Los retos de Osorio

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Dejémonos de prejuicios y admitámoslo: Yamila Osorio puede ser la nueva presidenta del Gobierno Regional de Arequipa; la tercera de nuestro reciente historial descentralista (cuento los dos períodos de Juan Manuel Guillén como uno solo) y la primera de todo el país. Observo que muchos ven esto con una sorpresa en las que se entremezcla tufillos machistas y cierta envidia personal y política; sin embargo, esa es una realidad que puede materializarse, lo cual nos obliga a plantearnos una serie de cuestiones que comprometen el futuro inmediato de Arequipa, así como el de la propia Yamila. ¿Cuáles son?

Ya es inútil analizar cómo es que Osorio se convirtió en la delfín de Guillén, si fue una decisión suicida o algo milimétricamente planeado, incluso sacrificando a los que más se acercaban a serlo como Cano u Ocharán. Mucho más inútil aún es saber si cuenta  o no  con el apoyo del guillenismo  (aunque hay que reconocer que ante la posibilidad de seguir atornillados al poder, los odios y celos ya empiezan a disiparse). Creo que más importante es empezar a analizar las posibilidades de gobierno  que tendrá Osorio, ya que eso nos ayudará a imaginar el próximo  escenario regional.  De allí también se desprende los retos que tendrá que acometer Osorio partiendo de la hipótesis que no desaprovechará esta oportunidad para trascender y así fortificar el futuro político que con todo derecho ambiciona.

 Es común en el mundo político hacer leña del árbol caído. Es lo que viene ocurriendo con Guillén quien termina su triplicada gestión (cuento lo del municipio) envuelto en escándalos que ya la justicia se encargará de dilucidar; sin embargo, no podemos negar que tenía (o tiene) una muñeca política impresionante que logró crear las condiciones institucionales para el crecimiento de nuestra región en los últimos años. Es decir, Guillén podía sentar, dialogar, convencer y consensuar, en una filosofía sanmartiniana, a perro, pericote y gato y así resolver o menguar serios problemas de la región. ¿Osorio podrá hacer lo mismo? ¿Perro, pericote y gato la escucharán o, por lo menos, mirarán con respeto ante una situación crítica? ¿Será suficiente mostrar la risa angelical o la belleza juvenil que hoy luce como fortalezas políticas?

 De allí se desprende el gran reto de Osorio: construir una imagen de empoderamiento que le permita transmitir  autoridad y, principalmente, el control del poder que tendrá desde el 1 de enero del 2015. Eso es algo en lo que ya debería estar trabajando puesto que el escenario inmediato no es halagüeño, pues no hay que desconocer  la crisis económica se acentuará, ya se definió que el presupuesto fiscal regional es menor, hay freno en las inversiones y, como si fuera poco, el vecindario no pinta bien, pues se han elegido varios alcaldes revoltosos y quizá se elijan a presidentes regionales también bulliciosos.

 Detrás de ese gran reto, hay otros que se desprenden y que también obliga a Osorio a ponerlos en marcha. Uno de ellos es el de demostrar que la juventud (a la que dice representar) no es esa masa díscola, irresponsable o apática ante los problemas sociales que señalan varias investigaciones.  Ella podría ser  el ícono de una juventud que podría estar emergiendo en el país, y especialmente en Arequipa,  que con compromiso, responsabilidad y eficiencia quiere demostrar que sí es una nueva generación y que quiere ponerse en vitrina para quedarse.

 A la vez, detrás del reto de Osorio se presenta la posibilidad de reescribir o redireccionar  la historia política local y nacional. Esa historia que está marcada por el machismo y el prejuicio que el espacio femenino se ajusta solo al hogar o que aún no está preparada para grandes proyectos o tareas sociales. El triunfo de Osorio al Gobierno Regional de Arequipa, tendría mucho impacto en el imaginario local y nacional y así tender la alfombra para acentuar la posibilidad de ser gobernados, por primera vez en la historia, por una mujer.

 Sin querer, esos son los retos que están detrás del posible triunfo de Osorio. Ojalá que esté a la altura de ellos y los concrete. De no ser así, su paso por la escena política, sólo se registrará como un hipo en nuestra historia local.

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