La maestra Mafalda

Confesémoslo: todos los que pasamos en nuestra pubertad por el ritualístico Servicio Revolucionario Obligatorio, convertimos a Mafalda en la mejor forjadora de nuestro espíritu contestatario. Obviamente, no lo decíamos abiertamente, pues en nuestros Círculos de Estudios Políticos, lo correcto era señalar que nuestra rebeldía se nutría de Marx, Lenin, Mao, o mínimamente, Harnecker, aunque nunca pasábamos de las primeras veinte páginas de esas aburridas lecturas (con excepción de la periodista chilena que era más panfletaria). Con Mafalda ocurría lo contrario: nos identificábamos automáticamente con su discurso antisistema, denunciando la injusticia y desigualdad reinante a favor de los más necesitados. Todo eso, desde su posición clasemediera, como nosotros.

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