Archivo por meses: enero 2009

Provincia de Calca (Cuzco): historia y turismo

El territorio de esta provincia fue dominio inca, al parecer desde épocas muy tempranas, ya que sus tierras producen el mejor maíz de la zona andina. Luego de la conquista española, no se sabe con exactitud la fecha de su fundación y se especula que se cumplió poco después del arribo de Francisco Pizarro al Cusco (1533). Algunos documentos mencionan que fue Pedro de Zamora quien recibe la orden de explorar la zona del Vilcanota o río Sagrado de los Incas, porque llegaron informaciones de que Manco Inca había establecido en “Khallka” -que significa en quecha “pedregal”- su cuartel general (1536). Entonces Zamora visaría los diversos ayllus del lugar hasta, según se piensa, fundar la “Villa de Zamora” con la advocación de San Pedro Apóstol. A partir de ese momento la palabra “Khallka” se castellanizó en Calca. A lo largo del siglo XVI, la zona se convierte en sede del corregimiento Calca-Lares, abarcando Chinchero, al que posteriormente se anexaría Vilcabamba. Más tarde al poblado se le daría importancia religiosa al construirse el Monasterio de Belén y la Parroquia de San POedro Apóstol. Nacidos en esta provincia son los líderes rebeldes Bernardo Tmbohuacso Pumayalli, cacique de Písac, quien se levantó contra el gobierno colonial en 1780, y el brigadier Mateo Pumacahua, curaca de Chinchero, líder de la rebelión del Cusco de 1814.

Pasados los años de la lucha por la independencia, Calca se convirtió en provincia del Cusco por decreto de junio de 1825 rubricado por el Libertador Bolívar. Hoy la provincia cuenta con 4,414.49 kilómetros cuadrados de superficie, casi 80 mil habitantes y sus distritos son: Calca (capital), Coya, Lamay, Lares, Písac, San Salvador, Taray y Yanatile. Su territorio abarca las dos márgenes del río Vilcanota y su población se dedica al cultivo del maíz, trigo, cebada, cacao, coca y caña de azúcar. Su clima es templado y sólo en invierno se presentan heladas y escarcha. De octubre a diciembre la temperatura máxima alcanza los 25ºC. y en los meses de mayo a julio llega a menos de cero. La ciudad de Calca, desde setiembre de 1898, funciona oficialmente como capital de la provincia. Tiene 2,928 metros del nivel del mar y se ubica sobre la margen derecha del Vilcanota. El pueblo no presenta atractivos turísticos, salvo la fama de sus aguas termales de Machacancha y Minas Moco.


Vista panorámica de Calca

Fiestas y tradiciones.- En el pueblo de Calca es renombrada la celebración de la Semana Santa, cuya solemnidad es sólo comparable a las que se realizan en Ayacucho o Arequipa. Los pobladores, siguiendo una vieja tradición, asumen el “cargo” que recae en un casado y una soletra del lugar quienes corren con todos los gastos que damandan el Sermón de las Tres Horas y la procesión del Señor del Santo Sepulcro: tarjetas de invistación, estampas y los servicios de la Orquesta de Cámara y Banda de Músicos que acompaña esta ceremonia. De otro lado, el 15 de agosto Calca celebra su fiesta patronal bajo la advocación de la Virgen Asunta: procesión, bailes y tradicionales viandas en la plaza del pueblo. De Písac es conocido su Carnaval (entre febrero y marzo) que cuenta como escenario el deslumbrante valle Sagrado de los Incas. Toda la población baila por las calles del antiguo centro prehispánico bajo la presencia de numerosos turistas. Finalmente, es muy conocido en la región el Baile del Choclo o Sara Raymi del acogedor distrito de Coya. Esta danza se explica por la vieja tradición de sus pobladores en la siembra del maíz: el cultivo es toda una ceremonia que se repite fielmemente en todas sus fases: siembra, cosecha y consumo final.

La feria de Pisac.- Todos los martes, jueves y domingo, de 9 de la mañana a 6 de la tarde, se celebra una feria comercial en el pueblo de Pisac. Sin embargo, se recomienda al turista asistir los domingos, pues este día es el más surtido en productos y el de mayor colorido. La feria dominical se inicia a las 11 de la mañana con la celebración de una Misa en quechua, a la que asisten las autoridades locales o “varayoc”, jerarcas indígenas de viejo cuño, todos vestidos con sus ponchos, calzados de ojotas y portando sus varas. Ellos gozan del privilegio de sentarse en la primera banca del templo. Los regidores también aprecen ese día con sus ponchos, pero lo que los distingue de los “varayoc”, es su pututo. Terminada la Eucaristía los jerarcas pasan a degustar un opíparo almuerzo, regado con la mejor chicha de la localidad. Fuera de la iglesia mayor y del local de la municipalidad el turista podrá observar en la plaza del pueblo una multitud de tiendas de toldo con productos comestibles y artesanales dignos de comprar. Los puestos levantados para la ocasión no están ordenados por productos, salvo los de comida, que se ubican en frente del templo. Allí se ofrece la famosa “conejada” o cuy a la parrilla, guisos preparados sobre la base de carne de camélido y las empanadas de la región, horneadas de forma artesanal y rellenas de queso, orégano, cebolla y picadillo de tomate. El resto de tiendas muestra el patrimonio artesanal del Cusco a través de chullos, bolsos, bufandas, guantes, mitones, sombreros, mantos y tapices de lana, chompas de alpaca, llicllas, salamandras, aríbalos, damajuanas, queros, platos y juegos de te con motivos incaicos, retablos, equecos, duendes en duropox, collares de chaquira, y las máscaras de los distintos personajes que integran las comparsas en la fiesta de la Virgen del Carmen de Paucartambo y que se celebra con la misma devoción en Pisac.

Baños termales.- A poca distancia del pueblo de Calca se encuentran los baños minero-medicinales de Minasmocco (recomendados para casos de reumatismo y diversas enfermedades de la piel) y los baños termales de Machacancha (recomendados para casos de reumatismo, afecciones al hígado, anemia y neurastenia; no está recomendado como aguas medicinales de bebida por su alto contenido de cloruro potásico y sílice). Asimismo, a pocas cuadras del pueblo de Lares se ubican los baños termales del mismo nombre (con una temperatura de 62 grados, de naturaleza ferruginosa y recomendado para reumatismo y cólicos). Finalmente tenemos los baños de Kakato en el distrito de Lamay (con instalaciones y servicios recientemente construídos y recomendados para casos de gota, reumatismo, afecciones nerviosas y hepáticas).


Jóvenes en la feria de Písac (travel.webshots.com)

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Turismo e historia en Acomayo (Cuzco)

1. Historia.- Su nombre viene del quechua y significa “río de arena”. Fue declarada provincia del departamento del Cusco el 23 de febrero de 1861 y hoy cuenta con una superficie de 933.03 kilómetros cuadrados. Este territorio comprende la zona ubicada entre el río Apurímac y la cumbre de la Cadena Central, desde la laguna de Pascococha hasta el río Kehuar. Tiene siete distritos, ellos son Acomayo, Acopía, Acos, Mosoc, Lacta, Pomacanchi, Rondocán Y Sangarará. Su capital es Acomayo, población ubicada sobre la margen izquierda del río del mismo nombre y a una altitud de 3,3600 metros del nivel del mar. Sus habitantes se dedican, básicamente, a la producción de maíz, cebada y trigo, así como al pastoreo de ovinos y camélidos. Su clima es seco y frío; para llegar a ella es necesario hacer un largo viaje desde el Cusco (aproximadamente 8 horas) por carretera en aceptable estado de conservación

2. Pomacanchi.- Del quechua “corral del puma” y distrito de la provincia de Acomayo, este pueblo es muy visitado por encontrarse frente a la laguna del mismo nombre. Tiene una altitud de 3,679 metros del nivel del mar y se encuentra a 104 kilómetros de la ciudad del Cusco, y a 38 de la capital Acomayo. La presencia de la laguna hace que el pueblo tenga un clima templado y generalmente soleado, ideal para el descanso; su temperatura promedio oscila entre 13 y 15 grados centígrados.

En realidad el pueblo se puede visitar todo el año, aunque los expertos aconsejan hacerlo entre abril y octubre. Para llegar a Pomacanchi desde el Cusco hay que dirigirse al sur hasta el puente Chuquicahuana en el kilómetro 90 y luego de un desvío hacia la derecha, descender hasta la laguna. Finalmente, el pueblo cuenta con una pequeña oficina de correos, su infraestructura hotelera es precaria y su servicio de agua potable muy irregular.

3. La iglesia de Pitumarca.- La iglesia de San Miguel de Pitumarcas de regular tamaño, centrándola un hermoso altar máximo barroco, tallado y dorado de cuatro cuerpos y tres calles. El púlpito es clásico, de comienzos del siglo XVII, azul y oro, con cátedra de cinco paneles y sólo tres santos carnados, policromados, dorados y rotos; el tímpano es la puerta y el tornavoz, muy destruido, sigue los lineamientos del estilo renacentista. Hay en el templo algunos retablos más, en especial el de la Sagrada Familia en el muro epistolar. Se aprecia antigua decoración mural pictórica, especialmente en el sotacoro y en los res arcos que sostienen el coro alto donde subsiste-viejo, quebrado y mudo- un órgano de tubos que se accionó por fuelles. La iglesia tiene arco triunfal decorado. Sobre este último se representa a la Trinidad como tres personas iguales. También son notables los faldones y harneruelo junto al arco triunfal.


Iglesia de Pitumarca (mcanchis.galeon.com)

4. Turismo ecológico.- Sin duda, la Laguna de Pomacanchi es uno de los atractivos naturales más bellos del Cusco pues su riqueza ecológica y paisajista se encuentra aún intacta. Rodeada de eucaliptos y cultivos pequeños, su agua es clara o verde-azulada, y su oleaje es nulo; tiene, de otro lado, vegetación acuática circundante de totora en toda la orilla. También se pueden apreciar en su entorno aves como la garza blanca, la gaviota serrana y patos. Es posible, además, realizar en ella pesca deportiva, especialmente de trucha y pejerrey serrano. Cuenta con una extensión aproximada de 7,760 metros de largo por 4,270 de ancho, y vierte sus aguas en el río Vilcanota.

5. Fiestas y tradiciones.- La festividad más importante de Pomacanchi es la de San Agustín, patrón del pueblo, que se celebra el 28 y 29 de agosto. De otro lado, sus danzas más conocidas son la Pashña Marcha (realizada por mujeres solteras cuya vestimenta parodia a la mujer española); el Canchimacho (es en realidad un personaje que se presenta en la fiesta de San Pedro, el 29 de julio, que baja al rayar el alba y desempeña un papel moralizador o de juez frentte a la gente); la Danza de los Echeniques (los bailariness se presentan en harapos parodiando las costumbres del Perú decimonónico); la Danza Tin Tin (es un solo persomnaje con pollera rígida que danza todo el día e invita a bailar, lanzando una moneda, a todo aque que sale a su encuentro); y el Kinray Chuncho (curioso baile que se ejecuta de costado con ropa rígida que impide ir derecho).


Laguna de Pomacanchi (yachaywasi-ngo.com)

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Notas sobre el pueblo de Chilca

El nombre del pueblo de Chilca viene del yunga y significa, según el diccionario de Gonzáles Holguín, “mata que tiene hojas amargas y pegajosas”; su uso, en tiempos prehispánicos, estuvo vinculado a la producción de un tinte de color verde al ser hervidas sus hojas con papas negras.

Chilca se encuentra a 65 kilómetros al sur de Lima y pertenece a la provincia de Cañete. El pueblo se ubica al lado derecho de la carretera; tiene una calle principal y sólo los alrededores de la Plaza de Armas están asfaltados. Desde la antigua Panamericana Sur hasta la Plaza de Armas (8 cuadras) está la zona urbanizada, luego de la cual viene la zona de cultivos que termina en la playa. Un poco más al sur, está el balneario de Las salinas, donde hay lagunas medicinales frecuentadas por visitantes a los largo del año, especialmente durante el verano. En la zona agrícola hay cultivos de granada e higos, regados con autobombas que extraen agua del subsuelo. El resto es terreno eriazo, con presencia de ladrilleras y granjas avícolas.

Chilca se divide en cuatro barrios que son los 4 sectores que forman el cruce de las dos calles principales: Mariano Ignacio Prado o Calle Central y Nicolás de Piérola. Los barios son Ribeño, Chalaco, Chirimoyo y Malambo. La arquitectura del pueblo es singular. En Ribeño y Chalaco (al norte), las calles son cortadas regularmente y hay edificios antiguos que resistieron al último terremoto; casa de adobe con puertas y ventanales de madera trabajadas con adornos barrocos y algunos inmuebles tendrían pinturas en su interior con motivos indígenas. En los barrios de Chirimoyo y Malambo (al sur) hay cuadras alargadas y angostas con construcciones de quincha con techo de carrizo (patrón de construcción prehispánico). Lo más importante del pueblo es la iglesia Nuestra Señora de la asunción, muy grande y de estilo colonial. Su reparación ha sido muy lenta (desde el terremoto de 1974); hoy es un atractivo turístico y símbolo de Chilca.

Chilca es, según sus propios pobladores, un pueblo ancestral. Fue uno de los primeros focos agrícolas del Pacífico Sur y núcleo de irradiación hacia otros lugares de la zona. La gente de Chilca es “gente de siempre” y eso se comprobaría por la existencia de apellidos tradicionales como “Manco”. Al relatarnos su historia, los pobladores resaltan el pasado agrícola y la excelencia del manejo del problema del agua. Efectivamente, la historia de chilca demuestra que logró enfrentarse al medio desértico durante el Periodo Formativo (800-500 a.C.) mediante la construcción de canales; en el Intermedio Tardío (100-600 d.C.) se mejoraría el sistema de pozas u hoyas. Por lo tanto, Chilca se convirtió en un pueblo altamente especializado antes de la llegada de los españoles. En el siglo XVI tenía una población de, aproximadamente, 10 mil personas divididas en múltiples oficios: pescadores, salineros, mercaderes, chasquis y agricultores.

Al parecer, la agricultura dejó de ser importante durante el Virreinato debido al despojo de tierras; así, la pesca se convierte en la actividad primordial. Podemos afirmar que la población de pescadores era grande en Chilca pues la administración colonial (en los tiempos del virrey Toledo) recurrió a pescadores chilcanos para poblar Lurín y otros valles o pueblos aledaños (como Pucusana). En la Colonia, los pescadores no estaban sujetos a la mita por no tener tierras agrícolas; la pesca fue una estrategia para evadir la mita y el tributo.

Los pescadores, al vivir separados, rodeados de arenales, alejados de rutas terrestres y de las autoridades coloniales, pudieron conservar su cultura hasta bien entrado el siglo XX. Los chilcanos se consideran un pueblo muy religioso. La festividad de su patrona, Nuestra Señora de la Asunción, se celebra el 15 de agosto. Cuentan que la imagen llegó a las playas de Chilca en un cajón grande de madera junto con otros objetos echados al mar por un barco español que estaba a punto de hundirse. Cuando los pobladores abrieron la caja y vieron a la Virgen sintieron el llamado especial a que ella sea su patrona. La imagen original desapareció en un incendio y muchos interpretaron que había ascendido.


Iglesia Nuestra Señora de la Asunción de Chilca

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El siglo XIX en el Louvre

A continuación, algunas imágenes del mobiliario del siglo XIX que se expone el Louvre de París y que corresponden a la época imperial de Napoleón III. Por estos salones pasaron algunos de los diplomáticos peruanos enviados a la corte presidida por el sobrino de Napoleón y, por supuesto, algunos de los guaneros que intentaron escalar al interior de la sociedad francesa decimonónica (fotos del autor de este blog).








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Los balnearios del sur de Lima: Cerro Azul (2)

CERRO AZUL , EL MUNDO DEL SURF Y LOS BEACH BOYS.- Antes del Campeonato Mundial que ganara Felipe Pomar en Punta Rocas, en 1961, una “rompiente” legendaria se sumaría al circuito de playas donde los peruanos practicaban la tabla. Se trataba de la bahía de Cerro Azul, con sus perfectas olas tubulares, un verdadero paraíso para los tablistas, pues ahí reventaba una ola perfecta que durante milenios sólo habían sido corridas por los delfines.

Descripción técnica de la ola de Cerro Azul: Izquierda, de salón, tubular. La ola revienta frente al balneario. Cuando el mar crece demasiado, revienta una ola derecha al otro lado del muelle, ola rápida, fuerte y tubular.

Esta playa, cuyas olas serían cantadas por los Beach Boys (en Surfin´ Safari, una de sus canciones más populares) para hacer que su fama diera la vuelta al mundo, fueron divisadas por primera vez desde la Carretera Panamericana, a fines del verano de 1961, cuando, regresando de su hacienda en Chincha, Mota Navarro y un grupo de amigos volvían a Lima. Un amigo de los Beach Boys, el californiano John Severson, que entre otras cosas era el dueño de la Surfer Magazine (inicialmente llamada Surf), fue quien distinguió el oleaje estrellándose contra las rocas, y algo en el aire le hizo sospechar que las buenas olas estaban cerca. Severson se hallaba en Perú filmando un documental de tabla, y guiado por su espíritu aventurero convenció a sus compañeros a desviarse de la carretera y tomar rumbo hacia Cerro Azul.

Cuando llegaron a la orilla, se toparon con una playa que parecía dibujada por la imaginación del tablista más apasionado. A lo largo de la bahía, una pequeña ola se precipitaba desde la izquierda, luego de estrellarse contra una roca esculpida por el mar y el viento formando la imagen perfecta de un águila. Junto a Mota Navarro y John Severson, estaban algunos tablistas cuyos nombres bastarían para imaginar la película perfecta. Ellos eran Raúl Risso, Pocho Caballero, Carlos Aramburu, Joaquín Miró Quesada y Felipe Pomar. Parados frente al mar, los siete tablistas se quedaron horas mirando las olas, esperando que un cambio de mareas o un viento fuerte las hiciera crecer. Cayó la noche y los siete volvieron a la hacienda de Mota, para regresar al día siguiente, soñando con una crecida que les permitiera disfrutar del nuevo hallazgo. Al llegar el amanecer, el milagro había ocurrido: olas de metro y medio entraban ordenadamente en la bahía, deslizándose a lo largo de más de cien metros hasta llegar al muelle. John Severson instaló una cámara en el muelle y a una señal de Mota, todos entraron hacia la “rompiente”. Las olas que corrieron, las maniobras que hicieron, los tubos que se metieron y, especialmente, la película que Severson hizo de aquella memorable sesión, probaron que Cerro Azul era uno de los descubrimientos más grandes de la década.

CERRO AZUL Y LOS HERMANOS BARREDA.- Desde entonces, Cerro Azul se convirtió en la playa favorita de cientos de tablistas, algunos de ellos tan célebres como los hermanos Sergio y Carlos Barreda. La relación entre la playa de Cerro Azul y la familia Barreda es muy conocida. Alrededor de 1962, construyeron la primera casa de playa en la bahía y doña Sonia, junto a sus hijos Sergio y Carlos, se convirtieron en los primeros tablistas en disfrutar permanentemente de una de las olas más perfectas y legendarias del mundo. Inseparables, afanosos, talentosos e inigualables, el Gordo y el Flaco habrían de tejer pronto su propia leyenda, una leyenda cuyas primeras páginas se escribieron en los sesenta y en las olas de Cerro Azul. El “flaco” Carlos era dueño y señor de las izquierdas, pero cuando el mar crecía y entraban las derechas, el “gordo” Barreda saltaba desde el muelle y recorría centenares de metros dentro de secciones tubulares absolutamente perfectas.

Hay una anécdota memorable. Los hermanos Barreda estudiaban en el colegio Champagnat (cuna de muchos tablistas) y, cada vez que el mar se ponía bueno, Joaquín Miró Quesada y Miguel Plaza pasaban a recogerlos al colegio, para llevárselos a disfrutar de las olas de buenas crecidas. Un buen día, el director del Champagnat llamó urgentemente a doña Sonia Barreda, para preguntarle qué iban a hacer sus hijos con su vida, correr tabla o estudiar; doña Sonia, con la elegancia que la caracteriza, miró al director de pies a cabeza, y respondió elegantemente: Sergio, Carlos, agarren sus cosas porque nos vamos a la playa.

Los hermanos Barreda terminaron el colegio sin mayores problemas, y pronto habrían de convertirse en dos de las figuras más importantes de la tabla nacional. Nadie duda, sin embargo, que gran parte de la experiencia que los llevó a convertirse en excelentes tablistas, se debió a las interminables sesiones de tabla que disfrutaron en Cerro Azul. En un excelente artículo escrito por Carlos “el Flaco” Barreda en 1967, encontramos una hermosa descripción de la rompiente sureña: Cerro Azul parece creado pensando en los tablistas; es el sitio perfecto, el que puede darles todo lo que buscan: olas, sol, ambiente. Es un sitio cerrado, una playa de salón; está aislado del resto del mar por unas rocas negras y puntiagudas, que se blanquean de espuma al reventar una ola. En la pequeña bahía el agua es tranquila como una laguna: sólo se destaca una perfecta formación de olas; todas siguen un orden establecido, comienzan y terminan en un sitio fijo, se van formando a una velocidad constante, son perfectas; no son grandes, son del tamaño que me gusta: un metro y medio de promedio; es la ola que yo puedo dominar en vez de ser llevado por ella, es donde puedo rendir todo lo que soy capaz, porque la ola ya hace todo lo que se le puede pedir. El sol de la tarde da a Cerro Azul un color dorado, una suave brisa de playa hace que las olas tengan una cabellera rubia al reventar; el agua es fresca y contrasta con la salada picazón del sol en mi espalda. Podría pasarme toda la vida corriendo estas olas, no se me puede hacer monótono; es lo más que puedo desear.

Sentado en su consultorio de Miraflores, el doctor Carlos Barreda habla con cariño de Cerro Azul. Todo el que haya corrido las olas de Cerro Azul estará de acuerdo en que la descripción del “Flaco” es perfecta, no le falta ni le sobra una sola palabra. Cerro Azul es exactamente tal y como él lo ve. El encanto de sus muelles, la facilidad de entrar en el point y volver caminando si uno lo desea, la regularidad de sus olas, todo está expresado en su artículo. Después de todo, los Barreda son los mejores conocedores de Cerro Azul, así que dejemos que el Flaco siga hablando: Me acuerdo, por ejemplo, de una semana entera, en mayo de 1966. Joaquín Miró Quesada, Ivo Hanza y yo en Cerro Azul, con olas de la mañana a la noche; olas perfectas día y noche: todo para nosotros tres. No creo que esto pueda suceder en otros lugares del mundo, donde muchas veces se ve docenas de tablistas peleándose a muerte por una miserable ola. Tenemos suerte, estamos mejor que ellos.

Lógico que, actualmente, uno va a Cerro Azul y se encuentra con docenas de tablistas peleándose por cada ola, pero en los sesenta la cosa era diferente. Las playas que hoy en día nos resultan más que familiares recién se habían descubierto, y un puñado de amigos podía disfrutar, para ellos solos, un día entero de olas excelentes, sin que nadie los molestara. Ese era precisamente uno de los grandes encantos de los años sesenta, el hecho de poder deleitarse con las buenas olas cerca de Lima, sin aglomeraciones ni multitudes. Ese encanto se va perdiendo, y cada vez uno tiene que irse más y más lejos para encontrarse a solas con el mar (Fuente: adaptado de la entrevista a Miguel Plaza en peruazul.com. En ella también pueden encontrar fotografías de tablistas en Cerro Azul en los años 60).

Los Beach Boys.- En abril de 2005, cuarenta años después de haber lanzado su álbum Surfin Safari, en el que el tema principal hace referencia a las olas de Cerro Azul, y cuando el grupo estaba en Lima para hacer una presentación, el líder del mítico grupo, Mike Love, dijo que nunca había visitado esa playa sureña. Por ello, Love confirmó que el grupo se quedaría un día más en nuestro país para conocer por fin la playa Cerro Azul de la que tanto han oído hablar y correr por fin sus famosas olas. Este es el fragmento de la canción en el que hacen referencia a Cerro Azul:

They’re anglin’ in Laguna and Cerro Azul
They’re kickin’ out in Doheny too
I tell you surfin’s runnin’ wild, it’s gettin’ bigger ev’ry day
From Hawaii to the shores of Peru

(RPP Noticias, 17 de abril de 2005).- Pese a que se dijo y recontra dijo que The Beach Boys habían estado en el Perú de incógnito en 1967 y que hasta habían ido a correr olas a Cerro Azul, resulta que la historia no era cierta. El propio Mike Love, líder vocal de la agrupación californiana, se encargó de acabar con el mito. “Es una pregunta que se repite últimamente a propósito de nuestra visita a Lima”, dijo riendo a través del hilo telefónico. “La verdad es que nunca visitamos esa playa. Dimos con el nombre gracias a la revista Surfin Magazine, una publicación que se lee en muchas capitales del mundo. Cerro Azul apareció y se integró a la canción que además incluye playas de otros lugares. La idea de hacer ese tema fue precisamente un safari por las mejores olas del mundo y tenía que estar incluida Cerro Azul”, señaló. Love añadió que “Nos interesaría conocer el balneario, pero la gira no deja mucho espacio para conocer lugares que, seguramente, son ideales para el surf. No descarto que se dé la ocasión en algún otro momento”.

Evocación.- El periodista Mirko Lauer tiene dos novelas cortas ambientadas en Cerro Azul: Secretos inútiles y Órbitas tertulias (con la que ganó el premio internacional Juan Rulfo). A continuación, transcribimos algunas de sus impresiones sobre Cerro Azul: Porque es un lugar que conozco y quiero mucho. Es muy interesante en términos narrativos porque está lleno de historias… Pero lo que lo hace un lugar novelable y novelesco es que Cerro Azul es el centro de muchas cosas. En el siglo XVII, por ejemplo, sus costas cercanas fueron el escenario de la más grande batalla naval de la época colonial. Antes, en la época prehispánica, fue el lugar de una de las más importantes confrontaciones del imperio incaico con un pueblo, el de Guarco. También es donde, en el siglo XIX, más chinos llegan a trabajar en la agricultura; para después tomar partido por el invasor chileno y terminan masacrados por la gente local. Esto sin contar con que es el lugar donde tiene parte de sus intereses el presidente Leguía en el primer decenio, y con que Hipólito Unánue y Pedro Paz Soldán, su nieto, tienen su casa; y donde el libertador Bernardo O‘Higgins vive sus últimos días. Es decir, da un buen marco dentro del cual escribir y hablar también de cosas contemporáneas. Porque esta novela es muy contemporánea. Ocurre este verano o el anterior. No más atrás… Porque Cerro Azul es un lugar de gente muy pobre que vive en los márgenes de la agricultura y de la pesca artesanal de pejerrey y jurel, lo cual no da mucho. El turismo de un balneario moderno y simpático puede sacar de la pobreza a mucha gente. Lo está haciendo muy de a pocos. En eso, la literatura y la gastronomía son dos fuerzas humanas, como dice el valse.

Y en su última novela escribe, Hay en el verano de Cerro Azul crepúsculos largos y deliciosos, que en verdad son secciones de noche que se resisten a llegar, en los que el mar decreta un silencio de maquinaria inmóvil y el puerto es una juguetería desierta. A eso de las nueve el aire ya parece estar devorando la luz del día siguiente. Pero a la vez cada nueva ola color de fósforo llega trayendo un nuevo, impalpable pliego de oscuridad.


Cerro Azul

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Los balnearios del sur de Lima: Cerro Azul (1)

ORIGEN DEL NOMBRE.- Existen 3 versiones acerca del origen su nombre:

1. Según el cronista Pedro Cieza de León, en el lugar había una fortaleza pintada de verde claro que, desde el océano, cobraba un matiz azulino. Con el tiempo, las ruinas de esta fortaleza fueron conocidas por los pescadores que, impresionados por ese baluarte que parecía una montaña azulina, bautizaron al Puerto de Cañete con el nombre de “Cerro Azul”.

2. Según el antropólogo norteamericano Alfred L. Kroeber, el nombre de Cerro Azul, tanto del puerto como de la población, se deriva de los cerros. En ciertas estaciones del año, cuando se les ve a distancia, tienen un tinte definitivamente azulado.

3. El viajero y médico alemán Middenfort asegura que antiguamente el cerro estaba cubierto de tilancias (plantas del aire) cuyo color gris verdoso, a la distancia, se ve como una mancha azul pálida, de donde proviene el nombre de Cerro Azul.

Al parecer, la más aceptable y acertada es la versión de Kroeber porque, en la actualidad, no existe la edificación total de la fortaleza, sólo existen restos que a ciertas distancias no se aprecian, y en ninguna estación del año el cerro se cubre de tilancias. Sin embargo, los pescadores manifiestan que los cerros cuando se les ve a distancia tienen un tinte azulado, especialmente en épocas de verano.

ÉPOCA PRE-HISPÁNICA.- La historia de Cerro Azul se remonta a la llamada Confederación del Huarco, que tuvo como jefe máximo al curaca Chuquimanco. Se trataba de un pequeño señorío de aproximadamente 140 kilómetros cuadrados, que ocupaba la cuenca baja del río Cañete, y que tuvo como límites lo que es hoy Lunahuaná, Chincha y Mala. Su población vivía de la pesca y la agricultura. Construyeron grandes obras de riego, fortalezas o fuertes, y tuvieron un singular sistema de cultivo denominado hoyas, puquios, huanchaques o mahamaes (cavaban la tierra hasta encontrar humedad y allí cultivaban).

Este señorío fue sometido por Túpac Yupanqui hacia 1470 d.C. Para lograrlo, los incas debieron emplear diversas estrategias, ya que durante algunos años estuvieron acercándose y replegándose temporalmente, impelidos por los rigores de un clima caluroso al que no estaban acostumbrados. Finalmente, la sorpresa y la emboscada fueron, al parecer, la única táctica efectiva.

Los incas mandaron construir una fortaleza de piedra (Fortaleza de Huarco o Castillo de Cerro Azul), con escalinatas hacia el mar en honor a su victoria y como símbolo a su poder; esta construcción, según Cieza de León, era igual de grandiosa y magnífica como la fortaleza de Sacsayhuamán. Este conjunto se asienta sobre la cumbre del cerro La Barraca o Camacho (de 91 metros de altura), en el distrito de Cerro Azul, cuya formación geológica es sorprendente al introducirse al mar como un enorme espolón. Según el arqueólogo Roger Ravines, en él se distinguen dos grandes sectores: el cementerio, constituido por tumbas en forma de pozos revestidos de piedras, en la falda del cerro; y el área monumental correspondientes a 8 grandes componentes arquitectónicos o establecimientos residenciales de élite, rodeado por una serie de pequeñas estructuras de almacenamiento ligadas a ellas, diseminadas sobre la colina con frente al mar. A simple vista, no se puede apreciar los restos de esta fortaleza porque está en un lugar oculto a la mirada de la gente. Cabe destacar que esta fortaleza fue prácticamente saqueada en la época virreinal, durante los gobiernos de los virreyes Marqués de Mancera (1640) y Conde de Superunda (1746), para llevar sus piedras para construir el muelle de Cerro Azul.

ÉPOCA VIRREINAL.- En 1615, la bahía de Cerro Azul fue escenario de uno de los combates navales más dramáticos del Perú colonial. Ocurrió durante el gobierno del virrey Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, contra el corsario holandés Jorge Spilbergen. Este célebre corsario fue enviado por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales con el fin de buscar una ruta hacia el Asia a través del Estrecho de Magallanes. Llegó a nuestras costas luego de haber causado pánico en Chile, asaltando, incluso, el puerto de Valparaíso.

Según el historiador José Antonio del Busto, en 1615 apareció en el mar peruano este corsario con 6 naves (dicen que cargadas de oro y piedras preciosas producto de sus saqueos). El Virrey mandó a combatirlo a su sobrino Rodrigo de Mendoza con 7 barquichuelos. El combate naval tuvo lugar en Cerro Azul el 17 de julio de 1615 y duró 8 horas; en medio de la noche, las naves de Rodrigo de Mendoza fueron presas de la confusión y tuvieron que retirarse con ventaja para el holandés. El héroe de la jornada fue el almirante Pedro del Pulgar que, intimidado a rendirse, se negó a ello; pereció con sus 500 tripulantes al irse a pique su nave. A pesar de ello, 2 naves del holandés fueron hundidas. Todos estos hechos ocurrieron a una distancia menos de dos kilómetros de las costas y se apreció a simple vista.

Al parecer, consternado por el hecho, Spilbergen, siguió hasta el Callao sin atreverse a desembarcar. Sin embargo, el miedo ya azotaba la Capital y cuentan que santa Rosa de Lima reunió a las mujeres en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario para orar ante el Santísimo por la salvación de la ciudad. Apenas llegada la noticia falsa del desembarco, Rosa subió al Altar, y cortándose los vestidos y remangados los hábitos puso su cuerpo para defender a Cristo en el Sagrario. Los ánimos del vecindario eran alarmantes, llegando a huir muchos de Lima hacia lugares distantes. La tradición “concluye” que Rosa de Lima oró con fervor y la población consiguió rechazar con éxito a los piratas, que tuvieron que huir a las naves sin hacer ningún daño a la ciudad.

Según el marino e historiador, Jorge Ortiz Sotelo, en las aguas de Cerro Azul se encuentran los restos de dos naves de la Armada de la Mar del Sur, el galeón Santa Ana o Visitación y un patache, hundidas en este combate. El lugar del combate habría sido ubicado en los últimos años y el Museo Naval del Perú cuenta con un mascarón de proa que supuestamente provendría de dicho lugar.

ÉPOCA REPUBLICANA.- En 1830, se expide un decreto en el que se habilita el puerto de Cerro Azul para el comercio de cabotaje; es decir para permitir la salida al mar de los productos del valle de Cañete, así como la producción de las islas guaneras aledañas. La caña de azúcar se convierte en el principal cultivo del valle y debido a su sobreproducción se ven obligados a construir, en 1870, un pequeño muelle de madera y un ferrocarril para exportar, con rumbo a Inglaterra y Holanda, el azúcar producido en las haciendas de Santa Bárbara, San Benito, Casablanca y todo el valle de Cañete; este auge va a motivar que empresas extranjeras como la British Sugar Company ocupen estas tierras.

Luego de la ocupación de Lima por los chilenos, la zona tuvo que soportar los rigores de la invasión extranjera. Del 17 al 19 de Junio de 1881, el batallón chileno “Victoria” y 110 cazadores a órdenes del comandante Enrique T. Bajeza y el sargento mayor Sofanor Parra, desembarcaron en Cerro Azul y ocuparon Pueblo Viejo, después de resistencia y matanza de negros y cholos como consecuencia de que esta gente carecía de organización y elementos de combate. Al ocupar definitivamente el puerto, el sargento Parra hizo demoler la casi totalidad de los muros de las defensas de Cerro Azul que todavía se conservaban en pie, concluyendo con una obra que había enorgullecido a su población y mandó levantar fortificaciones para poder defenderse.

Otro hecho destacable se produjo el 3 de abril de 1903 cuando desembarcaron, por primera vez, los inmigrantes japoneses que luego se distribuyen por todo el territorio nacional. Los primeros inmigrantes que se asientan en el distrito son las familias Maeda, Watanabe, HiraKawa, Takase, etc. Hacia la década de 1920, empieza a ser cultivado el algodón en gran escala destituyendo a la caña de azúcar. Posteriormente, por la importancia que adquiría el puerto y por el aumento de la población, fue elevado a la categoría de distrito (16 de Agosto de 1921). En 1925, se construyó el actual muelle de concreto con todos los adelantos técnicos y se culminó con el tendido de rieles en todo el valle. También surgen en el puerto diversas agencias de aduanas como La Agencia Marítima y comercial de C.A., Ferrari Hermanos, Yansen y Pella. Además, los pobladores fueron participando, cada vez en mayor número, en las labores que demandaba el tráfico portuario (tasqueros, lancheros, estibadores). De esta manera, el puerto comenzó a extenderse al ofrecer trabajo seguro a la población. Lamentablemente, en 1972, durante el gobierno de Velasco, el muelle, después de haber sido elevado a la categoría de Puerto Menor, va a ser clausurado debido al poco movimiento comercial que se daba en él como consecuencia de la construcción de la Carretera Panamericana sur que permitía la salida de los productos hacia el Callao y Pisco. Actualmente, es una caleta que es utilizada por los pescadores artesanales.


Cerro Azul

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Los balnearios del sur de Lima: el valle de ASIA

Se encuentra ubicado entre los valles de Mala, por el norte, y el de Cañete, por el sur; pertenece políticamente a la provincia de Cañete y está dividido en tres distritos: Asia, Coayllo y Omas.

El nombre “Asia” viene por la presencia, en tiempos de los Incas, del tambo de ASYAC, descrito por cronistas como Felipe Guamán Poma de Ayala y nombrado en varios documentos coloniales. Su paisaje es árido pues el agua proveniente de la sierra sólo llega por unos cuantos días al año, en el verano, hasta el bajo valle, y esto limita la actividad agrícola. En los meses de mayo y junio, en sus lomas, gracias a la acumulación de neblina, reverdece el valle y se forman pequeños arbustos que sirven para alimentar ganado caprino y vacuno de la sierra contigua. La riqueza de la zona, entonces, proviene de la pesca en su litoral, presidido por la Isla de Asia donde anidan miles de aves guaneras y lobos marinos. En la actualidad, dos nuevos elementos han contribuido a cambiar la economía de la zona: el cultivo del espárrago (regado con aguas del subsuelo) y los balnearios de moda en el litoral.

Huaca Malena.- Está ubicada a la altura del kilómetro 101 de la Panamericana Sur, en el valle bajo y a 4 kilómetros del litoral. El sitio fue excavado por primera vez por Julio C. Tello y Toribio Mejía Xespe hacia 1925. Ellos exhumaron poco más de 300 fardos funerarios y establecieron, tentativamente, que el sitio tuvo ocupación de los wari y de los incas. Luego, excavaciones realizadas en 1963 por Frederic Engel, demostraron que el sitio fue ocupado desde el segundo milenio antes de Cristo, y que su población se alimentaba de productos marinos y del cultivo de calabazas. Lo cierto es que este sitio, con toda seguridad, ha sido ocupado sucesivamente desde los tiempos del precerámico (2,000 a.C.) hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI.

Afortunadamente, desde finales de la década de 1990, las autoridades de Asia contrataron arqueólogos y el sitio ha sido investigado y puesto en valor para los visitantes. Huaca Malena ha pasado del abandono hasta tener un museo (Museo Municipal “Huaca Malena”), inaugurado en 2001, que muestra los hallazgos principales entre los que destacan los tejidos recuperados gracias al programa “Adopte un textil”. Sin duda, el proyecto de Huaca Malena es un excelente ejemplo de cómo las ganancias obtenidas por la expansión inmobiliaria en Asia han servido para proyectos de desarrollo, en este caso cultural, que ponen en valor nuestro rico patrimonio arqueológico. El museo está ubicado en la esquina de las calles Pedro La Rosa y Miramar, junto a la Capilla del distrito de Asia.

Según los arqueólogos, los pobladores de Huaca Malena vivieron agrupados en aldeas y tenían un patrón funerario bien definido: los individuos eran enterrados envueltos en esteras de junco. Desde el precerámico, ya confeccionaban sus tejidos de algodón. Parece que durante el Horizonte temprano (100-600 d.C.) la zona pierde importancia política hasta que, con la conquista Wari (700-1,100 d.C.), recobra su esplendor: hay un tejido muy fino y la zona se convierte en uno de los cementerios más importantes de la costa central. Ya en la época inca, en el sitio se construyen edificios piramidales y su cerámica guarda mucha relación con la fabricada en Lurín, Chilca y Mala.

A lo largo del siglo XX, lamentablemente, los “huaqueros” le ganaron el paso a los arqueólogos y destruyeron buena parte de Huaca Malena buscando lo más atractivio del sitio: sus finos tapices de lana y algodón que databan, como habíamos mencionado, de la época Wari. La iconografía de estos tejidos se relacionan con la tradición Tiahuanaco-Wari y presentan colores muy nítidos, como beige, rojo, rosado, celeste, blanco y negro. Los que se han recuperado recientemente, y están expuestos en el museo local, son excelentes y llegan a casi 4 mil fragmentos. Hay mantos, tapices, camisetas y unkus. En muchos de ellos se ve la figura estandarizada del “dios de los báculos”, más conocido como Wiracocha, lo que demuestra la clara influencia altiplánica traída por los ejércitos wari a la costa central. Muchos de estos tejidos, lógicamente, están asociados a tumbas o contextos funerarios.

Uquira.- Según las últimas excavaciones arqueológicas, esta pequeña ciudadela o centro administrativo habría sido construido en tiempos de los incas y dirigido por un señor local (curaca) vinculado a los valles de Mala, Chilca y Lurín y que, luego de la conquista del Tawantinsuyo, fue intermediario entre los gobernantes del Cuzco y la población local. Los arqueólogos han dividido la ciudadela en 7 sectores (“barrios”), casi todos destinados para artesanos, burócratas y, lógicamente, el “palacio” del curaca. Algunos de sus muros se elevan hasta 20 metros del suelo y algunas de sus plazas, habitaciones y pasadizos han resistido al paso del tiempo.

El sitio se encuentra en la parte baja de la cuenca del río Omas (que es el río de Asia), en el caserío de Uquira, el distrito de San Pedro de Coayllo, provincia de Cañete. Limita al norte con la cuenca de los ríos Mala y Chilca y al sur con el fértil valle de Cañete. Para llegar al sitio, se toma el desvío a la altura del kilómetro 101 de la carretera Panamericana Sur que conduce por los distritos de Asia y Coayllo. En el kilómetro 24,5 se encuentra el sitio arqueológico, en la margen izquierda del río, en la última quebrada antes de llegar al pueblo y a 400 metros sobre el nivel del mar.

El área construida es de 2,4 hectáreas y se nota planificación. El material de construcción empleado para los muros, los espacios para las puertas y nichos rectangulares consiste mayormente de adobes, pero existen muros de tapia con cimientos de piedra, así como los que se usó tanto adobe como tapia. Es decir, el mismo patrón de construcción que utilizaron los incas en otras zonas de la costa central como Tambo Colorado, La Centinela, El Salitre, y Pachacamac. La materia prima consistía en barro, arena gruesa y, en algunos casos, fragmentos de valvas de moluscos; la mayoría de los muros de adobe son anchos. Lamentablemente, el sitio ha sufrido destrucciones parciales, casi todas perpetradas por los “huaqueros”.

Algunas conclusiones de los arqueólogos sobre el sitio son las siguientes:

1. Urquira tuvo dos ocupaciones: una durante el imperio inca y otra a la llegada de los españoles; esta última transformó parcialmente la ciudadela entre 1580 y 1610, en la que funcionó como reducción de indios. En el siglo XX, el sitio fue destruido en, por lo menos, su tercera parte.
2. Durante al ocupación incaica, se desarrolló una cerámica local con cierta semejanza a la encontrada en zonas como Lurín, Chilca y Mala. Su decoración es muy sencilla: líneas, círculos, rombos y estrellas, pintadas o dibujadas; hay también peces y figuras escalonadas. Los colores que emplearon en sus ollas y cántaros fueron marrón, blanco, negro y rojo. Se trata de una cerámica relativamente independiente en su decoración ya que las formas clásicas incaicas no prendieron mucho en la zona.
3. Hubo un camino que conectaba a Uquira con el tambo de Asyac, ubicado en la desembocadura del río Omas, que fue descrito por el cronista Guamán Poma de Ayala. El camino empalmaba estos asentamientos con el camino o red vial que los incas construyeron a través de toda la actual costa peruana.

EL NACIMIENTO DE LOS CLUBES DE PLAYA.- En la década del 60, urbanísticamente hablando, las playas del sur de Lima no eran ni remotamente lo que son ahora. Una vista panorámica de la época muestra casas aisladas, que en realidad eran haciendas, colocadas como casitas de monopolio, sin mayor orden ni pretensión urbanística. Un paisaje, sin duda, inimaginable en este tiempo.
El primer club de playa en constituirse al sur de la capital fue Las Palmas, formado al principio por menos de 10 casas. Ahora los clubes son una suerte de ciudad aparte. “La gente buscaba entonces escapar de la Lima tugurizada, que ahora es mucho más caótica que cuando los clubes recién se formaron”, dice Santiago, uno de los residentes. El acceso a los clubes es, como en toda propiedad privada, restringido. Pero el estatus público que ostenta toda playa abre siempre una vía para caminar frente a las casas que ellos albergan, y preguntarse en qué momento se construyó una ciudad paralela frente al mar.

Espacio para los amigos.- El momento fue a fines de los años 60. Cuenta la historia que en 1968, a la altura del kilómetro 98 de la Panamericana Sur, había una hacienda frente al mar, donde se criaban toros de lidia. A la hacienda Galesi (este era el apellido del dueño) acudían muchos fanáticos de la crianza de toros, acompañados por sus esposas. Mientras los señores departían con el anfitrión, las señoras se juntaban cerca de la playa a disfrutar de las bondades del sol y el mar. Este ritmo de vida ocasionó que no pocos visitantes de Galesi optaran por ser asiduos de la hacienda y acamparan a la orilla del mar, que frente a ella reventaba. Durante la época de la reforma agraria, según cuentan algunos residentes, Galesi tuvo que lotizar su hacienda y la vendió por partes a sus amigos habituales para que construyeran lo que serían las primeras casas de playa de esta parte del litoral.

Según residentes veraniegos de este club, la idea de formarlo partió de esos fines de semana en los que los amigos se juntaban a departir y pasar buenos momentos. “La camaradería es el motor de la historia del club”, dicen. Al ir creciendo el club, Galesi —tal vez añorando las áreas verdes de su hacienda— impulsó el sembrío de las palmeras que ahora son la característica principal de este club, uno de los más cercanos al famoso bulevar, y a cuya playa se puede acceder por el acceso público de playa Asia. Luego, el “boom” inmobiliario convirtió Las Palmas en el gran club que es ahora. Aunque es cierto que gran cantidad de veraneantes son los residentes de las casas de playa, también llegan muchos visitantes esperando disfrutar de sus altas olas con sus tablas. Las aguas que están frente al club son un excelente punto de partida para los zódiac que visitan las islas que frente a Asia se encuentran, donde el contacto con la fauna natural es, sencillamente, sorprendente, y donde las historias de costa, mar y verano para contar, sobran.

Otros datos:
1. El club Las Palmas tiene una extensión total de 25 hectáreas y alberga a por lo menos 250 socios.
2. Esta propiedad cuenta con áreas verdes extensas, zona de juegos infantiles, capilla, canchas de frontón, tenis, bochas, fútbol, gimnasio, sauna, piscinas y hasta plaza de toros.
3. Las Palmas se fundó casi paralelamente a los clubes Cayma y Cocos, que se ubican en playas colindantes. Los accesos públicos al mar de Las Palmas son justamente por los límites con estas dos últimas playas.

NOTA.- La historia del origen de los clubes de palya la hemos tomado del diario El Comercio (edición del sábado 13 de marzo de 2010).

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Los balnearios del sur de Lima: el valle de Mala

Se ubica entre los valles de Chilca, por el norte, y Asia, por el sur. Petenece a la provincia de Cañete y está ubicado a 86 kilómetros al sur de la ciudad de Lima. Tiene más de un centenar de sitios arqueológicos, pero menores y casi sin “monumentalidad”. Se trata de un valle de origen aluviónico y es conocido porque, según los mitos, el dios Pachacamac tuvo un hijo en esta zona, al cual el Inca le construyó un templo. Éste correspondería, según las investigaciones etnohistóricas, al sitio arqueológico conocido como “El Salitre”.

El Salitre.- El sitio ya ha sido reconocido como parte del Patrimonio Cultural de la Nación y su antigüedad corresponde al periodo del Intermedio Tardío (Siglos XI –XV). Fue un centro ceremonial bastante complejo pues tenía un cementerio, edificios de tipo piramidal y “conchales”. Está ubicado en un promontorio rocoso en la margen izquierda de la desembocadura del río, a 3.2 Km. al Oeste del pueblo de Mala. Se llega a él desde el pueblo de Mala por una carretera asfaltada que llega hasta el balneario de Totoritas, tomando un camino carrozable a la izquierda del promontorio rocoso.

“El Salitre” forma parte de un terreno eriazo y tiene una extensión de 20 hectáreas; el promontorio, al lado del mar, es un acantilado de entre 50 y 60 metros de altura. Los arqueólogos han dividido el sitio en cuatro zonas bien definidas:

1. El cementerio que está localizado sobre la falda del Cerro La Cruz. Hoy está destruido casi en su totalidad por los sucesivos saqueos de los “huaqueros”. A simple vista, se puede distinguir que las tumbas eran tanto individuales como colectivas.
2. Las viviendas se ubican al sur-este del cementerio. Las estructuras son de piedra y barro, y aún se logra distinguir algún decorado en los muros. No queda ninguna edificación en pie debido a la erosión provocada por la brisa marina, ya que están frente al mar.
3. La estructura piramidal se encuentra al este del cementerio y es el sector “monumental” de El Salitre. Se construyó por la superposición de bloques constituidos por paredes de adobe (de clara influencia inca) y relleno de barro. En la parte superior se pueden observar horcones de madera que sostenían los techos de juncos y otras plantas.
4. El templo o edificio Inca se localiza en una cresta rocosa al sur de todo el complejo y domina toda el área de la desembocadura del valle; la vista es espectacular. Se llega a él por unas escalinatas que aún se pueden apreciar en la zona, a pesar de su gran deterioro. El edificio está construido casi en su totalidad con adobes inca paralepípedos (hechos en molde) de regular tamaño. Lo más notorio de este edificio es que en el área central, donde existe un espacio abierto a manera de “plaza”, los muros están decorados con hornacinas trapezoidales con doble jamba.

¿Cómo reconstruir la historia de El Salitre? Según las crónicas del siglo XVI y estudios recientes, al parecer este lugar tuvo especial importancia para los incas por estar dedicado a algún dios, dada su ubicación en un afloramiento rocoso próximo al mar. El sitio cumplió una función administrativa y servía a los intereses del Estado pues era una creación de los gobernantes del Cuzco. Durante el Tawantinsuyo, según Gracilazo de la Vega, los valles de Cañete, Mala y Chilca estuvieron bajo la autoridad de Chuquimanco, curaca de valle Huarcu o Cañete. Estos valles, como sabemos, eran muy ricos por el uso del guano de las islas, el mejor fertilizante natural del planeta. Según las evidencias, Chiquimanco fue conquistado por Túpac Yupanqui hacia 1470; al ser derrotado, su territorio formó parte del Chinchaysuyo. En Mala, los incas (como en otros lugares como Pachacamac o Chincha), utilizaron la zona para construir templos oficiales (dedicados al culto solar) junto a centros ceremoniales dedicados a dioses locales con el objetivo de sintetizar las creencias de los habitantes de la zona y asimilarlos dentro de su sistema de creencias oficial. Al parecer, ese dios local era el “hijo de Pachacamac”, llamado SULCAVILCA, según los testimonios del siglo XVI. Como rezago de dicho “sincretismo”, tenemos que, en el Cerro de la Cruz, donde está el cementerio prehispánico, todavía se practican ceremonias espontáneas, relacionadas con creencias religiosas.

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Los balnearios del sur de Lima: Pucusana


Pucusana en 1957

Ubicado a 70 kilómetros al sur de Lima, es un tradicional balneario y caleta de pescadores, cuyo topónimo, pucusana, significa “sopladero” y viene de dos voces, una quechua puku, que actúa de raíz y significa “soplo” y otra que es sana o s’ana, que es desinencia, y que unidas dan la palabra puku-sana. La constatación del topónimo está demostrada por la singular posición que tiene Pucusana, de una semi-luna con una isla (“Galápagos”) al frente: las corrientes de aire que van del mar se desplazan tanto por la entrada de la caleta, como por el lado de La Bocana (canal, de escasa profundidad, que separa la isla de Pucusana) con gran intensidad durante el año hacia la población y las partes altas de los cerros que rodean la ciudad.

Su población original (y permanente) está formada por mestizos descendientes de los habitantes de Chilca, el distrito madre, que pobló Pucusana y otros distritos del extremo norte de Cañete. Es decir, de los descendientes de los hombres que vivieron en el señorío del “Rey Chuquimancu”, que escribe Garcilazo, y de aquellos hombres del precerámico, estudiados por Frederick Engel, quienes tuvieron una agricultura muy primitiva asociada a la recolección de semillas, frutos y mariscos, así como la “pesca de cordel” cuya tradición la conservan todavía los pescadores actuales de Pucusana. En la década de 1920, Julio C. Tello descubrió hipogeos en forma de cavernas (con ingreso tubular), similares a los de Paracas, que posiblemente sirvieron a los pescadores como observatorios que les permitían prevenir la aproximación de gentes extrañas o como viviendas temporales que pudieran pasar inadvertidas.

Los hombres de Chilca, descendientes del curaca Chuquimancu, durante la Conquista, formaron la encomienda o repartimiento de Chilca y Mala que le tocó al conquistador don José de Alcochel. Hombres cuyos apellidos Caycho, Chumpitaz, Cuya, Huapaya y Manco, unidos a los Navarro, Ávila, Cabrera y Carrillo, confirma el carácter mestizo de esta gente que pobló toda esta zona.

Historia.- Según el censo de 1876, los pobladores de Chilca iban en burro a pescar en las aguas de Pucusana. Durante el gobierno de Billinghurst, a raíz de una visita que hiciera el propio presidente a la comarca, se pensó prolongar hasta allí el ferrocarril Lima-Lurín; la idea no se materializó. En 1917 se construyeron las primeras casas para abrigo de los pescadores pero en 1920, con la edificación de la vivienda de don Santos Jacobo, natural de Chilca, nació el balneario, pues este señor fue el primero que se quedó permanentemente con su familia; dos años después, llegaron a radicarse Emilio Navarro y José Carrillo. En torno de los hogares de estos tres chilcanos se levantó posteriormente la ciudad. Pero la falta de agua limitó el crecimiento del balneario. Ya en 1928, por ejemplo, era negocio el acarreo de ella. Se hacía en asnos cargados de porongos y era cambiada por pescado. En 1930, Eleodoro Tuma vendía el agua en barriles a 0,20 centavos cada uno y, posteriormente, Hilario Caycho la llevaba en camiones. Estos hechos estimularon el doblamiento.

Hasta 1929, todos los habitantes eran chilcanos, pero ese año llegó el alemán Shoders, quien construyó su casa y llevó el primer automóvil que conoció el pueblo. Luego, entre 1930 y 1935, se construyeron en las Islas Galápagos las primeras “residencias” veraniegas. Ernesto Devéscovi, Enrique Torres Belón y un coronel apellidado O’Connor fueron los primeros vecinos de Lima que las construyeron.

La construcción de la Panamericana Sur en los años 30 puso en evidencia las ventajas de Pucusana. Aparte de los mencionados “residentes”, fue la Asociación Cristiana de Jóvenes la que, entre 1930 y 1940, levantó allí campamentos de verano. Un señor, Vera y Vera, fue el promotor de esta empresa, quien dictaba charlas a jóvenes cristianos en el comedor del primer restaurante que se fundó en Pucusana: “Delicias”. En 1930, Ricardo Cuya funda la primera tienda o bodega, que sobrevive hasta 1940, año en que Juan Manco establece la suya. En 1940 aparecen los restaurantes “Venecia”, de Emilio Navarro; “La Perlita” de Hermógenes Navarro, y el “Hotel Salón Blanco”, de Porfirio Navarro. Eran de madera y sus dueños vivían de la pesca.

Hacia 1940, Pucusana era todavía un caserío donde Santos Jacobo, quien introdujo la primera chalana en 1922, y Eutimio Ávalos competían en la “regata de chalanas” cada 3 de mayo y 8 de diciembre hasta 1950. Pucusana contaba entonces con unas 30 familias de pescadores y, en 1943, se convirtió en distrito. Así, la vieja “Agencia Municipal” se convierte en Municipio, se inicia el levantamiento del plano regulador (culminado en 1952) y se impulsa la venta de terrenos urbanos. Los bajos precios de los terrenos, la carretera ya existente y la cercanía a Lima impulsaron su crecimiento.

La carretera a Lima quedó terminada en 1951 y fue inaugurada por el entonces alcalde Félix Gilardi. Pucusana seguía creciendo y vio levantarse nuevas residencias no solo en su área urbana sino también en las playas de Naplo, las Ninfas y la Isla Galápagos. Algunos pensaron transformar toda Pucusana en balneario pero esto hubiera significado erradicar a los pescadores que habían fundado el caserío. Afortunadamente, ellos siguieron allí y son los que le dan sentido y razón al pueblo de Pucusana. Los pescadores estaban asociados en un gremio que se fundó en 1925, se reorganizó en 1927 y obtuvo su reconocimiento oficial el 10 de abril de 1944.

En 1953 hubo un nuevo progreso: se instaló el servicio de agua y desagüe gracias a un apoyo del Banco Wiesse. De esta manera, en los años 50, Pucusana ya tenía definido su actual paisaje urbano y su personalidad geográfica: era un pueblo de pescadores al servicio de la salud y descanso de cientos de personas que trabajaban en Lima e iban a descansar allí. Se construyó la Plaza de Armas, el Malecón San Martín, la avenida Billinghurst y el nuevo mercado; el muelle de pescadores es reconstruido y la avenida Lima luce su perspectiva. De esta manera, la pequeña ciudad, con sus avenidas y calles, tomó la forma de triángulo cuya altura es la avenida Lima y su base es el Malecón San Martín. Para coronar este esfuerzo, 12 residentes, en 1958, fundaron el “Yatch Club de Pucusana” y, el 7 de enero de 1966, llegó la energía eléctrica.

La Isla Galápagos.- Se encuentra al frente de Pucusana, abarca 37 hectáreas y su nombre se debe a que en su parte baja vivían tortugas llamadas “galápagos”, ya desaparecidas. Se convirtió en la zona más exclusiva del balneario porque los “cien propietarios”, a través de una Junta de Administración, controlaron la venta de terrenos que efectuaba el Municipio. Si los nuevos “postulantes” no reunían las condiciones que ellos habían establecido, no obtenían el visto bueno para construir allí su casa. El Instituto Geográfico Nacional (IGN) la llama Isla Chuncho.

El Boquerón del Diablo.- Ventana abierta en el cerro que da al sur de la ciudad y que ha sido formado por la erosión marina que ha destruido un dique preexistente. A través de ella, se contempla el mar en la baja marea y, en la alta, penetran grandes y violentas olas que terminan en la Playita del Boquerón.

PLAYAS DE PUCUSANA

Playa La Tiza.- Ubicada al norte de Pucusana, tiene ese nombre por el color blanco o color de tiza que presenta sus alrededores debido a la acción de ciertas sales que hay en el lugar y la descomposición que ha sufrido el suelo. El ingreso es restringido pues se halla un cuartel del Ejército.

Playa La Honda.- Ubicada al norte de Pucusana, esta playa es una pequeña ensenada horadada y profunda. El ingreso es restringido.

Playa La Quipa.- Ubicada al norte de Pucusana, el nombre de esta playa exclusiva viene del quechua chipa o ch’ipa que significa “conjunto o lo que reúne en un solo lugar”; y en dicho cerro, las tres cumbres en un mismo lugar es lo que da el nombre de Quipa. El ingreso es restringido.

Playa Naplo.- Ubicada al norte de Pucusana, es de arena, casi recta, de orilla ancha y plana y un mar muy manso. Hay casas de lujo y el ingreso es restringido.

Playa Las Ninfas.- Está ubicada al sur del muelle de los pescadores. Tiene forma semi-circular y su playa es de piedras labradas y reducidas por las olas. Está rodeada de casas veraniegas y termina al lado sur de La Bocana.


Balneario de Pucusana

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Los balnearios del sur de Lima: Santa María

En los años 40, mientras se desarrollaba San Bartolo como balneario, aparecieron dos urbanizaciones vecinas: Santa María y Punta Negra. La primera de ellas fue, desde un principio, un proyecto privado. Los terrenos del antiguo asentamiento de Curayacu fueron cedidos por el Estado peruano a Luis Debernardi Dávila, primero, y al arquitecto Fernando Belaunde, después; finalmente, fueron adquiridos, en 1945, por los prósperos empresarios mineros Elías y Eulogio Fernandino Clotet. La idea, desde un principio, fue la construcción de un balneario exlusivo con el nombre de “Urbanización Santa María del Mar”, quivalente a Ancón, aunque mucho más moderno. Santa María y Embajadores son las playas má srepresentativas de este balneario, que fue elevado a la categoría de distrito el 16 de enero de 1962 y es uno de los más pequeños (9.8 kilòmetros cuadrados) y menos habitados de Lima (250 habitantes aproximadamente).


Balneario de Santa María (skypercity.com)

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