida de Lutero, el Dr. Theobald Beer y el Prof. Remigius Baumer, han corroborado tanto el material, como los documentos citados por Emme.

[2] Roland Dalbiez, L’angoisse de Luther, Tequi, Paris 1974.

[3] Luigi Villa, Martín Lutero. Homicida y suicida, Civiltà, Brescia s/f, 5 (http://www.chiesaviva.com/lutero%20omicida%20e%20suicida/lutero%20homicida%20y%20suicida.pdf), 8.

[4] Luigi Villa, op. cit., 12-13.

[5] Ibídem, 16. El texto en latín puede verse en Heinrici Seduli ex Ordine Minorum, Praescriptiones adversus haereses, Officina Plantiniana, Amberes 1606, 257 pp. (online, aquí: http://bajarlibros.co/libro/f.-heinrici-seduli-ex-ordine-minorum-praescriptiones-adversus-haereses/bwjIJTfTtzjt2o2G/).

[6] Ibídem. Es interesante coincidencia, Maritain cuenta en su libro Tres reformadores, que muchos amigos, compañeros y primeros discípulos de Lutero también acabaron suicidándose.

[7] El dato que trae Maritain se encuentra en la edición francesa; no en la castellana.

[8] Tomás Bozio, De signis Ecclesiae Dei, Pedro Landry, Lyon 1593-1594, 3 vols.

[9] Géorges Claudin, La mort de Luther, Noisy-Le-Sec, Paris 1900, 99 (puede consultarse aquí: http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k9323938.r=).

[10] Luigi Villa, op. cit., 17.

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Lutero, ¿testigo del Evangelio?

LUTERO ¿TESTIGO DEL EVANGELIO?

Considerar a Lutero un “testigo del Evangelio” olvida que las condenas de Lutero y el luteranismo (de León X al Concilio de Trento) sirvieron precisamente para salvaguardar la verdad del Evangelio, corrompida por el libre examen luterano.

Esta consideración de Lutero como “testigo del Evangelio” proviene a su vez del documento Del conflicto a la comunión elaborado en 2013 por la Comisión Luterano-Católico Romana sobre la Unidad con vistas a la celebración del quinto centenario del que se considera nacimiento oficial de la Reforma: cuando Lutero clavó, el 31 de octubre de 1517, en la puerta de la capilla del Palacio de Wittenberg, sus 95 tesis heréticas. El punto 29 de dicho documento dice lo siguiente: “Un acercamiento implícito a las preocupaciones de Lutero ha conducido a una nueva evaluación de su catolicidad, que se dio en el contexto del reconocimiento de que su intención era reformar y no dividir a la iglesia. Esto surge claramente de las afirmaciones hechas por el cardenal Johannes Willebrands y por el Papa Juan Pablo II. El redescubrimiento de estas dos características centrales de su persona y de su teología llevó a un nuevo entendimiento ecuménico de Lutero como un «testigo del evangelio»”.

Es muy grave que un organismo de la Santa Sede considere a Lutero un “testigo del Evangelio” con la única justificación de “su intención”.

Primero, porque lo que ha impedido durante cinco siglos a los católicos reconocer en Lutero a un “testigo del Evangelio” no ha sido una supuestamente errónea consideración sobre sus intenciones subjetivas, sino la condenación de sus errores objetivos por la bula Exsurge Domine de León X en 1520, donde los califica como “heréticos, escandalosos, falsos u ofensivos de los oídos piadosos o bien engañosos de las mentes sencillas y opuestos a la verdad católica”.

Segundo, porque podría concederse a Lutero el beneficio de la duda en cuanto a sus intenciones si sus “intenciones” de reforma no hubieran, de hecho, producido división. Pero, puesto que la división se produjo, y él vio que se producía, y no solo no aceptó con humildad la corrección de la condena sino que multiplicó su actividad para ahondarla, exonerarle de responsabilidad resulta ridículo. Si yo levanto un cuchillo para matar a alguien, podrán analizarse cuáles eran mis intenciones si finalmente, por lo que sea, no lo mato. Pero, si lo mato… ¿cabe dudar de cuáles eran?

El Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos sacrifica la Verdad en aras de una imposible “comunión” en la que la fe no está presente. Nótese el lenguaje usado: “Separando lo que es polémico de las cosas buenas de la Reforma…” Esto es: en la Reforma no hay cosas malas, solo cosas buenas y cosas “polémicas”, en las que la Verdad desaparece.

¿Testigos del Evangelio? O Lutero o León X. Los dos a la vez es imposible. Hay que elegir. Y la Santa Sede ya lo ha hecho.

Fuente: FSSPX Distrito de México

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Lutero, el enemigo de la gracia de Jesucristo – Su Vida

Con ocasión de los 500 años de la Reforma Protestante, empezamos una serie de artículos sobre el Protestantismo. He aquí el primero de ellos sobre la vida del fundador de la secta protestante, Martín Lutero.

En 2017 se celebran 500 años de la publicación del monje agustino, Martín Lutero, en una iglesia de Wittember, acerca de 95 tesis, que en particular, condenan la práctica de las indulgencias enseñadas por la Iglesia así como algunos otros puntos referentes a la fe, como lo es el Purgatorio.

Este acto público se consideró como el principio de lo que llamamos, comúnmente pero erróneamente, la “Reforma”, ya que en realidad se trata de una revolución, de una destrucción de la verdadera fe, de una apostasía y de una rebelión en contra de Dios y de Nuestro Señor. Desde 1517, en realidad, y a pesar de las peripecias que seguirían, Martín Lutero rompió su relación con la Iglesia de Cristo, y no siguió más que su propia, equivocada y diabólica visión.

Sin embargo, Martín Lutero fue en otro tiempo un monje piadoso y diligente. Nació en 1483 en una buena familia cristiana, Martín fue atraído desde muy joven a la religión, a la relación con Dios, y más tarde a la teología. Aunque su padre deseaba que fuera jurista, él decidió hacerse monje agustino, entrando a aquella orden en 1505. Ordenado como sacerdote en 1507 (ya con un diploma en filosofía), obtiene el doctorado en teología en 1512. A partir de este momento, su vida sería la de un maestro y predicador.

Lutero recibió una formación bastante aprofundizada, y desde luego estuvo influenciado intelectualmente por la lectura de varios grandes autores como Aristóteles, Guillermo de Ockham o Gabriel Biel. Mas, está claro que Lutero recibía esas influencias según su propio temperamento, el cual era muy firme, como lo mostrará en su subsecuente carrera. Es, entonces, poco probable que el contacto con estos autores haya sido realmente una determinante en su evolución.

En realidad, debido a un acercamiento hacia sí mismo basado sobre su vida interior personal y su experiencia espiritual íntima, Lutero va a edificar un nuevo sistema religioso, el cual no tendrá más nada qué ver con la enseñanza de la Iglesia ni con la verdad del cristianismo.

Lutero estaba dotado de un temperamento fuerte y apasionado, aquel que hace a los hombres grandes cuando éstos aceptan someterlo al servicio de la verdad y del bien. Pero el corolario de un temperamento tal, son, evidentemente, las grandes tentaciones. Lutero era objeto de esas tentaciones; sin duda en lo que concierne a las tentaciones contra la castidad, atraído por el buen comer, propenso a la cólera, al espíritu de independencia y con inclinación al orgullo. Cuando uno enfrenta estas tentaciones y con la gracia de Cristo se las supera, no solamente no nos hacen caer, sino que el combate contra ellas hace ganar méritos, y el poder de la pasión controlada da energía al hombre. Es en esto último en lo que Hegel fundamenta su frase: “Nada grande se hace sin pasión”.

Así, Lutero fue asaltado por esas tentaciones, aunque las rechazara. Él querría, como San Pedro en la Transfiguración, ya haber alcanzado la vida celestial; estar ya “revestido de Cristo”, encontrarse desde ahora en un estado de rectitud perfecta que no pertenecía a esta vida terrestre, salvo en particulares excepciones. Cierta obsesión de salvación lo invadía, más exactamente la obsesión de la certeza de su propia salvación: y esto porque las tentaciones seguían acosándolo, creando en él un sentimiento de culpabilidad. Terminó de alguna manera por desesperar de la vida cristiana, de la eficacia de la gracia y de los medios ordinarios para recibirla y conservarla (oraciones, sacramentos, ayunos, etc.).

En 1515, como parte de su formación, comenzó a comentar las epístolas de San Pablo, especialmente la primera de ellas según el orden de la Biblia: la epístola a los romanos; de inmensa riqueza, de increíble fulgor, pero también de una fuerte dificultad de comprensión. A partir de lo que él creyó entender en este texto, únicamente según su propio sentido y sin referirse a la tradición eclesiástica, en función de su problema interior (“¿Puedo ser salvado mientras aún sienta tentaciones?”), Martín Lutero elaboró una nueva teología cristiana que, desde ese momento, fue radicalmente incompatible con la de la Iglesia Católica, a pesar de que la ruptura exterior pública tomaría cierto tiempo.

Según la doctrina católica, en efecto, gracias a los méritos de Cristo, el hombre que acepte la Revelación divina por la fe y que, movido por la esperanza de la salvación divina, quiera arrepentirse de sus pecados y convertirse a Dios, obtiene por la gracia que sus pecados le son removidos, su alma regenerada y santificada. De manera que se convierte, según las palabras de San Pedro, “partícipe de la naturaleza divina” (2P 1,4). El cristiano que vive de la caridad, es entonces, tal como seguido lo asegura San Pablo, un “santo”, porque fue purificado, transformado, santificado interiormente y convertido realmente en el amigo de Dios por un parecido efectivo y estable. Y, siendo amigo de Dios, hace automáticamente las obras de Dios; las buenas obras de virtud, las cuales le hacen merecedor, por la gracia de Cristo dentro de él, de la salvación y del Paraíso.

Lutero rechaza esta verdad. Para él, según lo que siente psicológicamente, el hecho de haber abrazado la fe y la vida cristiana no limpia el pecado del alma (en realidad, se trata de la tentación, la cual no es pecado si no consentimos en ella). Para Lutero, el cristiano es pecador y enemigo de Dios en todo momento y su alma permanece totalmente corrompida. Pero, como Cristo alcanzó por el sacrificio de la cruz la salvación de los hombres, si por la “fe” (la cual, según Lutero, consiste en una confianza en esa salvación conseguida por Cristo), yo creo firmemente en que estoy salvo, entonces el manto de méritos de Cristo recubre las manchas de mi alma, y el Padre, viendo este manto sobre mí (gracias a la “fe-confianza”), me acepta en el Paraíso. Las buenas obras entonces no tienen ningún poder de mérito, ya que el hombre es un pecador interior de manera permanente, sino que simplemente animan al cristiano a perseverar en la “fe-confianza”.

Este es el corazón de esto a lo que Lutero llama “la verdad del Evangelio”. A partir de aquí, naturalmente, se deriva todo su sistema. Y, en primer lugar, el replanteamiento de la Iglesia institucional; la cual no es divina, en primer lugar, porque pretende que el hombre puede salvarse debido a las buenas obras, cuando según él, como lo vio al vivir su experiencia decepcionante en el monasterio, estas buenas obras son incapaces de remover el pecado (que en realidad, insisto, se trata de la tentación y que no es pecado si no se consiente en ella); y en segundo lugar porque abandona según él la “verdad del Evangelio”; es decir, la salvación simplemente por  tener la “fe-confianza”.

Por circularidad, este rechazo de la Iglesia justifica el método luterano, a quien se le podría reprochar de inventar, según su propio espíritu, un nuevo Evangelio, lo que es la definición del hereje. Pero ya que la misma Iglesia había traicionado la “verdad del Evangelio”, era lógico y necesario que Lutero, por medio de un “examen libre” de la Escritura, recobrara esta verdad y la transmitiera al pueblo de Dios extraviado por una jerarquía ilegítima. “A menos de que se me convenza de mi error por medio de un acta de la Escritura o por razones evidentes – puesto que yo no creo ni en el papa ni en los concilios ya que está más que claro que a menudo están equivocados o son contradictorios – estoy atado a los textos de la Escritura que he citado, y mi conciencia está cautiva por la Palabra de Dios; no puedo ni quiero retractarme de nada” (declaración de 1521 en la Dieta de Worms precedida por Carlos V).

Ya que el alma del cristiano no es transformada por la gracia, los sacramentos no hacen nada realmente en ella, y por lo tanto el adagio clásico: “Los sacramentos operan según lo que simbolizan” pierde todo sentido. Así, los sacramentos se limitan en significar la “fe-confianza” y de reforzarla. Y por lo tanto, no deben ser conservados sino los sacramentos que producen este efecto psicológico.

Por la misma razón, la misa, renovación incruenta del sacrificio de Cristo, que aplica en nosotros a diario los méritos, pierde todo significado. Sólo va a ser conservada una evocación de la Cena, para hacernos recordar del único sacrificio de Cristo sobre la cruz y reavivar nuestra fe-confianza en su redención.

No obstante, Lutero no se conforma con el cambio de la misa. Padre emancipado, monje infiel a sus votos, desarrolló un odio verdaderamente patológico hacia el santo sacrificio. Sus palabras referentes a este tema son aterradoras, y terminaron por hacer pensar que estaba poseído por el demonio: “La misa- declaró en 1521 – es la más grande y horrible de las abominaciones papistas; la cola del dragón del Apocalipsis; ha vertido impurezas sobre la Iglesia y basura sin igual”. Y fue más allá en 1524: “Sí, lo digo: todas las casas de prostitución, que Dios ha condenado severamente, todos los homicidios, muertes, robos y adulterios son menos dañinos que la abominación de la misa papista”. Y con mucha lucidez concluía: “Si la misa cae, el papado se derrumba”.

Puesto que la Iglesia como institución (lo que Lutero llama con desprecio: “el papado”) ya no existe como una prolongación de Cristo, el creyente (debido a la fe-confianza) se encuentra solo delante de Dios. Está iluminado exteriormente por la Biblia (que debe de leer, evidentemente, de manera personal, y de aquí la necesidad de Biblias en lengua vernácula) e interiormente por el Espíritu Santo que le permite discernir en la Biblia lo que conviene a su vida cristiana. Como justamente lo escribe Boileau: “Todo protestante es Papa cuando tiene una Biblia en la mano”.

Y ya que Lutero abolió la «jerarquía» –esto es, el «poder sagrado»– de la Iglesia, sus sucesores pondrán gradualmente en tela de juicio los demás poderes humanos: el protestantismo es de esencia revolucionaria. Por otra parte, al quedar cada quien remitido a su propia interioridad, sin mediación eclesial, era lógico separar radicalmente la vida religiosa de la vida política mediante la laicización. Por eso no es de extrañar que, en el establecimiento de la República laica en Francia, en la instauración de la escuela sin Dios, en el ascenso del anticlericalismo y en la realización de la separación radical de Iglesia y Estado, muchos de los promotores hayan sido protestantes, de los cuales el primero es Ferdinand Buisson, el mayor colaborador de Jules Ferry.

Las buenas obras, y sobre todo los votos monásticos, son inútiles y engañosos. Lutero se volvió laico, y en 1525 se casó con una antigua monja, Catalina de Bora, y tuvieron seis hijos. De una manera general, lo esencial para Lutero no es evitar el pecado, ni combatir las tentaciones (como él lo había hecho en su etapa católica, pero pensaba erróneamente que había fallado), puesto que de todos modos el hombre sigue siendo interiormente un pecador. Lo que cuenta es aferrarse al manto de los méritos de Cristo para cubrirse en él y escapar así, a pesar de seguir siendo enemigo de Dios, de la ira divina, ya que Dios ve en nosotros los méritos de su amado Hijo. Este es el sentido de la máxima que Lutero escribe a su amigo y biógrafo Felipe Melanchton, en su carta del 1 de agosto de 1521: «Pecca fortiter, sed fortius crede» (peca fuertemente, pero cree más fuertemente aún).

La Iglesia católica era para él «la gran prostituta de Babilonia», a la que había que atacar y aniquilar por todos los medios. Para ello Lutero multiplicó los panfletos groseros, y sus discípulos destruirían sistemáticamente todos los monumentos católicos, torturarían y asesinarían a obispos, sacerdotes, religiosos y numerosísimos fieles, sin tener en cuenta todas las guerras atroces que desencadenaron.

Cuanto Martín Lutero moría, el 18 de febrero de 1546, Europa estaba a sangre y fuego, por su culpa, y siguió así por largos años. Millones de almas apostataron de la fe católica y abandonaron el camino de salvación en razón de sus falsas doctrinas y de sus ejemplos perniciosos.

Y aunque la Iglesia, en los años siguientes, mostrase una magnífica renovación gracias a una pléyade de santos y al gran movimiento reformador cuyo símbolo es el concilio de Trento; por mucho que lograse atraer numerosos pueblos a la fe gracias a un espléndido trabajo misionero; aun así, por desgracia, naciones enteras, enceguecidas, adoptarían los errores y mentiras del antiguo monje agustino, y no volverían a la verdad salvífica.

Lutero fue así el gran enemigo de la gracia de Cristo, misma a la que pretendía honrar. Lo que nos diferencia a él es mucho más importante que lo que podríamos tener en común. Por este motivo, ningún católico consciente de lo que debe a Cristo y a la Iglesia, no podrá jamás alabar u honrar a Lutero.

Padre Grégoire Celier, FSSPX.

Fuente: FSSPX Distrito de México

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