Archivo por meses: octubre 2009

Guadalajara de Buga (Colombia)


Iglesia de San Francisco

Hay lugares que uno no piensa ni programa conocer. En mi caso, Guadalajara de Buga, ciudad de poco más de 100 mil habitantes, ubicada en el Valle del Cauca (Colombia), es uno de ellos. Resulta que la semana pasada fui invitado a dar una conferencia al III Congreso de Historia Regional y Local, organizado por la Universidad del Valle de Cali, y recalé en este interesante lugar, ubicado en las últimas estribaciones de la cordillera central colombiana.

La historia de Guadalajara de Buga se remonta a los tiempos prehispánicos cuando la zona fue habitada por la tribu de los “bugas”, unos indios antropófagos que, valientemente, se opusieron a la presencia de los conquistadores españoles. Pero pese a toda esta reacción, a partir de 1535, el capitán Francisco de Cieza hizo los primeros intentos por formar una ciudad. Más adelante, en 1555, el capitán Giraldo Ruiz de Estupiñán realizó la primera fundación, en la cabecera del río Bugalagrande, la que fracasó por su ubicación. Finalmente, en 1570, el teniente gobernador, Luis Velásquez de Rengifo instaló, el 1 de marzo, el primer cabildo en la margen izquierda del “río las piedras” y, el 4 de marzo, hizo la fundación oficial como “Guadalajara de la Victoria”. Sin embargo, con los años y por petición de los vecinos, en 1591, se trasladó la ciudad a la margen septentrional del río con el cambio de nombre a Guadalajara de Buga.


Catedral de san Pedro de Buga

La ciudad fue elevada a la categoría de municipio en 1884 y, en 1908, alcanzó la categoría de capital del departamento de Buga. Por esos años, casi se convierte en capital del departamento del Valle del Cauca, pero la designación se decantó por Cali debido a la construcción del ferrocarril. Quizá esa mala noticia para los bugueños ha sido beneficiosa para los actuales visitantes de esta ciudad. Como se quedó, eventualmente, al margen de la modernidad y de la vorágine urbanística, ha conservado muchos de sus monumentos coloniales y de sus pintorescas casonas republicanas. Hoy es una ciudad apacible y que solo se ve “sacudida” cuando llegan, por miles, los peregrinos a adorar la imagen del “Señor de los Milagros”, del que hablaremos mañana.


Calle de Buga

Municipio de Buga y torre de la iglesia de Santo Domingo

Edificio del siglo XIX, actual local de la Universidad del Valle (sede Buga)

Patio interior del local de la Universidad

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XIX Coloquio Internacional de Estudiantes de Historia (PUCP)

La comisión organizadora del XIX Coloquio Internacional de Estudiantes de Historia de la PUCP desea agradecer a todas aquellas personas interesadas en participar en el coloquio. Después de evaluar todas las ponencias presentadas durante la convocatoria, queríamos anunciar que los trabajos ya fueron seleccionados y en breve se conocerá a programación final.

Una de las novedades del coloquio es que contaremos con la participación de estudiantes de nuestro país de las siguientes universidades: Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, San Antonio Abad y la Universidad Nacional San Cristóbal de Humanga. Asimismo, contaremos con la participación de una comisión de veinte estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Chile, de la cuales seis son expositores. Del mismo modo, vendrán para el evento un estudiante de la Universidad de los Andes de Colombia; dos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México) y dos de la Universidad Nacional de la Plata y Universidad Nacional de San Martín (Argentina).

Esperamos contar con su gentil asistencia

La comisión organizadora
XIX Coloquio Internacional de Estudiantes de Historia
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La iglesia de San Pedro del Cuzco

Es templo de factura mestiza (1688-1699), adjunto al antiguo Hospital de Naturales. Tiene imafronte de perfecta correción barroca y planta de gran solemnidad, toda la piedra oscura ligada con argamasa blanca. La fachada es de tipo tradicional cusqueña y se inspira en los cercanos moldes catedralicios, pero las torres tienen saeteras y respiraderos, rematándose cada una en cuatro linternas y un capitel. El templo es la obra del arquitecto autodidacta Juan Tomás Tuiru Túpac, Indio Noble descendiente de los Incas, a quien debe considerarse uno de los mayores talentos artísticos que ha producido la raza nativa en el Virreinato.

Es Iglesia de una sola nave, construida íntegramente en piedra. Posee un altar mayor barroco y dorado que tiene frontal , sagrario y gradillas de plata. Es retablo notable, de cuatro cuerpos y tres calles, con dieciocho columnas salomónicas, teniendo por coronación de su tabernáculo, hecho de plata, un Cordero Pascual sobre el Libro de las Siete Sellos. Es altar rico en imágenes y lienzos, esta advocado a San Pedro Papa y, apreciado desde cualquier ángulo, destaca por su altura, por su prestancia y por el trabajo prolijo de su tallado. La nota pintoresca y alegre la dan unos angelitos que, al son de dos carrillones del presbiterio, parecieran danzar desde los capiteles de las columnas. Hay también otros altares, destacando los del crucero. El del brazo diestro está dedicado a San Pedro y el del brazo izquierdo a la Trinidad. Este último altar, que contiene un bello lienzo de la Virgen del Rosario, tiene la particularidad de ser más ancho que alto.

El púlpito también es notable. Es barroco y de color nogal. En su tornavoz está San Pablo con la espada posado sobre la linterna que nace entre cresterías retorcidas; el tímpano presenta entre columnillas salomónicas la efígie de San Pedro; y la cátedra, de cinco paneles, contiene en sus nichos a la Virgen con el Niño y a los cuatro Evangelistas entre columnillas también salomónicas y sobre una gran base labrada que ha perdido la piña o florón de su remate. Es púlpito muy barroco, de excelente talla, de los mejores de su estilo. El templo, por lo demás, todo de piedra grisácea, es obra del famoso alarife e Indio Noble Juan Tomás Tuiru Túpac. Lo cierto es que hoy la iglesia, pese a su grandeza de obra, luce muy maltratada.

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El templo de San Blas del Cuzco

Este templo parroquial del bario de Tococachi es célebre por sus altares barrocos con frontales de plata y por su maravilloso púlpito labrado. El altar mayor posee frontal argénteo con tres soles radiantes, obra verdaderamente hermosa, maciza y cuidada. El retablo es barroco, tallado, dorado, con cinco calles, las extremas cubiertas con lienzos. Posee hasta ventiseis columnas salomónicas y el tabernáculo es de madera policromada. Es altar grandioso y su calle central alberga en bulto a la Santísima Trinidad, luego a la Virgen Coronada y por último a san Blas, Obispo de Tagaste. Otro altar con frontal de plata es el de la Inmaculada, también muy trabajado dentro del arte plateril, con tres medallones: la Virgen al centro, a un lado el Arcángel san Miguel y al otro el arcángel san Gabriel. Todo el frontal es labor fina y, como el del retablo mayor, merece verse de cerca.

El púlpito de este templo es el mejor del Cuzco y aún, entre los barrocos, el mejor del Perú y de América. Tampoco ha faltado quien lo llame la Joya de la Historia del Arte Hispano Americano. El púlpito, en sí, es un vértigo de tallas. Todo él es de madera, mostrando la cátedra, el tímpano y el tornavoz muy trabajados. La tribuna posee cinco templetes balconados repartidos para albergar a los cuatro Evangelistas y a la Virgen con el Niño, esculturilla esta última en al que María luce una diadema de brillantes y esmeraldas. Tenantes barbados tratan de sostener la plataforma, ayudándolos en su esfuerzo varios infantes desnudos, también hay racimos báquicos que pensolan por el peso de sus granos, terminando todo en agudo regatón metálico que se pierde en dirección al suelo. El tímpano recoge la imagen tallada de san Blas, Obispo, en actitud de bendecir: tiene mitra y atuendos episcopales, pero ha perdido el báculo por sobresalir a la talla. El tornavoz lo remata un Cristo predicando con la cruz extendida, el cual esta posado en un templete que encierra una misteriosa calavera que nadie sabe a quien pertenece. Rodean a este cráneo varios angelillos señalando al cielo. El templete, a su vez, está circundado por ocho Padres y Doctores de la Iglesia de excelente trabajo como todo lo anterior. La riqueza barroca de las tallas es imposible de describir. Baste decir que para admirar el púlpito en su objetiva integridad, se impone una visita especial al templo de Tococachi.
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La iglesia de Santa Teresa del Cuzco

Es esta iglesia toda de piedra en su exterior y su gracia la debe en mucho a sus dos espadañas de tres arquillos cada una, que hacen destacar la fachada al final de una larga calle. Interiormente presenta una cúpula achatada y bóveda de ladrillo, tiene una solas nave, coro bajo y coro alto, también un hermoso altar mayor. Es barroco, tallado y dorado, con frontal sagrario, gradillas y tabernáculo de plata, reposando sobre éste el Agnus Dei sobre el Libro de los Siete Sellos. El retablo tiene tres cuerpos y tres calles, es alto y bien trabajado, impactante en su presentación. Tiene en su parte baja dos tablas policromadas que representan a los profetas Elías y Eliseo, las cuales son muy antiguas, acaso anteriores al altar.

El púlpito muestra cátedra de cinco paneles entre columnas salomónicas pareadas, albergando sus hornacinillas pequeños santos en efigie y terminando ella inferiormente en juegos de follajería y un florón; el tímpano, que se corta por servir de puerta, tiene la efigie de un santo carmelitano; el tornavoz es labradísimo, con seis cresterías de dos pináculos cada una y, sobre la linterna, la imagen de San Angelo mártir, carnado y policromado.

Aparte de otros dos altares barrocos -el del Crucificado, junto al púlpito, y al frente el de San José – es notable la serie sobre la Vida de Santa Teresa de Jesús, lograda en quince lienzos con marcos dorados de bella factura. Su autor fué José Espinoza de los Monteros.

También es notable la reja del coro bajo, en el presbiterio, lado de la Epístola, defendido por seiscientas púas de hierro, mientras el coro alto sobre el sotacoro, sólo tiene celosías de inspiración mudéjar. De ambos coros salen los cánticos de las monjas durante las misas o exposiciones del Santísimo Sacramento.

El templo, por lo demás está anexo al monasterio, en cuya portería -que recuerda la de las Carmelitas de Avila- está el verso de Santa Teresa que dice:

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.
Solo Dios basta.

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La iglesia de Santa Clara del Cuzco

Es considerada la iglesia resplandeciente del Cusco, la iglesia de los brillos y reflejos. Es toda pétrea, con portada lateral, y en su construcción se han empleado muchas piedras de edificios incaicos. El templo es de una sola nave y sobre el altar mayor, todo espejos, hay una cúpula impresionante de sesenticuatro artesones policromados, sin contar las pechinas que también son decoradas a pincel. Los motivos de cada artesa es una flor de color rojo con filetes de oro, dándose pocos amarillos, verdes y azules; alrededor de cada flor hay follajería suelta sobre fondo albo que hace recordar la porcelana.

A cada lado del presbiterio hay también dos escudos pintados, separados por un ventanal. El altar mayor -barroco, tallado y dorado- tiene cerca de quinientos espejos en su dos cuerpos y tres calles. Los demás retablos del templo casi todos lucen espejería, especialmente el de Santa Clara de Asís y el de Jesús Nazareno, en el muro de la Epístola.

El templo posee muchas imágenes de pasta y santos de vestir, pero pocos lienzos. Aún así, en el presbiterio hay seis grandes cuadros, casi todos de la Escuela Cusqueña, que se refieren a la Adoración de los Pastores, la Anunciación, la Visitación , la Epifanía , la Huida a Egipto y a Jesús Niño entre los Doctores de la Ley Mosaica. También hay en el presbiterio cuatro carrillones de doce campanillas cada uno. El púlpito barroco, de color nogal, está muy maltrecho, pero deja ver tallas meritorias; el tímpanos lucía una de san Buenaventura, hoy estropeadísima.

La iglesia, sin ser pequeña ni grande, es única en su espejería altarera. Todavía más, pareciera por ello ser el origen de todos los retablos con espejos que existen en los demás templos del Perú. Cierto o no, es la iglesia que presenta más espejos y espejuelos en su deslumbrante retablería. Por eso hemos dicho que es la iglesia resplandeciente, la iglesia de los brillos y reflejos.

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El convento de San Francisco del Cuzco

Este convento se levantó en 1538, poco después de la fundación española de la ciudad, pero recién en 1549 se trasladó al sitio que hoy ocupa. El convento actual es posterior a 1650, pues el sismo de ese año destruyó el edificio ya existente, aflorando a partir de entonces el hermoso Claustro Mayor -con planta baja y planta alta- convirtiéndose en local valioso relicario de pinturas religiosas, obra de los más afamados maestros pintores cusqueños.

Efectivamente, famoso es el Epílogo o Arbol Genealógico de la Orden Franciscana, pintado por Juan Espinoza de los Monteros en 1699. Dicen que es el cuadro más grande del Perú colonial, mide doce metros de altura por nueve de ancho, y su apabullante presencia se da en al escalera canventual. Contiene 683 personajes, 203 leyendas o cartelas y 24 escudos. Se trata de unas diez hileras de personajes, en retratos de medio cuerpo, entre los que hay frailes, obispos, cardenales y Papas, religiosas clarisas y franciscanas en general, santos y santas. El conjunto es impresionante, los personajes aparecen preferentemente ladeados o de perfil, pocos de frente, añadiendo los escudos la nota colorista. La Virgen con el Niño culminan la gigantesca pintura entre los blasones seráficos de los brazos cruzados y de cinco llagas sangrantes.

Asimismo pintó Espinoza de los Monteros la Fuente de la Gracia, en base a la sangre fluyente de las cinco heridas de Cristo, también con abundancia de personajes aunque mucho menos que en el Epílogo.

De Diego Quispe Tito, en cambio, está el Juicio Final o marcha de las almas juzgadas al Cielo o al Infierno. El lienzo es crecido, rico en luces y oscuridades, muy distinto a los demás del maestro Quispe Tito.

A Basilio Santa Cruz Pumacallao se deben varios de los lienzos de la Vida de san Francisco de Asís que adornan el Claustro Mayor. Se han identificado propios de su pincel los cuadros referidos a la Muerte y al Entierro del Santo. El artista acrecienta su fama con retrato sedente del Obispo del Cusco Diego de Umansoro. Otros pintores que han dejado obra en el convento franciscano son Marcos Zapata, Juan Sinchi Roca y Juan Inca Raurahua.

Antes de abandonar el convento conviene regresar a la caja de la gran escalera convetual y admirar su cúpula poliédrica con esculturas de medio bulto. Asimismo podrán apreciarse diversos altares pequeños, muy antiguos, y cantidad de esculturas en madera policromada.
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La iglesia de San Francisco del Cuzco

Esta iglesia ha sido muy reconstruida y entre sismos e incendios pareciera haber perdido mucho de lo que atesoraba. Sus altares son relativamente modernos, neogóticos los más de ellos, conserva pocos lienzos y menos imágenes de vestir. Sin embargo, su antiguo púlpito es una pieza de excepción.

El púlpito de la iglesia, deja de ser barroco para admitir influencias mudejares y renacentistas. La cátedra presenta cuatro hornacinas trabajadas en madera fina, carey, marfil y hueso con ínfimas aplicaciones doradas. Los pequeños nichos guardan otras tantas imágenes de San Buenaventura y Santo Domingo, del Papa Sixto IV y del hispano cardenal Cisneros, según se afirma con insistencia. El tímpano exhibe el escudo franciscano con los brazos cruzados de Jesús y del Poverello con los estigmas, conjunto al que en esta ocasión acompañan el sol y la luna, también una calavera. Gran parte del trabajo está hecho en madera laqueada con fondo oscuro entre tallados, columnillas y molduras. El tornavoz lo integran muchas tallas, coronándolo un San Francisco de Asís predicando de pie sobre el mundo. Tratando de simplificar diremos que el púlpito es proto-barroco, mudéjar en sus aplicaciones y renacentista en sus molduras. Se afirma que su autor fue el fraile franciscano Pedro Gómez, tallador a quien también se le atribuye el púlpito proto-barroco de Santa Clara de Huamanga (1637). Lo cierto es que, artisticamente, este de San Francisco es digno de apreciarse de cerca. No hay que olvidar que, además de hermoso y excepcional, es el púlpito más antiguo del Cusco probablemente con el de la iglesia de Santa Catalina.

Otra joya de esta iglesia y que desgraciadamente no siempre se puede visitar es el coro alto. La sillería coral de San Francisco se debe al Hermano lego fray Luis Montes, catalán de Betelu que entró de franciscano en el Cusco el año 1632. Esto significaría que su obra es posterior, por lo que se dice que se terminó en 1652, ayudando al franciscano los seglares Isidro Fernández Inca y Antonio de Paz. El coro en cuestión presenta una magnífica sillería. Posee cuarentisiete paneles grandes con esculturas que dejan sobresalir diversos símbolos u objetos (cruces, palmas, cayados, plumas, custodias, calaveras, velos, flechas, libros, lámparas, espadas) destacando los santos martirizados con fuego, pues figuran entre llamaradas, y los que murieron decapitados, que se muestran con la cabeza derribada sobre el hombro. Los panelillos superiores suman 45 e igualmente exhiben santos degollados, con espadas clavadas, lanzas atravesadas, también hachas incrustadas en sus cuerpos. Los asientos, que son de doble factura, suman 35 en la fila delantera y 46 en la posterior.

El facistol de este coro, a no dudarlo, es el mejor del virreino. No lo hay superior en el Perú. Fue su autor fray Pedro Gómez -factible autor del púlpito-, extremeño de Lósar, quien tomó el hábito en el Cusco en 1626. Dos años después (y no en 1678, como se dice erróneamente) se concluyó la obra, según reza una inscripción aplicada en el entorno del mueble. Este facistol tiene aportaciones mudéjares, renacentistas y proto-barrocas, predominando las maderas negras y rojizas a las que se ha sabido incrustar piezas de madera laqueada o de hueso. En estos últimos materiales, precisamente, destaca en los cuatro lados del ficistol el escudo franciscano delos brazos cruzados con las manos estigmatizadas. La obra no admite competencia, rematándose con un templete igualmente de madera fina que le añade altura y completa proporción.
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El convento de La Merced del Cuzco

Hoy seguimos con el convento de los mercedarios del Cuzco. La ante-portería es de piedra, con cuatro arcos ciegos y bóveda con nervaduras góticas; la portería tiene dos arcos escarzanos y entre ellos, a la diestra, el arco que sale al Claustro Mayor.

El Claustro Mayor es tallaado. Lo han llamado sinfonía de piedra y lo señalan el mejor claustro de América. Sus lienzos tienen pilastras almohadilladas y las columnas lucen todas escamadas, modalidad que no vuelve a repetirse en el Perú y que tiene por doble cuna al Renacimiento italiano y al gótico isabelino español. Empezar a describir este claustro es cosa de no acabar. Mejor es contemplarlo directamente y reflexionar sobre la perfección de su obra. Data de 1663, debió sus planos a Diego Martínez de Oviedo y su ejecución a los alarifes Alonso Casas y Francisco Monya, realizando su labrado el indio Gregorio Quispe, quien lo hizo con piedras de la cantera de Chitapampa.

El claustro muestra en su techo vigas de color leonado cargadas de vegetales y centradas por una piña; entre viga y viga hay viguetas y viguillas que conforman casetones vacíos. El techo de la galería es alta , a su vez, tiene artesones cuadrados con un florón dorado al centro.

Los corredores del claustro bajo que representan grandes lienzos de la Vida de San Pedro Nolasco, atribuidos a Ignacio Chacón, exhiben regular pincel y recogen mucho pensamiento medieval. Debajo de la escalera de poniente está la celda del padre Francisco Salamanca (Oruro 1660-Cusco 1737), que pintó el interior de ella con decoración colorida, graciosa e ingenua, prefiriendo los matices rojo, añil, verde y amarillo. A la entrada de la celda pintó el Cordero Pascual sobre el Libro de los Siete Sellos y a dos ángeles que le quieren ceñir con una corona de espinas y otra de oro. En el pequeño compartimiento de la derecha hizo la Adoración de los Magos, la Huida a Egipto, la Presentación al Templo, los Pastores junto a la hoguera y, en el arco, alegorías y floreros. En el más diminuto pasaje central retrató a la Virgen de la Merced y a dos santos penitentes actuando de cimentación todos los cautivos redimidos por la Virgen. En el compartimiento de la izquierda aparecen la Muerte, el Juicio, el Purgatorio y el Infierno. Los respiraderos que dan a la calle también representan follajes y florones. Es trabajo agradable, a más de artístico.

La escalera de levante, al revés de la del poniente, empieza en simple y luego se bifurca, descubriéndose en su descanso el Epílogo Mercedario, obra de Basilio Pacheco, donde se recoje la figura de todos los personajes insignes de la Orden. Los personajes abarcan frailes y monjas, mártires y teólogos; santos y santas, recogiéndose así a más de cincuenta y logrando un conjunto armonioso presidido, en lo alto, por la Virgen de la Merced. Es pintura rica en azules y blancos, se manifiesta notable y cumple un papel primordial en esta parte del convento.

La sala capitular es grande, con arcos de piedra y bóveda de nervaduras góticas. El altar es barroco -de tres calles, sólo la del centro de dos cuerpos- y está advocado a la Virgen Redentora de Cautivos. El doble portón de ingreso es viejísimo, con labras romboidales. La sala capitular posee doce bancas fraileras y muchos lienzos antiguos. El Claustro Menor está más atrás. Tiene seis arcos por lado y en la galería alta doble número de arquillos. Sólo el lienzo del norte conserva cuatro arcos de piedra en perfecto estado, pero ha perdido sus artesones y vigas labradas.

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La iglesia de La Merced del Cuzco

La Iglesia tiene tres naves de piedra con bóveda de ladrillo; la central ancha y alta, el arco del sotacoro es distendido y el barandal del coro alto labrado y dorado. A los lados de los ventanales altos hay lienzos con la Vida de la Virgen.

El templo posee altar mayor dorado y neoclásico con su sagrario de plata. Los demás altares son principalmente barrocos, destacando en la nave de la Epístola el retablo de la Sagrada Familia y en la del Evangelio los de la Dolorosa y del Señor de la Sentencia aunque el retablo de mayor prestancia es el de la Virgen de la Merced. Es barroco, labrado, dorado y con crecidas proporciones, tiene tres cuerpos y tres calles, cuatro columnas en el primer cuerpo y otras tantas, aunque menores, en el segundo, todas escamadas. Las columnas de abajo se apoyan en débiles templetes. La coronación es tan alta que se doblega al tocar el techo. En la base del retablo hay dos tablas policromadas sin duda anteriores al altar y que tratan dos episodios distintos: La Adoración de la Cruz y la Adoración de los Reyes Magos.

El púlpito es barroco, labrado, de color nogal y oro. La cátedra presenta cuatro nichos con imágenes de santos, terminando pobremente con labras fitomorfas; el tímpano guarda la imagen de san Pedro Nolasco; y el tornavoz, de pocas cresterías, cada una con dos pináculos, tiene su fondo escamado, linterna cilíndriaca y sobre ella un san Miguel Arcángel derrotando al demonio. No es de los mejores púlpitos del Cusco, pero tampoco uno más.

En la última capilla de la nave del Evangelio -la llamada Capilla del Nazareno- hay tres tumbas famosas. En efecto, en la cripta subterránea reposan en pocos metros de la tierra los que juntos no cabían en todo el Perú: Diego de Almagro, el Viejo, Diego de Almagro, el Mozo, y Gonzalo Pizarro.

Finalmente, al salir del templo, debe admirarse la torre. Es toda la piedra, bien trabajada, unida con argamasa con respiraderos pequeños y gran cornisa ornamentada. El campanario es de ocho arquillos situados entre ventiocho columnas. En lo alto se repite el juego de la cornisa, con pequeñas variantes, habiendo un templete en cada esquina. El tambor tiene ocho ojos y cuatro mirillas en forma de arco, la media naranja doce radios y remata en pináculo cilindrico que se angosta para recibir una cruz de hierro forjado. Es torre barroca, de columnas que llevan el escamado en la parte baja de su fuste. Es la torre más hermosa del Cusco.

En esta iglesia de los mercedarios cuzqueños es notable su sillería coral. Repite la doble ilera de esculturas paneladas, albergando indistintamente a santos y santas en los panelillos de la superior. Los asientos, puestos en dos filas y parcamente calados, tienen brazos y respaldos con logradas tallas fitomorfas. Las esculturas o relieves grandes de los santos -cada una con la cartela de su nombre- son obra de buena gubia, representando no sólo a los miembros del santoral mercedario sino también a los beatos, venerables y siervos de Dios de la Orden. Son labras adustas, con algo de primitivismo patético. La sillería en cuestión -posterior a 1657- está presidida por una gran talla de la Virgen de la Merced.

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