Los balnearios del sur de Lima y su historia: introducción

Como sabemos, la costa peruana es una mina inagotable para los arqueólogos. Esta zona fue intensamente ocupada por grupos humanos desde hace por los menos 10 mil años hasta la llegada de los españoles, en el siglo XVI. Una de las zonas más ricas es la que corresponde a los actuales departamentos de Lima e Ica.

Cuando todos los veranos, miles de limeños se dirigen a los balnearios del sur, hasta Asia o Cerro Azul, no reparan que, durante todo el trayecto, descontando el célebre santuario de Pachacamac (en Lurín), hay una infinidad de restos prehispánicos que, en su mayoría, no se notan pues no hay “monumentalidad” y sólo pueden ser de interés para los arqueólogos. Sin embargo, hay algunos que ya están siendo puestos en valor y, aparte de su interés arqueológico, pueden convertirse en centros de gran atractivo turístico.

Por lo tanto, señores bañistas, los balnearios al sur de Lima no sólo sirven para disfrutar de las playas, comer un buen cebiche con sus cervezas o bailar en alguna fiesta de las discotecas del boulevard de Asia. También podemos ampliar esa oferta de “ocio” con alguna actividad de tipo cultural, “una aventura arqueológica”, y descubrir cómo vivían los antiguos habitantes de San Bartola, Chilca, Mala o Asia.

¿Cómo era el paisaje de nuestro litoral hasta el siglo XVI? Imaginemos el litoral donde se encuentran los balnearios del sur sin autopista, calles, casas, restaurantes o discotecas pero con abundante vegetación, como árboles frutales y terrenos cultivados con ají o maíz. Además, dispersas en este paisaje, se encontraban las viviendas de los campesinos y pescadores y, resaltando a lo lejos, se podía apreciar alguna huaca o centro ceremonial y los pobladores laborando alrededor de estos templos piramidales, casi siempre de adobe.

Desde que llegaron los conquistadores en el siglo XVI, hasta el día de hoy, este escenario ha sufrido muchas transformaciones, algunas muy traumáticas, como el avance del desierto; además, gran parte de lo que antes eran campos de cultivo ahora está bajo el implacable cemento. Donde antes se escuchaban los ruidos de la naturaleza y los instrumentos de labranza de los campesinos de antaño, ahora se oyen bocinas, motores de carros o la música estridente de esas discotecas que funcionan hasta el amanecer. Apenas quedan los restos de alguna huaca o vivienda como testigos de la vida de aquel entonces. El avance implacable de la “civilización”, el descuido de las autoridades y el saqueo de los “huaqueros” han hecho que casi nada pueda ser apreciado por el visitante de hoy. Como dijimos antes, salvo Pachacamac, sólo son visibles pocas estructuras que alguna vez fueron templos, viviendas o cementerios.

¿Cómo construyeron los templos y viviendas? Respecto a los templos, como el de Pachacamac, los constructores de la costa central peruana abrieron primero zanjas en el suelo para hacer los cimientos. Luego, levantaron paredes combinando las técnicas de adobe y tapia. A veces, la tapia está bajo los adobes, pero también hay casos inversos. Como parte final, enlucieron las superficies de las paredes para que tengan un acabado liso. Para esto, emplearon barro fino mezclado con una combinación de tierra muy cernida con restos vegetales. La tapia o tapial es una técnica de construcción rápida y eficaz que se ha mantenido en el tiempo y aún se puede observar en la construcción de casas en nuestra costa.
En un templo o centro ceremonial había áreas abiertas y techadas. Sabemos que techaban porque se han encontrado huecos en las paredes para sostener las vigas de las cubiertas; además, partes de los techos se han encontrado en los pisos de las habitaciones. El clima poco riguroso y las escasas lluvias de Lima no impusieron mayores exigencias en la construcción de los techos, los cuales fueron muy ligeros y sencillos, hechos con juncos o carrizos.

Por su lado, las casas de los campesinos y pescadores eran muy simples; estaban hechas de barro y tenían techos de junco o ramas. Las viviendas se encontraban dispersas, separadas unas de otras y salpicadas sobre el litoral. Cada vivienda era habitada por una familia nuclear (padres e hijos): entre 5 y 8 personas. Era mucha gente la que vivió en esta zona porque los valles fértiles de Lurín, Mala, Chilca y Asia permitieron tener cosechas abundantes y comida para abastecer a un gran contingente de habitantes. Esto sin mencionar, lógicamente, los inagotables productos que ofrecía el mar.

¿Qué comían? Los arqueólogos han observado en sus excavaciones restos de huesos, frutas y herramientas para preparar los alimentos. A parte de los productos del mar, hay restos de distintas zonas pues los pobladores intercambiaban sus tradicionales bienes de subsistencia, como pescado fresco o seco del litoral, camarones, frutas o ají con artículos de las zonas altas de los valles como coca, tubérculos y lana de los camélidos. Aparte del pescado, hay mucha evidencia de moluscos o conchas (como choros o machas); entre las frutas tenemos semillas de lúcuma y pacae. Otros cultivos importantes eran el maíz, el frijol y el algodón. Por último, hay que mencionar el consumo del cuy por su gran contenido proteico y valor ceremonial (servía para “adivinar” el futuro y detectar enfermedades) y el uso de la llama (animal de carga ligera, y proveedor de carne comestible y cuero para elaborar calzado).

¿Cómo se vestían? La ropa era hecha de lana o algodón. Las mujeres se vestían con una túnica que llegaba hasta los tobillos; a veces llevaban en la cintura una faja o ceñidor llamado chumbi. Los hombres usaban un taparrabo y un unku, una especie de camisa. Eran muy sencillos los diseños de los trajes: algunos eran llanos y otros tenían rayas de las distintas gamas del marrón, color original del algodón nativo.

¿Quiénes eran sus dioses? Para los pobladores de la costa prehispánica, la naturaleza estaba imbuida de un sentido sagrado. Los conquistadores del siglo XVI fueron muy claros en afirmar, a partir de sus observaciones y del testimonio de los propios indios, que el sitio más importante de la región fue el santuario de Pachacamac, deidad local a la cual se le atribuía el poder de hacer temblar la tierra (divinidad telúrica). Ubicado en la desembocadura del río Lurín, este santuario era un oráculo o lugar desde donde se realizaban ceremonias de adivinación. Era muy famoso y venerado en otras regiones del área andina, y recibía peregrinaciones y ofrendas de ella. Podemos imaginar, entonces, a los pobladores de Chilca, Mala y Asia yendo habitualmente hasta Lurín a ofrecer sus productos al dios de Pachacamac.

¿Qué restos arqueológicos podemos encontrar entre Lurín y Asia? En Punta Hermosa, las instalaciones de Sedapal (para las lagunas de oxidación) y las áreas de práctica de tiro del Ejército prácticamente han borrado cualquier evidencia arqueológica. Frente a San Bartolo (es decir, al lado contrario del balneario) hay conchales, pequeños campamentos temporales y estructuras muy menores que están cubiertas por la arena de las dunas y las lomas. Similar panorama, siempre al otro lado de la carretera, podemos hallar entre Santa María del Mar y Chilca. Desde Chilca hasta Mala, el panorama también es igual; con excepción de varios pequeños conchales en Puerto Viejo, no existe ningún sitio que demuestre “monumentalidad. En síntesis, saliendo de Lurín (Pachacamac) hasta Chilca, siempre siguiendo el litoral, las evidencias arqueológicas no revisten ningún interés turístico.

En cambio, entre Mala y Asia, hay algunos sitios importantes y, tres de ellos, revisten interés turístico. El primero se encuentra en el Mala; se trata de un complejo conocido como “El Salitre” con evidencias de ocupación en varios periodos hasta la época inca. En el valle de Asia, tenemos “Huaca Malena”, otro sitio con varias ocupaciones, y el centro administrativo inca conocido como “Uquira”. Estos sitios gozan de las características de monumentalidad, interés científico, investigaciones y ser aparentes para una eventual puesta en valor con fines turísticos.

Los “conchales”.- A lo largo de todo el litoral peruano, especialmente en la costa central, podemos hallar “conchales” prehispánicos; en otras palabras, se trata de “basurales” con material de consumo cotidiano de los antiguos pobladores. Estos sitios son de suma importancia para la arqueología pues permite reconstruir la forma de vida en tiempos remotos. La mayoría de “conchales”, desde Lurín hasta Asia, presentan similares vestigios.

En estos “rellenos sanitarios” hay vestigios de quincha acompañados por grandes cantidades de restos de moluscos, de allí el nombre de “conchales”. En su mayoría, estos sitios revelan una ocupación prolongada del lugar y un aprovechamiento intenso de los recursos, especialmente marinos (peces, todo tipo de mariscos, crustáceos, aves marinas, mamíferos marinos, algas, etc.), seguidos por los recursos de los valles (algodón, maíz, maní, lúcuma, ciruela del fraile, pallar, frijol, ají, tubérculos, etc.) y lo que se podía cazar en las lomas (zorros, lagartijas, aves, roedores, camélidos silvestres, venados, etc.), lo que nos demuestra que la ecología de los valles de Chilca, Mala y Asia era más rica que en la actualidad. Se sabe, además, que estos pobladores criaban camélidos en corrales (alpacas y llamas), cuyes y perros. Uno de los “conchales” más ricos está en Lapa Lapa (en la playa del mismo nombre, en Chilca) donde se aprecia la estructura de un centro ceremonial, que data de los tiempos de Wari, rodeado de “conchales”.


Camino inca en el valle de Lurín

Cerro “Lomo de Corvina”, altura de playa Conchán

Carretera Panamericana Sur

Ruinas de Pachamacac, desde la Carretera

Puntuación: 4.00 / Votos: 5

Comentarios

  1. moises portugal ramos escribió:

    quisiera saber si los sitios arqueologicos de curayacu, tablada de lurin y los conchales de El Panel existen y a que distritos pertenecen.

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