Archivo por meses: abril 2010

!Devuelvan los tesoros!


Piezas de Machu Picchu en Yale

Tomado de El País de España (08/04/10)

La Conferencia sobre Cooperación para la Protección y Repatriación de la Herencia Cultural se ha clausurado hoy en El Cairo tras dos días en los que se han reunido funcionarios y viceministros de cultura de 25 países. Grecia, Italia, Chipre, Siria, Estados Unidos y una amplia representación de países latinoamericanos, además de España. Los representantes de los Estados han debatido cómo pueden proteger y recuperar sus tesoros y han buscado medidas que impidan que esos actos se cometan de nuevo en el futuro. Los asistentes propondrán a la UNESCO “enmendar la Convención sobre la restitución de antigüedades a sus países de origen”, según ha explicado el representante del CSA, Zahi Hawass.

Durante la clausura de la conferencia se ha presentado además una lista de piezas que varios de los países asistentes reclaman. En el caso de Egipto se trata del busto de Nefertiti, que se encuentra en el Neuesmuseum de Berlín. Al gobierno alemán también le reclama la escultura del arquitecto de la Gran Pirámide, que está en Hemiunu. A la vecina Francia, en concreto al Museo del Louvre, le pide la devolución del Zodiaco de Déndera, mientras que al Museo egipcio de Turín la estatua de Ramsés II. Otras de las piezas que Egipto pide que se le devuelva es la Piedra Roseta, que está en el Museo Británico. No muy lejos de esta pieza se encuentran parte de los frisos del Partenón, que reclama Grecia.

Para el Museo Británico también tiene peticiones Libia, en concreto la Cabeza de bronce de un libio, el ánfora panatenaica de Tocra y la estatua de mármol de Dionisos de Cirene. En las peticiones del país magrebí también se incluyen la estatua de mármol de una mujer de Bengazhi, que está en el Louvre, un ánfora panatenaica de Bengazhi y una estatua de mármol de Dionisos de Cirene.

Otros de los países que ha hecho pública su lista de peticiones es Nigeria. En ella se incluyen todas las placas de bronce de Benin de museos públicos e instituciones, todos los objetos de la cultura Ife, las figuras de terracota de la cultura Nok, la máscara de la reina Idia, que está en el Museo Británico, y la cabeza de Olokun, que se encuentra en el Museo de Frankfort.

La colección del Machu Picchu.- La Universidad estadounidense de Yale vería mermada la colección del Museo Peabody si Perú recupera, tal y como pretende la colección de Machu Picchu. El país suramericano también reclama las piezas de cerámica y tela de la cultura Paraca, expuestas en el Museo de las Culturas de Gothenburgo de Suecia.

Otro país americano que reclama obras de arte es Guatemala. En su lista aparece la máscara solar de jade de Río Azul, en manos privadas en Suiza, los dinteles de madera del Museo de Basilea, dos estelas de El Perú, en los estadounidenses Museos de Arte de Kimbell y Cleveland , y dos estelas de Piedras Negras en el Museo Pennsylvania y el Peabody.

Siria por su parte reclama al Louvre las antigüedades de la ciudad de Mari: las pinturas murales de un palacio de Amorite; la estatua de bronce de un león; mujer con polos; el friso de un mosaico y la estatua de Iddi-Ilum. Al Hermitage ruso le pide una bandeja de los siglos VIII o IX y la piedra de los aranceles de Palmira, mientras que al Museo nacional de Copenhague le requiere el busto de una mujer.

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Más sobre bares antiguos de Lima


Bar el Cordano en 1924

En diciembre de 2008, publicamos una serie de entregas titulada “Bares y tabernas de Lima”, en que hablamos del Juanito de Barranco, el Münich del jirón de la Unión, el Queirolo de Pueblo Libre, el Superba de San Isidro, el Carbone del centro de Lima y el Rovira de El Callao. Injustamente, omitimos al bar más antiguo que hoy funciona en Lima, el célebre Cordano, ubicado en la esquina de Pescadería y Desamparados. El Cordano fue fundado en enero de 1905 por los inmigrantes genoveses Virgilio Boitano y los hermanos Fortunato y Andrés Cordano; luego, fue regentado por los sobrinos Antonio y Luis Cordano. Hacia finales de los setenta (1978), sin embargo, los Cordano decidieron traspasar el negocio a sus mozos. Ocho de ellos, no han dejado de empujar, cada mañana, la legendaria puerta de madera y vidrio. Durante más de 100 años, ha sido el rincón de políticos, intelectuales y trasnochadores. Incluso, varios presidentes cruzaron la calle para degustar legendarios platos que aún se sirven en las mesas de mármol y granito, como los riñoncitos al vino o los sesos a la romana; asimismo, los sánguches de jamón del norte o los chilcanos de pisco.

Pero también nos olvidamos de algunos bares ya desaparecidos de Lima, muy conocidos en la década de los cincuenta, como El Palermo, que se ubicaba en la segunda cuadra de La Colmena, a pocos metros del Parque Universitario. Tenía un local amplio, el más grande que se recuerde en la zona. La atención era esmerada pero nada especial en los servicios de la cafetería, el restaurante y el bar. Sus 22 mesas familiares, alfombradas de aserrín, acogían casi las 24 horas del día a un público que reunía a profesores y estudiantes de la universidad de San Marcos y alguno que otro de la Universidad Católica; la mayoría procedía de las Facultades de Letras y de Derecho. Pero también eran clientes muchos periodistas porque, al cierre de la edición, redactores y reporteros de La Prensa, La Crónica y El Comercio, se daban cita en El Palermo. Juntos pero no confundidos, se podía ver al novelista José María Arguedas y al maestro Raúl Porras Barrenechea, a los poetas Alberto Escobar y Francisco Bendezú, al estudiante de historia Pablo Macera, y al pedagogo Oscar Franco. A los periodistas Pedro Álvarez del Villar y al crítico y poeta Augusto Salazar Bondy. Al filósofo Víctor Li Carrillo y al estudiante de Derecho Félix Arias Schereiber. Al sociólogo Aníbal Quijano y al narrador Eleodoro Vargas Vicuña -en el 55, recién llegado de Arequipa-, al poeta Juan Gonzalo Rose y al historiador Emilio Choy, al cuentista Oswaldo Reynoso y al crítico de cine Hugo Bravo, a las estudiantes de Letras Esperanza Ruiz, Nécida Coronado y Evelina Gayoso. Todos, jóvenes personajes que vivieron la férrea dictadura militar del General Odría. Para muchos, fue la extensión del Patio de Letras de la Universidad de San Marcos. El negocio fue fundado por la familia italiana Cocchella que, a principios de los 50, lo vendieron a una familia japonesa, los Kuniyoshi (el jefe del clan era don Santiago Kuniyoshi).

También fue famoso El Zela, en uno de los portales de la Plaza San Martín, donde acudía el pintor Sérvulo Gutiérrez y gente de la Universidad Católica. Otro era El Negro-Negro, en un sótano de la Plaza San Martín. Fue un centro nocturno muy especial. Decorado al estilo parisién por la artista francesa Odile Marley, con la colaboración de Juanito Pardo de Zela, le dieron un ambiente intelectual que hizo de este local el lugar predilecto de artistas, literatos y personajes de la más fina bohemia de los años 50, que algunos llaman los “años felices”. Era “el Ateneo de la intelectualidad del momento, que venía de la Segunda Guerra Mundial…”, dice uno de los habitués de ese inolvidable centro nocturno que ofrecía el placer de conversar, brindar, escuchar música, ver teatro (especialmente comedias) y exposiciones de pintura y, finalmente, hacer bohemia. Funcionaba a media luz, con un jazz de fondo que tocaba un pianista invidente: Freddy Ochoa. Sus dueños eran los hermanos Leo y José Barba, este último padre del ex congresista José Barba Caballero. A la entrada del Negro-Negro había una galería-librería, cuyos dueños eran Paco Moncloa y Sebastián Salazar Bondy, uno de los intelectuales más importantes de esos años. La librería funcionaba hasta poco más de la medianoche. Entre sus más asiduos concurrentes estaban: Sérvulo Gutiérrez, Alfonso Tealdo, Juan Ríos, Catita Recavarren, el torero Juanito Doblado, Alberto Brun, Carlos Eduardo Zavaleta, Fernando de Szyszlo, Blanca Varela, Edgardo Pérez Luna, Alfonso Grados Bertorini, etc.

También eran conocidos El Chino-Chino y, especialmente La Catedral, inmortalizado por la novela Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa. Fue una conocida chingana de obreros, artesanos y desocupados; estaba ubicada al borde del cuartel primero de la vieja Lima, en las inmediaciones del Puente del Ejército y de la avenida Argentina (al final de la avenida Alfonso Ugarte). Allí fueron las conversaciones entre Santiago Zavala y Ambrosio Pardo (hoy se encuentra en estado ruinoso).


MVLL en La Catedral

Finalmente, en enero de 2009 muchos limeños lamentaron el cierre del histórico Piselli de Barranco, abierto en 1915, en la esquina de Pedro de Osma y 28 de Julio. Se trataba de una clásica bodega italiana, como muchas que se instalaron en Lima desde inicios del siglo XX, atendida por sus dueños. En este caso fueron los hermanos Orestes, Ángel y Antonio Piselli, quienes, detrás del mostrador, preparaban sándwiches y tragos, probaban la bondad de nuestro pisco, y ofrecían por igual mortadela italiana, jamón inglés, bacalao noruego, quesos y vinos franceses, según el diario El Comercio en su nota de despedida al célebre rincón barranquito. Al fondo, el Piselli albergaba el bar, con dos o tres mesas acomodadas, aunque los parroquianos brindaban de pie. Entre sus clientes estaba el poeta Martín Adán, quien se sentaba solo y mirando a la calle. Otro gran poeta, Juan Gonzalo Rose, hacía de las suyas en el Piselli: parado ante el mostrador pedía un capitán con presa: pisco, Cinzano y una aceituna. Con él llegaron otros poetas como César Calvo, Reynaldo Naranjo y el violinista de la Orquesta Sinfónica Nacional Luis Purizaga. Afortunadamente, meses después, el bar reabrió, en la misma esquina, pero en la acera de enfrente, trasladando todo el mobiliario, incluidas las mesas de fierro antiguo y la barra original hecha de cedro de Nicaragua. Caretas informó así: “Las nuevas sillas han sido hechas a la usanza clásica. Segunda vida para un reducto muy querido por la bohemia limeña, lugar favorito de poetas como Juan Gonzalo Rose y César Calvo, políticos de todas las tiendas –se recuerda un encuentro fortuito y tenso entre Jorge del Castillo y ‘Popi’ Olivera– y hasta John Wayne. El actor se hizo un asiduo del Piselli en la década del 50, cuando andaba en amores con la peruana Pilar Palette, que a la postre se convertiría en su tercera y definitiva esposa. Tal vez veía el Piselli y pensaba en sus westerns. O tal vez el chilcano y el capitán –trago casi extinto en estos días, pero aún presente en la carta– eran demasiado buenos”.

Nota.- Nos queda reseñar qué fue de la suerte del Malatesta, otra célebre bodega y bar de la avenida Arenales.

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Rascacielos históricos de Lima

Con el advenimiento del siglo XX y el ingreso de Lima a la “modernidad”, quedó sin efecto la norma de no construir más alto que la torre de Santo Domingo. La llegada del concreto armado, en la década de 1920, permitió la construcción de edificios altos, con estructuras que no pasaban de los 20 metros de altura. Fue así que, en 1922, se inauguró el primer “rascacielos” de Lima, la Casa Wiese (en el jirón del mismo nombre), de 6 pisos y de estilo neoclásico, construido por el empresario Augusto Felipe Wiese; era el edificio más alto de Lima. Otros edificios de la década fueron el edificio “Italia” (del Citibank), el Banco Internacional (jirón de la Unión), el Banco Italiano (esquina de Lampa y Ucayali) y los edificios Gildemeister y Minería (jirón Wiese).


Edificio de la Casa Wiese, entre los jirones Lampa y Miro Quesada, primer “rascacielos” de Lima (1921)


Edificio Gildemeister

Durante la década de 1930, las estructuras más elevadas de Lima fueron el Hospital Obrero en al avenida Grau (1938), los edificios gemelos de la primera cuadra de la avenida Venezuela, el Ministerio de Salud Pública de la avenida Salaverry y el antiguo local del Instituto de Enfermedades Neoplásicas en al avenida Alfonso Ugarte (frente al Hospital Loayza). Hacia la década de 1940, se construyó el primer “rascacielos” de la avenida Wilson, el edificio residencial “Jorge Chávez”, destinado a la nueva clase media limeña.


Edificio “Jorge Chávez” en la avenida Wilson

Los años 50 marcaron otro hito en el desarrollo de los “rascacielos” en Lima. En 1956 fue construido el Ministerio de Educación, de 22 pisos, que tenía una torre central de acero y dos torres gemelas a ambos lados, de concreto armado. Era el nuevo edificio más alto de Lima. Dos años después, en 1958, se construyó, íntegramente de concreto, el Hospital del Seguro del Empleado (hoy “Rebagliati”), pero de 14 pisos. Pero en esta década, gracias a la bonanza económica, también se construyeron otros edificios “altos” en Lima como las nuevas sedes del Ministerio de Hacienda (avenida Abancay) o del Ministerio de Trabajo (avenida Salaverry). Asimismo, el sector privado impulsó la construcción de modernos edificios a lo largo de las avenidas Tacna y Wilson, tanto de uso comercial como residencial. Finalmente, en 1960, se inauguró el edificio del Hotel Crillón, de 20 pisos, en la avenida La Colmena. A pesar de estas construcciones, el edificio del Ministerio de Educación seguía siendo el más elevado de la ciudad. Esa fue una de las razones para que el estado, en 1959, iniciara, en el piso 13, el Canal 7 de televisión; la antena de la emisora fue colocada en la azotea del edificio, lo cual garantizaba la cobertura de la señal en toda la ciudad.


Ministerio de Educación


Ministerio de Hacienda

Durante la década de 1960, un año importante fue 1965, cuando, durante el primer gobierno del arquitecto Belaunde, se inició la construcción del Proyecto de Vivienda llamado Torres de San Felipe (“Residencial San Felipe”). Como sabemos, se trató de un complejo arquitectónico con 15 torres elevadas, entre 15 y 16 pisos, con una vista privilegiada de la ciudad.


Residencial San Felipe

En los años setenta, la construcción de la torre del Centro Cívico, de 102 metros de altura, con 34 pisos (33 desde el nivel de la calle), le arrebató el liderazgo al viejo Ministerio de Educación. Cabe destacar que esta Torre forma parte del Centro Cívico, que se construyó a partir de un concurso arquitectónico a finales de los años sesenta. El equipo ganador estuvo conformado por los arquitectos Adolfo Córdova, Jacques Crousse, José García Bryce y Miguel Llona, entre otros. Antes se encontraba allí la Penitenciaría de Lima (más conocida como el “Panóptico”). El conjunto se empezó a construir en 1970, destinado a oficinas y agencias del Estado, además de tiendas comerciales. Es de estilo “brutalista”, caracterizado por la construcción austera y carente de ornamentos. Su Torre fue la más alta de Lima hasta el 2009. Con el tiempo, la Torre se volvió poco atractiva para desarrollar actividades comerciales y gran parte de sus 34 pisos cayeron en el abandono. Además, en los años ochenta y noventa, fue un lugar recurrente para los suicidas.


La torre del Centro Cívico (al costado, el Sheraton)

El Hotel Sheraton

Junto al Centro Cívico se construyó el hotel más moderno de Lima, el Sheraton (inaugurado en 1973), de 20 pisos y más de 400 habitaciones. Otro edificio emblemático de los setenta fue la Torre La Positiva, en la avenida Javier Prado. Aunque con menos pisos que la torre del Centro Cívico, se convirtió en un símbolo por el restaurante giratorio, llamado “El Sombrero” que, en realidad nunca funcionó así, pues no hubo dinero para comprar el mecanismo giratorio. En Miraflores, el edificio más alto de los setenta fue el que correspondió al antiguo Miraflores Cesar Hotel (hoy “Casa Andina”, en el cruce de La Paz y Diez Canseco), con 18 pisos, de color marrón oscuro y lunas espejo negras; tenía un restaurante panorámico en la última planta (“La Azotea”). Fue inaugurado en 1976 y sus arquitectos fueron Enrique Seoane y Richard Malachowski. Entre sus huéspedes ilustres estuvieron Julio Iglesias, Roman Polanski, Frank Sinatra y el escritor Jorge Luis Borges.

En los años 80, la crisis económica frenó, los grandes proyectos inmobiliarios. Sin embargo, durante el segundo gobierno de Belaunde (1980-85), siguiendo el antecedente de San Felipe, se construyeron las “torres” de San Borja y Limatambo, aunque de distinta calidad, tanto a nivel arquitectónico como urbanístico, que los conjuntos habitacionales belaundistas de los sesenta.

A partir de la década de 1990 se consolidó la tendencia de construir edificios para servicios financieros, hoteleros y de habitación, especialmente en San Isidro y Miraflores. Ente 1990 y 2007 se construyeron 30 edificios mayores de 50 metros y 12 de 40 a 50 metros; es decir, el promedio de altura no fue tan elevado. Sin embargo, algunos de ellos podrían calificarse de “rascacielos” para los estándares de Lima. En este sentido, uno de los símbolos de la Lima moderna fue la Torre Interbank, inaugurada en el emblemático año 2000, con un área total de construcción de 45 mil metros cuadrados, 20 pisos y 88 metros de altura máxima. El diseño fue del arquitecto austriaco Hans Hollein. Funciona como sede principal del Banco Interbank y se ubica en el cruce de las avenidas Javier Prado y Paseo de la República.

Sin embargo, en el 2001 se inauguró el Edificio Chocavento (sede del Citibank, en la avenida Canaval y Moreyra), con 24 pisos y 107 metros de altura, el más alto de Lima, desplazando a la Torre del Centro Cívico. Por su lado, en Miraflores destacó la construcción del edificio del Hotel Marriott, de 25 pisos, en el Malecón de la Reserva, frente al parque Salazar.


Edificio Chocavento

Las torres del futuro.- Actualmente, se encuentran en proceso de construcción las estructuras que serán las de mayor altura en la ciudad de Lima. Se trata del edificio del Hotel Westin Libertador Lima (118 metros) y la Torre del Intercambiador de Calor de la Planta Atocongo de Cementos Lima (141 metros). El “Westin”, con 30 pisos, será el edificio más alto del Perú. Tendrá un área construida de 72 mil metros cuadrados, 311 habitaciones y 5 sótanos (4 de ellos para el estacionamiento de 727 vehículos y 1 para las cisternas). También tendrá un centro de convenciones para 2 mil personas y 14 salas para reuniones. Por su lado, la Torre de Cementos Lima, si bien no es un edificio, tendrá como objetivo optimizar el ahorro de energía previo al ingreso del material crudo en el horno. La torre tiene una serie de ciclones en cascada que permitirán, además de mejorar la sostenibilidad de la industria cementera, un importante incremento de la capacidad de producción. La estructura de concreto armado alcanzará los 141 metros de altura y la instalación mecánica se elevará 24 metros por encima, logrando una altura total de 165 metros. Será la construcción más alta del Perú.
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Notas sobre miradores virreinales y republicanos

Por lógica, en los tiempos coloniales, los “miradores” de la ciudad eran los campanarios o torres de las iglesias; en este sentido, los frailes encargados de hacer repicar las campanas eran unos observadores privilegiados del panorama de la capital de los virreyes. Pero entre todas las torres, la más alta era la del convento de Santo Domingo; había, además, una ordenanza del Cabildo que ninguna construcción debía ser más alta que esta torre. Por su ubicación (con dirección al sur o al mar), también era muy demandada por los comerciantes limeños, quienes trepaban hasta su cima a ver si sus embarcaciones ya habían llegado al Callao con las mercaderías. Ya en el siglo XIX, cuando apareció la fotografía, las primeras imágenes panorámicas de Lima se hicieron desde Santo Domingo.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, se construyeron en Lima dos miradores, pero con distintos objetivos. Junto a la Plaza de Acho, se construyó el Mirador de Yngunza, que remata en una cúpula de forma baldosa. Sobre él existe la errada idea que fue construido por el virrey Amat para poder ver, junto a la Perricholi, las corridas de toros. La verdad es otra. Durante esos años, vivía en Lima un español muy rico llamado Francisco Esteban de Yngunza y Zamácola quien, además, era muy aficionado a los toros. Yngunza había tenido una desavenencia con Amat, no quería cruzárselo en Acho pero tampoco quería perderse las corridas. Así, compró la “Huerta de Acho” que colindaba con la Plaza y construyó una casa de campo con mirador. De esta manera, podía seguir viendo la fiesta de los toros y evitar inclinarse ante la presencia del Virrey.


Mirador de Yngunza

Luego, a finales del siglo XVIII, el rico comerciante, banquero y naviero Martín de Osambela (Navarra 1754-Callao 1825), construyó, en lo que es hoy el jirón Conde Superunda su hermosa residencia, de estilo rococó, y le hizo levantar un mirador (el Mirador de Osambela), que hasta hoy podemos contemplar. El Marqués de Osambela, quien también era prior del Tribunal del Consulado (poderoso gremio de comerciantes de la época), evitó así darse el trabajo de trepar hasta la torre de Santo Domingo a ver si sus naves ya habían llegado al Callao. Gracias a su fortuna, desde su propia casa, podía estar al tanto, con toda comodidad, de lo que ocurría en el puerto de Lima.


Mirador de la Casa de Osambela

Durante el siglo XIX, las torres de las iglesias limeñas siguieron siendo los principales “miradores” de la ciudad hasta que, hacia la década de 1890 una familia construyó una elegante casona, de estilo neogótico, en la plazuela de San Agustín, exactamente donde hoy se ubica el edificio “Peruano-Suizo”. Lo particular de esta residencia es que la familia levantó un impresionante “mirador” (el Mirador de San Agustín), que terminaba en punta, como los chapiteles de los palacios de la Europa del norte.


Mirador en la plazuela de San Agustín, ya desaparecido

Otro mirador en Lima, ya desaparecido

Mirador en el antiguo parque de Miraflores, ya desaparecido

Mirador u Observatorio Metereológico Unanue en el Jardín Botánico, ya desaparecido

Mirador en la Quinta de Presa (Rímac)

Mirador del cuartel de Santa Clara


Mirador del colegio San José de Cluny (avenida Bolivia) Sigue leyendo

Miradores naturales de Lima

Sin duda, el primero y más importante es el Cerro San Cristóbal, que domina, “vigila”, la ciudad desde su fundación en 1535. Se trata de un cerro macizo, de poca altura, apenas de 378 metros sobre el nivel del mar, ubicado al NO de Lima. Su nombre se debe a los propios conquistadores, quienes siguieron la costumbre de la época en poner bajo la advocación de San Cristóbal (defensor contra las inclemencias de la Naturaleza) a los promontorios pétreos cercanos a las ciudades que fundaban, como también ocurrió en Santiago de Chile. Según la leyenda, Pizarro fundó aquí una capilla el 14 de noviembre de 1537 (día de San Cristóbal, con misa incluida) y colocó una cruz de madera en su cumbre. Diversos testimonios nos confirman que, durante los tiempos virreinales, el cerro era muy visitado por los limeños, no solo para rendir homenaje a la cruz sino también para observar la ciudad y, sobre todo, el mar, si es que algún enemigo (pirata) amenazaba la Ciudad de los Reyes.

También se cuenta que los devotos visitantes del cerro, en el siglo XVII, construyeron otra capilla, la “Ermita San Cristóbal”. Ya en 1630, el arzobispo de lima, Hernando Arias de Ugarte, nombró al clérigo Andrés Sánchez para su administración. Según el Diario de Suardo, el cuidador de la ermita era Juan Marcos de Paredes, quien “todas las noches bajaba a esta ciudad y con un Cristo Crucificado en las manos andaba por las calles dando voces y amonestando a los que estaban en pecado mortal, con que tenía adquirido muy buena opinión en toda esta corte”. También se cuenta que el virrey Conde de Chinchón solía visitar con su esposa la ermita, pero antes pasaba por la “Casa de la Pólvora” (también en el cerro), lugar donde se guardaba la artillería ante un eventual ataque a la ciudad. El terremoto de 1746 arruinó la Ermita de San Cristóbal. Ya en tiempos republicanos, en diciembre de 1928, durante el gobierno de Leguía, se instaló una cruz de hierro iluminada. Fue iniciativa del padre Francisco Aramburú, misionero descalzo, quien recaudó dinero de personas piadosas para al construcción de la nueva cruz.


Antiguos limeños en el cerro San Cristóbal

Luego, en el siglo XIX, cuando Chorrillos se convirtió en el principal balneario de la capital, el Morro Solar empezó a ser más visitado por los limeños y dominar la preciosa bahía de Lima. En realidad, se trata de un conjunto de cerros que tiene varios significados: fue escenario de una de las batallas más sangrientas durante la guerra con Chile (por ello, está el Monumento al Soldado Desconocido, un obelisco de 22 metros de altura), está el Planetario (primer centro de observación astronómica del Perú), hay un santuario a la Virgen María (traída de Lourdes, Francia, en 1905) y tiene una gran Cruz iluminada (construida con restos de fierros de torres de alta tensión y levantada con ocasión de la visita a Lima del papa Juan Pablo II en 1985). En fin, un espacio de más de 300 hectáreas con un valor religioso, científico y patriótico (también arqueológico). Recordemos, además, que el Morro Solar también ha servido como lugar para colocar antenas de retrasmisión de canales de televisión y de algunas radioemisoras en su afán de cubrir con mayor eficiencia su señal en toda la capital. En suma, el Morro Solar es el mirador natural de la Bahía de Lima, un lugar donde se puede apreciar el paisaje urbano y marino de gran parte de nuestra ciudad y los Balnearios del Sur.


El Morro Solar, al fondo, visto desde el cerro San Cristóbal, según grabado de E. Charton (1851)


Antigua postal del balneario de Chorrillos visto desde el Morro Solar

Luego, al SE de Lima nos encontramos con el Cerro Centinela, donde transcurre la avenida Raúl Ferrero, que une Monterrico con La Molina. Desde él también se puede obtener una vista panorámica de casi toda al capital, especialmente al atardecer, para observar la puesta del Sol en la bahía de Lima. En el límite de Monterrico con La Molina, tiene una imagen del Apóstol Santiago, santo patrón de Santiago de Surco. Además, los que no saben su nombre original, le llaman “cerro de La Molina”. Lamentablemente, por ser una vía expresa de vehículos, no se ha construido un “mirador” en el lugar.

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