Archivo por meses: septiembre 2008

La República Aristocrática: la sucesión presidencial

Como habíamos mencionado, en 1899 Piérola y los civilistas se unieron para poner a Eduardo López de Romaña, un hacendado azucarero, en el gobierno para el período 1899-1903. Durante su administración, aparte de quebrarse en definitiva el compromiso político entre civilistas y demócratas, se deterioraron las relaciones con Chile debido a la persecución contra los peruanos en Tacna y Arica. Al término de su mandato una nueva alianza, ahora entre los civilistas y el Partido Constitucional de Cáceres, llevó a Manuel Candamo, ex-alcalde de Lima y exitoso hombre de negocios, al poder (1903-04). Candamo no pudo culminar su mandato debido a una grave enfermedad que lo llevó a la muerte prematura. A pesar de ello, dio cabida en el Consejo de Ministros a miembros de la nueva generación de civilistas como Leguía y Pardo.

A la muerte de Candamo se producen al interior del civilismo discusiones en torno al candidato ideal del partido, y luego de una polémica generacional el designado fue José Pardo y Barreda, hijo del fundador del civilismo. Pardo fue Presidente de la República durante el periodo 1904-1908. Durante su administración se apoyó la instrucción convirtiendo las escuelas públicas, que eran municipales, en escuelas fiscales o del Estado; asimismo, de acuerdo al objetivo educacional se creó el Instituto Histórico (hoy Academia Nacional de Historia), se fundó la Escuela Normal de Varones (hoy Universidad Enrique Guzmán y Valle), se abrió la Escuela Nacional de Artes y Oficios (ahora Politécnico José Pardo) y se inauguró el Museo Nacional de Historia.

Al culminar su gobierno Pardo apoyó a Leguía. Ya en el poder, el futuro líder del Oncenio mostró, entre 1908 y 1912, una clara tendencia personalista y autoritaria que lo llevó a distanciarse de su propio partido. Muchos jóvenes intelectuales, como José de la Riva-Agüero y Víctor Andrés Belaúnde, lo combatieron. Los pierolistas tampoco lo toleraron y varios de sus miembros, el 29 de mayo de 1909, lo apresaron en Palacio y a empujones lo quisieron obligar a renunciar en la Plaza del Congreso; la asonada de la oposición fracasó y Leguía recuperó su libertad. Fortalecido entonces, Leguía, el “hombre hecho a sí mismo”, resolvió a llevar la gestión gubernamental a su modo y hubo dos temas que lo inquietaron: el manejo presupuestario y la política exterior.

En cuanto al primero, cuestionó el histórico laissez faire de los civilistas y propuso sustanciales aumentos en el gasto público. En el segundo campo, su gobierno quiso resolver temas fronterizos aún pendientes, especialmente el diferendo con Chile producto del Tratado de Ancón. En efecto, la ciudadanía reclamaba una solución digna ante el plebiscito de Tacna y Arica. Esos años habían sido de intensa represión contra los peruanos con la llamada “chilenización” por parte de las autoridades de la ocupación. El conflicto quedó sin resolverse hasta 1929. Con Bolivia hubo peligro de guerra al no haber aceptado el gobierno de La Paz el fallo argentino; finalmente se firmó el Tratado Polo-Bustamante en 1909. Ese mismo año se firmó con Brasil el Tratado Velarde-Río Branco por el cual se acordaron políticas de desarrollo en la extensa región de la Amazonía; también fijaron límites definitivos entre ambos países en la zona del río Ucayali. De otro lado Colombia y Ecuador reclamaban derechos sobre Maynas. Con el primero hubo serias escaramuzas en los ríos Caquetá y Putumayo. Con Ecuador, tras la redacción del polémico Tratado García-Herrera (1890) se decidió llevar el diferendo al arbitraje del Rey de España. En 1910 la situación se complicó cuando el gobierno de Quito supuso que la mediación española sería favorable al Perú. Lógicamente el árbitro se abstuvo de dictar su fallo. Las pretensiones ecuatorianas quedaron en suspenso hasta la firma del Protocolo de Río de Janeiro.

Su estilo arbitrario de gobernar llegó a su clímax cuando trató de manejar las elecciones al Congreso disolviendo la Junta Electoral Nacional. Muchos civilistas entonces, formaron un bloque anti-Leguía en el Congreso (“El Bloque”) y, luego, al conseguir Leguía mediante esa maniobra mayoría parlamentaria, formaron el Partido Civilista Independiente. Dividido el civilismo por acción de Leguía y por las cada vez mayores presiones de los obreros, el control civilista del país se tambaleó momentáneamente.


Manuel Candamo y José Pardo y Barreda

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La República Aristocrática: los grupos políticos

La política dependió básicamente de las relaciones entre el Partido Civil y la oposición representada por el Partido Demócrata, de Piérola. Los civilistas fueron mayoría en el Congreso y controlaron el Poder Judicial, la Junta Electoral Nacional y los periódicos más influyentes; coparon, además, otras instituciones como la Universidad de San Marcos. Su dominio era total y el núcleo de su élite lo constituyó un grupo informal conocido como los 24 amigos que se reunía semanalmente en el exclusivo “Club Nacional” para discutir los asuntos de gobierno.

Pero a pesar de este dominio aparentemente monolítico, el civilismo tuvo dos rupturas claves a su interior. La primera se produjo debido a una diferencia generacional entre los fundadores y los más jóvenes (encabezados por José Pardo y Augusto B. Leguía) quienes quisieron escalar rápidamente dentro del partido. La segunda pugna tuvo un matiz más personal ligado a la figura de Leguía, quien durante su primer mandato se mostró muy personalista contrariando el “orden legal”.

Por su parte, los demócratas de Piérola terminaron enarbolando un discurso populista y siempre hostil al Partido Civil, especialmente cuando se acercaban las elecciones y denunciaban intentos de fraude. Siempre dependieron de la figura y trayectoria de Piérola, a pesar del triunfo de Billinghurst en 1912. Como todo partido caudillista, el demócrata languideció a partir de la muerte de su fundador en 1913. Otros partidos de menor peso fueron el Constitucional de Cáceres, el Liberal de Augusto Durand, la Unión Nacional de Gonzáles Prada y la Unión Cívica de Mariano Valcárcel. Todas estas agrupaciones, incluyendo al Partido Civil, terminaron su ciclo durante la dictadura de Leguía a partir de 1919. Esto se debió no sólo al recorte de las libertades ciudadanas practicadas por el Oncenio, sino a la falta de fuerza y cohesión de estas agrupaciones por mantener el juego democrático y saber interpretar las demandas de los populares quienes deseaban transformar el perfil oligárquico del Estado.


Estación del tren a Chorrillos (1907)

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La República Aristocrática: el modelo del estado

Para los civilistas, tributarios del liberalismo decimonónico, el Estado debía ser pequeño, barato y pasivo, es decir, modesto en recursos y ajeno al intervencionismo. Por ello, diseñaron una minuciosa reforma del sistema tributario y dieron cierta eficiencia al sector administrativo de gobierno.

En efecto, a partir de 1895 las funciones del Estado se tornaron más limitadas. Su intervención política era casi innecesaria y su principal tarea era garantizar el orden o, en todo caso, restablecerlo por medio de la fuerza. Según sus seguidores la existencia de un presupuesto equilibrado era síntoma evidente de la existencia de un gobierno decente y civilizado; por el contrario, el déficit era sinónimo de caos e inmoralidad. El gasto público debía ser muy reducido y la acción del Estado no debía interferir con la actividad privada ya que ésta generaba la riqueza y creaba puestos de trabajo. Por ello, los servicios o beneficios ofrecidos por el Estado eran muy pocos y se enfatizaban los relativos al orden (policía, ejército y justicia); la educación, la vivienda o el fomento eran rubros de menor importancia y su impulso quedaba a iniciativa del sector privado.

Asimismo, los impuestos debían ser lo más bajos posibles y no afectar a los grupos que generaban la riqueza. Según su lógica, gravar el impuesto a la renta era reducir el excedente que generaba más ahorro, es decir, atentar contra la inversión y las posibilidades de desarrollo futuro no sólo de los empresarios sino de todo el país. La idea, entonces, era favorecer los impuestos indirectos ( los “estancos”) que gravaban a los artículos de consumo masivo y de intensa demanda como el tabaco, el alcohol, la sal, el azúcar y los fósforos, entre otros. En 1915 las clases altas sólo participaban con el 5% o 6% de los ingresos totales mientras que el 95% de los impuestos pesaban sobre las clases medias y populares a través de sus gastos y consumo. En las aduanas se gravaban no tanto los artículos de lujo sino productos como el arroz, el trigo, la harina, las telas y los materiales de construcción. Si se quería levantar una obra en cualquier provincia o departamento aumentaban los impuestos sobre el consumo en la zona indicada. En 1914 los impuestos directos sólo representaban el 4.2% de los ingresos totales y el famoso impuesto a la renta apenas la ridícula cifra del 0.6%. En síntesis, el Perú fue una especie de “paraíso fiscal” para el sector exportador y de servicios, y una base material muy sólida para sus intereses políticos.

Sin embargo, pesar de todos sus esfuerzos este nuevo Estado civilista no logró ser un autentico Estado nacional. El país siguió dividido por lógicas regionales (costa norte, costa central, sierra central, sur andino y amazonía) y también su clase dirigente estaba regionalizada. Las elites locales se sentían mejor cohesionadas y poderosas que cualquier élite nacional. Salvo excepciones como los grandes hacendados Aspíllaga, Pardo y Leguía (costa norte) y López de Romaña (Arequipa) que pudieron sobresalir al ámbito nacional, otros como los mineros y ganaderos Olavegoya, Fernandini y Valladares (sierra central) y los grandes comerciantes de lana Gibson y Ricketts (Arequipa), permanecieron casi marginados de la élite “nacional” y consolidaron su dominio a un nivel regional. De otro lado, las numerosas haciendas del interior, con su gran poder local, eran otro gran obstáculo para la formación de un Estado oligárquico verdaderamente nacional. En las provincias, por ejemplo, los sistemas de control y represión de los grupos populares estaban a cargo de los gamonales y sus agentes. Por último, los enclaves azucareros y mineros bajo control de firmas extranjeras fueron de hecho “un Estado dentro de otro Estado”, es decir, espacios autónomos y ajenos a la autoridad del Estado civilista.


Mapa de las repúblicas andinas hecho en Leipzig (Alemania) por Geographisch-Artistische Anstalta (1905)

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La República Aristocrática: el significado del pierolismo

La Coalición Nacional.- Poco antes de la muerte del presidente Remigio Morales Bermúdez se había formado la Coalición Nacional (marzo de 1894) entre civilistas y demócratas en previsión a cualquier intento de fraude electoral. Ambas agrupaciones respaldaban la candidatura de Nicolás de Piérola, líder del Partido Demócrata. Éste partido, fundado en 1889, era esencialmente antimilitarista, favorable a la Iglesia, antiliberal (aunque no anticapitalista) y mostraba un discurso nacionalista. Contaba con el apoyo de los terratenientes del sur (con base en Arequipa), de la jerarquía eclesiástica y representaba, por último, a los sectores sociales conservadores de las tradiciones hispánicas y católicas.

Retomando los hechos, a la muerte de Morales Bermúdez, el vicepresidente Justiniano Borgoño convoca a elecciones y el general Cáceres se convierte en candidato único. La oposición, es decir, la Coalición Nacional, no participa y se organiza para poner punto final al militarismo en el país. Cáceres “triunfa” y asume su segundo mandato en agosto de 1894 pero ya no representa la reconciliación nacional que tanto se necesitaba. Al interior del país se empiezan a formar tropas de guerrilleros que no aceptan la legitimidad del nuevo gobierno por considerarlo producto de una serie de intrigas políticas y fraude electoral.


Remigio Morales Bermúdez

Esto hizo que Nicolás de Piérola, quien se encontraba exiliado en Chile, se embarcara en Iquique en una pequeña embarcación y tomara tierra cerca de Pisco. Desde ese momento asumió el mando de la revolución y avanzó por Chincha, Cañete y Lurín hacia Lima. Mientras tanto en el norte se alzaban los hermanos Seminario y en la sierra central Augusto Durand, todos partidarios de “El Califa”, como llamaban a Piérola.

El 17 de marzo de 1795 los revolucionarios empezaron a entrar a Lima por la calle Malambito. Piérola lo hizo por el barrio de Cocharcas y Durand por el de Santa Ana, en lo que ahora llamamos los Barrios Altos. Finalmente en la Plazuela del Teatro (frente al actual Teatro Segura) los pierolistas establecieron su cuartel general. La lucha fue sangrienta para controlar la Plaza de Armas y asaltar Palacio de Gobierno. Incluso tuvo que intervenir el Nuncio Apostólico, es decir el representante del Vaticano, para lograr que se enterraran los cientos de cadáveres que se encontraban en las polvorientas calles de la capital.

En medio de este dramático panorama de repudio al militarismo, Cáceres no tuvo otro remedio que renunciar para evitar más violencia y entregó el poder a una Junta de Gobierno. Ésta fue presidida por Manuel Candamo y debía convocar elecciones limpias. Cáceres toma el camino del exilio y Piérola, con una popularidad y un carisma pocas veces vistos en la política peruana, triunfó y sentó las bases para garantizar la Pax Andina y el desarrollo material para el período 1895-1919.

Piérola en el gobierno.- Piérola recibía el país en situación precaria y dio inicio a un gobierno en busca de lo que llamó el “Estado en forma”: quería un sistema político estable que inspirara respeto. Por ello siempre buscó la consenso y el respeto a la Ley. Esto le dio suficiente margen de maniobra para emprender reformas de largo aliento. Esta nueva forma de hacer política sentó las bases del Estado peruano hasta 1919 en que Leguía preparó su golpe de estado quebrando su institucionalidad. Piérola se esforzó en desterrar el caudillismo en todas sus formas, alentó la disminución de la participación del Estado en la vida nacional, especialmente en el manejo de la economía, y evitó la demagogia en su discurso.

La otra cara del pierolismo se reflejó en sus las leyes electorales. Estas sancionaron una participación política muy reducida que permitieron luego el monopolio casi exclusivo del gobierno por parte del Partido Civil de 1899 hasta 1919. La nueva ley electoral, promulgada en 1896, dio el voto a los varones mayores de edad (21 años) y a los casados menores de edad que supieran leer y escribir. La ley abolió, entonces, el derecho nominal que había permitido antes el voto de los analfabetos. Se decretó también el voto directo y público. Como base del mecanismo de sufragio se utilizó la “matrícula de contribuyentes”, es decir, la lista de los principales pagadores de impuestos del país. En síntesis, se utilizaron criterios de tipo económico y social en la legislación electoral que contrastaron con la teórica situación de igualdad que existía en las disposiciones de este tipo a lo largo de la época inicial de la República.

Retomando la política interna de Piérola, su mandato restableció el patrón oro en la moneda para impulsar la vida económica del país. En este sentido la creación de la llamada Libra Peruana de Oro, que reemplazó al Sol de Plata, dio solvencia al sistema monetario. Esta crucial medida estimuló la actividad financiera privada, permitió la reducción del déficit fiscal y elevó el nivel de vida de la población, especialmente de la naciente clase media. Se creó, asimismo, la Asociación Recaudadora de Impuestos (una especie de SUNAT de la época) para mejorar la recaudación fiscal. Se suprimió la ingrata “contribución personal” de los indios y se estableció el “estanco de la sal” para reunir fondos y financiar la recuperación de las provincias cautivas de Tacna y Arica. Se evitó en lo posible pedir préstamos del exterior y se apostó por fomentar el ahorro interno. Esa era, según Piérola, la fórmula para que el Perú se convierta en un país moderno con un desarrollo económico sano: los peruanos debían aprender las lecciones que había dejado la ilusa bonanza guanera del pasado.


Oficinas de la Casa Grace

La defensa nacional fue otro asunto que debía abordarse con seriedad, ya que respondía a la idea de desmilitarizar la política y orientar al ejército hacia su profesionalización, despolitización y subordinarlo al control del Estado civil. Tarea muy delicada dado el peso que habían tenido las fuerzas armadas en la política desde la Independencia. Piérola redujo el número de sus efectivos y su cuota en el presupuesto nacional; asimismo obligó al retiro a numerosos oficiales leales al derrotado Cáceres. Más adelante, se creó la Escuela Militar de Chorrillos que se organizó bajo el modelo francés gracias a la labor de una misión militar que comandó el coronel Paul Clement. En Chorrillos los franceses trataron de inculcar que la esencial y única tarea de los militares era el sagrado ideal de la protección de la patria. La intromisión en los asuntos políticos era inapropiada y su patriótica misión en defender a la nación estaba muy por encima de las vulgares y sórdidas preocupaciones políticas. Por último, se introdujo códigos específicos para cada una de las armas (se mejoraron los salarios y los méritos sustituyeron al linaje en los ascensos de los oficiales) y se dieron instrucciones para la promulgación del primer Código de Justicia Militar (1896) y la Ley del Servicio Militar Obligatorio (1998).


Alumnos de la Escuela Militar de Chorrillos (1889)

Hubo, sin embargo, un hecho militar y político inédito hasta entonces. En mayo de 1896 se produjo un levantamiento federalista en el departamento de Loreto dirigido por el coronel Mariano José Madueño, militar que hasta entonces tenía una distinguida foja de servicios. Esta rebelión enmarcada en el repentino despertar económico de la zona por la explotación del caucho y la difícil situación de los aborígenes que eran utilizados brutalmente para la explotación del nuevo recurso. Las dificultades de comunicación impidieron que el gobierno tuviera noticia del alzamiento. Piérola se enteró semanas después. El gobierno de Lima debió enviar hasta dos expediciones a Loreto, una fue por mar, en el navío Constitución, y la otra cruzó los Andes, desembarcando en el puerto de Salaverry e internándose por Cajamarca y Moyobamba. Los insurgentes, al no lograr el apoyo popular, reconocieron el gobierno de Piérola, y llegaron a decir que las ideas del Partido Demócrata alentaban el federalismo. Al final, ante la cercanía de las tropas gobiernistas Madueño y su colaborador, Ricardo Seminario, optan por la fuga antes de defender “su” estado federal.

Pasando a otros temas, la diversificación de las funciones del Estado llevaron al gobierno a crear el Ministerio de Fomento (enero de 1896) encargado de la ejecución de obras públicas, de saneamiento, crecimiento de la ciudad, etc. Por primera vez hubo preocupación por la salud y salubridad en el país. De allí la difusión de los servicios de agua, desagüe, agua potable y el uso obligatorio de vacunas (enero de 1896). Incluso se fomentó la investigación científica en este campo.

Se dieron también leyes para la colonización de tierras en la selva y se favorecieron las expediciones a la amazonía (noviembre de 1898). Para ello fue necesario seguir con la construcción de vías de penetración como la de Tarma a Chanchamayo. Luego se exploró el Gran Pajonal y se colonizaron las zonas del Pichis y San Luis de Shuaro. Por último se estableció, por primera vez, la navegación comercial por los ríos Talambo, Urubamba y Ucayali.

En su política internacional Piérola se preocupó en afianzar las relaciones con varios países como los Estados Unidos, México, Brasil, Rumania y España. Las relaciones con Chile, sin embargo, no prosperaron debido a la imposibilidad de realizarse el plebiscito para decidir el futuro de Tacna y Arica. En este sentido, la firma del Protocolo Billinghurst-Latorre (1898) puso en manos de la Reina de España la decisión de los puntos en disputa entre el Perú y Chile. El documento fue un triunfo de nuestra diplomacia al aceptar Chile la mediación de un país imparcial, en este caso España, que determinaría quiénes tendrían derecho a voto en la región plebiscitada: si los residentes, como sostenía Chile, o los nacidos en la zona, como lo creía el Perú.

El plebiscito se celebraría de inmediato al conocerse el fallo arbitral y, quince días después, el país vencido debería abandonar sus pretensiones y el vencedor pagar la indemnización de 10 millones de pesos o soles de 1883. El Congreso peruano aprobó inmediatamente los términos de este tratado internacional, no así el de Chile que lo consideró inaceptable. Sin embargo el Perú pudo seguir presionando a nivel internacional, pues era la oportunidad de recuperar por la vía pacífica parte del territorio perdido. ¿Por qué no lo hizo? La razón de esta actitud fue la seguridad de que Argentina y Chile irían a una guerra antes de terminar 1899 por una cuestión de límites en la zona austral de ambos países. Aunque Piérola y otros eran partidarios de la neutralidad por parte del Perú, temían el fervor popular en favor de Argentina. En una eventual derrota chilena, Perú recuperaría no sólo Tacna y Arica, sino todo Tarapacá. Al final argentinos y chilenos resolvieron su problema por la vía diplomática, y el plebiscito siguió en suspenso.

Los últimos meses del gobierno de Piérola no fueron de mucha tranquilidad. El periódico La Opinión Nacional, de clara tendencia cacerista y dirigido por el brillante periodista Andrés Avelino Aramburú, mantenía una oposición bastante crítica al pierolismo. Por su lado Gonzáles Prada había regresado luego de un periplo por Europa y publica Germinal, periódico vocero de su partido, la Unión Nacional, donde desató la más implacable crítica al régimen.

Fue en este ambiente, algo agitado, que se convocaron a las elecciones en 1899. Piérola intentaba mantener una postura unitaria y convoca a una convención civil-demócrata para presentar una fórmula común en el proceso electoral. De este modo, los demócratas quedaron facultados a elegir al candidato presidencial y optan por una figura independiente, el ingeniero arequipeño Eduardo López de Romaña. Los civilistas nombran como primer vice-presidente a Isaac Alzamora, ocupando la segunda vice-presidencia Federico Bresani. Verificados los comicios, López de Romaña logra la Presidencia de la República con relativa facilidad.

En síntesis, si en 1895 Piérola asumió el poder en medio de enormes expectativas, especialmente entre los sectores populares, ahora estos sentían que había hecho poca cosa para ellos. Por ello, Basadre opinó que “El Califa” perdió una brillante oportunidad de integrar paulatinamente a las masas a la vida política nacional. Esto quizás se explica por la mentalidad aristocrática, elitista y paternalista de Piérola quien solía decir: Cuando la gente está en peligro viene a mí. Huelga decir, entonces, que cualquier cambio verdaderamente estructural estaba fuera del alcance el caudillo arequipeño.


Nicolás de Piérola

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La República Aristocrática: introducción

A partir del gobierno de Nicolás de Piérola (1895-1899), la presencia de los civiles en el poder le dio un perfil distinto al país: hubo tolerancia a las nuevas ideas y un firme propósito de imponer el orden para impulsar el progreso. En este sentido, la aparente calma política y social del Segundo Civilismo permitía la continuidad en la recuperación institucional y material de la nación. Ahora la oligarquía, un grupo de familias que controlaba la agricultura, la minería y el sistema financiero, fue la que construyó un proyecto de desarrollo acorde a sus intereses; al igual que sus pares latinoamericanas, intentó consolidar el modelo exportador.

Sin embargo, al interior de este panorama se desarrollaba una pugna entre la herencia del populismo pierolista y la opción desarrollista, tecnócrata y positivista de la oligarquía representada en el remozado Partido Civil que controló todos los resortes del poder. Los civilistas pensaban que el Estado debía ser pequeño, barato y pasivo, es decir, modesto en recursos y ajeno al intervencionismo. Se diseñó una reforma electoral y tributaria, y se dio eficacia a la administración pública. El gasto público debía ser muy reducido y la acción del Estado no debía interferir con la actividad privada. Por ello los servicios ofrecidos por el Estado eran pocos y se reducían a los relativos al orden (ejército, policía y justicia); la educación o la vivienda eran cubiertas por la iniciativa privada.

En este sentido, los impuestos debían ser lo más bajos posibles para no afectar a los grupos que generaban riqueza. Se impulsaron los impuestos indirectos que grababan a los artículos de consumo masivo (sal, fósforos, licor, tabaco). Si se quería realizar una obra en alguna provincia se aumentaban los impuestos sobre el consumo en la zona interesada. El Perú fue una suerte de “paraíso fiscal”, un escenario atractivo para los intereses de los civilistas vinculados a múltiples actividades empresariales.

Fue la época del “boom” del modelo exportador. La agricultura asumió el papel dinámico que el guano había ejercido antes; por ello, los hacendados se consolidaron como élite dominante hasta 1919. La industria azucarera se modernizó, especialmente en los valles de la costa norte. La producción del algodón le siguió en importancia en los valles de Ica y Piura, y el Perú se ubicó entre los mayores exportadores del mundo. Por último, desde la sierra sur se exportaban las lanas de ovinos y camélidos. A la minería, por su lado, se le dio un marco para fomentar su expansión. La sierra central fue la zona minera que más se desarrolló. Allí la Cerro de Pasco Mining Corporation, con un 70% de capital norteamericano, inició la explotación del cobre y otros minerales

También se produjo un notable desarrollo en la economía urbana pues buena parte de las ganancias de los exportadores se invirtió en el país. Es la época que en Lima la industria, los servicios públicos (agua, luz, teléfono) y la banca alcanzaron un gran crecimiento. De otro lado, la industria textil fue la que alcanzó mayor desarrollo, especialmente la que manufacturaba tejidos de algodón. La industria alimentaria le siguió en importancia: fábricas de fideos, galletas, bebidas gaseosas, cerveza, etc.

Hacia finales de la década de 1910, este modelo fue cuestionado por la clase media, los obreros y los estudiantes universitarios quienes demandaron la necesidad de transformar el Estado y apoyarlo en criterios más democráticos. Las repercusiones de la Primera Guerra Mundial ocasionaron un malestar general por el derrumbe de las exportaciones (inflación de precios y escasez de alimentos de primera necesidad). Esos años estuvieron marcados por la violencia política y uno de los hechos más visibles fue la presión de los obreros apoyados por los estudiantes universitarios. El civilismo, con José Pardo a la cabeza, se tambaleaba en el poder.


Lima (calle Bodegones, 1910)

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El caso de Georgia: ¿Se viene una nueva “Guera Fría”?

Yo creo que el reconocimiento de la independencia de Osetia del Sur y de Abjazia por parte de Rusia es la culminación de un proceso de hartazgo por parte de Moscú frente a la política norteamericana de entrometerse en los asuntos de los antiguos países satélites de la URSS. Fue un error de Occidente pensar que algo así no sucedería. Además, el tema del Cáucaso evidencia que los intereses de Estados Unidos y de Europa (La Unión Europea) no siempre son los mismos.

Hagamos un poco de historia. Cuando a finales de la década de 1980, Estados Unidos exigió que la Alemania unida debía pertenecer a la OTAN, esto fue el mayor obstáculo de la reunificación. Helmut Kohl tuvo que pagar en dinero para que Moscú aceptara esa victoria no tan simbólica de Occidente. Luego vino el colapso de la URSS y su sucedánea, la Federación Rusa, vio casi impotente como los antiguos países del Pacto de Varsovia se integraban a la alianza atlántica y, luego, a la Unión Europea. Luego, vinieron las presiones cada vez más “groseras” de Washington por integrar a la OTAN a algunos países satélites de la URSS, como Ucrania o Georgia.

Quizá la intervención militar de Georgia en Osetia del Sur y Abjazia estaba justificada por el derecho internacional ya que era parte de su territorio. Sin embargo, se trataba de una población étnicamente distinta, lo cual podría justificar su deseo independentista. ¿Si por motivos étnicos Kosovo se independizó de Serbia y Occidente lo reconoció (con la oposición rusa), por qué esto no podría ocurrir en el Cáucaso? Rusia, con este reconocimiento de Osetia y Abjazia le está pagando con la misma moneda a Washington lo que ocurrió en Kosovo (Serbia es aliada histórica de Rusia).

Entonces, uno de los posibles escenarios de esta “nueva guerra fría” van a ser casos como estos: presiones internas de algunas etnias o nacionalidades por independizarse y los intereses cambiantes de las grandes potencias. Pongamos tres ejemplos: las intensiones separatistas en el País Vasco (España no reconoció la independencia de Kosovo por obvias razones), el grave problema que tiene Rusia en Chechenia y el reconocimiento de un territorio para los kurdos (aliados de Estados Unidos). Lo cierto es que la gran escalada armamentista que vive hoy el planeta es consecuencia de la pretensión de Estados Unidos por el dominio total (no olvidemos a Irán o Corea del Norte). De hecho, el mundo está viendo una competición armamentística como en los peores años de la Guerra Fría con posibles fatales consecuencias.

¿Y la Unión Europea? Es evidente que sus intereses no coinciden con los de Washington respecto a Rusia. Europa es vecina de Rusia, depende energéticamente de ella y, lo más importante, hay inversiones europeas multimillonarias allí. Es un mercado demasiado atractivo. A Europa le conviene una Rusia estable y próspera económicamente. Desde ese punto de vista, no puede impedir que Rusia recupere su status de gran potencia regional. Es muy posible que en un futuro cercano Europa trate de controlar o persuadir a los Estados Unidos que no le dispute a Rusia el control del Cáucaso y de Asia Central (con grandes yacimientos de petróleo y gas). Una tarea demasiado delicada pues no debe dar la imagen ser aliada de Rusia.

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La Reconstrucción Nacional: textos

Ingresos del estado

“La única fuente positiva de recursos con que hoy puede contar el gobierno para atender las necesidades generales de la administración pública… es la que procede de la Aduana del Callao y de las del Norte de la República, notablemente disminuidas por la reducción del consumo de mercaderías que se importan del extranjero. En este sentido, las penurias del Tesoro nacional demandan hoy la mayor economía de los gastos, estricta y normal recaudación de los ingresos fiscales y la justa distribución de ellos, entre los servidores y necesidades de la administración…” (El Peruano, octubre de 1884).

Situación del empleo en Lima

“En Lima hacen falta muchos empleos. Un ejemplo puede ser ilustrativo. Para el cargo de Inspector del camal se han presentado a concurso 23 personas y eso que el sueldo no es una maravilla (sólo 80 soles mensuales), muchas molestias, intemperie y fatigosa labor. Desde generales de brigada hasta capitanes de navío, antiguos altos empleados, ex-administradores de aduana, bachilleres y antiguos rentistas pugnan por el cargo mencionado. No cabe duda que la guerra con Chile, primero, y la guerra civil, después, ha terminado por sumir nuestra patria en un estado calamitoso del cual, por el bien de las futuras generaciones, estamos obligados a salir lo antes posible (El Comercio, noviembre de 1885).

Diagnóstico de la economía

“La desastrosa guerra sostenida con el enemigo exterior, que aniquiló sus frutos y asoló sus campos y los elementos de su labranza con el merodeo y con el incendio, la colocan al presente en la dolorosa situación, tal vez de desfallecer y extinguirse por completo… Sus cultivadores que apenas ayer, han podido, a costa de enormes sacrificios, reparar, aunque en pequeño, los inmensos daños sufridos se encuentran hoy con justo motivo en desaliento y abrumados, ya con los enormes gastos que demanda su exportación, ya con la escasez del agua y ya, en fin, con la avidez de sus habilitadores que les arrebatan hasta el último átomo de sus provechos y todo esto en medio del abatimiento de precio que actualmente sufre en los mercados europeos… Si la industria rural muere bajo el preso abrumador de las gabelas, toca al supremo Consejo de Ministros, dar vida e impulso a estas industrias, que radican su riqueza en el suelo patrio y que renacerán, dando seguro sustento a la clase proletaria y un porvenir algo más lisonjero para nuestros agricultores” (Superintendente General de Aduanas, 1886).


Catedral del Cuzco (1894)

El precio de la carne

“Ya es insoportable el precio de la carne que, sin exageración, está por las nubes. Creemos, y con nosotros toda la ciudadanía, que tanto el gobierno como la Municipalidad están en la obligación de poner en juego los recursos conducentes a solucionar un problema tan álgido. La carne es un artículo indispensable para los limeños; sin embargo por su elevado precio va pasando a la categoría de artículo de lujo, destinado solo al consumo de las clases económicamente poderosas” (El Comercio, enero de 1886).

Una economía en ruinas

“Estamos en bancarrota. Los cálculos más pesimistas de ayer han sobrepasado la realidad. Ya no ascienden nuestras rentas como hace años, a 18 millones de soles, siendo triste decir que muy afortunados seríamos si ahora llegáramos a conservarlas en seis. El Fisco lucha con invencibles dificultades. Cada día es un peligro vencido, una complicación salvada. Estamos cosechando las consecuencias de nuestro desastre. En los últimos años no solamente perdimos las riquezas fiscales sino, lo que es más grave, la fortuna privada. Esta ruina ha invertido los papeles. Ayer la vida iba de arriba hacia abajo: ahora debe ascender de abajo hacia arriba. Todo esto sería muy fácil de arreglar si hubiera fortuna privada, pero ella ha desaparecido… La miseria del Gobierno es únicamente un reflejo natural y una consecuencia lógica de la ruina social” (Carlos Lissón, 1887).

Un signo de recuperación

“La dignidad del ciudadano, la libertad y las garantías para todos, han recobrado su imperio; el decoro de las funciones públicas ha sido restablecido; las industrias renacen confiadas; brotan otras nuevas; preparan su aparición empresas poderosas; el capital abunda, y se ofrece a precio excepcionalmente bajo. Dilatados horizontes se han abierto para la República. Hay atmósfera de salud y de vida para todos” (Nicolás de Piérola, mensaje al Congreso, 1896).

Una esperanza: la amazonía

“Después de la catastrófica guerra con Chile, el interés del Estado volvió a hacerse visible en la exploración de la Amazonía… El gobierno consideraba que dichos territorios eran ‘baldíos’, y ello respondía a un criterio generalizado en la época, puesto que se pensaba entonces que las tierras debían ser ocupadas por los pobladores que las hicieran productivas en forma ciertamente distinta a los criterios económicos de los indígenas de la región… Parta poblar las nuevas tierras con criterios europeos se impulsó la inmigración… Para ello no se tomó entonces en consideración que esta nueva población que se estimulaba no ocuparía un espacio vacío, sino poblado bajo pautas culturales distintas” (Franklin Pease, 1993).

La economía de exportación

“El funcionamiento de esta economía de exportación, al monopolizar los recursos productivos y al requerir la asignación de fuerza de trabajo y excedente, erosionó significativamente la condición material de las masas populares en el campo y en la ciudad. Al igual que en 1872, su movilización fue el resultado de una conjunción entre crisis política y un profundo descontento social. La crisis política nació de la obstinación de Andrés A. Cáceres por volver en 1894 al control político del Estado, deseo que inmediatamente provocó la coalición entre la Unión Cívica, los civilistas y los demócratas. Piérola, el símbolo de esta alianza, supo utilizar y traducir este descontento para acceder al poder después de haber derrotado a las huestes de Cáceres en la más importante guerra social del siglo XIX” (Heraclio Bonilla, 1979).

Los inmigrantes y el crecimiento económico

“Durante la segunda mitad de la década de 1890, los capitalistas peruanos e inmigrantes tuvieron éxito promoviendo el desarrollo autónomo del país… una intensa movilización de recursos permitió el desarrollo simultáneo de nuevos sectores de exportación, así como la rápida expansión de la construcción urbana y los servicios públicos Se creó un sistema financiero compuesto por bancos, compañías de seguros y una Bolsa de Valores para captar y asignar el excedente económico generado por las industrias de exportación. Los efectos regionales del crecimiento fueron también amplios… Varias regiones del país contaban con sus propios polos de desarrollo y la integración entre ellas aumentaba constantemente… Los observadores contemporáneos no sólo podían incluir al Perú entre los países latinoamericanos de más rápido crecimiento, sino que también podían constatar el carácter ‘nacional’ de esta expansión” (Rosemary Thorp y Geoffrey Bertram, 1985).

Situación de la defensa nacional

“Muy penoso me es manifestaros que la Nación carece del elemento más importante para la defensa de su extenso litoral, de ese factor positivo de la estrategia militar, de marina de guerra. Después de los desastres de la guerra del pacífico, no quedaron ni vestigios de nuestra gloriosa escuadra. Veintitrés años han transcurrido y, sensible es decirlo, no se ha atendido como la Nación pide, a tan premiosa necesidad. Así, pues, por dolorosa que sea, debo declarar ante la Representación Nacional, que nuestros puertos están a merced del primero que intente ultrajarlos o herirlos a mansalva” (Memoria presentada al Congreso por el contralmirante Manuel A. Villavicencio, ministro de Guerra y Marina, 1903).


La Oroya (1894)

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La Reconstrucción Nacional: la rebelión de Atusparia

En distintos momentos del siglo XIX, la población andina alcanzó situaciones de rebelión abierta contra el gobierno central, contra alguna autoridad local o, en síntesis, contra la permanencia de una situación que la ponía al margen de la sociedad “oficial”.

En este sentido, los momentos culminantes de esta agitación andina se presentaron entre 1867 y 1868 en Huancané (Puno) con la rebelión de Juan Bustamante y en 1885 en Huaráz (Ancash) con el levantamiento de Atusparia. En realidad, no fueron las únicas rebeliones andinas pero, a diferencia de las ocurridas durante la segunda mitad del siglo XVIII, fueron más bien modestas y no parecen configurar una situación de crisis general, pues en el siglo XIX se presentó una situación de menor presión del Estado frente a la población andina. No podríamos compararlas, por ejemplo, a las movilizaciones encabezadas por Túpac Amaru II o los hermanos Catari.

La rebelión de Atusparia, cuyo centro estuvo en Huaráz (Callejón de Huaylas), se inscribe en la crítica situación del Perú luego de la Guerra con Chile y la guerra civil entre Cáceres e Iglesias. Como alcalde de indios (varayoc) del pueblo de Marián, Pedro Pablo Atusparia (1840-1885), redactó un memorial contra los desmanes del prefecto Francisco Noriega quien, manejando arbitrariamente las rentas de la localidad, varió los documentos de los impuestos locales con afán de lucro personal. Asimismo, hizo a los indios trabajar arbitraria y rudamente reimplantando un servicio personal. Finalmente, lo que hizo estallar la sublevación, fue el intento del prefecto en restablecer el tributo indígena.

Todos los alcaldes e indios protestaron, sin embargo, Atusparia fue apresado y torturado para que declarara quién había escrito el memorial. De este modo, 40 alcaldes de indios se negaron a recaudar las contribuciones y fueron a reclamar por la libertad de Atusparia. En este incidente, el prefecto ordenó que se les humillara cortándoles los cabellos, su señal de autoridad y dignidad.

Irritados los alcaldes, ordenaron a sus indios atacar a las autoridades abusivas y lograr la libertad de Atusparia. Armados con piedras, machetes, picas y alrededor de 300 fusiles que habían robado al ejército chileno durante la guerra, los indios tomaron Huaraz el 1 de marzo de 1885. Asaltaron diversos establecimientos comerciales, principalmente de asiáticos, y en la noche aparecieron fogatas en los cerros. La rebelión se extendió a los pueblos aledaños. La situación duró dos meses hasta que desde Lima se mandó la expedición del coronel José Iraola.

La expedición fue en un principio derrotada por un indio al que llamaban “Ushcu Pedro”, presunto minero y lugarteniente de Atusparia. Sin embargo, reorganizada avanzó nuevamente desconcertando a los rebeldes e Iraola capturó Yungay. Luego las tropas de Iraola fueron dominando a los rebeldes hasta tomar Huaráz. En uno de los enfrentamientos murió el escritor Montescruque quien redactó un periódico llamado “El Sol de los Incas”, donde se habrían propalado ideas caceristas, socialistas y neoincas.

Atusparia fue reconocido como líder hasta que fue herido y apresado. Cuentan que fue llamado a Lima por Cáceres y se entrevistó con el propio presidente. No obstante, de regreso a Huaraz fue envenenado durante un agasajo que le ofrecieron los mismos alcaldes de indios. Los más radicales, comandados por “Ushcu Pedro” continuaron la rebelión. Este sólo aceptó en sus filas a indios que hablaran quechua como única lengua, reclamó el retorno de los Incas y rechazó todo lo occidental utilizando un discurso milenarista hasta que fue capturado y ejecutado en setiembre de 1885.


Monumento a Pedro Pablo Atusparia (Huaraz)

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La Reconstrucción Nacional: el “boom” del caucho

La explotación del caucho, también llamado “jebe” o shiringa por los nativos de la selva, tomó importancia a finales del siglo XIX y significó el despertar de ciudades amazónicas como Iquitos en Perú (en 1851 era un modesto pueblo de pescadores con menos de 200 personas; en 1900, era una pujante ciudad de 20 mil habitantes) o Manaos en Brasil.

La demanda del comercio internacional impulsó la extracción de este recurso natural que trajo importantes beneficios al tesoro público entre 1882 y 1912. Un nuevo mito de “El Dorado” se elaboraba en la selva, aunque para las poblaciones de aborígenes representó la quiebra de su organización social, de su vida económica y de sus creencias. Esto sin contar el problema demográfico. De esta forma, se escribía una nueva página del eterno choque entre las necesidades de Occidente y el modo de vida de los indígenas americanos.

Para el país, la explotación cauchera representó un importante, aunque violento, paso en la ocupación, bajo criterios nacionales, del espacio amazónico. En este sentido se exploró la Amazonía reiniciándose importantes estudios geográficos a cargo de la Junta de Vías Fluviales, creada en 1901, que continuó a los de la Comisión Hidrográfica que funcionara desde 1860.

Los nativos de la selva usaban el caucho para sus juegos (hacían pelotas con él) o para impermeabilizar bolsas. El mundo occidental comenzó a necesitarlo desde 1823 cuando Macintosh logró patentarlo para la manufactura de productos impermeables. Más adelante, en 1839, Charles Goodyear descubrió que si el caucho se mezclaba con azufre y se calentaba se obtenía un producto más fuerte, elástico y resistente tanto al frío como al calor.

A raíz de ese descubrimiento, el “vulcanizado”, la producción del caucho en Brasil, por esos años el primer productor mundial, se incrementó notablemente para subir de 338 toneladas en 1840 a 2,673 en 1860. A finales de siglo, el caucho se convirtió en un producto imprescindible para la industria automotriz cuando, en 1888, se patentó el procedimiento para fabricar llantas inflables.


Fotografía del mítico “cauchero” Carlos Fermín Fitzcarrald

El auge cauchero atrajo a la amazonía a numerosos migrantes que trabajaron en su explotación (como los casi míticos Carlos Fermín Fitzcarrald o Julio César Arana) y en los servicios vinculados a la misma. Como cualquier industria extractiva, no consideraba útil la conservación del medio ecológico ni la del árbol productor del jebe, pues se pensaba que el recurso era inagotable (como antes parecía serlo el guano). De esta manera, los árboles eran talados indiscriminadamente y los caucheros pronto se ganaron una siniestra fama frente a la población nativa. Eran los portadores del mal, además de ser transmisores de enfermedades, como el tifus o la malaria, que diezmaron seriamente a la población nativa. Se calcula que unos 40 mil nativos murieron de estas enfermedades durante el “boom cauchero”.


Julio César Arana

Si miramos algunas cifras, en 1897 el caucho representaba el 9.3% del total de las exportaciones del país. En 1884 se exportaron 540,529 kilos mientras que, entre 1900 y 1905, salieron por el puerto de Iquitos más de 2 millones de kilos de caucho por año. De otro lado, en 1900 el monto en libras esterlinas por su exportación fue de 378,318 y en 1905 fue de casi un millón. A partir de ese momento, le salieron competidores de otras partes del mundo. Exploradores británicos habían exportado plantas a la India y a Ceylán donde se desarrollaron extensas plantaciones. El precio del caucho empezó a disminuir en el mercado. Luego aparecería el jebe sintético. La era del caucho estaba finalizando para el país.


Plaza de Armas de Iquitos hacia 1890

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La Reconstrucción Nacional: la economía urbana, la industria y la banca

Durante este período, se produce un notable desarrollo en la economía urbana. Se inició en la década de 1890 cuando la mayor parte de la agricultura y minería de exportación estaban controladas por peruanos y las ganancias se invertían directamente a la economía local.

Por estos años, en Lima el sector industrial, el de servicios y el financiero experimentaron una rápida expansión. En 1900 había casi 7 mil obreros entre los 100 mil habitantes que albergaba nuestra capital. De otro lado en América Latina, Lima era la única capital cuyos servicios básicos (luz, agua, teléfono) pertenecían en su integridad al capital local. En este proceso destacaron tanto importantes figuras de la oligarquía como inmigrantes extranjeros, especialmente los italianos que llegaron a Lima a finales del siglo XIX. Nuevamente queda demostrado como los empresarios locales no se inhibieron en fomentar el desarrollo económico nacional.

Muchos peruanos utilizaron técnicas modernas de manejo empresarial y diversificaron sus actividades invirtiendo en comercio, agricultura, bancos e industria. De esta manera, al igual que en Estados Unidos o Europa, se formaron grupos económicos de inversión que colocaron el dinero ganado en la exportación (agricultura y minería) a los negocios urbanos y a la ampliación del mercado interno.

En este proceso tuvo enorme importancia el ejemplo recibido de las compañías extranjeras asentadas en Lima. Esto permitió que los métodos empresariales de los extranjeros influyeran sobre la élite local. Igualmente muchos peruanos estudiaron administración y negocios en universidades del exterior, o fueron empleados por las compañías extranjeras que operaban en el país.

La industria: Antes que nada debemos mencionar que en 1896 se creó la Sociedad Nacional de Industria y se formó en Lima el Instituto Técnico e Industrial del Perú para servir al gobierno como órgano consultivo y al público como centro de información en materias técnicas industriales. De esta manera el país apostaba por su desarrollo industrial.

De las diversas ramas industriales, la textil fue la que alcanzó mayor desarrollo y progreso, especialmente la industria manufacturera de tejidos de algodón debido a dos factores: la alta producción del algodón en la costa y la rica tradición textil peruana que se remontaba a los tiempos prehispánicos y virreinales.

En Lima se abrieron las principales fábricas como “Santa Catalina” fundada en 1888, propiedad de la familia Prado y la que trajo al país la maquinaria más moderna; “San Jacinto”, fundada en 1897, propiedad de la familia italiana Isola y que formó la primera escuela de químicos en el arte del tinte; El Progreso, fundada en 1900 y propiedad de inmigrantes alemanes; “La Victoria”, establecida en 1898 y propiedad de la familia Pardo; y “La Bellota”, fundada en 1900 y propiedad del italiano Américo Antola.

Un caso singular fue la fábrica “Maranganí”, fundada en 1897 y propiedad de Pablo Mejía y Antonio Lorena; ubicada en Canchis (Cuzco), daba ocupación a 100 operarios y su producción se vendía en la sierra sur y Bolivia.

En otros rubros, inmigrantes de origen italiano fundaron las fábricas de helados, como “D’Onofrio” en 1897, y de elaboración de harina y sus derivados, como “Nicolini Hermanos” en 1900. La producción de galletas estuvo monopolizada por la empresa Arturo Field. La industria cervecera estaba representada por “Backus y Johnston” en Lima, y, en el Callao, la “Fábrica Nacional” fundada por un alemán, que luego pasaría a la familia italiana Piaggio. Lima y otras ciudades del interior albergaban varias fábricas de bebidas gaseosas. Por último, en 1898, se establecieron dos fábricas de fósforos: “El Sol” y “La Luciérnaga”.


Jacobo Backus y Howard Johnston, fundadores de una de las cervecerías más emblemáticas del Perú

La banca: El sistema bancario se recuperó lentamente. El “Banco Italiano” (hoy Banco de Crédito) se inició en 1889 como una asociación de comerciantes italianos para financiar sus negocios, básicamente comercio y agricultura. En 1897, el “Banco de Londres, México y Sudamérica” se asoció al “Banco del Callao” dando origen al “Banco del Perú y Londres”; se dedicó básicamente a dar préstamos a la agricultura de exportación. En 1898 se abrió el Banco Internacional y en 1899 la familia Prado fundó el Banco Popular como mecanismo para financiar sus negocios. El capital bancario más importante era manejado por el “Banco del Perú y Londres” y el “Banco Italiano”. Cada uno movía aproximadamente un millón de libras peruanas; el capital de los demás fluctuaba en 200 mil libras peruanas.


Grabado que muestra la ciudad de Lima en 1896

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