Mamá

Nació en Arequipa. Caymeña, luego Cerreña. Orgullosa de ser arequipeña, hasta la médula. La sexta de diez hijos que tuvieron Buenaventura Gutiérrez y Marximiliana López (Ventura, Virginia, Reinaldo, Leónidas, Elsa, Eloiza, Olga, Edith y Luis). Alumna de Escuela Fiscal, luego costurera. Casóse con Pedro Vargas. Migró a Lima a días de alumbrarme. Para sus otros partos, regresaba a Arequipa, pues quería que todos sus hijos sean characatos. Ocurrió con Mirian. Con Silvia, casi. Luego Pedrito, que no alcanzó la luz. En la capital fue una provinciana exitosa. A punta de puro trabajo: en sus bodegas, convertidas los fines de semana en cevichería, caldería y, también, potajes mistianos. Era la characata querida de Luis Chiapee, de la Urbanización Los Sauces, de Salamanca de Monterrico. Era la famosa “Señora Esthercita”. Conquistó a todos en esos sitios. Es más, si había arequipeños o apellidaban López, los adoptaba inmediatamente. Así, se hizo de legiones de ahijados y sobrinos postizos. Años después, muchos de esos primos ficticios me confesarían “Tu madre me salvó la vida”.

Su casa era de todos: hermanos (as), cuñados (as), sobrinos (as). ¿Quién no llegó allí? Cuando aparecía una charchasuga, sabía que llegaría un familiar. Ella los recibía alegre, feliz. Le gustaba rodearse de gente y ser el centro, con su risa, melodías y bailes. Le encantaba cantar. “La música”, era una de sus frases, preocupaciones y pasiones. Viajar era otro de sus placeres. Fuera y dentro del Perú. Uno no podía hablarle de un país o ciudad. Ella ya los conocía. Especialmente, viajaba a Arequipa. Regresaba allí en cuanto podía. Si era por la Virgen del Rosario, mejor. Además, para ver a sus hermanos (as) por quienes moría, y rezar ante el mausoleo de “sus papacitos”, a quienes siempre lloraba. Terminaba sellando la visita con las picanteadas. “Qué cosa pa’ rica”, exclamaba, cuando saboreaba algo, a pesar de las críticas que recibía, pues su diabetes frenaba su buen diente. Pero ella sabía sacarle la vuelta. Se daba su gusto. “Más vale que me haga mal a que se pierda”, era una sentencia que repetía evocando a mi abuela.

También moría por sus hijos. “Mis tesoros”, decía.  “Mi Mirian”, “Mi Silvia”, así las llamaba. A mí, “Papacito”. Viví con ella hasta los dieciséis años. Volví a Arequipa para mis estudios profesionales. Mis hermanas sí vivieron con ella, cuidándola, mimándola. Incluso soportando sus caprichos. “A veces es bien jodida. No la conoces del todo”, me decían. Ella era feliz por eso y siempre se lo agradecía a Dios. A “Sus tesoros” se le sumó sus nietos. Primero Manuelito, quien la hizo abuela. “Sólo quiero vivir hasta verlo en el colegio”, decía. Lo vio hasta ser profesional. Se sumaron Fabio y Josué. “Pedro siempre quiso tener tres nietos”, decía sollozando. Los últimos años, remozaba su casa y, de paso, ella misma rejuvenecía esperándolos para pasar vacaciones. Sus arrugas y dolores desaparecían cuando llegábamos. “La casa vuelve a estar silenciosa”, decía cuando nos despedíamos, hasta la próxima visita veraniega.

Los últimos años, su cumpleaños se volvió en un sagrado ritual familiar. Había que festejarlo como ella quería: misa, mucha gente, mucha comida y trago, mariachis, canto, baile. El quince de diciembre pasado, lo celebró convaleciente, luego de una operación a la cadera. Yo creí que a sus ochentitres años, no aguantaría una nueva operación. Aguantó.  “Ya estoy empezando a caminar solita”, decía entusiasmada. Odiaba no poder moverse libremente. Quería volver a viajar. Regresar a Arequipa. Planeaba estar en mi cumpleaños. Todos esos planes se frustraron con la peste. Por su edad y achaques, fue el cristal que había que proteger. La llamaba diariamente para saber cómo estaba. “Estoy feliz. Ahora almorzamos y comemos todos juntos”, decía. Se refería a mis dos hermanas, su nieto y yerno. “Algo bueno trae la peste”, decía yo.

Pero la peste se metió a casa. Todos resistieron, menos Mirian que tuvo que hospitalizarse. “Si a ella le pasa algo, yo me muero”, decía, mientras yo le aseguraba que pronto se recuperaría. Así fue. Volvió a sonreír cuando Mirian la llamaba del hospital contándole de su curación y hasta de lo que comía. Se entusiasmaba con su regreso a casa. Hablamos por última vez el domingo. También lo hizo con sus nietos y Merly, a quien le contaba de sus cuitas de salud. A mí, nada de eso me informaba. Una manera de mostrar su amor era no preocupándome. Pero, igual, yo sabía que volvieron sus achaques diabéticos. Dos días después la hospitalizaron. El miedo, la pena, la impotencia y rabia de no estar a su lado. El viernes siete, recibí la funesta noticia: partió esa madrugada. Derrumbado. No me paré de la cama hasta el almuerzo. Me puse mi mejor terno. Así estuve todo el día. Fue una forma de honrarla. “Un doctor como tú, tiene que estar siempre con terno y corbata”, me decía.  Al día siguiente, se enterró con los malditos protocolos que manda la peste: el ataúd envuelto en plástico; directo, del hospital al cementerio; sólo dos personas; ningún rezo. Deysi acompañó todo el trayecto hasta el cementerio, trasmitiéndolo. Luego Manuelito, tomó las fotos finales. Yace al lado de su esposo, mi padre. “Amor eterno”, se lee en la lápida.

Para consolarme me repito lo que todos me dicen: “es una sabia decisión divina”. También me alivio con la fantasía que está con mi papá, mis abuelos y tíos. Si es cierto, ya deben estar cantando, riendo y picanteando; ahora sí, sin restricción, pues “en el cielo todos los males desaparecen”. Mirian me dice que la siente más cerca que nunca. Yo también estoy aprendiendo eso: sentirla conmigo, reconociendo que, al fin y al cabo, salí de sus entrañas; por tanto, soy una continuación de ella, como también lo soy de mi padre. Ellos siguen viviendo en mí. Mis pies y cada paso que ahora dé, son sus pies y sus pasos. Mis manos son suyas, y lo que haga, también de ella. No te has ido, mamá.

 

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10 comentarios

  • Cécilia Vyroubal

    Leerte me arrugo el corazon. Abrazos grandes José Luis

  • Que hermosa biografía de mi querida tía Esther primito,así la vamos a recordar siempre,por su gran corazón,amabilidad ,generosidad,su alegría ,el baile y sobre todo su buen sazón como buena arequipeña..Un beso hasta el Cielo tía Esther!!!❤️❤️❤️❤️

  • Erika Gutierrez de Begazo

    Que hermosa biografía de mi querida tía Esther primito,así la vamos a recordar siempre,por su gran corazón,amabilidad ,generosidad,su alegría ,el baile y sobre todo su buen sazón como buena arequipeña..Un beso hasta el Cielo tía Esther!!!❤️❤️❤️❤️

  • Edith Gutiérrez

    Coquito,gracias por hacernos revivir el recuedo de mi hermanita nunca la olvidaremos,siempre estara en nuestro corazon ella no ha muerto esta dormida esperando la venida de Jesus para resucitar y la volveremos a ver.Dios la tenga en su regazo con todo su amor,un fuerte abrazo hijito tu tia Edith.

  • Imposible describir mejor al Angel Alegre de Nuestra Sagrada Familia….imposible no dejar correr unas lágrimas al leerte…imposible no sentir el corazón partido al saber que al llegar a Lima, tia Ester no estará con su sonrisa abunda te, su voz alta y melodiosa, su abrazo bien apretado y sentido. Imposible olvidarte querida tia Tey…te amaremos siempre !!!

  • Victor Toto Begazo Cornejo

    Primos mi saludos para todos Uds tu mami fue lo maximo una persona que solo dava luz amor mis recuerdos mis tio Pedro y Esther desde mi ninez y adolesencia recuerdo que cundo se reunia con nosotros en casa y havia musica nos decia todos a bailar y nos hacia bailar su sonrisa y su carino para con nosotros siempre en mi memoria hasta la eternidad QED ; siempre te recordaremos tia Esther … !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

  • Sandro Tejada Franco

    El amor más grande expresado maravillosamente…es imposible no sentir correr lágrimas cuando algo tan bellamente escrito lo sentimos como propio…

  • Nada más cierto, mi estimado amigo, eran, son y serán lo mejor de nuestras vidas.
    Un gran abrazo Manito y recuerda que nunca se irán en la medida que estén en nuestros corazones.

  • Que hermoso mensaje…! Fue un honor para mi conocerla, fue de esas muy pocas personas que solo trasmiten amor, alegría, ternura y cariño… Podía pasar horas escuchando sus historias, hablándome de Arequipa, sus hijos y su esposo. Tuve el gusto de recibirla en mi país y luego ella en el suyo una amistad que nunca olvidare…!

  • Hilda Solis Chavez

    Hola Coco, siento mucho tu perdida, ella estara siempre mirandolos y cuidandolos cada dia, ella esta reunida con todos esos seres muy queridos que le tomaron la delantera. Yo siempre la recordare como una Sra de gran corazon y muy buena amiga.
    Tus palabras y descripcion sobre tu Sra madre son muy bellas, Dios y la Virgen la tengan en su gloria, ella partio pero su recuerdo perdurara…

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