Archivo por meses: septiembre 2009

Una familia judía reclama la devolución del Vermeer ‘Alegoría de la pintura’

El óleo sobre lienzo más grande que jamás pintara el artista holandés, Johannes Vermeer, ‘Alegoría de la pintura’ (también llamado ‘El taller del artista’), podría dejar de decorar las imponentes paredes del Kunsthistorisches Museum (KHM) de Viena. A petición de la familia austriaca de origen judío, Czernin, el renombrado abogado vienés, Andreas Theiss, ha exigido al Estado austriaco la devolución de la famosa obra.

De sobra se sabe que el cuadro más famoso del “maestro de la luz” fue vendido en 1940 a Adolf Hitler por su propietario Jaromir Czernin, que recibió del Führer 1 millón de Reichsmark, a pesar de haberle pedido dos millones. Esta cantidad le pareció demasiado alta al Führer. “Pero yo ya sé cómo conseguir este lienzo a mejor precio”, le comentó al fotógrafo Heinrich Hoffmann. Czernin malvendería el cuadro para impedir su envío a los campos de concentración. Fue una venta forzosa que le salvó la vida a él y a su familia. Hitler ya se había encaprichado con el cuadro en 1935 y tenía pensado colgarlo en el colosal Museo de Arte de Linz que jamás se llegó a realizar. La familia y su abogado sostienen que fue una venta forzosa independientemente de la cantidad que recibiera del Führer. Además, se sabe que Czernin tenía pensado vender el cuadro a otra persona, venta que no tuvo lugar ya que las tropas de Hitler ocuparon antes el pequeño país alpino.

De momento, el gobierno austriaco ha convocado a la comisión que estudia la procedencia de las obras de arte que cuelgan en los museos de este país. Gracias a la investigación de esta comisión, varias familias judías, como la de Maria Altmann que recuperó cinco cuadros de Klimt del Belvedere o los Rotschild que se han beneficiado de la devolución de más de 4000 objetos de arte, han visto prosperar sus peticiones de devolución. La ‘Alegoría de la Pintura’, que desde 1946 cuelga en el KHM, podría ser restituido a la familia o, a cambio, el museo podría pagar la horrenda suma del valor actual del lienzo, siempre y cuando la comisión llegue a una conclusión que favorezca la causa de la familia Czernin (El Mundo).

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70 años de la Segunda Guerra Mundial: el ‘holocausto asiático’



Arriba, depósito de cadáveres del Escuadrón 731. Hoy, una placa informativa en el lugar recuerda los horrores allí cometidos (Wikipedia)

En agosto de 1945, la guerra estaba ya casi decidida. La ventaja de los aliados era clara y en Asia, antes de que el Enola Gay abriese sus tripas sobre Hiroshima, a Japón sólo le quedaba planear una retirada con dignidad. Una misión tan táctica como cualquier otro asalto, pues requería borrar los rastros de las atrocidades cometidas. En Manchukuo, la sucursal que el Imperio japonés había plantado en territorio chino —un Estado con Gobierno títere, sumiso a las órdenes de Tokio—, la retirada incluía desmantelar las misteriosas instalaciones del Laboratorio de Investigación y Prevención Epidémica, situado a las afueras de Harbin.

La unidad, disfrazada de planta de purificación de agua, estaba constituida por un centenar de edificios, repartidos en seis kilómetros cuadrados. Entre los médicos y soldados japoneses que allí trabajaban, el lugar era conocido como el Escuadrón 731, un programa secreto de investigación y desarrollo de armas biológicas que, entre 1937 y 1945 —la duración de la Segunda Guerra Chino-Japonesa—, llevó a cabo experimentos con entre 3.000 y 12.000 civiles y prisioneros. Entre éstos había chinos, rusos, coreanos y mongoles, pero también europeos y americanos.

En esta especie de Auschwitz instalado en el corazón de Manchuria se investigó el uso de patógenos como bioarmas y se realizaron pruebas médicas con cobayas humanas. Las cirugías, amputaciones y disecciones a pacientes con vida estaban a la orden del día, en muchos casos sin anestesia pues se consideraba que ésta podía distorsionar los resultados. A los prisioneros se les conocía como ‘marutas’, o maderos en japonés, porque los laboratorios estaban camuflados como aserraderos. Algunos fueron obligados a inhalar gases nocivos; a otros se los abandonaba en el duro invierno del noreste chino para explorar el proceso de congelación de la carne.

También se quiso saber cuánta sangre era capaz de perder un prisionero con un miembro amputado. No pocos acabaron con el cerebro, los pulmones o el hígado extraídos, y a algunos se les inyectó orina de caballo en el hígado, entre los miles de casos dificílmente justificables como exprimentos médicos. En la sede del escuadrón se almacenaban fetos y cuerpos de adultos en formol, y la unidad era capaz de producir grandes cantidades de ántrax y bacterias causantes de la peste bubónica. La operación ‘Cerezos en flor por la noche’, a mediados de 1945, planeaba emplear ataques kamikaze sobre la costa de California con bombas cargadas de esta bacteria. El ataque atómico lanzado por EEUU sobre Hiroshima y Nagasaki interrumpió el plan.

El arquitecto de esta barbarie fue Shiro Ishii. Militar graduado en medicina por la Universidad Imperial de Kioto, Ishii profesaba una macabra fascinación por la guerra bacteriológica. Si había que prohibir las armas biológicas, como había hecho el Protocolo de Ginebra en 1925, era porque podían ser extremadamente poderosas, pensaba Ishii. Convenció al emperador Hiro Hito de la ventaja que la investigación en diversos campos relacionados con la medicina podrían aportar en el campo de batalla y así, dado que Japón quería expandirse hacia el sur de Manchukuo y conquistar toda China, en 1936 le fue asignado el trabajo con un generoso presupuesto.

Como sede del Escuarón 731, Ishii levantó un complejo con aeródromo, línea férrea, barracones, calabozos, laboratorios, quirófanos y crematorio, cine, bar y hasta un templo Shinto. «La misión divina de un doctor es bloquear y tratar las enfermedades», dijo a sus empleados, «pero el trabajo en el que nos vamos a embarcar es lo opuesto». Hablaba en serio. En China, se considera que los ensayos para extender el cólera, ántrax y la peste llegaron a matar a unas 400.000 personas.

Desde el Escuadrón, y bajo la batuta de Ishii, se coordinaba el trabajo de media docena de subunidades similares por todo el sudeste asiático ocupado. Cada una tenía su especialización: el estudio de la peste; la fabricación de bacterias de tifus, cólera o disentería; experimentos para ver cómo respondían los humanos a la privación de alimentos y agua… Al final de la guerra, Ishii ordenó a sus subordinados «llevarse el secreto a la tumba» y durante la huida a Japón, se les entregó cianuro de potasio para poder suicidarse en caso de ser capturados por las tropas aliadas.

El ‘Holocausto asiático’, que incluye la masacre de unos 300.000 ciudadanos en Nanjing en el invierno de 1937, es un capítulo poco conocido en Occidente. Los aliados también contribuyeron a ‘enterrarlo’: Douglas MacArthur, comandante supremo de las fuerzas aliadas y encargado de la reconstrucción de Japón tras la contienda, concedió inmunidad a los médicos a cambio de los resultados de su investigación. Los tribunales de guerra de Tokio nunca juzgaron estos hechos y sólo la URSS procesó a una docena de implicados en el proceso de Jabarovsk, en 1949.

Así, la mayoría de personal del Escuadrón regresó a salvo a Japón, donde muchos se convirtieron en reconocidos políticos, médicos y hasta representantes del Comité Olímpico Japonés. Sólo unos pocos se arrepintieron de sus actos al final de sus vidas. Ishii, el ‘doctor muerte’, falleció en 1959 en su hogar, tras pasar una vida tranquila, aquejado de un cáncer de garganta. Tenía 67 años (publicado por El Mundo de España).
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70 años de la Segunda Guerra Mundial: el antisemitismo


El autor de este blog en la entrada del campo de Auschwitz (Polonia)

Durante la Edad Media los judíos estuvieron protegidos porque existía una sociedad corporativa. Fue la única minoría no cristiana tolerada. Hasta el siglo XI, a nivel popular, había un sentimiento de amistad e indiferencia frente a ellos; el odio venía de la jerarquía eclesiástica por asumir que fueron los judíos quienes mataron a Cristo. A partir del siglo XII, a nivel de la masa, hubo un relativo cambio: indiferencia y odio. El problema vino a partir de los siglos XV y XVI con la creación de los estados centralizados y “nacionales”: incompatibilidad de la comunidad judía (corporativa) y el nuevo modelo político (recordemos al expulsión de los judíos en España en 1492).

De esta forma, se acrecentó el antisemitismo, incluso fue prendiendo en la masa. Los judíos eran vistos como seres inferiores o como un pueblo con una capacidad genética para destruir. Eran la anti-raza, el veneno de la disolución de las jerarquías sociales; producían, con sus habilidades, la destrucción del orden. Entonces la sociedad debía crear anticuerpos contra el “virus” del judaísmo. Tiene que defenderse, tomar conciencia, incluso buscar un líder para este fin. Hay que matarlos, eliminarlos o expulsarlos sin sentimiento de culpa.

Para los nazis el judaísmo, el cristianismo y el marxismo eran un peligro porque postulaban una ideología universalista igualitaria. Sin embargo al cristiano o al comunista se le puede curar el bicho (limpiar su mente), al judío no porque pertenece a una raza. En este sentido eliminar judíos no es un asesinato en masa ni un genocidio: es un asunto de higiene social. Hay que exterminar al enemigo sin odiarlo; exterminar un virus que se extiende (que muta) peligrosamente en el organismo. Algunos lo vieron como un proceso de eugenesia (o eutanasia): perfeccionamiento o mejoramiento moral y biológico de la especie humana.

De esta forma, se fueron presentando las condiciones para el exterminio. Al principio la gente mayor judía no lo puede creer: iluminismo (barrera de la razón), no había precedente, o creen que se trata de una guerra sucia -ideológica- tal como lo hicieron los ingleses contra los alemanes durante la Primera Guerra Mundial. La juventud judía, sin embargo, sí se dio cuenta del proceso; tuvieron mayor percepción, muchos eran antifascistas.

Condiciones del exterminio (el camino a la “solución final”):

1. Los “creyentes” o los fanáticos, es decir, los que eran antisemitas las 24 horas del día; alrededor del 3% al 5% de la población.
2. El silencio, la indiferencia, la apatía y la cooperación del resto de la población. Soportan la segregación y la persecución contra los judíos; gozan de la política antisemita con la expropiación de los bienes de las familias judías. Muchos burócratas, aunque no eran nazis, “legalizan” el proceso porque quieren conservar sus puestos o ascender en el campo administrativo. Mucho de ellos colaboran aunque no quieren que se les involucre oficialmente en el tema.
3. Constelación de guerra: infraestructura (guetos, campos de concentración o de exterminio, líneas ferroviarias), logística, personal (médicos, historiadores) y colaboradores en el exterior.

Gueto.- Antiguamente era el barrio especial en el que eran confinados los judíos luego de la Diáspora en Europa. Durante el Holocausto, los nazis volvieron a crear guetos en Polonia y el oeste de Rusia, pero no estaban destinados a vivienda y sustento sino eran inmensas cárceles cuyos habitantes estaban condenados al hambre (186 calorías diarias), al hacinamiento (un promedio de 7 personas por habitación), a las enfermedades (hubo muchas epidemias), al sufrimiento (trabajos forzados) y a la muerte, hasta la deportación de los sobrevivientes al capo de exterminio. Los nazis obligaban a los judíos organizar un comité que los representara: judenrat.

Campos de concentración y exterminio.- Campamentos de clausura establecidos por los nazis destinados a la detención, castigo y exterminio en masa de población civil, por razones políticas, raciales y de seguridad. Durante la Segunda Guerra Mundial los nazis concentraron en campos a millones de personas, principalmente judíos, y exterminaron a unos 4 millones de ellos, con el propósito de eliminar al pueblo judío. Por lo menos otros 2 millones fueron asesinados en otros contextos. Los nazis empezaron a construir los campos al subir al poder en 1933, e internaron en ellos a opositores políticos, miembros de “razas inferiores”, homosexuales, discapacitados y enfermos mentales. En un principio estos campos proporcionaban mano de obra forzada a la industria alemana. Al cabo de un año había en ellos unos 27 mil reclusos. En la Noche de Cristal (noviembre de 1938) fueron apresados y enviados a los campos unos 35 mil judíos, parte de los cuales se liberó pagando rescate y abandonó Alemania. Los nazis erigieron en las zonas que conquistaban una serie de campos en los que encerraron a decenas de miles de judíos y no judíos; parte de ellos pereció de hambre y epidemias, y otros fueron ejecutados en un plan de supuesta “eutanasia”, por el cual se asesinaba a los “débiles” mediante inyecciones letales.

En 1941 se produjo un cambio en el método de exterminio: multitudes de judíos de Alemania, Austria, Checoslovaquia y países de Europa occidental fueron enviados a los campos. A finales de ese año se erigió en Chelmo (Polonia) el primer campo de exterminio con gas. En enero de 1942 Hitler y sus ayudantes decidieron implementar de modo sistemático la “solución final”, esto es la aniquilación total del pueblo judío. A fin de lograr mayor eficacia construyeron numerosas cámaras de gases y crematorios. Estas instalaciones podían matar y transformar en cenizas a decenas de miles de personas por día. Los transportes de judíos llegaban en trenes a los campos directamente de los guetos. El mayor campo fue Auschwitz (Polonia) donde se mataba diariamente a unas 20 mil personas; en total fueron asesinados allí 4 millones, la mitad de ellos judíos. Otros campos funestamente célebres fueron Treblinka y Maidanek (Polonia) y Buchenwald, Bergen Belsen y Dachau (Alemania). Los nazis encubrieron sus terribles acciones con gran eficiencia. Exteriormente los campos tenían la apariencia de simples campamentos de trabajo, y las cámaras de gases aparentaban ser cuartos de baños destinados a mejorar las condiciones de los trabajadores. En algunos campos hubo intentos de rebelión; por ejemplo en Auschwitz los rebeldes hicieron explotar los crematorios, mataron a nazis y huyeron, pero muchos volvieron a ser apresados y ejecutados.

A modo de conclusión.- El Holocausto (o Shoá) fue la persecución sufrida por los judíos desde la ascensión del nazismo al poder en 1933. Contó con el apoyo masivo del ejército y el pueblo alemanes y de amplios sectores de otros pueblos europeos. Fue la culminación trágica del milenarios proceso de antisemitismo en Europa y reforzado por la aparición de partidos que en el siglo XX hicieron de la lucha contra los judíos su objetivo prioritario. El Holocausto redujo la población judía de Europa a 3 millones de los casi 10 que había antes de la Segunda Guerra Mundial, lo que convertiría a Estados Unidos e Israel en los principales centros judíos del mundo. El Holocausto enfrentó a los judíos con la posibilidad real de un exterminio total. Esto reforzó su responsabilidad por salvar a los sobrevivientes y reafirmó la convicción de la necesidad de un estado nacional judío independiente en Éretz Israel.


En el campo de Birkenau (Polonia)

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70 años de la Segunda Guerra Mundial: notas sobre el fascismo

El término no sólo designa a la Italia fascista sino también a la Alemania hitleriana (también, con matices, a la España de Franco, el Portugal de Salazar, la Argentina de Perón, la Rusia de Stalin, etc). No es una doctrina, la acción prima sobre la palabra, no necesita un dogma sino una disciplina. Alguna vez Mussolini (1919) dijo “Nuestra doctrina es el hecho … los fascistas tenemos el valor de rechazar todas las teorías políticas tradicionales; somos aristócratas y demócratas; revolucionarios y reaccionarios; proletarios y antiproletarios, pacifistas y antipacifistas. Nos basta con tener un punto de referencia: la nación”. Hitler se negó durante su campaña electoral a presentar un programa: “Todos los programas son inútiles, lo que importa es la voluntad humana”. Su libro, Mein Kampf, es una autobiografía apasionada y un llamamiento a la acción.

Según Touchard, este sería el contenido de la “doctrina” y las causas que explicaron su difusión en el periodo de “entreguerras”:

1. Un nacionalismo de vencidos.- Nacieron de la guerra, una reacción de humillación nacional ante la derrota. Fue también la expresión de los antiguos combatientes, en quienes la guerra dejó una profunda huella y que se sentían extraños en su propio país.

2. El “verdadero socialismo”.- Nacieron de la miseria y de la crisis, del paro y del hambre. Hay desesperanza y rebeldía contra el liberalismo y los viejos mitos de la industria y del progreso. La salvación es una nueva forma de socialismo: no consiste en alzar unas clases contra otras, sino en hacerlas vivir juntas, en unirlas en el seno de la unidad nacional. La lucha de clases debe ser substituida por la solidaridad nacional. Sólo una nación unida es lo suficientemente fuerte como para resistir al caos universal. Mussolini: “El Estado es una fuerza, pero una fuerza espiritual”.

3. El fascismo como poesía.- Pretende dar una mística común. Se exalta: grupo, multitud, los cantos colectivos, la amistad, la disciplina, el orden, la juventud, el cuerpo, el ejercicio físico, la vida al aire libre, la defensa del hombre contra la urbe y la máquina, la acción, el peligro, la guerra, las virtudes viriles.

4. El “Jefe Carismático”.- Antes que una política es una mitología. Más que proponer un programa, impone un estilo. Tiene el sentido de la decoración, de la multitud, de la escenificación, de los grandes símbolos. Entre el jefe y el pueblo se establece una comunicación estrecha, de naturaleza casi física, que adopta las formas de una histeria colectiva. Se produce una especie de hipnosis: la presencia del jefe suscita el éxtasis.

5. La desigualdad.- Si se trata de creer, obedecer y combatir es hostil a la democracia igualitaria y al sufragio universal. Mussolini: “el fascismo no consciente que el número, por el simple hecho de que es un número, pueda dirigir las sociedades humanas”. Afirma la desigualdad irremediable, fecunda y bienhechora de los seres humanos. Hitler: “Es más fácil ver a un camello pasar por el ojo de una aguja que descubrir un gran hombre por medio de la elección … la historia del mundo está hecha por las minorías”. Mussolini cree en la superioridad de los gobernantes , los únicos dignos de gobernar; Hitler piensa en la superioridad de la raza aria y en la misión del pueblo alemán.

6. Exaltación del Estado.- Instrumento de los fuertes y garantía de los débiles. Los individuos están totalmente subordinados al estado: todo para el estado, todo por el Estado. No hay separación de poderes, esto resulta incompatible con el Estado totalitario. Totalitarismo político (no puede haber oposición) e intelectual (verdad del Estado, propaganda, movilización de juventudes).

7. El corporativismo.- Organizar a la población (“constitución de cuerpos”) para domesticar los intereses económicos.

8. Racismo.- Lo primero viene del más puro darwinismo: los pueblos que renuncian a mantener la pureza de su raza, renuncian al tiempo a la unidad de su alma. La pérdida de la pureza de la sangre destruye la felicidad interior, rebaja al hombre para siempre, y sus consecuencias corporales y morales son imborrables. Antisemitismo violento: exterminar sistemáticamente a todos aquellos cuya raza era denunciada como impura.

9. Espacio vital.- El pueblo alemán, organismo viviente, tiene necesidad de un espacio para vivir. La geopolítica es un instrumento de las pretensiones alemanas, que recogen las ambiciones del pangermanismo:

a) pangermanismo de Guillermo II: inspirado en la búsqueda de mercados y salidas para mercancías.

b) pangermanismo hitleriano: no descansa en un análisis profundo de las realidades económicas; es más político que económico, es autárquico y no expansionista: se trata de hacer entrar en el Reich a todos aquellos que deben formar parte de él, incluso si son pobres, incluso si cada uno debe sufrir por ello. El número importa más que el bienestar, y el poder más que la riqueza. Por ello la Alemania hitleriana se instala en la economía de guerra. La lógica del sistema reclama la guerra.

A modo de conclusión.- La “ideología” nazi debía estar basada en la idea de raza y en la que un pueblo fuerte tiene derecho a eliminar a los más débiles. El Estado tenía por tanto el deber de ser racista y de mantener la superioridad de la raza aria, impidiendo el mestizaje y eliminando los elementos extranjeros que podían debilitar la cohesión interna, ante todo los judíos y el socialismo marxista, pero también el catolicismo y el liberalismo. El liberalismo era condenado en el plano económico, y las potencias del dinero quedaban vigorosamente estigmatizadas, pero lo era todavía más en el plano político: el Estado debía ser antiparlamentario, antidemocrático, basado en el principio del jefe apoyado en el partido único. En el plano exterior, el deber del estado era defender la comunidad racista, y para ello restablecer el poderío de Alemania, haciendo desaparecer todas las trabas nacidas de los tratados. Pero también había de dar al pueblo alemán el espacio vital que necesitaba, volviendo a tomar los caminos del pasado germánico, la expansión hacia el este. En resumen: la destrucción de la democracia, el antisemitismo y la necesidad de la guerra, pero la palanca del partido nazi fue el nacionalismo.

¿Qué es un estado totalitario?

1. Una ideología oficial, es decir, un cuerpo oficial de doctrina que cubre todos los aspectos de la vida humana
2. Un sistema de partido único dirigido por un dictador
3. Un sistema de control policíaco
4. Concentración de todos los medios de propaganda.
5. Concentración de todos los medios militares
6. Control central y la dirección de toda la economía

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Libia: 40 años de Muammar Gaddafi en el poder

Hace cuatro décadas, el 1 de septiembre de 1969, Gaddafi y otros jóvenes oficiales del ala izquierdista del Ejército derrocaron al rey Idris I e instauraron el Consejo Supremo de la Revolución en Libia.


El líder libio, Muamar el Gaddafi (c), hace un saludo durante un desfile por el cuarenta aniversario de la revolución libia en Trípoli (EFE)

Camellos, caballos, elefantes, globos aerostáticos, 400 artistas, el líder de los piratas somalíes y una nutrida representación de mandatarios mundiales, entre ellos alguno en busca y captura por crímenes contra la humanidad. El coronel Muammar el Gaddafi no ha reparado en gastos para festejar el 40º aniversario de la Revolución: seis días de festejos, una inversión de 40 millones de dólares, desfiles militares y exhibiciones de aviones -propios y ajenos-, una gran cena en una plataforma flotante, conciertos, exposiciones, y un espectáculo que narra, de forma abreviada, los 5.000 años de historia del país.

Hace 40 años justos, el 1 de septiembre de 1969, Gaddafi y otros jóvenes oficiales del ala izquierdista del Ejército derrocaron al rey Idris I e instauraron el Consejo Supremo de la Revolución en Libia. Desde entonces, durante este tiempo, el coronel ha jugado diversos papeles estratégicos, desde líder del terrorismo antiimperialista en los años ochenta a modelo de tirano canalla y paria internacional en los noventa, a justiciero africanista en este siglo.

En los últimos tiempos, el coronel, de 67 años, ha tratado de rehabilitar su imagen, y ataviado como una especie de payaso disfrazado de militar, o viceversa, ha vuelto al primer plano. Lo ha conseguido sobre todo gracias a la abundancia de sus materias primas (gas y petróleo) y, en buena parte, con el apoyo de Silvio Berlusconi, primer ministro italiano, quien hace un año pidió solemnemente perdón a Gaddafi por la ocupación colonial y firmó a cambio un oscuro pacto bilateral que ha logrado que Libia frene los continuos desembarcos de barcones con emigrantes a bordo.

Con la polvorienta Trípoli engalanada, el otrora apestado coronel ha abierto jaimas y palacios para presumir ante su oprimido pueblo de apoyos extranjeros. A los actos del aniversario han acudido, entre otros, el presidente venezolano, Hugo Chávez; su homólogo de la República Dominicana, Leonel Fernández, la mandataria de Filipinas, Gloria Macapagal; el líder serbio Boris Tadic, y el ministro español de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos.

Sin faltar amistades más peligrosas, como el corsario somalí Mohammed Abdi Hassan Hayr, Afweyne, un pescador analfabeto considerado el inventor y el presidente de la asociación de piratas que causa el terror en los mares del Cuerno de África, y que según Il Corriere ha sido recibido personalmente por Gaddafi; o como el presidente de Sudán, Omar Al Bashir, al que busca la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad en el conflicto de Darfur.

Berlusconi no participó en las ceremonias. Aunque visitó Trípoli el domingo para conmemorar el primer aniversario del pacto bilateral, regresó esa misma noche a Roma. La causa parece la reciente y polémica liberación de Abdelbaset Ali al Megrahi, el espía libio condenado por el atentado contra un avión de la Pan Am sobre la ciudad escocesa de Lockerbie en diciembre de 1988, en el que murieron 270 personas.

La justicia escocesa excarceló a Megrahi el 20 de agosto alegando razones humanitarias (sufre un cáncer de próstata terminal) tras cumplir ocho años de una condena de 27 y éste fue recibido como un héroe en su país ante la indignación (¿sincera?) de parte de la comunidad internacional.

Mientras la fiesta estallaba, las patrulleras mixtas italianas y libias vigilaban las salidas de pateras en la costa. Pero a veces fallan, y una lancha con 73 inmigrantes eritreos a bordo, todos refugiados de guerra, fue interceptada el domingo por la marina italiana tras pasar por aguas de Malta y devuelta a Libia de forma automática. Berlusconi aprobó la medida diciendo que “hace falta rigor” contra la inmigración ilegal.Desde que entró en vigor el pacto de amistad bilateral, más de mil emigrantes han sido devueltos a Libia y han visto negado su derecho a pedir asilo político.

La UE pidió el lunes a Roma explicaciones por la enésima devolución de inmigrantes. Berlusconi, que mantiene un duro pulso con Bruselas en busca de más ayuda económica, contraatacó este martes amenazando con bloquear la UE: “Si no habla el presidente de la Comisión y se callan los portavoces, dejaremos de votar en las sesiones y bloquearemos el funcionamiento de la UE”, declaró.

Ambas partes han vendido el pacto como el perdón definitivo por la ocupación colonial durante el trentennio, de 1911 a 1943. Según lo que ha trascendido, Italia invertirá en Libia por valor de 5.000 millones de euros durante 25 años. Empresas italianas construirán la autopista Egipto-Túnez (1.700 kilómetros), y colaborarán en la tecnología de los trenes de alta velocidad que Gaddafi quiere poner en marcha. La petrolera italiana ENI extrae en Libia 800.000 barriles de petróleo diarios e importa 8.000 millones de metros cúbicos de metano anuales.

La visita de Berlusconi ha acabado con una polémica colorista que estuvo a punto de causar un incidente diplomático. Italia envío a sus Frecce Tricolori, la escuadrilla de aviones que suelta humo de colores, para homenajear a Gaddafi. Este pidió a Berlusconi que, en vez del tradicional humo tricolor de la bandera italiana, los aviones lanzaran fumaradas verdes en honor del Islam y de la bandera libia. Al final, Berlusconi se llevó la perra gorda Adaptado de El País).


Exhibición en febrero de las Flechas Tricolor, división de la Fuerza Aérea italiana especializada en acrobacias (REUTERS)

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70 años de la Segunda Guerra Mundial: un tiempo de sangre y fuego

Los mitos siguen impidiendo analizar por qué Stalin pactó con Hitler y se inició hace 70 años la II Guerra Mundial. Los republicanos españoles acertaron: lo que pasó aquí fue el preludio de lo que sucedió en Europa.


Un veterano polaco de la II Guerra Mundial presencia la ceremonia de recuerdo ante el monumento a los defensores de Westerplatte, en la ciudad polaca de Gdansk (AFP)

El 1 de septiembre de 1939 es la fecha convencional del estallido del segundo conflicto mundial cuando las tropas alemanas invadieron Polonia. Y, 48 horas más tarde, Reino Unido y Francia declararon la guerra al Tercer Reich. El mundo en que vivimos es tributario de las repercusiones de la época que entonces dio comienzo.

En términos numéricos la historiografía sobre la II Guerra Mundial ha sobrepasado la generada por uno de los conflictos que le precedieron, el español, pero todavía subsisten autores que disminuyen la relación entre una y otro. Suelen ubicarse entre quienes defienden la racionalidad de la política de apaciguamiento de los dictadores fascistas que impulsó uno de los más desastrosos políticos británicos del siglo XX, Neville Chamberlain, o entre quienes sobreenfatizan el trastocamiento de frentes que se produjo en la escena europea en comparación con la española.

La diferencia sustancial suele ligarse en el último caso al cambio de alineación de la Unión Soviética, que pasó de oponente de la expansión fascista a presunta promotora del pacto Molotov-Ribbentrop del 23 de agosto de 1939. Éste, innegablemente, permitió a Stalin mantenerse al margen de lo que no tardó en caracterizar, de forma mendaz y camelista, como guerra intra-imperialista.

Se trata de una explicación favorecida por los historiadores franquistas y neofranquistas, empeñados en presentar ayer y hoy el conflicto español como una pugna grandiosa contra el comunismo. Tal interpretación se mantuvo del principio al fin y la propagaron policías, soldados, clérigos, periodistas y académicos complacientes. Fue la pieza esencial para defender la contribución de Franco a la defensa del mundo libre durante la guerra fría. Un centinela de Occidente. El primero y más preclaro.

Es labor del historiador sustituir el mito por el dato, la construcción político-ideológica por la reconstrucción documental. En los archivos que han ido abriéndose en los últimos años surgen evidencias que permiten contrastar aquellos planteamientos.

Investigadores ingleses, norteamericanos, alemanes, franceses e italianos, entre otros, han analizado la génesis del pacto Molotov-Ribbentrop. No respondió a un proyecto oculto que el Kremlin hubiese acariciado mientras los españoles se entremataban. Fue el resultado de una valoración muy fría de Stalin en tres circunstancias precisas: a) La profunda suspicacia ante el comportamiento de Chamberlain unida al desencanto por el fracaso del apoyo a la República dada la timidez de las potencias democráticas en generar una respuesta robusta a la expansión fascista. b) La renuencia de Londres y París en llegar a un acuerdo de defensa mutua, nuevo objetivo tras el mero fortalecimiento de la política de seguridad colectiva, hundida después de los acuerdos de Múnich en septiembre de 1938. c) Los intensos esfuerzos nazis de seducción del Kremlin para llegar a un acuerdo, primero en el plano económico y comercial pero desde julio de 1939 también en el plano político y de seguridad.

Dado que sus espías tenían al corriente a Stalin de las reflexiones que iban desarrollándose en Alemania para conseguir su neutralidad ante el ataque contra Polonia, en un rasgo de supremo jugador oportunista optó por aproximarse a Hitler y echar por la borda la estrategia que había seguido durante los cinco años precedentes. La mutación produjo una conmoción inmensa en los partidos comunistas nacionales. Muchos de los españoles no la soportaron. En Francia los comunistas fueron objeto de una colérica persecución, que también afectó a los exiliados republicanos.

El resultado, desde el punto de vista de los inmediatos intereses soviéticos, fue espectacular: dividida la Europa oriental en zonas de influencia respectivas a tenor de lo previsto en dos protocolos secretos (el primero anejo al pacto), los rusos invadieron Polonia y no tardaron en extender su incipiente glacis imperial también a los países bálticos, algo que estos nuevos miembros de la UE no han olvidado. Les costó sudor y lágrimas, eso sí, vencer la tenaz resistencia finlandesa. Al avanzar sus fronteras hacia el oeste, en teoría, aunque no en la práctica, la URSS hubiera debido estar en mejores condiciones para hacer frente a la máquina de guerra nazi. Stalin no las aprovechó. Dos años después la Wehrmacht lo comprobaría.

¿Y desde el punto de vista opuesto? La versión convencional afirma que fue el pacto Molotov-Ribbentrop la clave que hizo posible la agresión alemana y, por ende, el conflicto que el apaciguamiento había tratado de evitar. Sin embargo, la decisión de Hitler de atacar Polonia estaba tomada en firme. El pacto con Stalin cumplió no sólo funciones externas sino también internas. Dos fueron fundamentales: a) Tranquilizar a los sectores todavía no suficientemente nazificados. b) Asegurar el suministro ininterrumpido de materias primas, pues la hambrienta economía alemana no aguantaría sin ellas el ritmo de rearme dado el estrangulamiento exterior. Lo que dio el tono fue que Hitler temía que la ecuación estratégica terminaría tornándose en contra suya si esperaba. Contaba con que las potencias democráticas no hicieran efectiva sus garantías a Polonia, pero incluso cuando fue acumulándose la evidencia de que tal no sería el caso no se echó para atrás.

Quienes tuvieron razón fueron los republicanos españoles. Desde principios de septiembre de 1936, cuando confirmaron que de los triunfos militares de Franco eran partícipes las potencias fascistas, no se cansaron de subrayar que lo que pasaba en España era el preludio de lo que tarde o temprano terminaría ocurriendo en Europa. No era propaganda. Fue una valoración genuinamente sentida por la mayor parte de quienes conocían las realidades internacionales de la época, ya fuesen políticos, funcionarios o dirigentes de partidos. Nunca tuvieron éxito. Como señaló Orwell, los escenarios que la izquierda británica aclaraba en panfletos de tres peniques no penetraron en la conciencia de los decisores últimos de las potencias democráticas y, en particular, de Chamberlain y su guardia pretoriana. Las voces discrepantes, que hubo y muchas, tampoco lograron nada. Ni las dimisiones, a veces sonadas.

El caso francés fue igualmente emblemático. Hace ya años que Duroselle acuñó el concepto de “decadencia” para caracterizar su política exterior y de seguridad. El temor ante y la fascinación por el fascismo corroyeron la capacidad de decisión autónoma, debidamente trabajada por los británicos. Uno de los más nefastos políticos de la época, Georges Bonnet, ilustra hasta qué punto vivir en dependencia se había convertido en el destino de Francia.

Sólo los republicanos, abandonados a su suerte, hicieron ver que la contención del fascismo no era del todo imposible. Cinco meses después de que la época de sangre y fuego individualizada llegara a la inevitable conclusión a que la condujo en España la no intervención, para empezar otra más solapada bajo la Victoria, tocó el turno a franceses y británicos. Sus estrategias fueron un fracaso total. No se doma a un tigre hambriento por el mero hecho de echarle carnaza.

Nada de lo que los historiadores han ido desentrañando ha impedido que continúe la manipulación del pasado. Las conveniencias del presente se imponen en el mundo político e ideológico cuando no mediático. El pacto Molotov-Ribbentrop es un ejemplo. La Guerra Civil española otro. Hay que penetrar en lo que hubo detrás de los hechos y derribar los mitos.

Un historiador británico, Adam Tooze, se ha “cargado” algunos de los relacionados con el Tercer Reich y su conducción de la guerra. No es otro el destino que aguarda a las interpretaciones neo-franquistas sobre el conflicto español. En el plano científico está en juego cómo en el futuro deberá presentarse una historia que sigue manipulándose. En el plano ético el antecedente de los valores democráticos, entonces ahogados con sangre y fuego. Y en el ámbito metapolítico la determinación de cuál sea la experiencia colectiva con que cabe entroncar los orígenes de nuestra democracia. No fue la franquista (por Ángel Viñas, historiador, para El País de España).

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70 años de la Segunda Guerra Mundial: Rusia condena el pasado

VLADIMIR PUTIN CONDENA EL HISTÓRICO PACTO MOLOTOV-RIBBENTROP: EN MOSCÚ NO CREEN QUE RUSIA TENGA QUE RESPONDER POR LOS PECADOS DE STALIN. EL PACTO DETERMINÓ LA SUERTE DE LETONES, ESTONIOS, BIELORRUSOS, UCRANIANOS Y MOLDAVOS.


Stalin (segundo por la derecha) sonrie mientras Molotov (sentado) firma el pacto de no agresión con el ministro de exteriores del Reich, Von Ribbentrop (tercero por la derecha), el de agosto de 1939 /Ap

Moldear la historia según intereses políticos no es un buen método para mantener buenas relaciones diplomáticas. Sobre todo si esa historia abre viejas y sangrientas heridas. El primer ministro de Rusia, Vladimir Putin, al contrario de lo que esperaban los sectores más nacionalistas rusos y polacos, optó por una posición de encuentro antes de viajar a Gdansk para los actos del 70 aniversario del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

En un artículo publicado en el periódico polaco Gazeta Wiborcza, Putin condena como “inmoral” el pacto Molotov-Ribbentrop, y examina otros hitos del siglo XX cuya interpretación enturbia las relaciones con Varsovia. “Cualquier forma de acuerdo con el régimen nazi era inaceptable desde un punto de vista moral”, subraya. Putin descalifica así el pacto de no agresión que firmaron Alemania y la URSS el 23 de agosto de 1939. El pacto incluía un protocolo secreto contrario a la ley internacional porque dividía el norte y el este de Europa en zonas de influencia. Putin también se refiere a la matanza de 1940 en el bosque de Katyn, donde el Ejército Rojo masacró a miles de oficiales polacos. “Los rusos cuyas vidas fueron rotas por un régimen totalitario entienden lo que los polacos sienten sobre Katyn”. La firma del pacto Molotov-Ribbentrop una semana antes de que comenzasen los bombardeos contra Polonia que dieron comienzo a la guerra, ha servido en algunas publicaciones de Polonia y otros países del antiguo bloque del Este para culpar a la URSS de Stalin por el comienzo de la II Guerra Mundial.

Un mes después de que los ministros de Exteriores, Viacheslav Molotov y Joachim von Ribbentrop, estamparan sus firmas, las tropas soviéticas invadían el este de Polonia. El pacto, de hecho, determinó la suerte de letones, estonios, lituanos, ucranianos del oeste, bielorrusos y moldavos, que fueron incorporados a la URSS. La historiografía rusa actual y la clase política oficial, por su parte, rechazan las reclamaciones que algunos países del este hacen a Moscú, al no considerarse herederos de los errores del pasado.

Lituania, por ejemplo, ha pedido compensaciones económicas por la ocupación soviética. Y Ucrania exige que se reconozca como crimen contra la humanidad la hambruna organizada por el régimen soviético en el sur del país. Vladimir Rizhkov, político opositor al Kremlin, doctor en historia, asegura que es indiscutible que el único iniciador de la Segunda Guerra Mundial fue Hitler. Pero critica la propaganda estatal. “Defender las actuaciones de Stalin está desacreditando a Rusia”. Los historiadores rusos citan varios hechos conocidos para negar que el pacto Molotov-Ribbentrop fuera el pistoletazo de salida de la guerra, como se asegura en sectores rusófobos de Polonia. El primero es que Hitler ya tenía decidida la invasión en la primavera de 1939.

Recuerdan el Pacto de Munich de 1938, en el que las potencias europeas liquidaron Checoslovaquia y en el que participó Polonia. “Los principales poderes europeos observaban negativamente al régimen nazi; el Pacto de Munich destruye ese consenso”, explica Alexander Chubarian, director del Instituto de Historia de la Academia de Ciencias. Las potencias occidentales fueron pasivas ante las invasiones alemana y soviética en el Báltico. La condena de Putin en su Carta a los polacos es una mano tendida al Gobierno de Donald Tusk para “pasar la página y comenzar a escribir una nueva”, como propone. Pero históricamente no tiene relevancia, porque Moscú ya había condenado antes estos hechos. La primera vez, en 1989, todavía en tiempos de la URSS, cuando el Congreso de los Diputados del Pueblo denunció el pacto por haberse firmado de espalda a los ciudadanos soviéticos (lavanguardia.es).

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70 años de la Segunda Guerra Mundial: los antecedentes


Tropas alemanas invaden Polonia (1/09/1945)

Hoy se cumplen 70 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando las tropas alemanas ingresaban al territorio polaco. Son muchos los temas que se podrían abordar respecto al porqué del estallido de aquel conflicto. Hoy comentaremos algunos.

Los tratados de Versalles (1919).- Difícilmente acordados, en realidad, plantearon tantos problemas como los que resolvían, reemplazando problemas antiguos por nuevos, cuando no acumulaban los unos sobre los otros. Uno fue el tema de las reparaciones. ¿Qué era lo que Alemania debía “reparar”? ¿Debían tenerse en cuenta sus posibilidades de pago? Se había partido del principio de que Alemania debería pagar todo lo que había costado la guerra, pero esto habría alcanzado sumas inauditas. No obstante, la fijación del monto de las reparaciones, y luego las tentativas de hacer pagar a Alemania, debían ser un punto muy polémico de las relaciones internacionales durante más de 10 años.

La Sociedad o Liga de las Naciones.- Contrariamente a las esperanzas del presidente norteamericano Woodrow Wilson, esta organización apenas pudo cumplir con su papel de gestor de la paz. Sin la participación de los Estados Unidos (por una negativa del Senado norteamericano), de la Unión Soviética (que no fue invitada) y de los países vencidos, la Sociedad fue un club muy limitado de algunos países vencedores, sin mucha autoridad moral. En resumen, la “paz sin victoria”, anhelada por Wilson, psicológicamente era imposible. Los antiguos combatientes odiaban la guerra, pero no hasta el punto de aceptar, los unos, las consecuencias de la derrota, y, los otros, que sus sacrificios no se tuvieran en cuenta.

El pacto de Locarno (Suiza, 1925).- Fue un momento central de las relaciones luego de la guerra. Promovido por el ministro de asuntos exteriores de Francia (Aristide Briand) y por la canciller alemán (Gustave Stresemann), marcó la aceptación alemana de las fronteras occidentales que le habían sido “impuestas” por el Tratado de Versalles (renuncia de Alsacia y Lorena, por ejemplo). En la práctica, esto no cambiaba nada, pero “Locarno” aparecía como el símbolo de la reconciliación franco-alemana y el establecimiento de una paz en el Viejo Continente.

La política internacional tras la llegada de Hitler al poder.- La presencia de Hitler produjo un cambio de la concepción de la política exterior alemana: el paso de un revisionismo callado a uno claramente afirmado. Quería el rearme de Alemania cuanto antes, so pretexto de las diferencias de interpretación sobre el principio de igualdad de los derechos. ¿Cuál fue la actitud de los demás Estados ante la política de Hitler?

a. La política británica fue bastante simple. Algunas reivindicaciones alemanas, como la remilitarización de Renania (vecina de Francia) o la unión con Austria, no le parecían irracionales a los ingleses (aunque estuvieran en contradicción con los tratados). Hasta 1939, Inglaterra mantuvo la convicción de que no oponiéndose a las pretensiones alemanas contribuiría a desarmar y suavizar a Hitler. Esa fue la política de “aplacamiento” proseguida por los primeros ministros de Londres.

b. La política francesa fue más compleja. Desde la llegada de Hitler al poder, algunos políticos franceses estuvieron convencidos de que, frente al renacimiento del peligro alemán, ya no era viable la política de seguridad colectiva (como la que se planteó en Locarno). Desde 1934, Francia se dedicó a restablecer la alianza del “reverso” mediante un acercamiento con la Unión Soviética. En 1935 se firmó una alianza con Moscú pero carente de convenios militares, lo que le quitaba cualquier significado. A partir de ese momento, la política exterior de París no fue más que una serie de renuncias ante las exigencias alemanas. Realmente fue una política de “decadencia”, fruto del pánico de Francia al no contar con el respaldo inglés, lo que le hace ir a remolque de Inglaterra.

En síntesis, como vemos, las políticas inglesa y francesa están cerca, pero en un caso fue asumida a sabiendas (Londres) y en el otro fue la expresión de una debilidad justificada por una opinión pública esencialmente pacifista (Francia).

Quedaba la Unión Soviética, cuya actitud osciló entre dos polos: su hostilidad hacia el nazismo (abiertamente antibolchevique) y hacia el Tratado de Versalles (del que había sido una de sus víctimas). En un primer momento, privilegió el tema “antifascista” y se comprometió fuertemente al lado de los republicanos en la guerra civil española (1936-39). Pero luego se decepcionó por el comportamiento de las democracias europeas en España y se separó de la Conferencia de Munich, convencida de la debilidad de estas dmocracias y de la fuerza de Hitler. Es así que, a partir de 1939, se acerca a Alemania.

Polonia, a su vez, en 1934, temerosa de la URSS, firmó un pacto de no agresión con Alemania, valedero por 6 años. Pero el anexionismo alemán, fijó sus ojos en el corredor de Danzig. Polonia se mantuvo firme, manteniendo su voluntad de ir a la guerra en el caso de una agresión alemana. El 31 de marzo de 1939, Chamberlain anunciaba que Inglaterra estaba dispuesta de acudir en ayuda a Polonia.

Finalmente, la firma del pacto germano-soviético (23 de agosto de 1939), cuyo objetivo era (aparte de una “no agresión”) el reparto de Europa oriental entre ambos, permitió a Hitler invadir Polonia el 1 de septiembre. Para hacer frente a sus compromisos con Polonia, Inglaterra y Francia entraron en guerra para gran sorpresa de Hitler. Lo que, según su pensamiento, no debía ser más que una etapa suplementaria de la progresión germana en Europa se convertía así en el primer acto de una nueva guerra europea que, en menos de dos años, se transformaba en una contienda mundial.

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