El correo, el telégrafo y el teléfono en Lima

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Casa de Correos y Telégrafos

EL CORREO.- A fines del Virreinato, pocos años de haber asumido la administración de la Real Renta de Correos José Antonio de Pando, Caballero de la Orden de Carlos III, quedó establecido, hacia 1778, el sistema de marcas impuestas sobre las comunicaciones terrestres. Estos mensajes o cartas, usualmente doblados en pliegos y sellados con cera o lacre en su reverso, se entregaban en las estafetas (oficinas de correos), donde les eran colocadas las señales impresas con el nombre de la ciudad de procedencia. Sin este requisito su tránsito era ilegal. Además, se imprimía la palabra “FRANCA” cuando el remitente pagaba el porte o tributo de la posta. En caso contrario, eran los destinatarios los que debían satisfacer (pagar) el “franqueo”, como acto previo a su recibo.

Las cartas pagaban el porte según su peso y la distancia que existía de una a otra estafeta del itinerario. En ellas, se anotaba a mano, con tinta y caracteres visibles, su valor. Solo la oficina matriz de Lima utilizó para tal fin sellos en recuadro, con números grandes y vistosos. Cabe destacar que algunas de estas marcas pre-filatélicas siguieron usándose en los primeros años de la República. Sus correspondientes “marchamos” (pago del porte de cualquier objeto que se remitía por correo), con el nombre de las ciudades peruanas, eran confeccionados con grandes letras mayúsculas y caracteres toscos, faltos de estética.

Durante el Protectorado de José de San Martín, al comprobarse que las rentas públicas eran muy pobres, se tomaron diversas medidas para evitar la defraudación tributaria. La correspondencia terrestre y marítima era uno de los ramos que podía dar mayores beneficios al fisco en emergencia. Por ello, una de las primeras medidas del Protector (noviembre de 1821) fue prohibir que se envíen las comunicaciones por mar sin que llevaran el marchamo de las estafetas. Esta orden, remitida al administrador de Correos (Félix de la Roza) fue también comunicada al director del Ministerio de Marina para que la hiciera saber a los capitanes de los buques que entraran o salieran del Callao.

El correo en los primeros años de la República, 1825-1857.- El servicio de comunicaciones por tierra no tuvo mejoras en los primeros 20 años de vida republicana. Más bien estuvo en crisis por las luchas internas, la inestabilidad política y la presencia de los bandoleros en los caminos. Existía la Administración General de Correos, cuyo edificio ocupaba una casa principal de altos y bajos en la calle de la Encarnación, frente a la plazuela del templo del mismo nombre (actual frente oriental de la Plaza San Martín). Era propiedad de Joaquín Dionisio de Azcona, Conde de San Carlos, quien la había arrendado al Estado por 1.400 pesos anuales. Hubo intentos por trasladar la sede a la Plaza de la Inquisición, pero no tuvieron éxito. Hasta 1845, la Administración de Correos siguió funcionando en la plazuela de la Encarnación.

La Administración tenía, a su vez, oficinas repartidas en el Callao y en las principales ciudades del país. Para repartir la correspondencia, fuera de la ciudad, podían salir hasta tres personas en grupo (administrador, auxiliar o interventor), que ganaban entre el 12 al 25% de la renta de Correos. Las tarifas se imponían de acuerdo al peso de las cartas y las distancias en leguas del punto de partida; en 1840 quedaron señaladas las tarifas marítimas. El giro de correos se hacía por postillones (joven que iba a caballo delante de las postas, ganado o viajeros para guiarlos).

Hubo una pequeña reorganización en 1850, cuando era Director General de Correos José María Dávila Condemarín, escritor, político y diplomático peruano, quien, por un tiempo, trasladó el local de correos a la casa que habitara el prócer Manuel de Salazar y Baquíjano, en la cuadra siguiente a la Iglesia de La Merced, signada con el número 188 (actual jirón de la Unión, calle de Baquíjano). El arrendamiento fue pactado en 1.300 pesos anuales. El local comenzó a funcionar desde el 23 de enero de 1851.

Sin embargo, esta no era la meta que se había trazado el Director General. La idea era que, con el fin de brindar mayores facilidades al público, había que adquirir un local más espacioso cercano a la Plaza Mayor. Entró en conversaciones con Carlos Beausejour a fin de conseguir el arrendamiento de una parte de los bajos de la Casa de Chacón, propiedad de la sucesión de doña Agustina Montes, en la calle del Correo N° 41 (hoy Conde de Superunda). Condemarín consiguió su objetivo y el traslado se realizó en abril de 1851, abonando 1.650 pesos por las mejoras que Beausejour había hecho a la finca (es preciso mencionar que el actual edificio de la Casa de Correos y Telégrafos se levantó en parte sobre el terreno de la Casa de Chacón).

Otro hito se produjo en 1853, cuando quedó establecido un correo diario entre Lima y el pueblo de Chorrillos. Salía a las 8 de la mañana y regresaba a las 3 de la tarde. Las cartas se franqueaban previamente, pagando un real las que no excedían de media onza y dos reales las que superaban este peso. También se autorizó para que el administrador General hiciera los gastos necesarios para el equipamiento y compra de útiles de la nueva oficina chorrillana.

De la reforma a la Guerra con Chile, 1857-1879.- La reforma del sistema de correos vino hacia 1857, cuando se puso en manejo el franqueo de cartas, primero entre Lima y Chorrillos y luego en todas las estafetas (oficinas de correos) de la República, por medio de estampillas o “timbres de porte franco”. Hasta entonces, como vimos, se había pagado calculando el porte de la correspondencia con las distancias en dinero en efectivo. Los primeros sellos de correos fueron de media onza azul y de una onza de color rojo, los cuales representaban un buque a vapor y su respectivo precio. Fueron emitidos por la Compañía Inglesa de Vapores. La tarifa de porte de correos dispuso la imposición de estampillas por valor de “un dinero”, de “una peseta” y de medio peso. El valor de un dinero era un real. Las primeras estampillas auténticamente oficiales se pusieron en circulación en marzo de 1858.

Otra novedad ocurrió en 1862, cuando se establecieron 8 buzones públicos distribuidos en diversos lugares de Lima para comodidad de los remitentes de correspondencia; en el Callao había 2. Los carteros, montados, hacían el recojo de la correspondencia depositada en los buzones tres veces al día.

En 1870, la Superintendecia General de Correos y Postas del Ministerio de Gobierno se convierte en una Dirección General, con autonomía y al mismo nivel que las demás direcciones de los ministerios. En 1876 el gobierno del general Prado, en uso de atribuciones constitucionales, derogó todas las ordenanzas, reglamentos, decretos supremos, circulares, instrucciones y decretos de la dirección, relativos al ramo de correos, mandando poner en vigencia todas las disposiciones constitutivas del reglamento general de correos del Perú, cuya confección se encomendó al doctor Mariano Felipe Paz Soldán.

El correo luego de la guerra: la aparición de la Dirección de Correos y Telégrafos.- En 1895 se produce la fusión de la Dirección General de Correos y Postas con la Dirección General de Telégrafos dando origen a la Dirección General de Correos y Telégrafos. Esta unión impulsó al avance y desarrollo de la institución. Sin embargo, entre 1911 y 1920, la falta de control en las operaciones así como en los bienes materiales y activos, devino en un gran caos en la institución, aunada a la poca visión de sus dirigentes. Había, por ejemplo, lentitud en el manejo de la correspondencia que llegaba del extranjero al puerto del Callao (recordemos que en esa época no había aun servicio aéreo regular y todo el correo se movilizaba por la vía marítima). El servicio de desembarque de las naves lo hacia un ineficiente contratista; al llegar a Lima, por medio del tranvía, las cosas no mejoraban. Así, las encomiendas internacionales se acumulaban por miles en las estrechas oficinas, demoradas por los altos gravámenes y dificultades burocráticas causadas en su paso por la aduana. Como si esto fuera poco, los empleados del Correo ganaban poco y se sumaban a toda huelga laboral. Solo cuando se decretó la jornada de 8 horas (1919) pudieron beneficiarse del pago de sobretiempo por trabajo en horas extras.

La situación era muy compleja. Fue así que, el 22 de septiembre de 1921, el Ministro de Gobierno, German Leguía y Martínez, en representación del Poder Ejecutivo, y Francisco Becerra, en representación de la Marconi Wireless Telegraph Company Ltd. de Inglaterra, suscriben mediante escritura pública la entrega a la compañía inglesa de la administración de los tres servicios fusionados en 1895.

Para los opositores, el contrato era anticonstitucional ya que el Congreso debió otorgar autorización al Poder Ejecutivo para efectuar contratos que comprometan rentas y/o bienes del Estado. La Marconi actuó con criterio empresarial, cerrando algunos servicios de postas, unificando oficinas con movimiento deficitario o sin movimiento. Esta racionalización generó personal excedente. Otro punto polémico del contrato con la Marconi es que el Estado peruano le pagaba el 5% de los ingresos brutos y el 50% del superávit al final de cada año. En estos porcentajes estaban incluidos los derechos de importación que pagaban las encomiendas postales que si bien eran cobradas y retenidas por la administración postal constituían ingresos netamente fiscales y no postales, pues esta era solo la vía por la que se realizaba una importación. Se otorgo, además, en virtud del contrato, liberación absoluta de todos los derechos de aduana y consulares a los bienes muebles y materiales importados para el ejercicio de la concesión.

Pese a las críticas, la administración de la Marconi tuvo efectos positivos, como la obtención de la autorización de las autoridades portuarias para recoger el correo inmediatamente después de la visita sanitaria: fue la primera disposición que tuvo el carácter de “expreso”. Asimismo, se adquirió una embarcación con capacidad para 400 valijas; en tierra, por su lado, se sustituyó el uso de los tranvías eléctricos por un sistema propio de transporte vía camiones. Con la efectiva rapidez desde el arribo y desembarque, la clasificación también se realizaba de inmediato, logrando entregas de correspondencia el mismo día de su llegada. Se logró, también, custodiar la integridad de las encomiendas, que usualmente eran blancos de robos a manos los empleados del correo. Asimismo, se hicieron minuciosas estadísticas del movimiento de correspondencia y confección de un mapa de comunicaciones postales, elaborado, por primera vez de manera científica. Se compró valijas propias, ya que anteriormente por falta de recursos, se utilizaban para transporte interno las valijas que enviaban las administraciones postales extranjeras, en vez de devolverlas vacías, como corresponde según acuerdos internacionales. En 1924 se instauró el servicio de giros postales internos y luego con Estados Unidos.

En 1968, tras el golpe de Juan Velasco, venció el contrato con la Marconi volviendo a funcionar la Dirección General de Correos. A inicios de la década de 1990, como consecuencia de la liberalización y privatización de los servicios públicos, se declara en reorganización a la Dirección General de Correos. Consecuencia de esto fue la creación, en 1994, de la empresa Servicios Postales del Peru S.A. (SERPOST), como persona jurídica de derecho privado bajo la forma de sociedad anónima. Se le da la categoría de Operador Publico, mientras que los concesionarios postales son Operadores Privados. De esta manera, SERPOST se convierte en representante del estado peruano ante los organismos postales internacionales y se le dio la concesión sin exclusividad del servicio postal en todo el país concesión que lo obliga a prestar el servicio en todo el país con carácter de administración postal del estado para efecto del cumplimiento de los acuerdos y convenios internacionales. Los operadores privados, a su vez, están obligados a abonar una tasa por concepto de concesión del servicio postal a favor del Ministerio de Transportes y Comunicaciones.

Finalmente, por decreto supremo, el 11 de Julio de 2004 se creó el Registro Nacional de Concesionarios del Servicio Postal, a cargo de la Dirección General de Servicios Postales, a través de la Dirección de Gestión de Servicios Postales.

EL TELÉGRAFO.- Dada la importancia que este servicio de comunicación tenía a nivel mundial, el telégrafo fue instalado por primera vez en 1855, por iniciativa de Santiago Lombardo y con el apoyo del Estado peruano. Se colocó, a manera de ensayo, entre Lima y el Callao, pero no se pudo establecer como negocio debido a defectos mecánicos de la trasmisora de ese entonces. Por ello, recién en 1857 quedó establecido definitivamente el servicio telegráfico, cuando el 6 de marzo se concedió la exclusividad a Augusto Goné para la construcción de las líneas de Lima al Callao y de Lima a Cerro de Pasco. Este privilegio cesó a los diez años por incumplimiento de lo pactado, pues sólo fueron construidas las líneas de Lima al Callao. Así se declaró el telégrafo de propiedad nacional el 25 de junio de 1867, y salió a remate público la administración del servicio.

Cabe resaltar que, valiéndose del alfabeto Morse, se transmitía la palabra a distancia usando un hilo de alambre desde un manipulador-transmisor, que era el punto de partida del mensaje, hacia un receptor donde se recibía al comunicación. En sus inicios, solo se permitía la transmisión de un solo mensaje y en una sola dirección.

En septiembre de 1867, por considerarse más económico, la línea telegráfica pasó a manos privadas, con su entrega a Carlos Paz Soldán, considerado por algunos el introductor del telégrafo en el Perú, y que fundó ese mismo año la Compañía Nacional de Telegrafía. Pero en 1875, durante el gobierno del general Mariano I. Prado, el estado volvió a asumir la propiedad de todas las líneas construidas por la empresa de Paz Soldán ya que no había cumplido su compromiso de establecer líneas en todo el territorio de la república. Sin embargo, debido ala crisis económica y el enorme déficit en al economía del estado, en 1877 el gobierno le devolvió la administración telegráfica a Paz Soldán por un periodo de 8 años, obligándolo a cubrir el presupuesto y hacer las mejoras necesarias, las que quedarían en beneficio del Estado luego del vencimiento del convenio. Poco tiempo le duró la concesión a Paz Soldán pues en 1878 se decretó que el telégrafo debía administrarse igual que el sistema de correos, es decir, en manos del Estado. Ese año había en todo el país 2,525 kilómetros de cable, 53 oficinas y 65 aparatos. Seguía empleándose el sistema Morse.

La nueva Dirección de Telégrafos cobró importancia durante la Guerra del Pacífico, pues se tuvieron que construir nuevas líneas a fin de hacer más rápida la comunicación. Asimismo, se establecieron escuelas gratuitas para la enseñanza de la especialidad, a fin de que no faltaran operadores del servicio. Cuando terminó la contienda contra Chile, Paz Soldán dejó la administración y le sucedió Melitón Carvajal, quien tuvo que renovar y reparar las líneas destruidas por los invasores del sur. El antiguo personal, además, había desaparecido casi completamente. En este contexto, tuvo que crearse la Escuela de Telegrafistas.

Hay que mencionar que en esta época también funcionaba la comunicación telegráfica submarina, en la que operaban dos empresas. Una era la Compañía Telegráfica de Centro y Sudamérica, que tendió un cable entre Chorrillos y Valparaíso el 3 de diciembre de 1890; la otra era la West Coast of America Telegraphe Company, que el 1 de septiembre de 1891 también hizo la conexión con Valparaíso y La Serena. El precio por palabra entre Lima y La Serena o Valparaíso era de 1.10 soles. Para 1892, ambas empresas no solo ampliaron la conexión con otras ciudades chilenas sino también con Norteamérica, América Central, Europa, Oceanía y Asia, y algunas ciudades de la costa norte, como Paita y Piura.

En 1895 cesó Carbajal ante la fusión de los servicios de Correos y el de Telégrafos. Lo importante es que ya, a fines del siglo XIX, la telegrafía subterránea o submarina prestó grandes servicios al país a través de este sistema de comunicación. El Perú quedó insertado en el contexto mundial y se benefició de la rapidez de los cablegramas, especialmente la prensa escrita de la época.

En 1921 el gobierno de Augusto B. Leguía entregó los servicios de correos y telégrafos a The Marconi Wireless Telegraph. De acuerdo al contrato, la empresa debía recibir el 50% de las utilidades líquidas, además del 5% del producto bruto anual. Hubo muchas críticas por parte de la oposición, pero el oficialismo defendió la operación cuyos beneficios consistían en: la reorganización de los servicios, la modernización y desarrollo de los sistemas y las ganancias obtenidas por el Estado. En 1935, el gobierno del general Benavides firmó un nuevo contrato con la Marconi.

La Casa de Correos y Telégrafos (jirón Conde de Superunda, antigua calle del Correo, 170).- En octubre de 1892, con la finalidad de dar comodidad y facilidad a los funcionarios del servicio de correos, el gobierno de Remigio Morales Bermúdez expidió una ley destinada a la construcción de la Casa de Correos y Telégrafos. El hermoso edificio fue inaugurado en 1897. De imponente arquitectura, con reminiscencias renacentistas, fue proyectado inicialmente por los arquitectos Emilio Parzo y Máximo Doig; Manuel J. San Martín y Eduardo de Brugada se encargaron de dirigir la construcción y completar los diseños.

A su inauguración asistieron el presidente Nicolás de Piérola, algunos de sus ministros de estado y el Director General de Correos y Telégrafos, el capitán de navío Camilo N. Carrillo, entre otras autoridades. La extraordinaria construcción fue elogiada por Ricardo Palma quien, durante el discurso de inauguración, dijo que “para juzgar un pueblo basta verle la cara a su edificio postal”. Con motivo de la apertura del nuevo edificio, la Dirección puso en circulación tres estampillas conmemorativas: una con el Puente de Paucartambo, otra con la fachada del Edificio de Correos y la última con la figura de Nicolás de Piérola.

El edificio tiene dos pisos. La fachada es simétrica; el primer piso es almohadillado y el segundo lleva columnas y pilastras pareadas. Corona la fachada un reloj y un león de bronce representado con el hocico abierto y la correspondencia que devora. Por las puertas centrales se ingresa a tres espacios sucesivos: el vestíbulo de entrada, un patio intermedio y, al fondo, el patio principal alargado, donde funcionaban las ventanillas de atención al público. La escalera, que está a la derecha del vestíbulo, conduce a la segunda planta donde se repite la distribución espacial. Desde su fundación, fue la estación central de correos, responsable de toda la correspondencia nacional e internacional; también funcionó la principal estación de relevo de todas las transmisiones por telégrafo; y aquí también se instaló la primera central telefónica en el Perú.

Desde 1931, funcionó en el inmueble el Museo Postal y Filatélico de Perú, cuando el servicio de correos se encontraba a cargo de la empresa británica The Marconi Wireless Co. En él se mostraba la colección oficial de sellos postales del Perú, objetos del antiguo al servicio postal (como buzones de cartas, telégrafos, máquinas franqueadoras y una antigua carreta de correo del siglo XIX), así como otros vinculados con la historia de Lima y una biblioteca especializada. Lamentablemente, en marzo de 2011 se desmanteló el Museo para dar paso a una dudosa Casa de la Gastronomía.

EL TELÉFONO.- El 15 de febrero de 1887, durante el gobierno del general Cáceres, el Congreso de la República expidió una ley destinada a implantar el servicio telefónico. Al año siguiente, se establecieron las bases para la implantación y se convocaron las licitaciones. El servicio podía vincular una o varias poblaciones a la vez, se ofrecía libertad para la importación de aparatos y útiles telefónicos y la tarifa estaba en función del costo de cada kilómetro de vía telefónica.

La era de la Peruvian Telephone Company (1888-1920).- Al principio se formaron dos compañías: Peter Bacigalupi y Cía (del comerciante ítalo-norteamericano Peter Bacigalupi, fundador de la revista El Perú Ilustrado) y The Peruvian Telephone Company (organizada en Nueva York con la participación de Bacigalupi). En agosto, Bacigalupi, con postes propios, estableció una línea de servicio de Lima a Chorrillos, con ramificaciones para Miraflores y Barranco; en septiembre, la Peruvian, establecía la conexión entre Lima y el Callao. El servicio se inició el 13 de septiembre de 1888: una multitud asistió a la primera conversación. Al finalizar 1888 puede advertirse el entusiasmo del público por el nuevo sistema de comunicación: al 31 de diciembre había 288 abonados y cada minuto costaba 20 centavos. En el Callao, por ejemplo, se fundó un nuevo periódico con el nombre El Teléfono.

La competencia entre ambas duró poco tiempo, pues se fusionaron en una sola, la Peruvian Telephone Company, con un capital de 10 mil libras peruanas. Estaba dirigida por David Sykes (Presidente del Directorio) y Peter Bacigalupi (Gerente General). Organizada en Nueva York en 1888, explotó el servicio telefónico en Lima Callao y Balnearios hasta 1920. Su local se ubicaba en la calle Espaderos 237, actual cuadra 5 del jirón de la Unión.

Con el tiempo, se incrementaron las líneas: en 1899, se implantó una línea telefónica entre el Palacio de Gobierno y el domicilio del Presidente de la República en Miraflores. Luego llegarían las instalaciones en las oficinas del Procurador de la Corte Superior de Lima, a ministerios, a cuarteles y a instituciones científicas como el Ateneo de Lima. De esta manera, ya había una red de comunicación entre el Presidente, el Gabinete, los ministerios y los cuarteles. En 1890, las tarifas de abono eran de 90 soles para las casas comerciales y de 50 soles para las particulares: con esa tarifa se llamaba libremente. Asimismo, para facilitar la comunicación con el Rímac (Abajo el Puente), la Peruvian colocó un aparato en la cervecería de Los Descalzos, de los señores Backus y Johnston. A los no suscriptores, se les cobraba 20 centavos por cada 5 minutos de comunicación, y se les llevaba gratis a su domicilio los mensajes telefónicos cuando lo solicitasen. El primer restaurante limeño en tener línea telefónica fue el de la “Exposición” (1892), del señor Ángel Bertolotto, en el Parque de la Exposición. Contaba con la línea 248 y decía que “con una hora de aviso se podía atender un almuerzo o comida”.

Según Víctor M. Velásquez, “con la instalación del teléfono, mejoró la comunicación al hacerse más rápida y cómoda. Las transacciones comerciales se hicieron con mayor facilidad y las relaciones amicales aumentaron, ya que este medio permitió con mayor facilidad la interrelación humana. Podemos decir que era un medio de enlace veloz que permitía o ayudaba al desarrollo de la vida social, al comercio, las finanzas, etc.”.

¿Cómo eran los aparatos? El teléfono patentado por Graham Bell en 1876 era el que se usaba en Lima. Tenía un transmisor y un receptor como componentes fundamentales. Pasados 50 años, el receptor era aún idéntico al imaginado por Bell, en tanto el transmisor evolucionó hasta en la forma. Los usuarios de Lima lo conocieron muy bien, desde la inauguración del servicio: instalado sobre un tablero en la pared, a la altura de una persona, con un fono exterior y una manivela para manipular la apertura de la comunicación.

¿Cómo era el sistema de comunicación? Para la comunicación entre los abonados en la ciudad se requería una central telefónica, conformada por un conmutador manual, sistema de magneto, que requería de una persona para operar manualmente la intercomunicación o conmutación. A inicios del siglo XX, había en Lima 16 tableros conmutadores en uso en Lima, Callao, Chorrillos, Barranco y Miraflores, y 1,140 conexiones, como resultado de la expansión del servicio. Los números que se asignaban a los teléfonos de los primeros abonados fueron dados de acuerdo al orden de suscripción. Las líneas urbanas de Lima sumaban un total de 998 kilómetros y las líneas interurbanas sumaban un total de 18 km. con 297 km. de desarrollo. El alambre empleado era de bronce cilicoso y de fierro galvanizado. Los postes eran de madera de pino Oregón y de una altura que variaba de 45 a 56 pies. Este sistema se mantuvo, en líneas generales, durante toda la época de la Peruvian. Las líneas telefónicas que pertenecían al Estado, por su lado, eran un mondo aparte, y estaban conformadas por tres redes: del Gabinete de S.E. al Presidente; de la Inspectoría General del ejército; y de la Intendencia de Policía.

La primera época de la Compañía Peruana de Teléfonos (1920-1955).- Si bien la expansión del servicio telefónico continuó sin parar, eran muchas las quejas por la lentitud del servicio y la mala audición de las líneas que unían a Lima con los balnearios. Las quejas eran constantes, por momentos escandalosas y la Peruvian languidecía sin remedio. Hacia 1919, los periódicos caricaturizaban a la empresa hasta que, al año siguiente, su Junta de Accionistas decide su liquidación.

Fue así que con la llegada del gobierno de la Patria Nueva se funda, en 1920, la Compañía Peruana de Teléfonos Limitada (CPT), que absorbió a la Peruvian Telephone Company. El público limeño conoció la noticia el domingo 9 de mayo. La nueva empresa iniciaba sus operaciones con 250 mil libras peruanas de capital. Estaba dirigida por Pedro D. Gallagher (Presidente del Directorio) y el ingeniero Fernando Carbajal (gerente).

La flamante CPT tuvo que encarar las necesidades y demandas de los nuevos tiempos:
a. Publicó la primera versión de la Guía Telefónica de Lima con ocasión del Centenario de la Indepndencia (1921).
b. Ordenó el régimen de administración y la atención de solicitudes de atención: esto hizo crecer el número de abonados de Lima de 3.438 (julio de 1920) a 4.818 (diciembre de 1926)

En 1928 se formó la Compañía Nacional de Teléfonos del Perú con el fin de implantar el servicio telefónico de larga distancia dentro del país. Los trabajos se iniciaron al año siguiente y recién, en 1930, se estableció la comunicación, en primer término, con Ica. Ese mismo año se intensificaron los trabajos de conversión parcial del área de Lima a operación automática: “En la tarde de ayer, la Compañía Peruana de teléfonos Ltda. Inauguró oficialmente, en su edificio de la calle Washington, la nueva central para el servicio de teléfonos automáticos que el día de ayer fueron puestos al servicio del público en el sector sur de la población de Lima” (El Comercio, domingo 14 de diciembre de 1930).

Debido a la crisis económica desatada en 1929 y ante la necesidad de ampliar y modernizar el servicio, en 1930, cuando cae Leguía, la International Telephone and Telegraph Corporation (ITT) adquirió el 60% de las acciones de la CPT. Así entra en funcionamiento la primera central automática del Perú. A estas alturas, había en Lima más de 20 mil líneas. La fase de modernización iniciada en 1930 debió seguir su curso durante los años 40, si no fuera por los efectos de la guerra mundial, especialmente cuando disminuyó el suministro de materiales de procedencia extranjera, lo que no permitió efectuar reparaciones y reemplazos en la planta existente.

Las primeras centrales automáticas que se instalaron en el Perú tenían sistemas electromecánicos, de la familia ROTARY, fabricados por la Federal Telephone and Telegraph N.J. (USA) con capacidades que superaban las 2 mil líneas. Un hito fue la llegada de la Central Rotary 7-A-2 con capacidad para 5 mil líneas para la nueva Central San Martín en julio de 1952. Todo esto estaba instalado en el edificio de la CPT en la Plaza San Martín (al costado del cine Metro, esquina con La Colmena).

La CPT, 1956-1980.- La resolución del 23 de enero de 1956 abrió una nueva etapa en la historia de la telefonía que se manifestó en la cantidad de teléfonos instalados, el kilometraje de las líneas tendidas y la instalación de centrales automáticas. Sin embargo, los desórdenes derivados de la explosión demográfica y la migración interna, trajo consigo necesidades y demandas en los años 60, que frenaron el plan de expansión; esto sin mencionar el viejo tema de las tarifas, embalsadas por presión del Estado.

Este periodo de franco estancamiento culmina en 1967, cuando se firmó el Contrato de Concesión entre el gobierno y la CPT para continuar la operación del servicio en Lima y Callao. En virtud del contrato, se establecieron determinados procedimientos para llegar a la “peruanización” de la CPT antes del plazo de 5 años. Inmediatamente, la CPT cambia de denominación y pasa a llamarse Compañía Peruana de Teléfonos S.A. (CPTSA). Hubo, entonces, un marco legal para aprobar un Plan de Expansión, lo que se tradujo en un crecimiento notable del servicio telefónico en el trienio 1967-1969. En diciembre de 1969, el número de teléfonos en Lima, Callao y Balnearios alcanzó la cifra de 142,879: fue la época en que se instituye los 6 dígitos en la numeración telefónica.

Cuando el 7 de noviembre de 1969 el gobierno militar de Velasco se crea la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel-Perú), se emitió una ley que nacionalizó la parte de acciones extranjeras en la Compañía Peruana de Teléfonos. Finalmente, el 25 de marzo de 1970, se firmó el contrato de compra-venta por el que el 69.1% de acciones de la CPT (que poseía la ITT) pasan a manos del Estado. Dos años después, se expropió la CPT y Entel-Perú asumió sus activos y pasivos. En los años 70, pese a estos vaivenes, el servicio telefónico se expande hasta Chorrillos, Villa María del Triunfo, Surco, Magdalena, San Miguel. Fue también la época en que los oficiales generales de las FFAA asumieron la presidencia de la CPT. Todo esto acabó en 1980, cuando retornó la democracia y se trazó un Plan de Expansión de 150 mil líneas telefónicas que se llevó a cabo entre 1980 y 1991. Todo un ciclo en las comunicaciones en el Perú se cerró en 1994, cuando la CPT y ENTEL fueron vendidas en poco más de 2 mil millones de dólares a Telefónica de España, en una operación gigante que, con el tiempo, también generó controversia.

Bibliografía

Pablo Herrera Polo, Materiales para la historia del correo y la filatelia en el Perú. Lima 1992
Edilberto S. Huamaní, “La telefonía y el servicio telefónico en el Perú”, en Construyendo el Perú. Aportes de ingenieros y arquitectos. Lima: UNI, 2000.
Alberto Rosas Siles, “El servicio postal y las Marcas filatélicas entre 1821 y 1858: apuntes para la Historia del Correo en el Perú”, en Revista del AGN, 1974.

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