El facilismo intelectual entrañable de la imperfección.

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Por: José GALINDO M.
www.josegm.da.ru

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El facilismo intelectual; se da en una parte importante de la población en formación académica y es cada vez entrañable, amigo y hermano de la imperfección social. Preocupa que muchos considere como una práctica cotidiana y hasta casi normal el facilismo para hacer trabajos sin cumplir con todas las condiciones, rebajar los niveles de evaluaciones, mandar a resolver exámenes con terceros o pasarse respuestas entre estudiantes por amistad o por compromiso.

Preocupa también, que los méritos consientes obtenidos con bastante sacrificio sean de poco valor; siendo más bien la viveza criolla, percibido como mérito por una sociedad indeliberado. Por tanto, uno se pregunta; en que influye todo ello? Que estamos construyendo? Quienes debe responder ante esta realidad alienable?.

Comparto la idea de quienes sostienen que la cultura actual imperante en nuestro país desde donde se la mire y a todas luces es el facilismo que mantiene inmerso en más del 50% de pobreza a pesar de la abundancia y diversidad de nuestras tierras.

Entonces, estamos frente al virus del cáncer social que nos arrastra irremediablemente al fracaso absoluto como país. Peor aun con la complicidad y pasividad de ciertas instituciones de formación sea universidades o institutos en lugar de estimular el esfuerzo del aprendizaje, velar por la ética y la moral de sus estudiantes; promueven el mal hábito de aprobar los cursos aunque sepan poco y nada como un pacto de mediocridad entre docentes y estudiantes. Naturalmente se exceptúa a las instituciones que si tienen Centros de Investigación y Escuelas Profesionales con responsabilidad seria en los procesos de formación, que exhortan investigación y capacidad para responder a los retos actuales.

En el país bajo la jurisdicción de la ANR existen 70 universidades, 16 filiales ratificadas principalmente de las universidades privadas; 582 institutos superiores tecnológicos revalidados por el MINEDU al 2008 y un sinnúmero de universidades ilegales o con procesos mal llamados “adecuación“; quienes saturan el mercado laboral de profesionales y técnicos semestralmente, cual si fuera mercancía emitir un cartón llamado título. Es atroz que se otorgue hasta grados de Doctor en cualquier esquina por supuestas filiales sin poseer centros de investigación, sin una plana docente calificado y locales adecuados para su funcionamiento. Siendo así, instituciones inestables en busca de adeptos, porque el cobro de pensiones de estudio a cambio del dictado de cursos resulta una inversión rentable para sus promotores. Peor aún, los docentes están obligados a aprobar a los estudiantes para que sigan pagando las pensiones o las evaluaciones no exige seriedad del caso al ser bajo prebendas.

Esta forma distorsionada de formación académica, ha dado lugar para que las Universidades y los Institutos Superiores, no sean parte de una inversión productiva que genera riqueza para el país. En su lugar viene generando profesionales y técnicos mediocres parasíticos del facilismo, que viven copando espacios contrarios a las inversiones productivas (allalleros, sobones, títeres, búfalos, mandamases) que en nada ayudan al desarrollo del país.

Para nadie es oculto que en las esferas del Estado; muchos miembros de los políticos pertenecen a la pirámide de la corrupción y mantienen viva una economía de las “comisiones” por contratos; es visible, las innumerables deficiencias administrativas, técnicas e ilícitos penales o civiles en la ejecución de inversiones de desarrollo; los favores laborales a personas incapaces o poco idóneas para cubrir puestos claves de trabajo, con el único aval de haber pegado afiches o cargado banderolas en campaña electoral. Situación que deteriora y menosprecia el merito del esfuerzo y la dignidad de los profesionales que sí apostamos a una formación competente para servir a nuestra sociedad a pesar de las iniquidades de quienes administran justicia.

Varias son las lecciones que se desprenden del fenómeno presentado y de seguro genera más de un debate, incluso estériles. Pero podría significar un cambio en el proceso educativo del país; si cultivamos una cultura de mérito, pero no solo con presentar un título, sino el mismo expresado en resultados visibles y acreditados. No debemos olvidar que la educación no es meramente adquisición de conocimientos, es un serio y firme compromiso por generar nuevos conocimientos, desarrollar un pensamiento crítico frente a la información que se recibe y a la realidad que se enfrenta, a ello se suma la capacidad de aprender incluso después de haber obtenido el título.

Finalmente, la sociedad merece verdaderas universidades e institutos que ofrezcan una educación superior de calidad enlazada con la pertinencia y el impacto social, no una mercancía de títulos y grados otorgada en cualquier esquina. Por tanto, para un verdadero desarrollo del país apremia nuevas reglas de evaluación y acreditación de las universidades e institutos superiores. En pleno siglo XXI no es posible que las universidades del país se enmascaren en una suerte de caja negra, cuyo accionar interior no sea objeto de evaluación, tanto por el estado ni por la sociedad.

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