Trujillo en los tiempos prehispánicos: los mitos, Moche y Chimú


Ciudadela de Chan Chan (portalinca.com)

Cuenta el mito, recopilado en 1604 por un cronista anónimo, que fue Tacaynamo el fundador y primer gobernante del Reino Chimú. Dicen que habría venido del Norte, de Paita o de Tumbes, y que implantó un reino despótico, militarista y de gobierno hereditario. Dice la crónica que “No se sabe de donde hubiese venido”; que “dio a entender que era gran señor”; que vino en “balsa de palos”; y que “había sido enviado a gobernar esta tierra… de otra parte del mar”. Añade también que usaba en sus ceremonias “polvos amarillos” y que “vestía paños de algodón con que traía cubierta las partes vergonzosas”. El uso de balsas de palos, taparrabos y polvos de colores para decorar el cuerpo hace sospechar a los investigadores la procedencia norteña de este personaje mítico.

De acuerdo a las evidencias arqueológicas y al estudio de la iconografía de los Chimú, en fundador de este Reino debió reunir poderes tanto políticos como sacerdotales. Con su llegada, además, se habría empezado a construir la ciudadela de Chan-Chan, ya que esta ciudad consta de diez pirámides, el mismo número que el de los gobernantes Chimú hasta la llegada de los incas: cada una de las pirámides habría sido construida por cada uno de los Chimo Cápac, nombre de los gobernantes del Reino. El sucesor de Tacaynamo sería su hijo Guacricur, con quien empezarían las conquistas. Finalmente, fuera de la crónica anónima, no se sabe nada más de Tacaynamo, un personaje muy semejante a Naylamp, el mítico fundador de Lambayeque.

De los cazadores al reino de Mochica.- Pero la historia de las tierras trujillanas, y del departamento de la Libertad, no comienza con Tacaynamo sino se remonta a más de 10 mil años, con los cazadores nómades de la época de los entierros de Cupisnique y a la tradición lítica de Paiján. Estos cazadores, además de sepultar a sus muertos y de fabricar puntas líticas para pescar con arpón en aguas poco profundas, se alimentaba con lechuzas, lagartijas, caracoles de tierra y de mar, además de plantas silvestres y yuyos. Más adelante, viene la tradición sedentaria del hombre de Huaca Prieta, en el valle de Chicama, con sus viviendas (en realidad, cubículos) semisubterráneas fechadas 2,500 años antes de Cristo. Fue también un cultivador primitivo de pallares, zapallos, ají, calabaza y algodón. También cazó, aunque prefirió la pesca con redes de fibra y anzuelos de hueso. El hombre de Huaca Prieta también se hizo conocido por hacer los primeros Ambrs pirograbados y por tejer telas de algodón en las que representó al cóndor, la serpiente, cangrejos y loros.

La región liberteña adquiere singular importancia con la llegada de la cultura Moche o Mochica, surgida en los valles de Moche y Chicama, y que dejó notar su influencia hasta el Alto Piura, por el Norte, y el valle de Huarmey (Anchash), por el Sur. Entre los años 100 y 750 de nuestra era, los reyes moche señorearon por todos los valles de esa región del norte del Perú. La iconografía nos dice que fueron hombres bajos, morenos y fornidos.

También sabemos que los moche aprovecharon la fertilidad de los valles de la costa norte, de clima cálido y húmedo. Sin embargo, dos problemas afectaron su desarrollo: el avance del desierto y el Fenómeno del Niño. Los moche no tuvieron un poder centralizado, sino varios curacas que dominaron en cada valle. Estos señores, como el de Sipán, ostentaban poderes sagrados y militares. Como símbolo de su poder portaban prendas de oro, plata y piedras preciosas. El ajuar funerario encontrado en las tumbas revela su alta jerarquía. También contaban con un séquito de parientes, servidores y “funcionarios”.

Estos antiguos habitantes de las tierras liberteñas tuvieron, a su vez, dioses antropomorfos, entre los que destaca una divinidad felínica, con cinturón de serpiente y que portaba un cuchillo ceremonial (Aia Paec o el “degollador”). En sus rituales, el consumo de alucinógenos permitían una “comunicación” directa con sus dioses; por ello los sacerdotes, curanderos o “chamanes” gozaron de gran prestigio. Los sacrificios humanos (“ceremonia del sacrificio”) fueron una práctica común. De otro lado, los moche construyeron templos piramidales truncos de adobe, con plataformas y muros decorados con escenas rituales (Huaca del Sol, Huaca de la Luna y El Brujo). La cerámica también tenía una función ritual pues está decorada con escenas de ceremonias religiosas. Tenía dos colores (ocre y crema) y podía ser pictórica o escultórica (los “huacos retrato”).

Como sabemos, en 1987 fue rescatada de los “huaqueros” la famosa tumba del Señor de Sipán. El hallazgo arqueológico mostró por primera vez todo el esplendor de una tumba correspondiente a un señor moche. El ajuar funerario que lo acompañaba a la otra vida era riquísimo: objetos de oro, plata, cobre y tumbaga (oro mezclado con cobre); turquesas, mullu y cerámica; el Señor, además, había sido enterrado con parte de su corte. El valor histórico del hallazgo superó ampliamente el valor material de los objetos, pues nos descubrió facetas desconocidas de la vida y la cosmovisión de los mochicas. La tumba confirmó, por último, la gran destreza de estos antiguos peruanos en el trabajo de los metales.

Sobre el fin de los moche hay dos posibles hipótesis. La primera apunta a la conquista de los wari, guerreros provenientes de Ayacucho, y facilitada por una crisis agrícola y climática producto de un fuerte Fenómeno del Niño. La segunda, en cambio, niega todo lo anterior y alude a una “crisis de crecimiento”, es decir, los criterios que usaron inicialmente los moche para construir un estado se terminaron desbordando con el crecimiento de una confederación de valles. De esta manera, habría colapsado el reino de los moche.

El gran reino de Chimú.- Esta civilización fue la que alcanzó mayor resonancia durante el periodo al que los arqueólogos llaman Intermedio Tardío. Tuvo su centro en el valle de Moche y su expansión militar la llevó a dominar la costa desde Tumbes hasta el norte de Lima (Carabayllo). Fue un reino conocido desde la conquista pues los cronistas conocieron a sus líderes (Chimo-Cápac o ciquiq) ya sometidos a los señores del Cuzco. Se trató de una sociedad muy jerarquizada con una población de unos 500 mil habitantes de los cuales casi 40 mil parecen haber vivido en la ciudadela de Chan Chan, capital del reino. Entre las diferentes lenguas que hablaban prevalecieron el sec (Piura), el muchic (o yunga en Lambayeque y La Libertad), el quingnam (en el área nuclear Chimú) y la lengua que llamaron “la pescadora”, de pronunciación gutural, en los valles del sur.

Existe una “genealogía” de Chimú registrada por los cronistas. Tuvo 10 gobernantes y su fundador esta relacionado con la figura mítica de Naylamp o Tacaynamo; su último líder, antes de la conquista incaica, parece haber sido Minchacaman. Entre sus divinidades destacaba la luna, llamada si, seguida por el sol, las constelaciones y el mar, llamado ni. Asimismo, el soberano era considerado una deidad.

Sus pobladores se dedicaban a la agricultura aprovechando los valles de la costa norte y las aguas subterráneas (puquios); construyeron wachakes o terrazas agrícolas hundidas que aprovechaban la humedad del terreno. Sembraron maíz, frijol, maní, ají, algodón y frutales como lúcuma, pacae, guanábana y palta. Su economía se completaba con la pesca y la recolección de mariscos. La caza parece haber sido una actividad ritual. Su cerámica (monócroma con gollete estribo) fue utilitaria y fabricaron hermosos mantos de plumas.

De los wari heredaron la tradición urbana y, de sus ancestros moches, la destreza en la orfebrería. Construyeron, o volvieron a ocupar, grandes ciudadelas de barro planificadas y divididas en sectores para artesanos (Chan Chan y Pacatnamú); en el trabajo de los metales realizaron múltiples objetos rituales (como el tumi o cuchillo ceremonial) y de decoración (muchas de éstas combinadas con piedras semipreciosas como la turquesa). Su orfebrería, a pesar de los hallazgos moche, es todavía considerada la mejor del Perú prehispánico.
El final de los Chimú ocurrió alrededor de 1470, cuando los ejércitos inca, al mando de Túpac Yupanqui, sitiaron y sometieron a la ciudadela de Chan Chan, obteniendo la capitulación del chimo cápac Minchacaman, quien, desde entonces, pasó a ser aliado de los emperadores del Cuzco. Prueba de ello es que, cuando los españoles ocuparon Cajamarca, Atahualpa hizo su ingreso a la plaza acompañado del chimo cápac de entonces, Cajazinzin.

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