¿Cómo era el cerebro de Albert Einstein?

Cuando Albert Einstein se quedaba estancado en un problema de Física, cogía su violín y lo tocaba hasta dar con la solución. Tenía una sensibilidad especial por la música y para comprender las cosas prefería las impresiones sensoriales en lugar de las palabras. Gran parte de estas peculiaridades están marcadas en la anatomía de su cerebro.

Tras su fallecimiento en 1955, y como no podría haber sido de otra forma, el órgano que lo dotó de genialidad se donó a la ciencia. Thomas Harvey, del hospital Princeton (Nueva Jersey, EEUU), fue el patólogo encargado de conservarlo y, junto con otros expertos, lo fotografió y lo dividió en distintas porciones para analizarlas bajo el microscopio. Décadas después, distintos grupos de investigación han intentado diseccionar esta mente superdotada. Uno de ellos es el dirigido por Dean Falk, del departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Florida (EEUU), y del que ahora se hace eco la revista ‘Science’.

Con técnicas de Paleoantropología, y basándose en los datos e imágenes aportados por Harvey y otros expertos, Falk identifica nuevas peculiaridades anatómicas que podrían explicar la genialidad de Einstein, si bien es cierto que ni el peso de su cerebro ni la mayoría de su superficie cortical son dignos de mención.

El cerebro no pesaba más de lo normal.- “La corteza cerebral era fina […] y con amplios surcos, algo normal para su edad (76 años). Su masa cerebral, de 1.230 gramos, tampoco es excepcional”, explica la investigación, publicada en Frontiers in Evolutionary Neuroscience. Sí son peculiares determinadas zonas de la corteza somatosensorial y motora. “Es posible que estos aspectos atípicos […] se relacionasen con las dificultades que tenía para adquirir el lenguaje; su preferencia por pensar con impresiones sensoriales, incluidas las imágenes visuales en lugar de las palabras; y su precocidad en la práctica del violín [lo tocó de los seis a los 14 años]”.

Parece que el órgano gris de Einstein presentaba una curiosa combinación de rasgos simétricos y asimétricos. Además, Falk encontró una hendidura inusual en una región involucrada en la habilidad para recordar fonemas y sílabas: “Podría asociarse con su ya conocido retraso en la adquisición del lenguaje y con el hecho de que solía repetirse frases a sí mismo hasta que cumplió los siete años”.

Como comentábamos anteriormente, este trabajo no es el primero ni posiblemente el último enfocado a conocer el cerebro del físico alemán. Según explica la revista Science, el primer estudio anatómico en esta línea lo dirigió Sandra Witelson, neurobióloga de la Universidad McMaster en Hamilton (Canadá).

Los resultados de este ensayo también fueron muy reveladores. Por ejemplo, “los lóbulos parietales -implicados en el conocimiento matemático, visual y espacial- eran un 15% mayores que la norma”. Un hallazgo que ahora también confirma Falk. “Aunque estas visiones son especulativas […] posiblemente serán de utilidad a futuros estudiantes con acceso a nueva información y metodología”, concluye este experto.

Adaptado del diario El Mundo (23/04/09)


Así era el cerebro de Einstein

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