La policía durante el Virreinato

Durante los tiempos virreinales, el control “policial” lo ejercían los cabildos ya que una de sus funciones era velar por el orden público. Para este fin, en las zonas urbanas contaba con el trabajo del “Alguacil” quien, ayudado por los “alguacilillos”, se presentaba donde podía ocurrir algún disturbio o acto delincuencial o, simplemente, vigilar un espectáculo público; en las zonas rurales, estaba el “Alcalde de la Santa Hermandad” cuya labor, básicamente, se centraba en ubicar a los esclavos que se escapaban de sus dueños (los “cimarrones”) y se refugiaban en alguna zona inhóspita o en los célebres palenques (los refugios de los cimarrones).

Lo importante es destacar que, durante la Colonia, la labor policial era muy esporádica ya que, según los testimonios, aparte de alguna rebelión indígena en la sierra (las cuales eran sofocadas por el ejército virreinal) los casos de trasgresiones a la ley eran muy esporádicos. La alta delincuencia, el crimen pasional, casi no existía. Quizá los delitos contra la propiedad o el patrimonio eran relativamente frecuentes. Y la explicación es simple: muchas veces la ociosidad, por la falta de trabajo, empujaba a algunos individuos de apropiarse de lo ajeno; pero se trataba de robos menores. La vida, en realidad, era muy tranquila, salvo, lógicamente, en los años turbulentos de la Conquista o cuando sobrevino la lucha por la Independencia.

El sereno.- Desde las 7 de la noche, se estacionaba en las esquinas y tocaba o hacía sonar su pito de barro en figura de pajarito. A las 10 de la noche comenzaba a pregonar o cantar las horas que daban en las torres de las iglesias, con triste y descompensado sonido, diciendo:

¡Ave María Purísima,
Las diez han dado
Viva el Perú y sereno!

Cuentan las crónicas que esta suerte de terceto se iba repitiendo de hora en hora hasta las 5 de la mañana. Los serenos contaban con una pobre vestimenta: un sucio poncho o raída capa; en los tiempos finales de la Colonia, un capotón de tela ordinaria, bien largo y ancho. Asimismo, se cantaban varias canciones sobre el sereno, como estas dos cuartetas:

No sé qué tiene el sereno
Que ronda tanto mi casa,
Sin duda que me dará
Mañana para la plaza

Sereno tulí,
Sereno ¡a! ¡a!
Mire usted ese hombre
Me quiere matar

Por último, el ramo que se cobraba por la vigilancia nocturna de la población conserva hasta hoy el nombre de serenazgo.

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Comentarios

  1. Fabian escribió:

    hola es muy bueno el articulo. Me interesaria saber de donde ubtuviste la informacion, ya que es el nombre de una danza de la region cuyana en argentina, en la que el protagonista es el sereno. Gracias. mi mail es sjfabian_14@yahoo.com.ar

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