Ni con el pétalo…

1Desde hace dieciséis años, todos los 25 de noviembre como hoy,  el mundo conmemora el “Día de la no violencia contra la mujer”.  Es decir, la ONU decidió crear esta fecha para reflexionar y tomar  decisiones en torno a un drama que, lejos de disminuir en todos estos años, lamentablemente va incrementándose al extremo que hoy la violencia que sufre la mujer se ha declarado como una nueva pandemia mundial.

Los datos así lo corroboran: el 35% de las mujeres en el planeta sufren hoy  algún tipo de violencia física y/o sexual, ya sea con su pareja o fuera de ella. La situación se torna más dramática cuando sabemos que a lo largo de su vida, el 70% ha sufrido o sufrirá  de algún tipo de violencia.

Nuestro país no escapa de este drama; es más, ostenta vergonzosamente uno de los primeros lugares en toda Latinoamérica. Internamente, Lima encabeza este ranking seguido por nuestra ciudad, la hidalga y religiosa Arequipa que en este tema se muestra como una región troglodita  por el trato que mayoritariamente sufre la mujer mistiana.

 Hay varios tipos de violencia que experimenta la mujer. Las más comunes son la sicológica, física y sexual, aunque también otras clases de maltrato que hoy vienen develándose con mayor notoriedad como el económico o el trafico o trata de personas. Frecuentemente, estas formas de violencia se interrelacionan afectando seriamente la salud de la mujer  y de la sociedad, pues con el maltrato femenino en realidad se va minando el bienestar de  la familia, comunidad y sociedad en general, pues problemas agudos como la ausencia de educación, oportunidades de empleo o diferencia remunerativa; es decir, todas las causas que reproducen la pobreza, se amplían geométricamente en las mujeres y en especial en aquellas que sufren algún tipo de violencia.

 El drama se agudiza aún más cuando los medios nos informan que de esos tipos de violencia, en nuestro país y en concreto  en nuestra ciudad, viene ocurriendo la modalidad más extrema, el feminicidio; es decir, el asesinato, la perdida de vida que, dada la frecuencia  con la que viene ocurriendo, prácticamente se trata de un problema socio-político y cultural que debe ser atendido por el Estado peruano, que así lo entendió hace una decena de años y que posibilitó la  promulgación del Plan Nacional de Violencia contra la Mujer. Cumplidos diez años de dicha política de Estado, y prácticamente en su fase final, sería bueno evaluarlo para reconocer  cuáles fueron sus limitaciones o sus vacíos, pues con los datos en mano, hay que admitir que poco o nada se avanzó en nuestro país para solucionar tan dramático problema.

 Pienso que hoy,  “Día de la no violencia contra la mujer”, dicha revisión y evaluación de ese Plan que compromete  al universo femenino nacional, podría ser el mejor homenaje que la mujer peruana reciba como una muestra objetiva de que en nuestro país sí se ha tomado la decisión  de resolver este problema.

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