Yamilismo: los primeros 100 días

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Culminó los primeros 100 días de la gestión regional encabezada por Yamila Osorio. Como recomienda la tradición política, ha  tenido su “luna de miel”; es decir, el tiempo suficiente para consolidarse en el nuevo cargo, aunque muchos lo creyeron innecesario, puesto que Osorio no es ninguna advenediza, pues encabezaba el Consejo Regional de la segunda gestión guillenista, además de ser candidata de la agrupación que manejó por dos períodos el Gobierno Regional.  Siguiendo también la tradición política, luego de los primeros 100 días es saludable empezar a hacer las primeras evaluaciones.

Ser joven y mujer (la única elegida para el cargo a nivel nacional), generaron gran entusiasmo y expectativas al inicio de la era yamilista. La promesa de una gestión nueva, eficiente, moderna y transparente,  consolidó dichas expectativas. Sin embargo, hasta el momento no se plasma tal promesa, pues no es nada fácil dotar al Gobierno Regional de un personal altamente calificado puesto que para ello se requiere no sólo del apoyo de organismos competentes como Servir, sino también de los propios profesionales con esas características que, como sabemos,  apuestan poco o nada para trabajar en el sector público. Ese vacío está aún por llenar y no puede esperar mucho tiempo, ya que corre en riesgo, como empieza a rumorearse, que el yamilismo empieza a pagar los favores políticos (el ejemplo más claro es la presencia de Víctor Hugo Rivera en su entorno).

 Estos tres meses también están caracterizados por el “descubrimiento” de la herencia guillenista que muchos sabíamos de antemano; es decir, obras no sólo deficientes, sino también sobrevaloradas,  debacle administrativo al interior del GRA y un sinnúmero de denuncias por corrupción. Lo bueno es que hasta el momento a Osorio no le ha temblado la mano para acusar, denunciar y ordenar inmediata investigación de todos estos hechos. Aunque sabemos que no le corresponde, igual sería bueno un seguimiento a estos casos para que el aparato judicial actúe para evitar que cunda la percepción de cierto pacto por la impunidad.

 En el último tramo de este primer trimestre de la era yamilista, lo resaltante ha sido algo que también se venía venir: la reactivada protesta antiminera del proyecto Tía María, esta vez con mayor fuerza porque desde enero, los líderes son a la vez autoridades de la zona. Frente a esta situación, ha sido  importantísimo que Osorio salga al frente convocándolos, incentivando el diálogo e, incluso, llevándolos a Lima para acercarse y buscar la intervención del propio gobierno central. Es decir, lo que Juan Manuel Guillén jamás hizo en sus 8 años de gobierno, lo ha hecho Osorio en sus primeros 100 días. Esta estrategia se ha plasmado en la conformación de una Mesa de Desarrollo de Islay que, como sabemos, de poco sirvió para impedir la huelga indefinida de esa población y que también de poco servirá para que el proyecto prospere, pero eso ya no es responsabilidad de la administración Osorio, sino de los dirigentes zonales que tienen un objetivo político determinado y de la manera idiota con que la Southern ha manejado el asunto.

 Aparte de lo anecdótico (salío elegida como “Presidenta Regional” y hoy es “Gobernadora” por una reforma congresal), así es como llegamos a estos primeros tres meses de la era yamilista, aún afiatándose, aún buscando y acostumbrándose a la dinámica de la gestión regional que, obviamente, recién está aprendiendo. Cuenta a su favor el hecho que es poco lo que puede hacer este año puesto que básicamente le corresponde ejecutar lo dejado por su antecesor; es decir, a partir del 2016 sí estará gobernando, por lo que le queda nueve meses para trazar un plan efectivo. Al respecto, prometió que finalizado sus primeros 100 días lo iba a presentar. Ojalá ya lo haya terminado y lo publicite pronto para saber, por lo menos en lo teórico, qué nos espera al 2018. Y sería bueno que lo haga aprovechando este escenario donde, salvo la provincia de Islay, nadie la molesta, pues los López, Apazas, Domínguez y Calles sigue calmos y Javier Ismodes, quien debió haber asumido el liderazgo opositor, aún no sale del foso depresivo al que cayó en diciembre.

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