El programa del vaso de leche dentro del marco legal tiene como meta elevar el nivel nutricional de los beneficiarios y mejorar la calidad de vida de los segmentos más pobres de la población. Los principales beneficiarios son: niños menores de 6 años, mujeres embarazadas y madres lactantes; si, después de haber atendido a la totalidad de los beneficiarios principales existen recursos disponibles, el programa puede beneficiar a niños entre 7 y 13 años, adultos mayores y enfermos de TBC.
Los diferentes estudios realizados al Programa de vaso de leche como el del Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES) revelan que el programa no responde a sus propósitos ni objetivos para los cuales fueron creados. El problema, apenas el 46% de la población pobre del país se beneficia con el programa y la otra mitad se beneficia a personas que no necesitan del programa. Los puntos frágiles del programa es la débil identificación y monitoreo de los beneficiarios; dado que, las reglas de juego no son claras ni informadas debidamente a los comités ni a los beneficiarios, existiendo una gran confusión respecto a quiénes deben ser los beneficiarios y cuáles son las raciones que les corresponden.
Los avances o resultados en la nutrición de los beneficiarios, que es, en suma, la esencia del programa. No es posible conocer con claridad, si esta mejora o no. Por cuanto no existe ninguna institución que se encargue de evaluar sus objetivos. Sin embargo, algunos estudios muestran que el impacto nutricional es cero; da lo mismo si consumen su ración o no. De modo que, los niños beneficiarios tienen peores indicadores nutricionales que sus vecinos no beneficiarios. A ello se corrobora la desnutrición crónica en el país continúa siendo uno de los más graves problemas que afecta a un 22.6 por cada mil niños (MINSA 2006).
El consumo de los productos como leche, avena y azúcar, son insuficientes para cubrir las necesidades calóricos y proteicas de los niños, más aún cuando es completamente entendible la dificultad que se le presenta a una madre al proporcionar su ración diaria de leche a su hijo de 6 años y excluye al de 8 y demás miembros. Por lo que, los productos en su mayoría también son consumidos por los demás miembros de la familia del niño. Porque existen otros factores de riesgo que no han sido resueltos en esta población como la falta de acceso al empleo y otros espacios de fortalecimiento de capacidades.
Realizado un grupo focal a mujeres beneficiarias del programa (Baños del Inca – Cajamarca). Afirman lo siguiente: ”… los productos no son entregados a los beneficiarios empadronados o nos reparten inequitativamente entre los receptores porque existen mafias y/o allegados políticos, familiares de las dirigentes se benefician sin tener el requisito”, ”… la municipalidad sólo da a las personas que le apoyan y nadie dice nada”, ”… nos quitan a los que somos necesitadas para dar a otros que no son”, “… las raciones que nos dan algunas de las señoras le dan a todos sus hijos grandes y chiquitos“, “… hay señoras que tienen casa hasta carro y todavía reciben, la gente es bien fresca, por temor no denunciamos”.
Con estas consideraciones se evidencia que la situación del Programa de vaso de leche es crítica y se agrava más cuando vemos a clara luz el gran desorden en el manejo de padrones de los beneficiarios en los municipios. Así mismo, el objetivo de reducir la desnutrición de grupos vulnerables no se cumple de manera efectiva; dado que, para las autoridades municipales es una respuesta política a un problema social, más que una aproximación técnicamente válida para enfrentar los objetivos reales de superar a la desnutrición y para las organizaciones es un espacio de poder de negociación de asistencialismo endémico conformista de subsistencia.
Apuntes de cierre.
1. El Programa de vaso de leche carece de reglas claras y de información para una definición precisa de “beneficiario”. Por tanto, no cumple con atender y no prioriza la atención a los grupos más vulnerables a fin de mejorar el estado de seguridad nutricional. Los niños pobres menores de 14 años excluidos del programa ascienden por encima de los 3 millones.
2. El programa se ha convertido en un círculo vicioso de conformismo endémico que limita el autodesarrollo de sus actores (estado y beneficiarios) pero que a ninguno le conviene romper para no perder sus propios beneficios. Por un lado como fuente de caudal electoral considerable y por el otro mantenerse en el programa.
3. Para los beneficiarios en la actualidad solo hay maneras de entrar en el programa, pero no de cómo salir. Mientras permanecen los beneficiarios dentro del programa se conciben únicamente como receptoras de recursos en forma de alimentos; lo cual contribuye directamente a que interioricen esquemas de “victimización y dependencia“ y a idear al programa como un medio para ser atendido por parte del estado.