Los años 30: la candidatura aprista

La noticia de la caída de Leguía fue acogida jubilosamente por Haya de la Torre en su exilio europeo e inmediatamente puso en acción sus planes para organizar en el Perú el partido aprista. Mientras llegaba, sus colaboradores registraron oficialmente al Partido Aprista Peruano y se formó un nuevo comité ejecutivo, al mando de Carlos Manuel Cox. Luego se fundaron varios periódicos apristas en todo el país, entre ellos La Tribuna, en Lima. Finalmente, este comité anunció la convocatoria al Primer Congreso Aprista Regional en Trujillo a fin de elaborar el programa del partido ante la justa electoral.

Haya regresó de su forzado exilio e inició su campaña recorriendo la costa norte pueblo por pueblo hasta cerrar su aventura electoral el 23 de agosto de 1931 en la Plaza de Acho de Lima, ante una inmensa multitud de trabajadores y limeños de clase media. El joven político trujillano, de apenas 36 años, antes de concluir su discurso, y para júbilo de sus seguidores, exclamó sólo el aprismo salvará al Perú. A partir de entonces, el APRA y Haya de la Torre iniciaron una tempestuosa, y a veces sangrienta, carrera que a lo largo de más de 50 años alcanzaría importante gravitación en el panorama político peruano.


Campaña de 1931

A diferencia de Sánchez Cerro, Haya basó su discurso en un análisis detallado de los principales problemas del país. Utilizando sus ideas desarrolladas en El Antiimperialismo y el APRA, moderó sus anteriores llamados a la revolución y a la construcción del socialismo. Anunció la creación del “estado aprista”, llamado a veces “estado antiimperialista”, para aceptar correctamente las innovaciones traídas por el capitalismo extranjero. No somos -declaró- enemigos del capital extranjero; sin embargo, consideramos absolutamente necesario que el Estado lo controle para que su función en la economía nacional sea de cooperación y no de absorción.

La fascinación que ejercía Haya era su llamado a hombres o mujeres, jóvenes o adultos, obreros, empleados o desocupados, a la tarea de formar una empresa colectiva (“el estado antiimperialista”) y ser protagonistas de la vida política. La idea era sacarlos del anonimato o del menosprecio. Al menos esa fue la idea de quienes votaron por Haya en 1931.

Pese a todo, el discurso de Haya, maquillado en muchos aspectos para estas elecciones, resultaba demasiado radical para la mentalidad política del país. Si bien sus repetidos ataques a las clases altas eran sólo retóricos, asustaron tremendamente a los grupos conservadores y por qué no a muchos artesanos y gente de clase media temerosa de perder sus pequeñas propiedades. De este modo la Iglesia, el Ejército y la oligarquía costeña no escatimaron esfuerzos para denunciar al APRA como un movimiento subversivo internacional que pretendía destruir la integridad nacional. Los apristas, sobre todo los más jóvenes, respondieron esos ataques con agresividad:

Los que calumnian a los apristas
son despechados que no pueden más…
Son los caciques, los gamonales
del Civilismo que no pueden más…
¡Que viva el Apra que es verdad!
y el Civilismo se ha de acabar

.


Haya de la Torre en mítin con el saludo aprista

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