¿Debate o divertimento?

A pesar que Arequipa atraviesa el peor momento de la pandemia, con los servicios sanitarios colapsados y los contagios y muertes en alza; a pesar que, por sentido común, varios líderes y autoridades locales se opusieron, justamente por la crisis sanitaria desbordada, a pesar de todo ello, el Jurado Nacional de Elecciones decidió que el debate presidencial se realice aquí, en la Ciudad Blanca. Ante esa decisión que linda con la idiotez, el Gobierno Central ha decidido poner como parche la prohibición de circulación de la gente, este sábado y domingo; sin embargo, los dirigentes de los rojos y naranjas siguen organizando marchas de apoyo a sus candidatos, aduciendo que “no pueden evitarlas porque nacen de la espontaneidad de la gente”. Es decir, el acojudamiento total.

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Cuarentena chicha

Entre los escasos aportes de las ciencias sociales peruanas para entender nuestra realidad, hay que resaltar la teoría de la Cultura Chicha, que apareció a fines de siglo pasado, y tuvo mucha vigencia hasta inicios del presente. Nacida del campo de la música, lo Chicha no sólo se refería a ese ritmo producido por la hibridez del huayno y la cumbia, a la que se le sumaba una nueva estética de formas y colores, sino también a nuevas reglas del quehacer político en donde los principios partidarios, la lealtad ideológica y demás valores, fueron reemplazados por la inmediatez y tecnocracia pragmática, envoltorios que hicieron de la mentira y la traición, los nuevos paradigmas de la política nacional. Eran los años del auge fujimorista.

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Adiós, año de mierda

Querámoslo o no, todos hacemos un balance cuando un año llega a su fin; es decir, recopilar lo bueno y malo que nos pasó, en los 365 días idos, no es un atributo sólo de intelectuales y menos aún de periodistas. Lo hacemos todos, y de hecho lo estamos haciendo con mayor énfasis este 2020, año que muchos califican de especial, particular, diferente, perdido, convulso, horroroso, etc. Yo lo califico como un año de mierda, y deseo, con todas mis fuerzas, que termine; y, si es posible, borrarlo de mi memoria.

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¿Por quién votar?

Me llama mi madre (83 años, recuperándose de una operación, sin ninguna obligación electoral, pero convencida que el domingo 26 tiene que ir a votar, porque para ella, es una manera de sentirse viva y seguir aportando por el país), para hacerme la pregunta de rigor de estos días: ¿por quién votar? A esa interrogante se suman mis hermanas, constatando, in situ, lo que dicen las empresas de opinión pública: a una semana de las votaciones para crear un nuevo Congreso Legislativo, más de la mitad de la población electoral, no sabe a quién endosarle su voto y, lo que es peor, no tiene la mínima intención de hacerlo.

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Arqueo del 2019

Casi es un ritual por estos días, recibir las llamadas de algunos medios, para preguntarme cómo evalúo el año que se va. Obviamente, se refieren a mi visión sobre cómo nos fue, tanto a nivel nacional y local. Si hubiera que calificarlo, se me viene a la memoria parafrasear la cinta de Peter Weir: El año que vivimos en el espasmo; es decir, un período de tensiones, de convulsiones y agitaciones persistentes. Veamos, cuáles fueron las principales.

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Justas electorales

Alumnos, antiguos y actuales, me detienen en plena calle y me hacen saber, con inocultable satisfacción y orgullo, que son candidatos al congreso; que están lidiando, denodadamente en las actuales justas electorales, representando a un partido político, que para mí suena extraño, pero que para ellos, representa la sangre nueva que reclama la clase política nacional. Me hablan con ahínco de sus propuestas, y antes de la despedida que yo busco con apuro, me piden un consejo, recordando que fui su profesor, y suplican mi voto, el de mi familia, amigos, “para acabar con la corrupción, profe”.

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Alan

Estaba en pleno dictado de clase, cuando un alumno irrumpió abruptamente, diciendo: “Profe, Alan García se ha disparado”. Quizá, ante mi incrédulo rostro, el alumno insistió: “Alan se ha disparado, así lo dicen las redes”. El resto del aula, celular en mano, empezaron a dar más detalles: “Está en un hospital, se encuentra en coma, está muy grave”, y un largo etc. Yo seguí incrédulo.

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