V.R. Sacca

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Durante mi época universitaria, el profesor que más encarnó los valores de rigidez, precisión académica, disciplina estudiantil y responsabilidad en nuestra formación profesional fue Víctor Raúl Sacca Abusabal.  Eso se complementaba con el trato a la distancia, circunspecto y enjutado  con el que siempre se relacionaba con nosotros, sus alumnos. Es decir, a Sacca se le respetaba…y se le temía.

Sus cursos eran considerados por nosotros como las bases de nuestra formación sociológica: Teoría y Estructura Social, Política y Estructura, Sociología Política, todos ellos atravesados por un marxismo catequístico que él profesaba con severa e irrenunciable lealtad que aprendió siendo dirigente estudiantil de izquierda, condición que en los años sesentas, debía ostentar todo aquel que quería ser líder para protagonizar la aspirada “revolución social”.

 Unido a su función profesoral, Sacca también desempeñó un sinnúmero de cargos administrativos en la Universidad Nacional de San Agustín. Eso le acercó al rectorado, máximo cargo que debió  haber  asumido para contener la debacle que ocasionaron los cornejos,  valdemares y linares, pero no ocurrió simplemente porque su linaje le impedía sumarse al cubileteo, intriga, ramplonería y  trapacería del que los cornejos, valdemares y demás hacían y hacen gala para hacerse del poder  universitario. Paradójicamente, esa fortaleza fue a la vez su principal debilidad en su larga vida agustina; es decir, no atreverse a más para impedir que su querida universidad se hundiera.

 Recientemente jubilado, a Sacca se le han hecho todos los homenajes que merece y mañana se le hará uno más. Se le declarará Profesor Emérito y quizá muchas promociones asistirán para recordar, y a la vez aplaudir, al recto, temido y adusto profesor que, como a mí, influyó decisivamente en nuestra apuesta por la sociología. Ojalá que mañana, cuando el rector agustino lo engalane, anuncie algo que llenaría uno de los grandes vacíos que dejó Sacca: la publicación reunida de su desperdigada obra. Se lo merece, no sólo él, sino toda la universidad agustina.

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