Melgar

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Llegó el día central de recordación de nuestro mártir y poeta Mariano Melgar. Como sabemos, el programa conmemorativo es nutrido. Por mi parte, comparto con ustedes el discurso que Juan Guillermo Carpio Muñoz pronunciará esta tarde en el Congreso de la República.

 ¡Salve Melgar, Arequipa y el Perú entero te saludan y veneran!

En estos doscientos años de su desaparición una caricatura de Melgar recorre como un fantasma equívoco en nuestra memoria colectiva. Esa leyenda nefasta dice algo así como que Melgar, descorazonado porque Silvia no le correspondió en amores, prácticamente se suicidó metiéndose a las huestes  de Pumacahua. ¡Falso, de toda falsedad!
Mariano Melgar amó al Perú y soñó y luchó por su independencia mucho antes de conocer a Silvia, como también durante y después de sus escarceos amorosos con ella. No se debe seguir tapando la grandeza de un patriota y un ser humano ejemplar con el amor que su sensibilidad ensalzó y le causó más dolores que satisfacciones.
Pero no solo la nefasta caricatura de Melgar lo desfigura, sino que hasta la devoción popular que tenemos los arequipeños por él, lo convierte solo en un personaje de la historia arequipeña y lo circunscribe a una significación local. Pero no. Mariano Melgar con su vida, con sus poemas y con su sacrificio patriótico es mucho más que eso, es un ejemplo y personaje de talla universales, es un héroe nacional y un precursor de nuestra independencia nacional. Veamos porqué.
Melgar, mucho antes de enamorarse de Silvia, como estudiante y luego como bibliotecario del Seminario, estudió en sus idiomas originales a los ideólogos de la Revolución Francesa y de la Independencia de los Estados Unidos y comenzó a soñar en conseguir para su pueblo esos ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Así mismo, el joven Melgar con otros jóvenes ilustrados, entre los que se contaba a su más grande amigo, mentor y colega de cátedra en el Seminario: José María Corbacho, integró y fue secretario de la Tertulia Literaria, una especie de sociedad secreta que se reunía en algunas casas de las afueras de la ciudad, para que sus socios comentaran las nuevas ideas de esa época vertiginosa que estudiaban con fervor en los libros y, sobre todo, para que soñaran e imaginaran en cómo libertar a su pueblo de la dominación española.
Promulgada la Constitución de Cádiz de 1812, que Arequipa juró respetar el 22 de diciembre de ese año, en febrero de 1813 se procedió en Arequipa a realizar la primera elección popular de las autoridades locales en toda nuestra historia. En la ocasión se formaron dos partidos: los Conservadores y los Patriotas. Mariano Melgar promovió y trabajó por los Patriotas, quienes triunfaron y, entre otros, lograron la elección de Nicolás de Araníbar y Pedro Domingo Masías como alcaldes de Arequipa de primera y segunda nominación. Por este triunfo la alegría patriótica, cívica y política de Melgar fue mayúscula, por lo que escribió su Oda a la Libertad (que consta de 198 versos, de los que solo leeré 18):
“Por fin libre y seguro
Puedo cantar. Rompióse el duro freno,
Descubriré mi seno
Y con lenguaje puro
Mostrará la verdad que en él se anida,
Mi libertad civil bien entendida.
Oíd: cese ya el llanto;
Levantad esos rostros abatidos,
Esclavos oprimidos,
Indios que con espanto
Del cielo y de la tierra sin consuelo,
Cautivos habéis sido en vuestro suelo.
Despotismo severo,
Horribles siglos, noche tenebrosa;
Huíd.  La India llorosa,
El sabio despreciado, el orbe entero,
Sepan que expiró el mal y que hemos dado
El primer paso al bien tan suspirado.”
Es notable que Melgar, a la sazón un joven de solo 22 años, era consciente de que esa primera elección del ayuntamiento arequipeño por votación popular  y no por imposición del Virrey español, era “el primer paso al bien tan suspirado” que no era otro que la independencia del Perú.
Pocos meses después en agosto y noviembre de 1814, cuando triunfa la rebelión de los hermanos Angulo en Cusco y una expedición de los rebeldes cusqueños llega a Arequipa dirigida por Vicente Angulo y Mateo Pumacahua a la que se enroló Melgar, la alegría y el fervor por la libertad del Perú que sentía Melgar en esos sobresaltados días los plasmó en su Marcha Patriótica, que bien podríamos considerar nuestro primer himno nacional:
Ya llegó el dulce momento
En que es feliz Arequipa,
Ya en mi suelo se disipa
El Despotismo feroz:
Ya se puede a boca llena
Gritar: que la Patria viva,
Que la libertad reciba
Que triunfe nuestra Nación.
Cayó el monstruo detestable
Que en nuestra cerviz sentado
Trescientos años ha hollado
La Justicia y la razón:
Y en su lugar se levanta
La oliva de la victoria,
Que borrará la memoria
De los siglos de opresión.
Levantad pues hijos bellos
Del Perú siempre oprimido
Incrementad el partido
De esta grande Redención:
Ved que el Cielo nos protege
Y que salen los efectos
Mayores que los proyectos
Que el patriotismo formó.
No se encuentre un hombre solo
Que no empuñe aguda espada,
Y arroje a su negra nada
Al tiránico español;
Pues las heridas gloriosas
Que en el campo se reciban
Harán que sus hombres vivan
Muerto el Déspota escuadrón.
Suene en fin en todas partes
Con las voces y los hechos,
Que no vivan nuestros pechos,
Si no logran este honor:
Viva, viva eternamente,
El Patriotismo Peruano,
Viva el suelo Americano,
Viva su libertador.
Estos vibrantes versos los escribió 9 años antes del 28 de julio de 1821 y 12 años antes de la Batalla de Ayacucho en 1824. Por ser un ideólogo de la Independencia, por ser su poeta más fino, por ser un patriota consecuente que al llamar al combate en sus versos los refrendó enrolándose en las fuerzas patriotas y luchando en Umachiri hasta caer prisionero (cuando bien pudo escapar al ver que la derrota era inevitable y él era un joven atlético de 24 años); por eso Melgar es con notable y total merecimiento  precursor de la libertad del Perú y héroe nacional del Perú. ¿Alguien puede dudar de su condición suprema de Patriota ejemplar? ¿Alguien puede calificar que su sacrificio patriótico totalmente lúcido, consciente y teóricamente fundamentado, fue un suicidio por decepción amorosa? Lo que sucede es que en la historia del Perú, que peca de un exacerbado centralismo, en que solo se ocupa de Lima en cuanto habitáculo del epicentro del Estado Peruano, no hay lugar o no se valora en su real trascendencia los hechos heroicos de los mal llamados provincianos o indios, como fueron los miles de patriotas cusqueños, puneños y arequipeños que ofrendaron sus vidas en la rebelión  de los hermanos Angulo, sin lugar a dudas la gesta patriótica más importante de nuestra independencia.
Desde 1999 soy el primero en sostener (y esta es ocasión excelente para reiterarlo) que Mariano Melgar fue el primer luchador contra la discriminación racial, no solo en el Perú y América, sino uno de los primeros en el mundo entero. Y este descubrimiento mío lo ubica a Melgar no solo como un hombre extraordinario para Arequipa y para el Perú, sino para la historia de la humanidad.  Y no se crea, que peco de exagerado.
La discriminación racial es tan antigua como el género humano y aunque seguramente hubo luchadores contra ella en la antigüedad; recién en el siglo veinte se personifica con luchadores como: Rosa Park, Martin Luther King, y Malcom X. Las Naciones Unidas, recién el 21 de diciembre de 1965 adoptó la Convención internacional pertinente. Ahora, en el siglo XXI, la FIFA promociona el desterrar el racismo de los estadios. Hoy, doscientos años después que Melgar iniciara esta lucha contra el racismo y la discriminación este Congreso de la República se propone, y hace bien, en dictar leyes al respecto.
Mariano Melgar amó a los seres humanos, sin distinciones de sexo, raza, situación económica o religión. Permítanme referirles una de sus fábulas, que casi nunca se mencionan cuando de poesía melgariana se trata, pues se prefiere resaltar al poeta que canta a su amor frustrado, ocultando al pensador lleno de sensibilidad social, humanismo y patriotismo. La siguiente fábula, después de doscientos años de escrita, cae como carbones encendidos en las manos y en las almas de la mayoría de gentes de nuestros días que discriminan a otras gentes, especialmente a nuestros compatriotas andinos, despectivamente llamados “indios”. Escuchemos a Melgar con atención y reflexionemos:
EL CANTERO Y EL ASNO
Nos dicen ciertas gentes
Que es incapaz el indio;
Yo voy a contestarles
Con este cuentecito.
Bajaba una mañana
Un cantero rollizo,
Repartiendo y lanzando
Latigazos y gritos
Sobre su infeliz tropa
De cargados borricos.
“¡Qué demonio de brutos!
¡Qué pachorra! … me indigno!
Los caballos son otros,
Tienen viveza y brío;
Pero a estos no los mueve
Ni el rigor más activo”.
Así clamaba el hombre;
Mas volviendo el hocico
El más martagón de ellos
En buena paz le dijo:
“¡Tras cuernos palos! ¡Vaya!
Nos tienes mal comidos,
Siempre bajo la carga,
¿Y exiges así el brío?
¿Y con azote y palo?
Pretendes conducirnos?
¿Y aun nos culpas de lerdos
Estando en ti el motivo?
Con comida y sin carga,
Como se ve el rocino,
Aprendiéramos luego
Sus corbetas y brincos;
Pero mientras subsista
Nuestro infeliz destino,
¡Bestia el que se alentara!
Lluevan azotes: lindo;
Sorna y cachaza y vamos,
Para esto hemos nacido”.
Un indio, si pudiera
¿No dijera lo mismo?
Con esa pregunta “Un indio, si pudiera / ¿no dijera lo mismo?” Melgar nos reta, nos enseña y especialmente nos pide que no discriminemos a nuestros compatriotas. Indudablemente que la lección que nos dio Melgar hace más de doscientos años de no discriminarnos entre nosotros, los peruanos todavía no la hemos aprendido. Esta fábula, debía enseñarse en todas las escuelas de Arequipa y del Perú, hasta que los jóvenes y niños la entendieran y recitaran como el bendito.
Y no se crea que su lucha contra la discriminación se quedó solo en las fábulas que escribió o en su buen corazón, no, ahí no se quedó Melgar. Puso en práctica su forma de pensar como una forma de vida y, precisamente en lo que más le gustaba hacer: escribir poemas y componer canciones. Se acercó a los indios y mestizos que en su tiempo no solo eran vilipendiados, discriminados, maltratados, sino que eran considerados prácticamente como muebles o animales salvajes, y él sí tuvo oído y sensibilidad para considerar que los indios discriminados eran tan humanos como él y por lo tanto, sujetos creadores de belleza. Por eso escuchó y valoró sus canciones tristes y él, uno de los jóvenes más cultos del mundo de su época, comenzó a crear poemas y canciones a la manera o del mismo modo que los discriminados indios y pudo enriquecer el yaraví que provenía del jarawi preincaico e incaico, fundando la verdadera poesía y música popular del Perú, y entroncando la estética de nuestras culturas ancestrales con la de la cultura occidental. Finalmente, téngase en cuenta que los hombres de Pumacahua y Vicente Angulo, a los que se integró Melgar, eran en su casi totalidad patriotas andinos, mal llamados: indios. Melgar no tuvo ningún prurito para sumarse a ellos y nos dio el ejemplo de pelear codo a codo con ellos y morir como muchos de ellos por la libertad de la patria.
¿Alguien puede negarle su condición de haber sido un personaje extraordinario no solo para Arequipa y para el Perú, sino para la historia de la humanidad? ¿Alguien puede negarle su condición de precursor en la lucha contra el racismo y la discriminación racial en el mundo? ¿Alguien puede negarle su condición de fundador de la literatura y la música popular peruanas y del entroncamiento de la estética de nuestras culturas ancestrales con la de la cultura occidental? ¿Alguien puede negarle su condición de precursor del romanticismo literario en la cultura occidental? Nadie.
Que el Bicentenario de su sacrificio patriótico motive a que las instituciones políticas, académicas, educativas, artísticas y militares de nuestra patria trabajen porque se le reconozca como tal. Pero, sobre todo, trabajemos para que nuestros niños y jóvenes tomen de Mariano Melgar, un joven como ellos, su ejemplo de vida.
Niños y jóvenes peruanos:
Como Melgar esfuércense más en estudiar y ser mejores cada día, amen más al Perú, a la libertad, al futuro y al desafío de hacerse a sí mismos; identifíquense más con nuestros valores culturales siendo al mismo tiempo universales y modernos; y destierren el racismo y la discriminación racial entre peruanos.
 
¡Salve Melgar, Arequipa y el Perú entero te saludan y veneran!
Arequipa, 12 de marzo del 2015.
Juan Guillermo Carpio Muñoz.
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