Nueva biografía de Himmler

ENTREVISTA a Peter Longerich: “LOS NAZIS ERAN SERES HUMANOS, ÉSE ES EL PROBLEMA”
El País (31/11/09)
¿Cómo se gesta un genocida? ¿Influye el subdesarrollo sexual? Este historiador alemán ha escrito una apasionante biografía de Heinrich Himmler, uno de los peores criminales nazis.


Peter Longerich

Himmler. No imagina uno persona peor. Jefe de la Gestapo y de las SS, ministro del Interior de la Alemania nazi, comisario étnico y organizador de la Solución Final, el exterminio de los judíos. A escribir su biografía, sumergiéndose en sus crímenes, sus extravagancias y su infecta alma, se ha entregado durante años el historiador alemán Peter Longerich (Krefeld, 1955). El resultado es un libro monumental (Heinrich Himmler, RBA) que radiografía como nunca la acción política, la carrera asesina y la compleja psicología del siniestro personaje, ofreciendo a un tiempo una de las más preclaras descripciones de cómo se desarrolló en el seno del gobierno hitleriano la cadena de decisiones y circunstancias que condujeron al Holocausto. No parece que a Longerich le haya afectado excesivamente la larga convivencia con Himmler: es una persona simpática y agradable (aunque se deja invitar a la comida) y, de hecho, al acabar de escribir sobre el Reichsführer-SS, en vez de salir corriendo en dirección contraria, se puso a hacerlo sobre Goebbels, que es como ir de un basilisco a otro.

Director del Centro de Investigación sobre el Holocausto e Historia del Siglo XX en Royal Holloway (Universidad de Londres), donde trabaja con otro de los grandes especialistas en el III Reich, el historiador británico David Cesarini (autor de la biografía de referencia sobre Eichmann: lo que han de disfrutar los dos estudiosos yendo de copas juntos), Longerich hace más que escribir y enseñar sobre el nazismo: tuvo un activo papel como testigo en el proceso que significó el descrédito de David Irving, documentando la responsabilidad absoluta de Hitler en las políticas de exterminio, y además ha colaborado en la lucha contra los neonazis y el negacionismo, una actividad sobre la que pide discreción. La cita con el profesor es en su despacho en Royal Holloway, Egham, un college de lo más británico cuyo edificio principal, de época victoriana e inspirado extravagantemente en el Château de Chambord, recuerda la Escuela Hogwarts de Harry Potter.

Cuando Longerich llega lo esperan en la puerta, además del periodista, dos jovencitas que le entregan entre tímidas risitas un trabajo sobre el Mein Kampf. Aunque quien firma estas líneas encuentra que el despacho es ideal para la entrevista -en las estanterías reposan The Waffen SS, de Geschichte, y la voluminosa Enzyklopadie des Holocaust, por no hablar de que por la ventana pueden verse entre los árboles dos altas chimeneas de ladrillo (resulta que son de las viejas cocinas del colegio, pero es imposible no pensar en referentes más siniestros)-, el historiador decide que vayamos a comer en su coche a un pequeño restaurante especializado en pescado en Egham. Longerich encarga para los dos sopa de marisco y lenguado al limón. Él come con gusto. Después de tanto tiempo, Himmler no le quita el apetito.

Mire, por buscarle un pero a su magnífico libro: no menciona la visita de Himmler al monasterio de Montserrat. No sé que opinarán los monjes…

Es cierto. Pero no es un libro pensado específicamente para el lector español.

Sí que habla de la posible mediación de Serrano Súñer para que Himmler hiciera llegar propuestas de paz a los británicos al final de la Guerra Mundial.
Sí, en la documentación alemana consta que ofreció sus servicios, pero no tengo idea de qué había detrás. No sé qué podrían encontrar ustedes sobre el particular en sus archivos. No hace mucho, aquí, en Gran Bretaña, apareció esa nota de Churchill: “Mensaje de Himmler destruido por mí”. Quizá encaja con lo de Serrano Súñer.

Éste es su octavo libro.

Así es, y he terminado en agosto el siguiente, la biografía de Goebbels, que aparecerá en un mes.

¿Quién cree que es más interesante, Goebbels o Himmler?

Son tan diferentes… Los historiadores suelen buscar el nazi ideal, la personalidad que más se ajusta al arquetipo. Mi idea, que transmito en ambos libros, es que el secreto del éxito de los nazis fue su capacidad para poner en el lugar exacto a la persona adecuada, desde su punto de vista. Himmler, con su personalidad taimada y sigilosa, se convirtió en jefe de seguridad; el extrovertido y mundano Goebbels, en jefe de propaganda. Uno no tiene vida sexual casi, para el otro el sexo es muy placentero. En realidad no puedes decir que haya un nazi ideal, uno que los represente a todos. Creo que ahora, cuando se pueda leer la biografía de Goebbels, será interesante hacer comparaciones. La idea es usar estas figuras no sólo para explicar sus vidas, sino para introducirse en áreas oscuras de los nazis, de las políticas del Holocausto, por ejemplo. Las biografías abren un nuevo acceso a la historia del III Reich, porque es una época en la que el poder político estaba extremadamente personalizado. Himmler tenía tantas funciones diferentes, policía, asentamientos, política racial, Waffen SS… La clave de su éxito es que consiguió mantener todas esas cosas juntas en una organización bajo el paraguas de las SS. Lo mismo puede decirse de Goebbels, combinaba las competencias de propaganda, pero también de organización del partido en Berlín, tareas culturales, militares… Esta gente se construyó, despiadadamente, pequeños imperios, cuyo mejor acceso es a través de las biografías.

Eran gente bastante competente en lo suyo. En fin, no entienda esto como un elogio.

Competente… Bueno, eran las personas estupendas para esas tareas, dicho, claro, con ironía.

La verdad es que hay bastante ironía en su libro sobre Himmler. Y cierto sentido del humor, muy de agradecer visto lo siniestro de la materia. De hecho, si me permite, a veces parece usted más británico que alemán.

Me gusta la ironía británica.

¿No cree que hay algo, no sé, la palabra resulta tan inadecuada, pero sí, cómico, en Himmler? Quizá grotesco sea mejor.

Ajá.

Una extraña combinación de crueldad y estupidez.

No soy psicólogo, pero para entender a estos tipos necesitas cierto enfoque psicológico. Recabé consejo profesional y utilicé literatura estándar del tema. Los psicólogos me introdujeron en esa idea de que Himmler sufría trastorno de vinculación. Tenía una gran inmadurez emocional. Estaba emocionalmente subdesarrollado. No entendía las relaciones interpersonales. No sabía cómo canalizar su interés por la amistad o por las mujeres, buscaba algo que no sabía exactamente qué era. Eso puede explicar su atracción por la figura del militar y su idealización de ella. Es muy tentador en una biografía decir: ésta es la razón de que esta persona fuera como era. Era inseguro en sus relaciones personales y desarrolló estrategias para superar esas dificultades. Tenía dos caras diferentes y para la gente era difícil saber cuál era la real. Esa personalidad dual, frío y jovial, inseguro y duro…

Su reacción ante la realidad de los campos de exterminio, ante la visión de los asesinatos no era, dice usted, pusilánime. No parece que la confrontación con la muerte violenta le provocara ningún ‘shock’. Tras ver funcionar las cámaras de gas de Auschwitz se tomó unos vinitos. Sí. Hay ese famoso caso en Minsk. Alguien me preguntó en una conferencia sobre él. Aquello de que no pudo aguantar ser testigo de la matanza y se puso enfermo. Es una historia inventada. Encontré otra, de un oficial, que explicaba que estuvo muy frío, e incluso dijo al ver que uno de los fusilados seguía vivo en la fosa…

“Teniente, dispárele a ése”, sí, está en su libro. Es escalofriante.

Es mucho más creíble. Himmler visitó lugares de ejecución muchas veces -era un gran viajero-. Y estuvo comunicativo con sus hombres. Probablemente, pero esto, claro, es especulación, sentía curiosidad sobre el hecho de matar. Hay otras historias acerca de que estaba interesado en los experimentos médicos, en el imaginario de los cuerpos mortificados. Algunas cosas hacen pensar que era un sádico. No estoy seguro. Siempre insistió mucho ante sus hombres en el concepto de decencia. En que se podía matar decentemente. Es increíble cuántas veces -lo he calculado con el ordenador- Himmler usaba en sus textos y discursos la palabra decencia. Escribió a su novia que tenía problemas de estómago precisamente, recalcó, porque era tan valiente y decente. Creo que le atraía la crueldad, pero lo importante en su personalidad, lo definitorio, era la obsesión por controlar sus emociones. Los sentimientos fuertes, el amor, el odio, el sadismo.

Es impresionante en el caso de Himmler la estrecha relación entre psicología y política.

La historia del III Reich es tan peculiar porque, aunque duró relativamente poco, estuvo llena de cambios. Y esta gente, los líderes nazis, tuvieron una gran capacidad de maniobra, mucha libertad de acción. No se puede comparar a Himmler o a Goebbels con un primer ministro de Alemania de después de la guerra, o con un secretario de Estado de EE UU, porque el papel de éstos está fijado por normas. Los nazis crearon sus propias posiciones. Es importante entender su psicología.

No eran monstruos.

No, ése es el asunto. Eran seres humanos. Ése es el problema. La vida de Himmler, al principio, su juventud, su época de estudiante en Múnich, es de lejos la de una persona normal, inofensiva.

Y un peculiar agitador y revolucionario que vivía en casa de sus padres.

Sí. Era de una familia de clase media católica y estaba sobreprotegido. Tenía buenas relaciones con su padre, hablaba de sus dudas de fe con él. Era una familia, en buena medida, intacta. Por eso no estoy de acuerdo con cierta idea general de que la personalidad de Himmler se debe al conflicto con su padre. He tenido que luchar con esa concepción errónea. Ese conflicto no existió.

¿Qué percepción hay en Alemania en general de Himmler? Debe de ser difícil asumir que un tipo así fuera un compatriota.

En general, en Alemania la gente encuentra difícil entender al personaje. Es un terrible asesino de masas y resulta complicado acercársele. Es una figura tabú. Otros nazis, Goebbels o Goering… la gente los encuentra más accesibles. Algunos han querido verlo como un excéntrico. Mi intención ha sido presentarlo como normal. Tenía problemas psicológicos, pero no era un lunático.

Bueno, hay algunos componentes de su personalidad que son extraños, por decirlo suave. Sus obsesiones con minucias y ocultismos.

Tenía muchos intereses diferentes al mismo tiempo. Para nosotros es el organizador del Holocausto y el arquitecto del genocidio, pero, psicológicamente, para él, todas sus tareas tenían importancia y las hacía una detrás de la otra. Y una de ellas era eliminar a los enemigos del Reich. En su rutina diaria no significaba algo muy especial. Y, de hecho, en un momento anotó: “Ya está, acabado”, con respecto a la cuestión judía.

Bueno, ¿y no es eso una marca de locura, pensar que era tan importante matar a los judíos como determinar los mejores cultivos para Ucrania, imponer los límites de velocidad o decidir las insignias de los musulmanes de las Waffen SS?

Podemos ver esa locura, quizá, pero para él era perfectamente normal hacer lo que hacía.

Himmler tenía esa misma sensación de abrumadora responsabilidad, de exceso de tarea ingrata no reconocida, que expresan el comandante de Auschwitz Rudolf Höss o el de Treblinka Franz Stangl. Demasiado trabajo. También lo deploran los jefes de Einsatzgruppen.

Sí, matar como trabajo.

Himmler trató de involucrar a otros miembros del partido y a las Fuerzas Armadas en el Holocausto.

Cierto, por un lado, dio pasos para convertirlos en cómplices. Pero, por otro, consideraba que el genocidio formaba parte de la historia que no debía ser escrita. Era un secreto abierto. Había una doble medida. Todo el asunto, si es lícito matar gente, si debes ser fiel a tu mujer… la moralidad de ese individuo, Himmler, es típica de la doble moral del pequeño burgués.

¿Hay una lección moral en todo eso que podamos extraer?

Si estudias la historia de los perpetradores descubres que procedían de muy diferentes pasados. No hay una manera típica, un camino único de convertirse en genocida. Todos tenemos la capacidad y el peligro de serlo. Observando a los nazis no puedes identificar un sector de la sociedad del que provengan los asesinos.

En el libro sólo menciona usted un caso en el que Himmler maltratara a alguien con sus propias manos, un solo caso de crueldad directa, personal.

Sí, con el autor del intento de asesinato de Hitler en la cervecería Burgerbrau de Múnich, Georg Elser, le interrogó y le pegó.

¿Hay otros casos?

No. Es extraño que no tratara de ver qué se sentía matando, visto su temperamento. Era muy fácil cargarse a un preso en un campo o a un judío durante una matanza colectiva. Se lo impedía probablemente esa idea recurrente suya de matar ordenadamente, decentemente. Él estaba en un nivel de mando, era una labor profesional. Como jefe no debía intervenir. El mando no actuaba personalmente en las ejecuciones.

¿Cree que tenía una curiosidad personal en la experiencia de matar?

Quería mirar. Igual que quiso ver experimentos médicos con humanos.

No hemos hablado de la contradicción entre su apariencia física y el ideal ario que defendía.

Su educación se centraba en la idea de autocontrol. Controlar las emociones te hace fuerte y te permite ganar poder. Himmler bailaba, tomó lecciones de baile, no fue muy bueno en deportes, pero los practicaba, jujutso, pesas, esgrima.

Con sus rasgos no ofrecía exactamente el gran ejemplo de pureza racial.

No, y se hacían bromas sobre ello en las SS. Algo que he querido dejar bien claro en el libro es el sinsentido y el caos de toda la política de la raza en el III Reich.

¿Hasta qué punto el éxito de Himmler fue producto de la suerte o de sus… vamos a llamarles virtudes? Al final reunió tanto poder…

Ejerció diferentes papeles en distintas áreas. Tenía una extraordinaria capacidad de adaptación. Al final de la guerra se veía en la posición de negociador con sus grandes redes de información, seguridad y espionaje en toda Europa. Tenía también a los prisioneros de los campos para negociar.

En varios asuntos fracasó.

Cierto, como comandante militar, en la creación de empresas de armamento, en su lucha contra los movimientos de resistencia europeos… Y las divisiones SS de extranjeros tampoco dieron un gran resultado.

En la cuestión judía, en cambio, fue un hacha, si me permite la expresión.

Era más fácil para él destruir que crear.

Tenía buen olfato para escoger colaboradores. Gente tan mala como él: Dirlewanger o Globocnik. Olfateaba sus debilidades y los utilizaba.

Se equivocó con algunas personas dándoles según qué tareas. Pero les manipulaba muy bien y le eran muy leales.

Hay una especie de gran agujero negro en el libro que es Hitler. No se habla apenas de la relación personal de Himmler con él.

Su relación con Hitler es fría y calculada. Himmler entra en el movimiento nazi por Röhm.

Que es como decir que apuesta por el caballo perdedor.

Exacto. Inicialmente, no le convenció nada la lectura del Mein Kampf. Pero percibió que Hitler era la autoridad absoluta en el partido. De todas formas, nunca llegó a tener una relación tan colorista y cálida como Goebbels. No percibía el carisma de Hitler. Pero como político no era capaz de imaginar su papel sin Hitler. Su posición era dependiente de él.

Pero no había seducción, como en Speer. Ni amistad.

No. Himmler no podía establecer amistad en los términos en los que lo hacía Hitler. Para Himmler, o dominabas o te dominaban. Sus, digamos, amigos personales eran siempre diez años mayores que él. Eran figuras paternales.

No hay en el libro momentos de intimidad con Hitler.

No existieron. Contactos, sí, cantidad. Recibía órdenes. Goebbels, en cambio, conversaba mucho. Pero piénselo: ¿usted, de ser Hitler, habría querido pasar las veladas con Himmler?

Me parece que no. ¿Qué opina del final, de la traición del fiel Heinrich?

No creo que pueda hablarse de traición. Himmler simplemente pensaba que Hitler era incapaz de actuar y que él era el adecuado para negociar con los Aliados.

¿No cree que en algún momento su biografía pueda inducir a pensar que Himmler actuó muy independientemente en el Holocausto? Sé que, desde luego, ésa no es su opinión.

He escrito otro libro, La orden no escrita, sobre la responsabilidad de Hitler. Puede parecer que cuando Himmler toma iniciativas hace cosas que van más allá de las órdenes. Pero cualquier actuación sigue a un estímulo emanado desde Hitler.

¿Qué hay del aspecto sexual de Himmler? Fue virgen hasta los 27 años, eso ha de marcar.

Sí. Su voyeurismo y su miedo a la homosexualidad -le preocupaba un exceso de virilidad en las SS- hacen pensar en un subdesarrollo sexual.

No hemos hablado del ocultismo, Hörbiger, la Ahnenerbe…

No creo que sea clave para entender a Himmler. Se puede considerar una parte privada que, además, no le gustaba a Hitler, así que él tendía a no airearlo mucho. Trabajó en el desarrollo de esa religión alternativa, pero no llegó a una conclusión definitiva. Pensó que hay cosas que no se pueden explicar racionalmente. Aunque había una parte práctica, como lo de encontrar o recuperar la supuesta arma misteriosa de los germanos, “eléctrica”.

El martillo de Thor.

Eso.

Hay un aspecto curioso de Himmler que es su capacidad como diseñador. Es el responsable de parte de la iconografía de las SS, a la que no puede negársele éxito.

Sí, pero en relación con lo otro coincidirá en que es un aspecto menor.

Su libro aporta una visión muy clara sobre el proceso de decisión del Holocausto.

Fue un largo proceso. La última decisión es en la primavera del 42. Si miras lo que Himmler hizo en los siguientes seis meses, puedes ver que el inicio del Holocausto es parte de un concepto más amplio y que las decisiones clave se toman escalonadamente.

¿Hay algo irreductible en Himmler, algún misterio aún para usted?

Esa obsesión por controlar sus sentimientos. Al principio, el Himmler personal aparece en sus cartas y diarios, pero luego se esconde en su vida oficial.

No hay un mito Himmler.

Por su final. Cabía esperar que muriera en combate o que afrontara su responsabilidad en los tribunales. Pero trató de desaparecer disfrazándose de sargento. Ésa es la razón, probablemente. Tampoco hay un mito Goering, ni Goebbels, al único que han mitificado los neonazis es a Rudolf Hess, porque pueden imaginarlo como víctima. Y a Hitler, claro.

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