El monumento a Simón Bolívar (Plaza del Congreso)

Desde 1850 hasta la Guerra con Chile, la colocación de estatuas y monumentos en Lima respondió a un nuevo discurso: el ornato público; es decir, las nuevas esculturas eran parte de un proyecto mayor de crear espacios renovados para la ciudad. El ornato público era una función del estado, uno de los tantos servicios que el poder público debía ofrecer a la población. La mayor parte de las esculturas públicas se ordenaban a través de decretos gubernamentales, y solo en casos excepcionales a través de suscripción pública de iniciativa privada. Eran obras de carácter cívico, junto al alumbrado público, el empedrado de calles y la colocación de relojes públicos o de pilas de agua. De otro lado, hasta 1850, la escultura en el Perú era practicada en su mayor parte por artesanos de clase media y baja que trabajaban en una tradición distinta a las vanguardias europeas. Por ello, en su afán de renovación (“progreso”), las elites comienzan a importar esculturas, en un principio de Italia y luego de Francia.

El proyecto para la estatua al libertador Simón Bolívar, ya planteada en 1825 por el Congreso peruano, fue rescatado en 1852 cuando el presidente Echenique decide ordenar su construcción en Europa. El monumento a Simón Bolívar, del escultor italiano Adamo Tadolini, que vemos hoy en la Plaza del Congreso (también llamada Plaza de la Inquisición durante la Colonia o Plaza de la Constitución en el siglo XIX), y que sería inaugurado por el presidente Castilla el 9 de diciembre de 1859, formó parte de un proyecto más ambicioso: la colocación de la estatua se acompañó del enrejado de la plaza, de la instalación de bancas, del arreglo de jardines y del empedrado de las calles o pistas adyacentes. Cabe destacar que el costo de la obra fue de 22,251 pesos y que, en la ceremonia de inauguración del mounumento, el discurso de orden estuvo a cargo del caudillo venezolano-ecuatoriano Juan José Flores, por ese entonces refugiado en Lima.

Según Alfonso Castrillón: Como el caballo de David, el de Tadolini se presenta encabritado, levantando más alto la pata izquierda en un gesto de pánico que lo obliga a torcer el cuello y mostrar los ojos desorbitados. Llama la atención el cuidadoso realismo con que ha producido las venas del cuello, la abundante crin, los arneses y hasta los clavos de las herraduras. El pellón, la corona de suela y por fin la montura han sido trabajados con gran fidelidad, así como las bridas y riendas, el pecho petral, la baticola, los estribos de aro y las alforjas de los lados. Bolívar ha sido representado con capa que flamea elegante, espada, sombrero con penacho de plumas que lleva la mano derecha y botas granaderas… Tadolini se muestra seguidor del naturalismo clasicista, una de las tantas corrientes que admitió el academicismo del siglo XIX, desde entonces ejemplo de escultura monumental en nuestro medio.

Por último, es preciso anotar que, en 1874, se inauguró en la Plaza Bolívar de Caracas una estatua del Libertador utilizando el mismo molde que se hizo la estatua en Lima que se encontraba en la Fundación Von Müller.


Monumento a Bolívar en Lima, inaugurado en 1859 (al fondo, la desaparecida iglesia Santa María de la Caridad)

Otra imagen del monumento en la Plaza de la Inquisición de Lima

Esta imagen data de año 1900 aproximadamente

El monumento a Bolívar en Caracas

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