ELECCIONES PARA EL PRESENTE

Sí, sabemos que las preferencias electorales se definirán, como siempre, las dos últimas semanas antes del día de las elecciones; es más, sabemos que, como nunca, un gran porcentaje de electores, recién decidirán por quién votar mientras estén haciendo la cola; sin embargo, a poco menos de tres meses de la “fiesta democrática” para elegir a nuevos gobernantes, la creciente apatía o desinterés del actual proceso electoral, es singular, histórica y, a la vez, preocupante.

Por ejemplo, en Arequipa, considerada la segunda ciudad del país, las noticias electorales no existen o, en todo caso, sólo aparecen cuando viene algún candidato presidencial de la capital para representar el tradicional guion circense (meterse a un mercado, tomar su chicha de guiñapo, aglomerarse con la gente, “bañarse de popularidad” y posar para las fotos). ¿Y las medidas de seguridad por la peste? Manan, nuestros políticos juegan a ser “cholos de acero inoxidable”; es más, es parte de la estrategia electoral.

Si uno se atreve a salir y pasear la ciudad, descubrirá una apatía similar; es decir, son pocas las paredes pintarrajeadas o las gigantografías publicitando a los candidatos. Muchísimo menos se ve movimientos en los locales partidarios y, ya sabemos, no habrá caravanas, mítines, ni cierres de campaña. Las tradicionales pintas en las carreteras también brillan por su ausencia, y la única que se lee en el tramo Arequipa-Mollendo es la de “Forsay presidente”.

Lo curioso de ese “ausentismo electoral”, es que se da en medio de una vorágine de candidatos, pues hay una veintena de postulantes presidenciales, a las que se suman Los Miles que quieren llegar al Congreso, lo cual hace que, como nunca, el planillón electoral, sea una real sabana para albergar a tantos aspirantes; los mismos que, nuevamente, hacen noticias por sus trapacerías, bribonerías o antecedentes policiales, no por sus propuestas.

Que éstas sean unas elecciones “especiales”, es por la presencia de la peste; es más, ésta sigue siendo la variable que, incluso, la reprograme o anule, en función a cómo  respondamos a las “nuevas olas”, lo cual hace que sea el Covid19 la que realmente decida el rumbo de la política nacional.

Penoso y frustrante que así sea, pues cuando en noviembre vimos a un Sagasti tomando las riendas del país, creímos que, por fin, el Perú se enrumbaba o veía la luz en esta nefasta crisis elevada a la tercera potencia (sanitaria, económica y política). Creímos que la academia y la experiencia tecnocrática, al tomar la conducción del país, por lo menos cumplirían la tarea fundamental que tenía Sagasti: garantizar el proceso electoral, ampliar las esperanzas a través de las elecciones presidenciales. Nada de eso hay; al contrario, lo que vemos es un gobierno no de “transición”, como lo repiten afanosamente, como para descargar responsabilidades, sino de “confusión o atontamiento”, que, ni siquiera, puede construir una narrativa coherente en una conferencia de prensa, para anunciar las medidas frente a la segunda ola.

Caro favor pues que le está haciendo Sagasti y su equipo, a las ciencias sociales peruanas, de donde mayoritariamente provienen (y de taquito, a la PUCP, de donde han egresado la mayoría del gabinete), reafirmando así lo que PPK hizo: que los “gobiernos de lujo”; es decir, aquellos de grandes títulos o pergaminos, especializados en “diagnósticos y  problemáticas”, poco o nada hacen cuando toman las riendas del país. Ante esa constatación, ¿por qué asombrarnos de que las preferencias electorales, las siga teniendo un ex pelotero de un equipo que hoy está en segunda? Para aumentar la paradoja, todo esto ocurre en el esperado y así declarado “Año del Bicentenario”. Es decir, a doscientos años de independencia, la promesa repúblicana, sigue siendo eso, una promesa.

Por lo visto, en sólo dos semanas se esfumó los deseos positivos que trae todo año nuevo. La incertidumbre, miedo y preocupación inmediata por lo que nos trae la peste, sigue pauteando la vida nacional. Así, hablar o pensar en elecciones es un lujo o, tal vez, una tontería o pérdida de tiempo, porque no hay candidatos confiables, y mucho menos propuestas atractivas.

Sólo queda seguir cuidándonos, nosotros mismos, para garantizarnos, por lo menos un año más de vida. No un período, sino un año. Creo que, en la actualidad, en eso se resume la verdadera expectativa del peruano. Por eso, que los candidatos nos hagan promesas de “períodos”; es decir, de un futuro mediato, no calza en el imaginario actual. Lo que busca el peruano, el de a pié, es que le den respuestas a su “hoy”; es decir, a su presente. Creo que por allí está la fórmula para hacer que estas elecciones, por lo menos, despierten el interés de la gente.

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