A estas horas de la tarde del domingo, ya se llegó a un acuerdo en el Congreso de EEUU para el restate financiero de una cifra que representa poco menos de siete veces el PBI peruano. Se llamará “Ley de Estabilización Económica de Emergencia de 2008”.
Me ha llamado la atención el defile de personalidades del mundo financiero en CNN en los últimos días convenciendo a la audiencia de que la crisis de los bancos es la crisis de los pueblos y que por tanto, no quedaba más remedio que este rescate. Pero este drama “resuelto” esconde la tragedia de la futura crisis.
La solución hallada es como limpiar la sala metiendo el polvo debajo de la alfombra. La crisis no hará otra cosa que posrtergarse unos años porque se pretende corregir una distorción de precios con otra. Si los intereses artificialmente bajos – por obra y gracia de la FED – incentivaron el boom de las hipotecas que ocasionaron la crisis, ahora se le da vida a activos con precio nulo, a costa de los constribuyentes de EEUU.
El solo hecho de que el Gobierno de EEUU se planteara la posibilidad del rescate, alteró el mercado. ¿Qué hubiera pasado si no ocuría así? Probablemente ya el propio sector privado hubiera resuelto el problema, adquiriendo a los precios de remate que valen hoy muchas de las entidades que han crecido en medio de la burbuja intervencionista de los últimos años. Sin costo a los contribuyentes norteamericanos.
Fue eficaz la propaganda del miedo de los operadores financieros y sus aliados en la prensa y el gobierno estadounidense, una demostración más de cuán poco liberal es y de cuanto de vivo está el espíritu de Roosevelt, por cierto al parecer, más vivo que el de Madison, Jefferson o Hamilton. Y por supuesto que en Lationoamerica, nos compramos el cuento.
Al respecto de estas crisis postergadas y de miedos exacerbados, les dejo con la excelente reflexión del economista Oscar Ugarteche, ex profesor del Departamento de Economía de la PUCP, que apareció hoy en El Comercio de Lima.
Pensando el futuro económico*
Oscar Ugarteche
A aquellos quienes ven la crisis financiera de EE.UU. y piensan en la década de 1930, hay que decirles que no estamos en una coyuntura igual, ni es el año 30. Entonces, el gobierno de ese país no nacionalizó dos bancos y una compañía de seguros en menos de una semana, ni desembolsó US$700.000 millones en un rescate financiero que será como los vistos en otras latitudes (acuérdese, México en 1995). El problema con esos rescates es que salvan a los accionistas de los bancos y no a la economía.
Lo que ocurre hoy en EE.UU. es similar a la crisis japonesa de 1990: una burbuja de bienes raíces acompañada por una burbuja en los mercados de acciones que revienta y se lleva a la banca hipotecaria con ella. Hay que recordar que Japón se quedó con US$600.000 millones en malos préstamos y que debió nacionalizar dos grandes bancos. Pero ello, ni generó una crisis mundial ni reactivó la economía japonesa, que permaneció aletargada durante una década; hasta que introdujo los cambios técnicos. Hay que aprender de la crisis japonesa para entender esto.
A diferencia de lo ocurrido en Japón, el segundo acto de esta crisis será una tasa de inflación de dos dígitos en EE.UU., fruto de la insólita inyección de liquidez del 2008. Eso limpiará la deuda de tarjetas de crédito en el 2009 y a eso seguirá, en el tercer acto, el alza de la tasa de interés para frenar la inflación. Esto ya en el 2010. Luego, vendrá el estancamiento largo. Así es que, vayan los empresarios pensando sus mercados un poco mejor, y ojo con los créditos interbancarios en dólares.
Lo novedoso de esta situación es que la pulmonía estadounidense no pasará de un catarrito en América Latina. El mundo, ya no es lo que era antes.