Haití, más de dos siglos sangrando


Miembros del «Ton Ton Macoute», una fuerza paramilitar, marchan en apoyo del dictador «Papa Doc»

Las decenas de miles de muertos provocados por el devastador terremoto de Haití, que ha reducido a escombros su capital y llenado de cadáveres las calles, no es más que la gota que colma el vaso de un país cuya historia, de 206 años, se resume en una sucesión de catástrofes naturales y golpes de Estado con las que ha ido desangrándose hasta hoy.

«De repente, me vi atrapada por una gran oscuridad, mientras los escombros caían sobre mí y escuchaba a la gente gritando y pidiendo ayuda. Creía que el mundo se estaba acabando», contaba a EFE Saski Litali, de 16 años. La misma oscuridad que ha reinado en el país antillano desde que, a finales del siglo XVIII, un cruel sistema esclavista impuesto por Francia –que ayer envió dos aviones con ayuda humanitario y personal– hacia que 12.000 hombres libres llenaran las arcas de París a costa del trabajo de 500.000 esclavos. En una época en la que se produjo, en 1770, el segundo terremoto más devastador de su historia, sólo superado por el que el martes arrasó Puerto Príncipe.

De aquel golpe aún tuvieron fuerza de levantarse los haitianos, cuando Jean Jacques Dessalines, un antiguo esclavo, expulsó a las tropas francesas tras la Batalla de Vertierres y declaró la independencia de Haití… acosta, eso sí, de 60.000 vidas.
Era 1804 y el país vivía uno de los pocos momentos de felicidad de los últimos dos siglos: se había convertido en el segundo país de América en conseguir la independencia y el primero del mundo en abolir la escalavitud, cuyos descendientes se arrastran hoy por los escombros pidiendo ayuda.

Pero con la independencia, tampoco levantó la cabeza. Dos siglos de continua inestabilidad política, dictadores asesinos, invasiones extranjeras, más de 30 golpes de Estado y una serie interminable de huracanes, terremotos y tsunamis han convertido a Haití en el país más pobre del hemisferio occidental: la esperanza de vida apenas sobrepasa los 52 años, más del 40% del presupuesto del país procede de la ayuda internacional, cada haitiano sobrevive con poco más de dos euros al día, el 60% de sus nueve millones de habitantes está en paro, el 80% vive bajo el umbral de la pobreza y más de la mitad bajo la raya de la miseria… un panorama histórico con la pobreza como único horizonte.

Sólo dos años después de conseguir la independencia, Dessalines fue traicionado y asesinado por sus propios colaboradores, Alexandre Pétion y Henri Christophe, quienes dividieron el país e iniciaron la primera guerra de su historia independiente. Desde entonces, los conflictos políticos internos no han traído más que rápidos cambios en el gobierno, más de 60 hasta 1994.

Y cada vez que el país parecía ver el sol, huracánes como «Georges», «Jeanne», «Beulah», «Ines» o «Dennis» convertía a Haití en un cementerio, en el que se sembraban muchas más muertes que en cualquiera de los países vecinos, a los que ayudaba, sin duda, la falta de voluntad de sus políticos. «Muchas de la víctimas de la capital haitiana, principalmente campesinos y habitantes de la “villa miseria” que la circundan, perdieron la vida ahogados o aplastados al derrumbarse las precarias casas en las que vivían», podía leerse en ABC, en noviembre de 1994, tras el paso del huracán «Gordon». Las invasiones extranjeras tampoco ayudaron. En 1915, y aprovechando la inestabilidad política endémica de la república negra, Estados Unidos ocupa militarmente Haití, dejándolo en la bancarrota y a merced de acreedores extranjeros, en 1957.

Y aún pudo Haití, después, dar otra vuelta de tuerca a su negro destino: «En Haití, hundida en caos política, cayeron en poco tiempo varios presidentes, y ahora gobierna el doctor Duvalier a merced de cualquier cuartelazo», contaba ABC en 1959. La Saga de los Duvalier, los dos dictadores más crueles que han soportado los haitianos, convirtieron a la nación, hasta 1986, en una enorme fosa común de la que aún no había salido: primero «Papa Doc», que asesinó a más de 200.000 personas en una salvaje represión, y después «Baby Doc», que condujo al país a una decadencia aún mayor.

Y con la Constitución de 1987, nuevos disturbios y centenares de muertos, y un sinfín de golpes de Estado hasta la llegada del sacerdote Jean Bertrand Aristide, un «visionario», y René Préval, que rompieron con la funesta tradición de los caudillos militares, pero inundaron el país de corrupción, falta de institucionalidad y violencia política. En 2004, en plana «tempestad» política, las inundaciones acabaron con la vida de 2.668 haitianos, en mayo, y las tormentas tropicales con otros 1.330, en septiembre, además de 1.056 desaparecidos y 300.000 damnificados. «La situación de Haití es pavorosa, hay que reconstruir todo el país», dijo entonces el embajador de España en Puerto Príncipe. Pero en 2008, otros cuatro huracanes causaron 800 muertos más y 300 desaparecidos… una «pequeña» broma macabra que parecía avisar del que sería el mayor golpe de su historia (tomado del ABC de Madrid, 15/01/09).

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